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Protestante Digital

 
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Sóstenes Juárez revisitado

Sóstenes Juárez representa dos momentos muy importantes en la gestación del protestantismo en México.

KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 19 DE ABRIL DE 2015 14:45 h

En tres partes ha sido publicada una serie de mi autoría sobre Sóstenes Juárez. Al concluir de escribirla, y leerla en Protestante Digital, decidí hacerle algunas precisiones y ampliaciones. Ofrezco el resultado de la tarea en una sola entrega, la cual forma parte de un próximo libro, titulado Albores del protestantismo en México en el siglo XIX.



 



 



Sóstenes Juárez.

 Sóstenes Juárez representa dos momentos muy importantes en la gestación del protestantismo nacional. El primer momento es el de los esfuerzos personales, en el que confluyen distintos personajes, para implantar núcleos evangélicos en la capital del país y alrededores. El segundo momento es cuando algunos de quienes participaron en los esfuerzos personales iniciales, se vinculan a los trabajos de los primeros misioneros extranjeros denominacionales que llegan a México a partir de 1872.



Sóstenes Juárez nació en el pueblo San Sebastián, cercano a Nopala, Hidalgo, el 11 de junio de 1830.1 Era masón, convencido liberal que combatió tanto a conservadores como a las fuerzas invasoras francesas que llegaron a México en 1862. Posteriormente también se opuso al Imperio de Maximiliano, y por tal causa fue encarcelado. Alcanzó el grado de mayor en el ejército republicano juarista. Una versión asegura que era primo hermano de Benito Juárez.2 Ejerció la “profesión de maestro de escuela”.3



Sobre el acercamiento de Sóstenes Juárez a la fe evangélica existen narraciones distintas, aunque no necesariamente contradictorias. Habiendo quedado herido en batalla contra las fuerzas invasoras francesas, y por lo mismo no poder viajar hacia el norte del país con las tropas juaristas, Sóstenes debió guardar reposo en una casa de huéspedes situada por las calles 1ª y 2ª del Indio Triste (hoy corresponden a 1ª de Correo Mayor y 1ª del Carmen4). En el mismo lugar se hospedó Christian Amadeus Breme, “profesor de música [suizo o belga] que venía con los sostenedores extranjeros del II Imperio”.5 Ambos tenían conversaciones sobre obras de Juan Jacobo Rousseau y Voltaire. En esta versión, Sóstenes Juárez le pidió a Breme que le enseñara francés, petición a la que accedió y para ello le proporcionó una Biblia en el idioma de Víctor Hugo para que le sirviera como libro de texto.6 La realidad es que Juárez dominaba la lengua francesa, y prueba de esto es que años antes tradujo de tal idioma al español la obra El evangelio del pueblo, de Alfonso Esquiros.7



Tiempo después del episodio antes narrado, Sóstenes Juárez fue llevado a prisión por causa de su manifiesta oposición al ejército francés. El 5 de mayo de 1865, cuando después de haberse oficiado misa en la Catedral de México por los tres militares fallecidos en un incendio, los ataúdes con los restos fueron llevados en procesión por las calles de Plateros y San Francisco (hoy Francisco I. Madero).8 A la cabeza del cortejo fúnebre iba el mariscal Bazaine, comandante en jefe de las fuerzas invasoras.



En el periódico creado para informar y propagandizar sobre los fines y actividades del Imperio de Maximiliano en México, quedó consignado que “la ceremonia religiosa terminó a las nueve, y entonces se formó el cortejo fúnebre […] cuatro coroneles llevaban las bandillas del féretro de Mr. Tourre, cuatro tenientes las del teniente Labrousse, y soldados las del otro. Cerraba la comitiva un cuerpo de zuavos, perteneciente al regimiento del difunto coronel”.9 Mientras el contingente caminaba silencioso por la calle de Plateros, “se oyó un grito que salía de entre la multitud diciendo: ‘Mueran los franceses. No basta con estos tres ataúdes. Es necesario que perezcan todos’. Estos gritos odiosos, sobre todo en aquella sazón, fueron seguidos de provocaciones más odiosas todavía”. La información periodística añade que “aprehendido infraganti el individuo que las hacía, declaró llamarse Sóstenes Juárez y ejercer la profesión de maestro en México”.10



El episodio le vale a Juárez ser declarado “culpable de provocación al crimen no seguido de efecto”. Por ello se le condena a cinco años de prisión y multa de mil francos. Sóstenes recibió el indulto de la pena, junto con sentenciados por otras causas, por parte del emperador Maximiliano.11 Tal vez fue en este encarcelamiento de dos meses, o en uno anterior resultado de ser aprehendido durante una batalla contra los invasores, que Sóstenes Juárez recibió de uno de sus carceleros una Biblia en francés. Entonces, evocaría, “acepté [la Biblia] cortésmente sin imaginarme, ni soñarlo siquiera, lo que habría de llegar a ser para mí”.12 Su interés por el libro fue creciente, hasta hacerse un lector asiduo del mismo:



Comencé a hojearlo solamente por pasar el tiempo, sin propósito alguno, pero pronto principié a tomarle interés encontrándole algunos pasajes interesantes. Finalmente llegué a leer, sin saltarme, desde el Génesis hasta la Revelación y a tomar gusto por meditar algunos versículos. En suma, la obra me interesó sobremanera y ya no podía prescindir de su lectura. Noté claramente que había encontrado lo que necesitaba […] Yo que había anhelado la libertad de acción para mi país, ahora anhelaba la libertad del espíritu para mis compatriotas que se hallaban bajo el yugo de Roma. Veía patentemente que la lectura de ese pequeño libro habría de libertarles de la tiranía romanista […] Resolví que cuando saliera de mi cárcel política, trataría de salvar a mis paisanos todos, a mi querido pueblo mexicano, de la cárcel religiosa en que se hallaba arrojado. En cuanto me viera libre iría a mostrarles mi libro y habría de extender, en cuanto pudiera sus preciosas enseñanzas.13



 



Es factible que Sóstenes Juárez haya experimentado los efectos de su acuciosa lectura de la Biblia en un encierro anterior al de mayo de 1865, y que como resultado estableciera contactos con el grupo de Manuel Aguilar Bermúdez, uno de los líderes de los Padres Constitucionalistas. Este grupo fue llamado así por su apoyo a la Constitución liberal de 1857 y las Leyes de Reforma juaristas.



