El análisis del texto bíblico no debe ignorar los datos arqueológicos, tampoco menospreciar la información que aporta el texto.
Jericó es una de las ciudades más antiguas del mundo. Sus restos se elevan a más de 10.000 años. Situada a unos 25 kilómetros al noreste de Jerusalén y a unos 6 del río Jordán, tiene una temperatura cálida en invierno con abundante agua, dando lugar a un oasis que fue conocido como la ciudad de las palmeras. Debido a la falla tectónica que recorre el valle del Jordán, se encuentra a 273 metros por debajo del nivel del mar.
Jericó está presente en la narración bíblica en dos periodos significativos: uno con relación al establecimiento de Israel en Canaán y el otro como lugar de tránsito en la acción anunciadora de Jesús de Nazaret. La primera narración se desarrolla en Tell es-Sultan y la segunda en una zona cercana al suroeste de este tell (montículo).
Tercer palacio de Herodes en Jericó.
La ciudad en tiempos del Nuevo Testamento se extendía principalmente al oeste con respecto a la actual población de Jericó, donde el rey Herodes el Grande había construido canalizaciones y acueductos que proporcionaban abundante agua desde varias fuentes y wadis (arroyos). Así, el historiador judío Flavio Josefo escribe que el valle estaba cubierto de estanques y jardines. En esta época Jericó tenía numerosas villas y una gran producción agrícola de palmeras datileras, vinos, especias y más concretamente el aceite balsámico, un producto muy apreciado por su perfume y su uso medicinal en todo el Imperio romano, que proporcionó grandes ingresos a Herodes.
Herodes fijó su residencia de invierno en Jericó, llegando a construir tres palacios. El último levantado entre las dos orillas del wadi Qelt. Las grandes excavaciones realizadas en diferentes fases por Ehud Netzer desde 1973, descubrieron las instalaciones de los palacios, estanques, jardines, mikvaot (piscinas para baños rituales), y una gran casa de baños. Además, como fue usual entre sus proyectos arquitectónicos, levantó un anfiteatro y un hipódromo.
Zona de baños del palacio.
En el complejo del segundo palacio de Herodes, construido sobre anteriores edificaciones asmoneas, E. Nezer halló una estructura que ha identificado como una sinagoga. El edificio fue adaptado para este uso durante el reinado de la reina Salomé Alexandra (76-67 aC). Tiene un nicho para guardar la Torá, con una geniza en la parte inferior de la hornacina para almacenar los manuscritos sagrados deteriorados. Posee una capacidad para unas 140 personas y sería la sinagoga más antigua que se conoce.
Sinagoga asmonea junto a dos mikvaot (piscina de purificación).
Nos fijamos ahora en la Jericó del Antiguo Testamento, situada en el montículo llamado Tell es-Sultan. Ha sido muy estudiada por diferentes expediciones arqueológicas. Las primeras importantes fueron realizadas por Ernst Sellin y Carl Watzinger entre 1907 y 1909. Más tarde por el arqueólogo británico John Garstang entre 1930 y 1936. A continuación, entre 1952 y 1958 la arqueóloga británica Kathleen M. Kenyon excavó el tell con nuevas técnicas estratigráficas y datación por carbono-14. Su método de zanjas profundas permitía estudiar en las paredes cortadas la historia de los antiguos pobladores de Jericó.
Por último, con motivo del proyecto del parque arqueológico de Jericó, un equipo conjunto entre la universidad de La Sapienza de Roma y el Departamento de Antigüedades de Palestina, dirigido respectivamente por Lorenzo Nigro y Hamdan Taha, inició las excavaciones en 1997. Por asuntos políticos tuvieron que detenerla en el año 2000, aunque nuevamente se retomaron a partir del 2009 hasta hoy.
Torre neolítica del noveno milenio aC.
La arcaica Jericó ha ido formando un montículo artificial de unos 20 metros de altura, producido por los depósitos de asentamientos humanos que se han ido sucediendo desde el período neolítico precerámico. Estos restos muestran una de las ciudades más antiguas que se conocen, abastecida por la fuente de agua que existe junto al tell en la parte este, llamada actualmente Ein el-Sultan.
Cráneo neolítico reconstruido con yeso.
Los restos de época neolítica más conocidos son una torre de piedra de unos 9 metros de altura y unos 8 de diámetro junto a una muralla y los cráneos que reconstruyeron con yesos pintados separándolos del cuerpo, con los ojos imitados por conchas en sus órbitas. Los cráneos estaban enterrados bajo el suelo de las viviendas, evidencia de un culto funerario.
En el Bronce Medio Jericó era una ciudad cananea que pasó por varias fases constructivas. Destacan las murallas de roca en su base y de bloques de adobe en la parte superior, con edificaciones anexas sobre ella. Las murallas incorporaban torres defensivas. Al este del tell un palacio miraba hacia la fuente de Ein el-Sultan (conocida actualmente como fuente de Eliseo, 2 Reyes 2:19-22). Al oeste y norte del tell fuera de la ciudad se halló un gran cementerio con abundante ajuar funerario que permite conocer objetos domésticos, como los hallados en las viviendas de la zona sur junto a una gran torre. Entre los restos descubiertos destaca el gran número de escarabeos hicsos, evidencia de la estrecha relación de Jericó con Egipto durante la dinastías XV y XVI. Los excavadores también comprobaron que en este periodo la ciudad se extendió por la zona baja del montículo hacia el oasis.
