Invitación a la esperanza

Vengo de la calle. Hace un día sin frío y limpio. Al abrigo de los cristales de mi despacho en la Radio parece un día primaveral; tan tangible, profundo y azul está el cielo. Frente a la puerta de la escalera que me permitirá el acceso a las dependencias de la Emisora, se me ha acercado una mujer de edad confusa. Sin previo aviso, me ha cogido las manos con las que intentaba abrir la puerta y, temerosa, me ha dicho: ¿me permite darle un abrazo? y de puntillas me ha dado un tierno abrazo. “He sido su vecina, he vivido frente a ustedes, y he escuchado su Radio, señor Roberto, por varios años. Situaciones de familia, me han obligado a residir en Vic, pero cada vez que vuelvo a Barcelona, busco Radio “Bona Nova”, me ha dado muchas horas de esperanza, y nunca he podido expresar mi apreciación, así que hoy, que estoy de paso, aprovecho para manifestarle mi aprecio”.

Qué hermoso detalle en un par de minutos de una mañana de Noviembre. Una mujer envejecida, humilde, digna, tomó con impulsiva serenidad las manos que deseaba estrechar, sin cálculo y sin amilanamiento, ofrece lo que tiene, sonríe, abraza, casi acaricia y sorprende. Y llego al estudio pensando en tan hermoso ejemplo. Y ahora lo cuento a quien me lea, para que esa diminuta anécdota sirva de pórtico para abrirnos a los sencillos gestos de aprecio, de solidaridad humana. Un pórtico en el que cualquier acto realmente humano de afecto es susceptible de hundirse en la noche o de levantarse en un nombre nuevo a las estrellas.

Un pórtico que por bastante tiempo, me alejó de la zozobra de los complejos ejemplos de tantos políticos, en estos días de investiduras, de republicanismos, de componendas, de desconexiones, dimes y diretes que lleva la política a sucedáneos de la misma. Un tiempo en el que algunos actúan como si la ley no existiera y otros como si sólo existiera la ley, y casi todos desconociendo la perfecta Ley de Dios, para todos y cada uno de los aspectos de la vida. Y así, aunque vivimos en días de urgencias nacionales, el gesto de la vecina, me ha producido unos largos minutos de tranquilidad, porque en esta historia llena de ruidos y de furias enfrentadas, los únicos necios serán los que no acaben pactando y abrazándose juntos en producir paz y bienestar entre los pueblos. Desconexión o rígida conexión son opciones perfectamente respetables; y el que unos hayan hecho cosas mal no justifica para que otros actúen de cualquier manera. Sus declaraciones nos perjudican a todos, y a su propia causa para empezar.

“Desde el Corazón”, sólo Dios podía prometer, prometió y promete “Tierras Prometidas” pero leyendo bien su forma de estimular hacia la libertad de Egipto, y a la posesión de una tierra que fluye leche y miel, la ilusión no era meramente con tierras prometidas, sino porque para ello y en ellas, debían haber claros detalles jurídicos, resumidos en innegociables leyes que serían para eternidad. Recibiendo la recompensa por la sencilla y espléndida realidad de la convivencia con Dios; cuatro artículos, y seis para la convivencia de todos los seres humanos. Puesto que estoy en el mundo, bien que no soy de este mundo, asumo que para muchos la Ley de Dios, en la actualidad no sea expresión de la razón del hombre de hoy, pero en una real democracia es la expresión del consenso. Y al igual que entonces, hoy, si se infringe ¿sobre qué basaremos nuestra convivencia?

Pero “Desde el Corazón” y esto es lo que más me preocupa, es que veo que vivimos en un mundo inundado de soledad, de desamor, de estériles narcisismos políticos, incapaces de decir: “conseguiremos esto, si Dios quiere”, de frío. No siempre somos verdaderos –porque no sabemos, o no nos atrevemos, o no queremos serlo, o estamos esclavos del dios Mamón , ni pacientes. No siempre tenemos esperanza: esa virtud bajita, con las piernas más cortas que la caridad o la fe: esa hermana mayor que arrastra cuando corre a las otras menores. Porque, ¿qué sería del mundo si no hubiera fe y esperanza?; ¿a santo de qué se movería, en qué dirección desconexión, conexión, por qué motivo? Con frecuencia la inseguridad nos hace hostiles: herimos a los demás con nuestro escudo más que con nuestras armas. Sin duda, una vacilante cortedad o tozudo fanatismo nos frena en los sanos e imprescindibles contacto con los otros. Y el recelo –evidencia de corazones no limpios  nos transforma en crustáceos crispados y erizados. Las suspicacias políticas nos cierran, nos coartan, nos aísla, nos enmudece las ilusiones y el elogio dispuesto a la alegría.

“Desde el Corazón”, sé que el hombre light, desnutrido de poder interior, espiritual, puede ser torpe, deslumbrante, competitivo, menesteroso, inagotable, magnífico, ruin, egoísta, insustituible. El ser humano es, a la vez, Caín y Abel, o uno u otro, más modernamente: Jekyll o Hyde. Eso es así, y lo vemos en los posicionamientos políticos, sociales, humanos. Es lo que tenemos, es con lo que contamos. Estamos hechos con el humilde barro de los sueños, pero, aun conservando la imagen de Dios, podemos si nos rendimos al Creador, nacer a una gloriosa conexión con Su Reino. Por todo esto, invito a los que me leen, a la esperanza. Con la madera podemos hacer un laúd o un patíbulo, ¿qué dejamos que reconstruya el Hacedor?