Por solicitud de los Padres Constitucionalistas, a principios de 1861, las autoridades civiles responden otorgándoles en la capital de la nación el templo de la Merced que, por estar en ruinas e inhabilitado para el culto religioso, es sustituido por el de la Santísima Trinidad.14 Además de los actos eclesiásticos en este lugar, “el grupo cismático no tuvo más actividad que las frecuentes reuniones en la casa del padre [Manuel] Aguilar [Bermúdez], con la presencia de una docena de sacerdotes cismáticos, a las que se unían el diputado Manuel Rojo y el artesano textil enriquecido, Prudencio G. Hernández, entre otros”.15 El domicilio de Aguilar Bermúdez estaba localizado en el número 4 de la calle de la Hermandad de San Pablo.16 Sobre la existencia de esta calle, Marco Fabrizio Ramírez Padilla, especialista en nomenclatura histórica de las calles de la ciudad de México, afirma que la única fuente conocida por él que refiere a la vía como Hermandad de San Pablo es la tesis de Daniel Kirk Crane, nadie más la menciona. Ramírez Padilla hace notar que sí “existieron las  calles  de  San Pablo y la  de  Puente de  San  Pablo, que  actualmente  corresponden a  Carretones  y  a San  Pablo y  se encuentran  muy  cercanas  al  convento de  la  Merced. Es  muy  probable  que se  trate de alguna de ellas”17



En casa de Aguilar Bermúdez se reúne una veintena de personas de distintas edades, incluso menores de edad e infantes. Hay lecturas bíblicas, intercambio de opiniones y esporádicamente Aguilar oficia de forma sencilla la Santa Cena, la cual imparte en dos especies, el pan y el vino “los distribuía de rodillas”.18 Esto acontece antes de la Intervención francesa en México, es decir entre 1861 y principios de 1862.



Después de las reuniones en su domicilio, en 1864 el sacerdote Manuel Aguilar Bermúdez, y el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, John William Butler, entre otros, tienen reuniones de carácter evangélico en la ciudad de México, “en los bajos de la casa núm. 21 de la calle de San José del Real”.19 Entre los asistentes se encuentran José Parra y Álvarez, Prudencio G. Hernández y Sóstenes Juárez.20 Otra fuente menciona al padre Aguilar Bermúdez como quien consigue, en la dirección mencionada, “un espacioso salón […] y allí se celebraron las primeras reuniones públicas bastante concurridas”.21 Quien facilita el lugar, que era de su propiedad, es el señor Verduzco, “arquitecto y maestro de obras”. Él formaba parte de la congregación, y permite usar las instalaciones sin recibir retribución alguna hasta que el grupo se consolida y tiene fondos para cubrir alguna suma como pago de renta.22



No mucho después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador Maximiliano (26 de febrero de 1865),23 Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres constitucionalistas forman la Sociedad de Amigos Cristianos. Al triunfo de la República sobre los conservadores y Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad Evangélica, y sus integrantes abren al público sus reuniones que continúan desarrollándose en San José el Real.24



Las reuniones iniciadas en San José el Real a partir de 1864 alcanzan más organización y el 18 de noviembre de 1865 tiene lugar un culto más formal, en el que participan, entre otros, Manuel Aguilar, John W. Butler, Sóstenes Juárez, José Parra y Álvarez, Julián Rodríguez Peña, Eusebio Trejo Meza y Antonio Hinojosa.25 Tienen reuniones a las que los interesados llegan mediante invitación de alguno de los integrantes de la célula. Es decir, no propagandizan abiertamente la existencia del núcleo, aunque tampoco es un grupo cerrado y secreto. Más bien mantienen un perfil bajo, en espera de fortalecerse para proyectarse hacia afuera.



Manuel Aguilar Bermúdez escribe una carta en 1866 a la Sociedad Bíblica de Londres, la cual inicia refiriendo que lucha “en la República mexicana por la fe que una vez fue entregada a los santos”, eco de una cita bíblica localizada en el Nuevo Testamento (Judas 1:3). Notifica que “ha sido necesario combatir con las preocupaciones del fanatismo que ha existido aquí hace más de 300 años y también con la indiferencia religiosa de muchas almas extraviadas”.26



A pesar de los grandes obstáculos, dice Aguilar, la Biblia es distribuida y en muchos casos bien recibida por gente identificada con el partido liberal, obreros que la llevan a sus hogares y la comparten con sus familias. Percibe un futuro prometedor para la causa evangélica:



Ya hallamos personas que examinan las Escrituras diariamente con espíritu de humildad y devoción; que las estudian bajo la influencia de fervientes oraciones y llenos de fe, que predican la verdad con celo apostólico, que se apropian sus saludables preceptos y se consagran a Cristo nuestro divino Salvador para vivir sólo para él. La buena semilla del Evangelio está cayendo sobre terreno sediento del agua de la gracia, el pan de la vida se toma con avidez por los hambrientos hijos, muchas ovejas descarriadas están oyendo la voz misericordiosa del divino Pastor que las llama; muchas sintiendo la bienhechora influencia de la gracia del Espíritu santo, practican la caridad. Todo esto robustece nuestras esperanzas y, nos hace confiar en que Dios, en su infinita misericordia, está visitando este pueblo para el bien. Orad con nosotros para que nuestro padre celestial se digne bendecir nuestros esfuerzos, nos dé fuerzas en nuestras debilidades y nos llene de su Espíritu para que la obra que se hace en México, sea hecha para honra y alabanza de Cristo nuestro Señor.



 



En abril de 1867 muere Aguilar Bermúdez, y es sustituido en el liderazgo por Rafael Díaz Martínez y Sóstenes Juárez, sobre todo por éste último. Mediante el testimonio de Juan Magaña, uno de los asistentes a las reuniones en San José del Real número 21, conocemos que todavía en vida de Manuel Aguilar el liderazgo ya estaba en manos de Sóstenes Juárez.27 Años después de su deceso, corre la versión de que Aguilar “murió envenenado por los frailes”.28



Tras la muerte de Manuel Aguilar Bermúdez, en 1867, Sóstenes Juárez intensifica su liderazgo en el grupo evangélico que se reunía en San José el Real número 21, a un costado del conocido templo católico llamado la Profesa (esquina de las actuales arterias Isabel la Católica y Francisco I. Madero, en el Centro Histórico de la ciudad de México).



En el domicilio citado de San José el Real confluyeron varios esfuerzos y personas para consolidar la presencia protestante en la capital mexicana. En la tarea fue valiosa la asesoría de John William Butler para el fortalecimiento de la que se hizo llamar Sociedad Evangélica. Con su experiencia para distribuir la Biblia e interesar a distintas personas en asistir a sesiones de estudio bíblico, el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera prestó un servicio clave a la causa protestante. Compiló y escribió materiales para conformar el Calendario protestante de los amigos cristianos para el año de 1866, y 1867.29 Éste último contiene, entre otros escritos, “La lectura de las sagradas Escrituras” y “Las tradiciones de los judíos impugnadas por nuestro Señor Jesucristo”.30



Butler inserta anuncios en los periódicos, tanto en inglés como en español, para dar a conocer el objetivo de la organización que representa:



El que suscribe, agente de la Sociedad Bíblica de Londres, establecida con la mira de propagar las Sagradas Escrituras en todo el mundo, y en todos los idiomas, sin adulteración, interpretación o comentario alguno, y a costa de cualquier sacrificio pecuniario, como lo comprueba la pérdida sufrida en las ya repartidas en México; invita a todas las personas que se interesen en la propagación del Evangelio, a que ocurran al expendio de Biblias en la calle de San José el Real núm. 21, y establezcan las relaciones que se desean, a fin de facilitar su reparto en la mayor posible cantidad.31



 



Por comentarios periodísticos sabemos que John Butler se hizo conocer como persona entregada a la causa que le trajo al país. A diez años de promulgada la Constitución liberal de 1857, un comentarista observaba que hacía falta la misma pasión para promover las leyes que la puesta por Butler en su labor: “en suma, sería preciso imitar en la propaganda de las nociones constitucionales, el celo, el ardor y la constancia de la Sociedad Bíblica de Londres”.32



En 1868 la agrupación se anuncia en los periódicos con el fin hacer más conocida la existencia de sus actividades. Es así que, por ejemplo, en uno de los diarios más importantes aparece el siguiente aviso: “El Comité de la Sociedad Evangélica invita a sus amigos, a que concurran al culto reformado, que todos los domingos se practicará en la casa núm. 21, calle de San José el Real”.33 A partir de entonces el núcleo gana presencia pública y se agregan a él conversos y simpatizantes.