Base de la torre incorporada a la muralla del BM.
El descubrimiento en 1999 de un escarabeo entre los enseres del ajuar funerario de una tumba situada debajo del palacio, parece revelar el nombre cananeo de Jericó. Con estilo egiptizante el escarabeo lleva el título de “adjmer” administrador o gobernante, seguido del nombre de Ruha. Por lo que con toda probabilidad es el nombre de la antigua ciudad de Jericó, que se ha conservado hasta la actualidad en el nombre árabe de la moderna Ariha, término que significa fragancia con referencia a las flores del oasis de Jericó.
Escarabeo con el nombre cananeo de Jericó “Ruha”.
La ciudad que alcanzó su máximo apogeo en el Bronce Medio fue destruida sobre él 1650 aC. Aún no se ha podido identificar con los datos actuales el enemigo que la devastó. Posteriormente es reconstruida en la última parte del Bronce Medio, con una muralla ciclópea de enormes rocas de 5 a 8 metros de altura en la parte de contención de tierras y sobre ella se levantaron muros de bloques de adobe. En la zona este del tell donde estaba el palacio, se halló almacenado un gran número de vasijas con cereales. Esta ciudad fue destruida e incendiada por un gran ejército alrededor del 1550 aC. Posiblemente fue arrasada por el faraón Amosis I, cuando expulsó a la dinastía de los hicsos del bajo Egipto y estos se refugiaron en Palestina.
Muralla ciclópea de final del Bronce Medio.
Desde el final del Bronce Medio, Jericó dejó de estar habitada durante siglos y los habitantes se trasladaron a otras áreas del oasis de Jericó. Por ello en el tell solo se han encontrado pequeños restos de asentamientos y tumbas hasta la Edad del Hierro II, en el siglo X aC. A partir de entonces se descubren materiales de diferentes fases del Hierro II en varias zonas del tell. Destaca un edificio llamado “Hilani” en la parte oriental del montículo y largas escaleras en los lados norte y suroeste del tell, que permitían el acceso a la zona alta donde se ubicó la ciudad. La Biblia menciona en este periodo la reconstrucción de Jericó durante el reinado de Acab, sobre el 870 aC en el libro 1 Reyes 16:34.
La datación de los materiales hallados ha sido revisada por Kathleen Kenyon. Posteriormente por Hendrik J. Bruins del Jacob Blaustein Institute for Desert Research, Ben Gurion University of the Negev y Johannes Van Der Plicht del Centre for Isotope Research, University of Groningen en 1993 y actualmente por Lorenzo Nigro de la universidad de La Sapienza de Roma.
Restos hallados al sur del tell perteneciente al Hierro II.
Según la mayoría de los investigadores la entrada de Israel en Canaán es fijada al final del siglo XIII aC, de acuerdo con el marco histórico en el que aparecen las evidencias de ocupación israelita en estas tierras. Por otro lado, los trabajos de investigación como hemos visto indican que a partir de final del Bronce Medio (siglo XVI aC), Jericó dejó de estar habitada durante siglos, incluido el periodo de la conquista israelita.
El análisis del texto bíblico no debe ignorar los datos arqueológicos, tampoco menospreciar la información que aporta el texto como: la situación geográfica, las inmensas murallas destruidas, la amplia capa de cenizas del incendio sufrido e incluso las vasijas de almacenamiento con cereales carbonizados, evidencian que la ciudad no había sido saqueada a fondo tras el ataque. Así, en opinión de muchos investigadores, el autor de Josué 2-6, al contemplar la ciudad destruida varios siglos antes, le sirvió para componer el relato de la entrada de Israel en la tierra prometida como elemento didáctico de la acción divina en el pueblo de Israel.
Termino con la reflexión realizada por la arqueóloga Margreet L. Steiner en su artículo, Site Identification: The Case of Jericho, publicado en el medio digital Biblia Odyssey:
De acuerdo con los textos bíblicos, Jericó jugó un papel importante en la conquista de Canaán (Josué 6). Estos sucesos (si fueron del todo históricos) son comúnmente datados alrededor de 1200 aC, al final de la Edad de Bronce Tardío o al comienzo de la Edad de Hierro. Sin embargo, las excavaciones mostraron que Tell es-Sultan no fue ocupada durante ese período, lo que lleva a muchos estudiosos a mirar a la historia bíblica de Jericó como un relato legendario o incluso de ficción, que une un evento militar imaginado a las ruinas visibles de Tell es-Sultan, en lugar del registro de un acontecimiento histórico. Pero la descripción de Jericó en el texto bíblico también parece ajustarse a la ubicación de Tell es-Sultan. ¿Cómo resolver este acertijo? Algunos estudiosos han buscado otros montículos con el propósito de identificarlos con la Jericó bíblica, pero sin mucho éxito. Otros han datado las historias de la conquista en la Edad de Bronce tardío o incluso al final de la Edad del Bronce Medio, en un esfuerzo para hacer coincidir el relato bíblico y el registro arqueológico. Otros cuestionan la datación de los restos excavados (todo para hacer un encaje mejor). Pero cada solución conlleva sus propios problemas, y Tell es-Sultan todavía no ha mostrado su secreto.”
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