Entretelones de un nuevo libro

Sorpresivamente mi libro Manuel Aguas: de sacerdote católico romano a precursor del protestantismo en México (1868-1872), comenzará a circular en la segunda semana de diciembre. Y escribo que sorpresivamente porque se concatenaron varios factores para que Casa Unida de Publicaciones (CUPSA), y sobre todo su director, Óscar Báez, aceleraran los trabajos editoriales que tendrán como resultado la presentación del libro el próximo 10 de diciembre. Pensé que el libro saldría en enero, tal vez febrero del 2016.

Lo que más me gusta al proyectar un nuevo libro, es la etapa de leer e investigar sobre el tema. El proceso es fascinante. En el caso de la obra sobre el ex dominico Manuel Aguas (volumen que finalmente tendrá 530 páginas), buena parte de la investigación consistió en consultar prensa de los años sesentas y setentas del siglo XIX. Al hacerlo encontré vetas informativas no nada más acerca de Aguas sino también sobre acontecimientos y personajes de la época que dieron la lid por la libertad de creencias y cultos. Uno de ellos, Ignacio Manuel Altamirano, merece una pesquisa aparte, en la que se le dé seguimiento a su lucha por terminar con el yugo de una fe oficial y que el país se abriese a hacer práctica la libertad de conciencia. De Altamirano han sido reeditadas sus obras completas, que comprenden 24 tomos, por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Tengo en el cajón de pendientes escribir uno o dos ensayos, cuyos títulos tentativos son: “Ignacio Manuel Altamirano y los protestantes en México”, y/o “Vuelta a La Navidad en las montañas, ¿es el personaje central un pastor protestante?”

Si por mí fuera habría seguido leyendo, inmerso en un periodo que me cautiva de la historia mexicana. Pero bien lo ha dicho Fernando Savater, como por leer no pagan me tuve que poner a escribir. En medio de varias otras ocupaciones, debí apartar tiempo para redactar el libro sobre Manuel Aguas. Originalmente el proyecto solamente contemplaba reunir los escritos del sacerdote ex dominico y redactar un prólogo. El cúmulo de información que hallé hizo crecer el mencionado prólogo de 20 páginas a un estudio histórico de 470. Encontrar nuevos datos, cruzarlos con otros anteriores y adicionar descubrimientos significó más tiempo del originalmente contemplado.

Después de lo anterior, una vez que creí haber terminado la redacción del volumen, puse a consideración de un buen amigo, Juan Merlos Estrada, lo que escribí sobre el personaje. Las correcciones estilística hechas por Juan, sus observaciones y petición de aclaraciones o mayor información, demandaron de mi persona más tiempo de investigación y escritura. Este lapso fue laborioso, en ciertos momentos árido, pero siempre aleccionador de lo que es el oficio de escritor.

Una vez concluido el proceso de revisión/reescritura, el material se fue a diagramación, creo que le llaman maquetación en España. El director de CUPSA me envió el archivo, con la petición de que lo leyera e hiciese las correcciones respectivas. Esta es la parte que menos me gusta de todo el proceso de prohijar un nuevo libro.

Es necesario leer reposadamente el material. Hay que hacerlo con ojo crítico, como si uno estuviese leyendo a otro autor. Encontrar no nada más gazapos gramaticales y ortográficos, también inconsistencias históricas o afirmaciones con poca sustentación documental. Hube de marcar en rojo las correcciones, supresiones y adiciones para que después las mismas sean ingresadas por el editor, quien de nueva cuenta me regresa todo el texto para que le dé mi visto bueno.

Para escribir este artículo debí hacer un paréntesis en el juego de ping-pong (en otros lugares le llaman tenis de mesa) editorial que tiene el director de CUPSA conmigo. Admito que por más que las pruebas de imprenta sean revisadas acuciosamente, como se dice en el argot libresco, con lupa, una vez que tenga en mis manos un ejemplar de la obra que más tiempo me ha llevado investigar, escribir y revisar, voy a toparme con erratas sobre las que me preguntaré cómo fue que no las vi antes de que el libro se fuera a imprenta. Así es esto de escribir para que sea publicado en formato de libro.