Paulatinamente se acrecienta el liderazgo Sóstenes Juárez, liberal y masón, integrante de la Sociedad Lancasteriana.34 Es él quien hace llegar a La Opinión Nacional un comunicado en el que deja clara la existencia de la Sociedad Evangélica de México. Informa que “ya es un hecho práctico la libertad de cultos entre nosotros, y que está operándose entre nosotros, por este medio, el alejamiento de la antipatías nacionales que tantos males ha producido en lo social”.35



Habiendo informado lo anterior reproduce el acta donde queda asentado que el 15 de agosto de 1868 en el seno del grupo “fue presentado ante la Sociedad Evangélica, por el Sr. D. Alberto Kienast y la Sra. Da. Sofía Landwchz un niño, hijo del Sr. D. Geo. M. Zinser y de la Sra. Da. Luisa Zinser, nata en Klockenbring, pidiendo a su nombre que en el seno de esta iglesia cristiana sea bautizado conforme a lo instituido por Nuestro Señor Jesucristo”. Acto continuo, después de haber leído la “Sagrada Escritura para instrucción de los presentes, en la parte referente al acto fue bautizado el niño en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, recibiendo en la frente agua pura, y llevando los nombres de Jorge Alberto, habiendo sido registrado antes, según las leyes de Reforma, en el juzgado civil número 1; ceremonia que se practicó por el C. Sóstenes Juárez, comisionado para este acto […]”.36 Firmaron el documento, además de Juárez, Alberto Kienast, G. M. Zinser y Lauro González.



Hacia mediados de 1869 la prensa consigna el papel preponderante que tenía Sóstenes Juárez en la propagación del naciente protestantismo mexicano. Una nota periodística menciona que el credo “gana terreno aquí, que hay congregaciones evangélicas en Miraflores, Amecameca, Zoyatzingo, Ozumba, Ayapango y Cuautla; que todas estas congregaciones se han organizado por los esfuerzos de D. Sóstenes Juárez, conforme al plan de la que existe en la calle de San José el Real núm. 21, y de la cual es presidente dicho señor; y que hay todavía en esta capital otras congregaciones protestantes, además de estas”.37



Representantes de las comunidades evangélicas mencionadas tienen un encuentro en San José el Real, para coordinar los trabajos y apoyarse mutuamente. Dado el liderazgo de Sóstenes Juárez en ese lugar es muy probable que él haya presidido las deliberaciones. La primera reunión general de las comunidades evangélicas en la ciudad de México y entidades aledañas, “viene a mostrar la incipiente organización de los protestantes, que aun antes de la llegada oficial de las misiones [extranjeras] ya había dado algunos pasos firmes en la construcción de la nueva religión en México”.38



El grupo encabezado por Sóstenes Juárez tuvo comentarios adversos en la prensa católica. Una de estas publicaciones advirtió a sus lectores sobre “una que se llama Sociedad evangélica”, la que andaba “esparciendo sus desacreditadas y adulteradas biblias, y adoptando los folletos metodistas que se imprimen y publican en Nueva York por la Sociedad Hispano-Americana de Tratados”. Señalaba que los integrantes de la Sociedad Evangélica diseminaban su “propaganda contra el catolicismo” en forma similar a como las serpientes atacaban a sus víctimas: “para asegurar mejor su tiro se esconden entre las hierbas y flores, para seducir a los incautos, halagar a los crédulos y hacerse recibir por los ignorantes”.39



La congregación de San José el Real tiene transformaciones importantes hacia fines de 1868 y principios de 1869. Uno de sus integrantes informa de las características del grupo. Arcadio Morales asiste por primera vez a los 19 años, antes tiene ciertas influencias que de alguna forma le sensibilizaron para cuando estableció contacto inicial con la célula protestante de Sóstenes Juárez.



El 26 de enero de 1869 asistió Arcadio Morales a una reunión en San José el Real número 21. Sobre lo que atestiguó escribiría años después: “Allí se hallaban reunidos como unos veinte individuos pertenecientes a la clase humilde del pueblo; campesinos y obreros todos; no había ni una sola señora ni un niño; pero, los hombres que se hallaban allí eran muy devotos y reverentes. El señor Sóstenes Juárez, profesor, era el pastor de aquel rebaño, y en aquella noche tenía como ayudante al señor Coronel Lauro González, quien leía la fórmula bautismal”.40 Al concluir el servicio Arcadio Morales fue presentado al pastor Juárez y su asistente, quienes le invitaron a volver. En compañía de su madre, al martes siguiente, 2 de febrero, Arcadio asiste nuevamente a la congregación y al concluir el servicio Sóstenes Juárez abre tiempo para quien quisiera dirigir algunas palabras a los presentes. Arcadio Morales se pone en pie y da su primer discurso como evangélico.



Los detalles que describe Arcadio Morales acerca de la congregación de San José el Real núm. 21 nos ayudan para darnos una idea de cómo funcionaba la misma. Sabemos que las reuniones eran en un salón interior del convento junto a la Profesa, “no tenía más ajuar que una tribuna en forma de pozuelo al frente y unas cuantas sillas de morillo”.41 Las reuniones tenían lugar los domingos a las 11 de la mañana, con 70 asistentes, y los martes a las 7 de la noche, con entre 16 y 22 congregantes. Sóstenes Juárez “aparecía en el púlpito con su traje civil, y dirigía el culto con una liturgia especial que había formado tomando la idea, según decía él, de otra en francés que un ministro protestante que había venido con la Intervención francesa, le había proporcionado”. Lo usual era que Juárez leyera “sus sermones, y generalmente tomaba sus asuntos del Nuevo Testamento”.42



La Sociedad Evangélica de San José el Real muda el domicilio de sus actividades en la ciudad de México al antiguo convento ubicado en el callejón de Betlemitas (actual calle Filomeno Mata) hacia principios del último tercio de 1869, según publicaron periódicos de la capital.43 Al respecto La Iberia hizo un pequeño anuncio: “Templo Evangélico. El que estaba en la calle de San José el Real ha sido trasladado al exconvento de Betlemitas”.44 El nuevo lugar era más amplio, y por ello representaba un avance en el ensanchamiento del grupo, que, como hemos visto, se estaba expandiendo a poblaciones en otras zonas de la República mexicana. La nota periodística no menciona el número de Betlemitas en el cual tienen lugar los servicios evangélicos.



Años después, en 1872-1873, un núcleo protestante se reúne en el callejón de Betlemitas número 8 y decide vincularse a los trabajos que misioneros presbiterianos estaban iniciando en el país.45 Aunque no es posible asegurarlo, parece altamente probable, que el domicilio de Betlemitas consignado en octubre de 1869 por El Monitor Republicano, y en el que Sóstenes Juárez ejercía liderazgo, fuese el mismo que más tarde albergó una Iglesia presbiteriana. No debe descartarse que los dos núcleos hayan ocupado números distintos en la misma calle.



Sóstenes Juárez se mantuvo ministrando en el callejón de Betlemitas, por su parte Arcadio Morales a veces colaboraba con Juárez pero también tenía nexos con líderes protestantes para iniciar obra en otros lugares de la ciudad. Arcadio Morales y Agustín Palacios, a disgusto con la orientación eclesiástica episcopal que estaba tomando la Iglesia de Jesús, salieron de esta en 1872 e iniciaron una nueva congregación evangélica en “la 1ª calle del Cinco de Mayo” (corresponde hoy al tramo de esa calle ubicado entre Isabel la Católica y Motolinía).46 Meses después, 27 de julio de 1873, el callejón de Betlemitas número 8 es consagrado como Iglesia presbiteriana, donde su pastor era Arcadio Morales.47



En abril de 1870 el grupo evangélico de Chimalhuacán, estado de México, vinculado a la Sociedad Evangélica presidida por Sóstenes Juárez en la capital del país, fue víctima de ataques de pobladores católicos. Los perseguidos señalaron al sacerdote católico romano Bernardo de Villageliú como el instigador de las acciones en su contra.48 Del caso se ocupó ampliamente Ignacio Manuel Altamirano, para entonces en la cima de su carrera como escritor, periodista y firme defensor de las leyes de Reforma juaristas.



El cura Bernardo de Villageliú hizo llegar al gobernador del estado de México una relación de hechos que, según él, tuvieron lugar en Chimalhuacán. Ratifica que los problemas en el pueblo son ocasionados por “un grupo como de cien hombres que pretenden formar parte de la secta protestante, llamada Sociedad Evangélica”.49 Villageliú menciona que los protestantes de Chimalhuacán formaban parte de la red de iglesias lideradas por Sóstenes Juárez. Aporta el dato que Juárez había bautizado al hijo de un protestante, quien “arrepentido de su disidencia del catolicismo” se presentó ante él de forma espontánea para solicitarle impartiera el sacramento al niño, “porque no estaba conforme con el bautismo que dice le había conferido el que se titula ministro evangélico, C. Sóstenes Juárez”.50



Incapaz de mostrar con pruebas y argumentos que los señalamientos hechos en su contra en los atropellos de que fueron víctimas los protestantes, subraya Altamirano, el periódico que defiende al cura Villageliú (La Voz de México) reacciona como partidario fanático del Santo Oficio. A quienes “tienen el cinismo de defender la conducta de Villageliú y de recriminar a los protestantes”, les pregunta:



¿Qué tiene de extraño, pues, que un escritor independiente, que no está vendido a los intereses clericales y que se burla de los anatemas, al ver que jueces, prefectos, gobernadores, diputados católicos y todo el mundo abandonan a los desgraciados indios sumidos en la cárcel de un pueblo fanático, tenga la osadía, fiel a sus principios reformistas, de revelar esa violación de las leyes, ese inicuo atentado contra la libertad humana, esa arbitrariedad de los que cuentan aquí con recomendaciones y protectores?51



 



A la acusación de ser anticatólico, Altamirano señala que si una injusticia como la padecida por los indios de Chimalhuacán la sufrieran católicos, él no vacilaría en defenderlos de las arbitrariedades. Informa que los indígenas evangélicos han sido liberados, luego entonces no eran culpables de lo que fueron acusados por Villageliú. Finalmente reproduce una carta de los protestantes de Chimalhuacán, en la cual se aportan más datos que refuerzan los señalamientos realizados por Altamirano contra Bernardo de Villageliú.



En el verano de 1872, en agosto, más de treinta congregaciones evangélicas independientes del estado de México convocaron a lo que la prensa denominó un “Concilio protestante” a tener lugar en Chalco, cuyo fin sería subrayar que sus fundadores y quienes ahora las integran “no admiten clero alguno ni cooperarán a formar otro cuerpo teocrático de esa especie, pues creen, que al hacerlo así, no harían mas que cambiar de yugo, y que para ser cristianos les basta estudiar y practicar el Evangelio”.52 El diario agregaba que tales “protestantes puritanos no reciben subvención alguna del pueblo americano ni de ninguna persona o sociedad extranjera, como se asegura y se sabe que pasa con las congregaciones episcopales de San Francisco y San José de Gracia”. A la convocatoria no fueron ajenas congregaciones que reconocían el liderazgo de Sóstenes Juárez, y posiblemente éste fue uno de sus principales impulsores.



Al vincularse a principios de 1873 con los trabajos misioneros exógenos, Sóstenes Juárez tenía casi una década de haber iniciado su compromiso con la creación de núcleos cristianos de perfil protestante/evangélico. El desarrollado el obispo John C. Keener no fue el primer contacto de Juárez con personajes extranjeros llegados al país con el objetivo de difundir el protestantismo.



A partir de 1864 Juárez tuvo contacto y relaciones de mutua colaboración con John William Butler, el representante de la Sociedad Bíblica de Londres. Desde enero de 1869 y durante algunos meses, quizá poco más de un año, Sóstenes fue respaldado por el misionero Henry C. Riley, de quien he proporcionado mayores datos en el capítulo “La Estrella de Belén, periódico de la Iglesia de Jesús. Marzo-noviembre de 1870”. De enero a octubre de 1869, Riley contribuyó con el grupo que lideraba Sóstenes Juárez en San José el Real 21. Como se ha visto, el mismo muda su domicilio al callejón de Betlemitas en octubre y la participación de Riley continúa pero en menor intensidad, ya que el misionero decidió dedicar mayor esfuerzo a la tarea de hacer preparativos para publicar un periódico y abrir un lugar para las reuniones de la Iglesia de Jesús.



Sóstenes Juárez estaba desarrollando su ministerio en la casona del callejón de Betlemitas, distante a pocas calles de la principal plaza pública de la ciudad de México, el Zócalo, cuando a principios de 1873 el recién llegado obispo John C. Keener le invita para unirse a los trabajos iniciales de la Iglesia metodista episcopal del sur. En ese tiempo Juárez tenía su domicilio en “la calle Nueva o de la Independencia (hoy 16 de Septiembre). Era viudo y no tenía hijos”.53



Keener nació el 7 de febrero de 1819 en Baltimore, Maryland. Estudio en la Universidad Wesleyana de Texas. Su elección como obispo tuvo lugar en la Conferencia General de Memphis en 1870.54 En los días finales de 1872, el obispo Keener hizo el viaje de Nueva Orleáns a Veracruz en el “buque Tabasco”.55 Llegó al puerto mexicano el primero de enero de 1873 y a la ciudad de México el día 6 del mismo mes. Sobre la urbe a la que arribaba escribió: “El estilo de la arquitectura y la solidez de los edificios de la capital de México me asombraron. Al ir en coche de la estación [de ferrocarril] al hotel Iturbide [hoy Centro Cultural Banamex, en la calle Francisco I. Madero, Centro Histórico], me parecía una visión oriental, esa ciudad edificada en el interior del país, me traía a la memoria la ciudad de Florencia y la arquitectura de Miguel Ángel”.56



Antes que Keener había llegado el obispo Gilbert Haven, de la Iglesia metodista episcopal, quien desembarcó en Veracruz el 28 de diciembre de 1872 y para el 4 de enero del año siguiente estaba instalado en la capital mexicana, en el Hotel Gillow.57 Haven permaneció en el país tres meses, tras los cuales regresó a los Estados Unidos. Mes y medio después que John C. Keener, el 23 de febrero, arribó a la capital del país el obispó William Butler, quien al igual que Haven pertenecía a la Iglesia metodista episcopal.



En el buque Tabasco, Keener conoció a George W. Clarke, editor del semanario en inglés The Two Republics, que publicaba en la capital del país y cuyas oficinas estaban ubicadas en el número 5 de la primera calle de Plateros.58 Clarke puso en contacto a Keener con Christian Amadeus Breme (o Boheme), quien a su vez le presentó a Sóstenes Juárez. Páginas antes referí cómo y en qué circunstancias iniciaron amistad Breme y Juárez.



Durante su primera visita el obispo John C. Keener dedicó sus esfuerzos a establecer un lugar para las actividades de la Iglesia metodista episcopal del sur entre la población mexicana. También apoyó a las congregaciones de habla inglesa existentes en la capital. Keener predicó en la recién organizada Iglesia anglo-sajona de México, cuyo pastor electo era el reverendo William H. Cooper, y que se reunía en el “salón de San Juan de Letrán”.59 El salón citado era el del número 12, primera sede de la Iglesia de Jesús, que abrió cultos en ese lugar a fines de marzo de 1870.60 También Keener encabezó un servicio unido de oración de los distintos grupos protestantes de habla inglesa que fue convocado para efectuarse el 2 de febrero en el “salón de la calle San José el Real, cerca de Cinco de Mayo”.61



Por las modificaciones viales que tuvo la ciudad de México a finales de la década de los años sesenta del siglo XIX, el número 21 de San José el Real que había estado junto al templo de la Profesa para 1873 se ubicaba cruzando Cinco de Mayo, en contra esquina del Hotel Gillow, que fue inaugurado el 16 de junio de 1872.62 En 1873, cuando el obispo Keener acudió al 21 de la calle mencionada, es probable que lo haya hecho al sitio marcado en un plano comercial de la ciudad de México del año 1883 como Librería e Imprenta J. F. Jens (y por lo menos a partir de 1888 Hotel Colón63), y no al número 21 de San José El Real donde estuvo el grupo de Sóstenes Juárez de 1864 a 1869.



El obispo Keener no hablaba adecuadamente español y para comunicarse fue importante la ayuda de Sóstenes Juárez, quien dominaba el francés y posiblemente comprendía algo de inglés. John C. Keener muy pronto tuvo buenos resultados en su búsqueda de comprar una propiedad que fuera destinada a las actividades eclesiásticas metodistas del sur. El 27 de febrero de 1873 informaba los detalles de la operación:



Ayer pagué en efectivo y firmé los documentos para comprar la capilla [de San Andrés], con lo que ésta se constituye en el primer baluarte de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en el corazón de México. Tiene toda la apariencia de un Gibraltar cubierto de ceniza; acanterado y gótico que puede convertirse en un santuario para los tiempos de prueba […] Está situado en una esquina en la sección soleada de la calle […] Su costo real es lo doble de lo que pagué por la capilla y el lote adyacente juntos […] El terreno tiene paredes por los cuatro lados. Tan altos como la capilla, de modo que con una inversión mínima se techa, se pone piso y se anexa al santuario. La superficie total es de 55 por 66 varas [46 por 55 metros]. Desde que fue confiscada la propiedad ha estado a prueba. Su belleza se opacó un tanto, aunque conserva el mérito arquitectónico […] Ahora tendrá que repararse, se pintarán las paredes, se le pondrá piso nuevo, se arreglará el altar y se pondrá un púlpito adecuado. Todo de acuerdo con la fe de quienes vengan allí a adorar y a escuchar. Ahora sólo se necesita un predicador.64



 



La capilla estaba en la conocida como puerta falsa de San Andrés y el callejón de 1857. Hoy en ese lugar confluyen la calle de Donceles, Xicoténcatl y la cerrada del 57. San Andrés sirvió como lugar de reuniones tanto para la misión de la Iglesia metodista episcopal del sur, la de Keener y Sóstenes Juárez, como de la Iglesia metodista episcopal, la de los obispos Gilbert Haven y William Butler, hasta que esta última tuvo su propio lugar, a partir del 25 de diciembre de 1873, para la realización de sus servicios (más datos sobre el tema en el capítulo “Navidad de 1873: apertura del templo metodista la Santísima Trinidad”).



Tras un rápido acondicionamiento en la capilla de San Andrés iniciaron cultos metodistas el 30 de marzo de 1873. En el acto participaron líderes y feligresía de las dos denominaciones, las que después tendrían en el lugar servicios dominicales matutinos para los de la Iglesia metodista episcopal del sur, y vespertinos para los de la Iglesia metodista episcopal.65



Poco antes de salir del país, el obispo Keener escribió (28 de marzo de 1873) algunas de sus impresiones acerca de los pobladores de la capital e hizo una comparación de la misma con urbes estadounidenses: “Me hallo a mí mismo, al abandonar esta tierra y gente, con ideas inmensamente corregidas y diferentes de aquellas con las que llegué”. Al adentrarse en el país imaginaba que “la gente sería ruda, pendenciera, mitad negra, turbulenta, incapaz de desarrollarse excepto lo más rudimentario a menos que fuera ayudada por medio de un proceso cristiano, y que el territorio estaría envuelto en incesantes revoluciones”.66



Al salir estimó que “en cuanto a la gente, 7 de cada diez personas tienen sangre indígena, uno de cada diez son de pura sangre española y no encontré un solo mulato o negro en la capital a no ser dos sirvientes importados por el cónsul americano, ni tampoco en el camino, excepto unos pocos en el puerto de Veracruz”. Y sobre la ciudad de México observaba que “en cuanto a capacidad y civilización, las cuales en muchos aspectos son altamente valoradas, esta gente puede sobrepasar a Boston en música, a Filadelfia en librerías y a Nueva York en bellas artes. Me duelo decirlo, pero es la verdad”.67



Al dejar el país, John C. Keener confío la obra en Sóstenes Juárez, pero unos meses más tarde enviaría para que estuviese al frente del trabajo a un personaje que había conocido en diciembre de 1872 en la Conferencia Anual del Oeste de Texas, y de quien líderes metodistas norteamericanos daban muy buenas referencias.



La persona recomendada fue Alejo Hernández, liberal que se enlistó en las filas combatientes contra la Intervención francesa y el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Tras ser encarcelado por su oposición a la invasión extranjera, iniciar la lectura de literatura protestante durante su cautiverio y salir de este, Alejo Hernández viajó a Estados Unidos. En Brownsville, Texas, leyó la Biblia y tuvo nexos con una Iglesia presbiteriana. Ya converso al cristianismo evangélico, Hernández regresó a México por poco tiempo. De nueva cuenta volvió a Texas, y en Corpus Christi comenzó a congregarse en una Iglesia metodista.68



En 1871 la Conferencia Anual del Oeste de Texas, de la Iglesia metodista episcopal del sur, ordenó diácono a Hernández. Después fue nombrado pastor asociado para ministrar en Laredo. Al año siguiente recibió la encomienda de ampliar sus trabajos entre la población texana de habla española. En la Conferencia eclesiástica metodista del oriente texano de 1872, Alejo Hernández conoció al obispo John C. Keener, quien estaba ultimando detalles para viajar a México.



Comisionado por Keener, Alejó Hernández se hizo cargo de la capilla de San Andrés a partir del 29 de junio de 1873.69 El pastor Hernández predicó en el cuarto (28 de diciembre de 1873) de los seis servicios especiales que con motivo de la apertura del templo metodista la Santísima Trinidad se realizaron a partir del 25 de diciembre de aquel año.70 En un nuevo viaje a México el obispo John C. Keener, de cuyo arribo dio noticia el periódico en francés editado en la capital,71 ordenó presbítero a Alejo Hernández el domingo 8 de febrero de 1874, en un servicio programado para iniciar a las tres de la tarde.72 Acerca de otro culto dominical, realizado una semana después de la ordenación de Hernández, Keener escribió que



Esta tarde celebramos la Cena del Señor en la Capilla de San Andrés. Había presentes una buena compañía de mexicanos y personas de habla inglesa. El hermano [Alejo] Hernández predicó un sermón basado en Marcos [14:24]: “Esta es la copa del nuevo pacto en mi sangre”. Todos los ministros de las diferentes misiones (de la ciudad) estuvieron presentes. El señor Parkes, el señor Carter, el doctor Cooper, el doctor Butler, el hermano Daves, el hermano [Sóstenes] Juárez y el obispo Simpson se acercaron a la mesa. Yo consagré los elementos en inglés. Fueron administrados en español y la oración final fue en español, así como la alabanza congregacional. Muchos de los mexicanos se arrodillaron muy devotos en el altar y recibieron los sacramentos con mucha emoción, fue una ocasión quieta y bonita. Yo estaba gozoso de ver a los protestantes puestos de pie uno junto a otro en unidad […] Ellos están haciendo una buena obra, tienen largas audiencias para gente pobre, yo creo, la más pobre que haya visto en una iglesia en cualquier país.73



 



Alejo Hernández era el pastor de la capilla de San Andrés y Joel T. Daves el superintendente de la misión en México de la Iglesia metodista episcopal de sur.74 Daves también apoyaba a las congregaciones de habla inglesa, como la que se reunía en el número 12 de San Juan de Letrán.75 Entre tanto Sóstenes Juárez continuaba colaborando para fortalecer la obra de los metodistas del sur, facilitando contacto con la red que lideraba desde los tiempos de la Sociedad Evangélica.



En el verano de 1874, solamente seis meses después de haber sido ordenado presbítero, Alejo Hernández tuvo un ataque de parálisis. Salió del país hacia Texas, donde murió el 27 de septiembre de 1875, “sus restos descansan en el cementerio de Corpus Christi”.76 A la salida de Hernández se hizo cargo de las responsabilidades pastorales Sóstenes Juárez. Por su parte el misionero Joel T. Daves debió regresar con todo y familia a Estados Unidos a finales de 1875, “porque en especial su esposa no pudo adaptarse a las condiciones climáticas del Valle de Anáhuac”.77



En junio de 1874 surgió un punto a dirimir entre líderes protestantes mexicanos y los representantes de las misiones extranjeras. “Sóstenes Juárez y sus colegas decidieron formar una junta para ejercer control general sobre los intereses de las misiones”. Su objetivo “era proteger a los predicadores mexicanos de sus empleadores, de tal manera que éstos no pudieran seleccionar ni despedir a nadie sin antes presentar el caso a la junta, que sería la que decidiera en última instancia”.78 Por lo menos hubo una reunión para tratar el asunto:



Los misioneros William Butler [metodista episcopal], James [Joel] T. Daves [metodista episcopal del sur] y Merril N. Hutchinson [presbiteriano], encargados de las tres sociedades misioneras con sede en la ciudad de México, se presentaron puntualmente cuando fueron convocados por la junta encabezada por Sóstenes Juárez […] No obstante, Daves y Hutchinson, atemorizados por la confrontación, dejaron que Butler, que había adquirido una larga experiencia [misionera] en la India, dirigiera el debate. Éste contraatacó duramente el proyecto, subrayando que, a su juicio, era absurdo e impracticable desde el punto de vista de los intereses particulares de cada empresa misionera, ya que, por ser independientes unas de las otras, se encontraban en imposibilidad de aceptar el que cualquier institución decidiera por todas ellas. Al parecer, Juárez y sus colegas no tuvieron respuesta para oponerla al argumento y, así, propusieron sustituir la junta por una reunión periódica de todos en la que se buscara la edificación mutua.79



 



El obispo Butler, cita Bastian, consideró que con su intervención puso fin “al intento de [Sóstenes] Juárez de habilitarse como arzobispo de las misiones evangélicas en México”. Es oportuno señalar que hubo otros líderes protestantes mexicanos que manifestaron incomodidad con algunos pareceres de los misioneros. Fue el caso de Benjamín Pascal, ministro de la Iglesia de Jesús, quien señaló a Joel T. Daves desatinos en carta remitida al Christian Advocate y reproducida en parte en La Voz de México.80 Daves alegó que porciones y expresiones de su misiva fueron mal interpretadas, al reproducirlas fuera del contexto general del escrito.81 Por su parte Pascal arguyó que al hacer las aclaraciones, “debo decirle que no trato de elevarme a mí mismo y a lo que llama mi partido, porque no tengo pretensiones de ninguna clase ni existe antagonismo alguno entre nosotros, puesto que somos hermanos en una misma religión; también le diré que debí rechazar sus apreciaciones, porque tendían nada menos que a poner en duda nuestra sinceridad como protestantes, y nuestra dignidad como mexicanos”.82



Sóstenes Juárez combinaba labores eclesiásticas con las de su profesión como educador. Decidió darle más tiempo a las primeras, ya que problemas físicos le impedían continuar con ambas tareas. En junio de 1875 la Sociedad Lancasteriana le concedió una licencia de seis meses como director de su biblioteca, “con objeto de atender a su quebrantada salud”.83



En el tiempo de Joel T. Daves como superintendente de la misión fue remozada la capilla de San Andrés, y se hizo una rededicación del lugar el 22 de agosto de 1875.84 Asistieron al acto 400 personas, mexicanas en su gran mayoría. Un buen grupo de asistentes debió quedarse fuera del recinto porque ya no había cupo dentro. El sermón fue predicado por Santiago Pascoe, “quien fue asistido en el servicio por el reverendo Sóstenes Juárez y el reverendo [José Elías] Mota”.85 La dedicación de la renovada capilla la realizó el pastor Joel T. Daves, que “predicó su primer sermón en español”.86 Sóstenes Juárez y J. E. Mota quedaron nombrados como pastores de la capilla, a la que desde entonces se le llamó El Mesías.87 Otra versión sostiene que fue tres años después cuando le pusieron al templo el nombre antes citado.88



El obispo John C. Keener visitó por tercera ocasión la capital del país en febrero de 1876.89 Los pastores de la capilla de San Andrés/templo El Mesías, Sóstenes Juárez y Elías Mota informaron a Keener sobre el estado de la obra: “70 miembros, 30 discípulos en la Escuela Dominical y 65 educandos en las dos escuelas de niños y niñas establecidas en la ciudad de México”.90



Sin tener superintendente general propio, la supervisión de los trabajos de la Iglesia metodista episcopal del sur quedó provisionalmente en manos del obispo William Butler, de la Iglesia metodista episcopal. Sóstenes Juárez continuó su pastorado en condiciones difíciles, y los resultados que de la obra había presentado en febrero de 1876 se modificaron dos años después.



La Iglesia metodista episcopal del sur envió a un nuevo superintendente general, “el reverendo William M. Patterson, de la Conferencia de Memphis, arribó a la capital con su esposa y tres niñitas el siete de febrero de 1878”.91 Las “revoluciones políticas que azotaban al país, el fanatismo y la escasez de elementos dispuestos para el servicio mermaron seriamente a la obra durante esos veinticinco meses [sin superintendente propio]. De los halagüeños datos reportados en 1876 [por Sóstenes Juárez y José Elías Mota], sólo quedaban: siete miembros, dos ministros mexicanos (los antes mencionados) y las dos escuelas con muy poca población”.92



Por la reorganización de la misión metodista episcopal del sur, Sóstenes Juárez fue enviado a León, Guanajuato; Elías Mota a Cuernavaca, Morelos, y quedó Francisco Escobar y Villegas como pastor en la ciudad de México. El primero de enero de 1879 vio la luz la publicación oficial creada por Patterson, El Evangelista Mexicano.93



A Sóstenes Juárez se debe la fundación o consolidación de congregaciones protestantes en diversos lugares del país. Por casi tres décadas, desde sus años de liderazgo en San José el Real, el traslado del grupo al callejón de Betlemitas y su vinculación con la Iglesia metodista episcopal del sur a partir de enero de 1873 y hasta mayo de 1891, Sóstenes Juárez fue un personaje central para los inicios del cristianismo evangélico en, por ejemplo, la capital del país y distintas poblaciones del estado de México, Morelos, Puebla, Guanajuato y Aguascalientes.94 Su deceso tuvo lugar el 25 de mayo de 1891, en Aguascalientes, donde era pastor.95



Arcadio Morales, quien conoció a Sóstenes Juárez el 26 de enero de 1869 (la noche que aquel consideró la de su conversión), como líder de la Sociedad Evangélica de San José del Real, escribió una semblanza sobre su compañero de labores. En ella precisó información acerca de Juárez y su importancia como pionero del protestantismo mexicano. En la parte final quiso “hacer constar tres cosas”:



1ª. Que los primeros años que [Sóstenes Juárez] trabajó en plantar en México el culto evangélico, no percibía ninguna remuneración, se sostenía de su trabajo, aunque muy pobre, pero con suma honradez. 2ª. Que la piedad cristiana del señor Juárez se fue evidenciando más y más, a medida que se acercaba el final de su carrera, perdiéndose enteramente en él aquellos arranques de incredulidad que algunas veces nos disgustaron. 3ª. Que Juárez fue fiel hasta el fin, según dicen los testigos oculares de sus últimos momentos, y descendió al sepulcro en los brazos de Jesús, el único Salvador que por tantos años había predicado. La muerte sólo pudo bajarlo del púlpito para sentarlo en el lugar que Cristo le había ido a preparar diez y nueve siglos antes, y allí esperamos encontrarlo cuando entremos a la Jerusalén celestial.96



 



Notas



1 Carlos Suárez Ruiz (coordinador), Libro histórico de la Iglesia Metodista “El Mesías”, conmemoración del centenario de su templo actual, Iglesia Metodista de México-Ediciones y Gráficos Eón, México, 2003, p. 19.



 



2 Ibíd.



 



3 La Sociedad, 7/VI/1865, p. 3.



 



4 Luis González Obregón, Las calles de México. Leyendas y sucedidos, vida y costumbres de otros tiempos, Editorial Porrúa, Colección Sepan cuantos núm. 568, décima cuarta edición, México, 2009, p. 161.



5 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 19.



 



6 Ibíd.



 



7 La Reforma, 29/XII/1860, p. 4.



 



8 Diario del Imperio, 6/V/1865, p. 431.



 



9 Ibíd.



10 La Sociedad, 7/VI/1865, p. 3.



 



11 La Sociedad, 7/VII/1865. p. 1.



 



12 El Evangelista Mexicano, 15/II/1907, citado por Gustavo A. Velasco, Metodismo mexicano, periodos iniciales, Sociedad de Estudios del Metodismo en México, México, 1974, p. 61.



 



13 Ibíd., pp. 61-62.



 



14 El Pájaro Verde, 9/II/1861, p. 2.



 



15 Jean-Pierre Bastian, Los disidentes: sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, México, 1989, pp. 33-34.



 



16 Daniel Kirk Crane, La formación de una Iglesia mexicana, 1859-1872, tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, México, 1999, p. 91.



 



17 A pregunta expresa de mi parte, Marco Fabizió Ramírez Padilla respondió mediante correo electrónico el 15/IV/2015.



18 Arcadio Morales, “Asunto histórico”, El Faro, 1/VI/1906, p. 97.



 



19 La Buena Lid, X/1896, p. 4. El lugar mencionado se encontraba cerca del templo popularmente conocido como La Profesa, que se localiza en las actuales calles de Madero e Isabel la Católica en el Centro Histórico de la ciudad de México.



 



20 Ibíd.



 



21 Alberto Rosales, Historia de la Iglesia nacional presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 14.



 



22 Arcadio Morales, “Asunto histórico”, 1/VI/1906, p. 97.



 



23 http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1865_160/Decreto_de_tolerancia_de_cultos_275.shtml



 



24 Abraham Téllez, Proceso de introducción del protestantismo desde la Independencia hasta 1884, tesis de licenciatura, UNAM, México, 1989, p. 169.



 



25 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 15/IV/1897, p. 61. El autor menciona que a casi todos ellos los conoció bien y que, por ejemplo, Julián Rodríguez fue quien le invitó a las reuniones de San José del Real; Eusebio Trejo llegó a ser su suegro, y, al tiempo en que escribe menciona que Juan Butler reside en Toluca y Antonio Hinojosa es un anciano de 80 años, sastre, fundador e integrante de la Iglesia El Mesías en la ciudad de México. Manuel Aguilar Bermúdez muere en 1867, antes de que Arcadio Morales se integrara al grupo, razón por la cual no lo conoce personalmente, años después incluso pondrá en duda su existencia como precursor del protestantismo en México. Al respecto ver El Abogado Cristiano Ilustrado, 22/VIII/1901, p 369.



 



26 Texto completo de la carta reproducido por el misionero Henry C. Riley, El Abogado Cristiano Ilustrado, 20/VI/1901, pp. 198-199.



 



27 Arcadio Morales. “Rectificación: el padre Aguilar”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 22/VIII/1901, p. 369.



 



28 La Patria, 31/VIII/1894, p. 1.



 



29 Noticia, y crítica, sobre el calendario en Agustín de la Rosa, “Un calendario protestante en México para 1866”, La Religión y la Sociedad, 3/III/1866, pp. 284-288.



 



30 Editado en México, Imprenta de Manuel Castro, 1866, Laura Suárez de la Torre, “La producción de libros, revistas, periódicos y folletos en el siglo XIX”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra (editoras), La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Publicaciones periódicas y otros impresos, vol. II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 20; Andrés Kirk, op. cit., p 89.



 



31 El Boletín Republicano, 29/IX/1867 p. 4 y 20/X/1867 p. 4; The Two Republics, 3/VI/1868, p. 4.



 



32El Constitucional, 13/XI/1867, p. 1.



 



33 El Monitor Republicano, 3/IV/1868, p. 3.



 



34 El Siglo Diez y Nueve, 8/I/1869, p. 3. El sistema pedagógico promocionado por Joseph Lancaster consistía en el uso de los alumnos más avanzados para servir de monitores a sus compañeros de clase, aquéllos, a su vez eran capacitados por un maestro para que los monitores reprodujeran en los grupos lo aprendido. Así con pocos recursos humanos y materiales podían ser escolarizados amplios números de niños y niñas. Para enseñar a leer a los infantes se hacía uso de cartillas preparadas ex profeso y basadas en la Biblia, a la que se tenía como libro de texto. Después los materiales de enseñanza sustituyen a la Biblia, pero el método de aprovechar a los estudiantes más avanzados continúa en uso en distintos países. La Sociedad Lancasteriana se origina en Inglaterra, en 1789. Es fundada en México en 1822, ver Dorothy T. Estrada, “Las escuelas lancasterianas en la ciudad de México: 1822-1842”, Josefina Zoraida Vázquez (Introducción y selección), La educación en la historia de México. Lecturas de Historia Mexicana, núm. 7, El Colegio de México, México, 1992, p. 49.



 



35 El comunicado fue en reproducido El Constitucional, 25/VIII/1868, p. 2.



 



36 El Monitor Republicano, 23/VIII/1868, p. 2 y El Constitucional, 25/VIII/1868, p. 2.



 



37The Two Republics, 19/VI/1869, p. 3; La Iberia, 20/VI/1869, p. 3.



 



38 Abraham Téllez, op. cit., p. 170.



 



39 “Breve reseña de los cultos, o con más propiedad de las ‘sectas’ tituladas religiosas, invitadas a establecerse en la República”, Semanario Católico, 4/IX/1869, p. 4.



 



40 Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947, citado por Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México bajo el pastorado del pbro. y dr. Arcadio Morales Escalona, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 23.



 



41 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893, p. 165.



 



42 Ibíd.



 



43 El Monitor Republicano, 9/X/1869, p. 2; The Two Republics, 16/X/1869, p. 3.



 



44 La Iberia, 12/X/1869, p. 3.



45 El Faro, 15/I/1899, p. 9.



 



46 El Monitor Republicano, 22/X/1872, p. 3, Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15/VI/1947, reproducido en Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia nacional presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México, 1869-1922, s/e, México, p. 36.



 



47 El Faro, 15/I/1899, p. 9.



 



48 El Monitor Republicano, 22/IV/1870, p. 3.



 



49 La Voz de México, 30/IV/1870, p. 2.



 



50 Ibíd.



 



51 El Siglo Diez y Nueve, 10/VII/1870, p. 1.



 



52 El Monitor Republicano, 22/VIII/1872, p. 3.



 



53 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 19.



 



54 Gustavo A. Velasco, op. cit., pp. 43-44.



 



55 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 18.



 



56 Ibíd.



 



57 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 37; Gilbert Haven, Our Next-Door Neighbor: A Winter in Mexico, New York, Nelson and Phillips, 1875, p. 89.



 



58 The Two Republics, 4/I/1873, p. 1.



 



59 The Two Republics, 1/II/1873, p. 3.



 



60 La Estrella de Belén, 8/IV/1870, p. 6.



 



61 The Two Republics, 1/II/1873, p. 3.



 



62 El Siglo XIX, 18/VI/1872, p. 4.



 



63 El Diario del Hogar, 13/I/1888, p. 3.



 



64 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., pp. 20-21.



 



65 Ibíd., p. 21



 



66 The Two Republics, 24/V/1873, p. 1.



 



67 Ibíd.



 



68 Gustavo A. Velasco, op. cit., pp. 51-54.



 



69 Ibíd., p. 53; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 21.



 



70 El Siglo XIX, 21/XII/1873, p. 4 y 29/XII/1873, p. 4.



 



71 Le Trait d’Union, 27/I/1874, p. 2. En la edición del 22 de febrero de 1874, p. 3, La Voz de México notificó la salida del país por parte de Keener.



 



72 The Two Republics, 8/II/1874, p. 3.



 



73 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 22.



 



74 El Monitor Republicano, 3/VI/1874, p. 3.



 



75 The Two Republics, 12/IV/1874, p. 3.



 



76 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 54.



 



77 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 23.



 



78 Jean-Pierre Bastian, op. cit., p. 59.



 



79 Ibíd.



 



80 La Voz de México, 24/V/1874, p. 3.



 



81El Monitor Republicano, 3/VI/1874, p. 3.



 



82 El Monitor Republicano, 6/VI/1874, p. 3.



 



83 El Siglo Diez y Nueve, 8/VII/1875, p. 3.



 



84 El Monitor Republicano, 21/VIII/1875, p. 4.



 



85 The Two Republics, 1/IX/1875, p. 3.



 



86 Ibíd.



 



87 The Two Republics, 8/IX/1875, p. 3; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 22.



 



88 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., pp. 22-23.



 



89 El Monitor Republicano, 23/VI/1876, p. 2.



 



90 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 23.



 



91 Ibíd., p. 24.



 



92 Ibíd.



 



93 Ibíd.



 



94 El Faro, 1/XI/1893, p. 166; El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/VI/1887, p. 87.



 



95 El Faro, 1/VII/1891, p. 104; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 27.



 



96 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893, p. 166. 


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

donato
20/04/2015
23:22 h
1
 
gracias por este magnífico trabajo don Carlos Martínez, Dios le siga bendiciendo. jd
 



 
 
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