Se acrecienta el liderazgo Sóstenes Juárez, liberal y masón que participa en la prensa dejando clara la existencia de la Sociedad Evangélica de México.
Tras la muerte de Manuel Aguilar Bermúdez, en 1867, Sóstenes Juárez toma el liderazgo del grupo evangélico que se reunía en San José el Real número 21, a un costado del conocido templo católico llamado la Profesa (esquina de las actuales arterias Isabel la Católica y Francisco I. Madero, en el Centro Histórico de la ciudad de México).
En el domicilio citado de San José el Real confluyeron varios esfuerzos y personas para consolidar la presencia protestante en la capital mexicana. En la tarea fue valiosa la asesoría de John W. Butler para el fortalecimiento de la que se hizo llamar Sociedad Evangélica. Con su experiencia para distribuir la Biblia e interesar a distintas personas en asistir a sesiones de estudio bíblico, el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera prestó un servicio clave a la causa protestante. Compiló y escribió materiales para conformar el Calendario protestante de los amigos cristianos para el año de 1866, y 1867.1 Éste último contiene, entre otros escritos, “La lectura de las sagradas Escrituras” y “Las tradiciones de los judíos impugnadas por nuestro Señor Jesucristo”.2
Butler inserta anuncios en los periódicos, tanto en inglés como en español, para dar a conocer el objetivo de la organización que representa:
El que suscribe, agente de la Sociedad Bíblica de Londres, establecida con la mira de propagar las Sagradas Escrituras en todo el mundo, y en todos los idiomas, sin adulteración, interpretación o comentario alguno, y a costa de cualquier sacrificio pecuniario, como lo comprueba la pérdida sufrida en las ya repartidas en México; invita a todas las personas que se interesen en la propagación del Evangelio, a que ocurran al expendio de Biblias en la calle de San José el Real núm. 21, y establezcan las relaciones que se desean, a fin de facilitar su reparto en la mayor posible cantidad.3
Por comentarios periodísticos sabemos que John Butler se hizo conocer como persona entregada a la causa que le trajo al país. A diez años de promulgada la Constitución liberal de 1857, un comentarista observaba que hace falta la misma pasión para promover las leyes que la puesta por Butler en su labor: “en suma, sería preciso imitar en la propaganda de las nociones constitucionales, el celo, el ardor y la constancia de la Sociedad Bíblica de Londres”.4
En 1868 la agrupación se anuncia en los periódicos con el fin hacer más conocida la existencia de sus actividades. Es así que, por ejemplo, en uno de los diarios más importantes aparece el siguiente aviso: “El Comité de la Sociedad Evangélica invita a sus amigos, a que concurran al culto reformado, que todos los domingos se practicará en la casa núm. 21, calle de San José el Real”.5 A partir de entonces el núcleo gana presencia pública y se agregan a él conversos y simpatizantes.
Paulatinamente se acrecienta el liderazgo Sóstenes Juárez, liberal y masón, integrante de la Sociedad Lancasteriana.6 Es él quien hace llegar a La Opinión Nacional un comunicado en el que deja clara la existencia de la Sociedad Evangélica de México. Informa que “ya es un hecho práctico la libertad de cultos entre nosotros, y que está operándose entre nosotros, por este medio, el alejamiento de la antipatías nacionales que tantos males ha producido en lo social”.7
Habiendo informado lo anterior reproduce el acta donde queda asentado que el 15 de agosto de 1868 en el seno del grupo “fue presentado ante la Sociedad Evangélica, por el Sr. D. Alberto Kienast y la Sra. Da. Sofía Landwchz un niño, hijo del Sr. D. Geo. M. Zinser y de la Sra. Da. Luisa Zinser, nata en Klockenbring, pidiendo a su nombre que en el seno de esta iglesia cristiana sea bautizado conforme a lo instituido por Nuestro Señor Jesucristo”. Acto continuo, después de haber leído la “Sagrada Escritura para instrucción de los presentes, en la parte referente al acto fue bautizado el niño en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, recibiendo en la frente agua pura, y llevando los nombres de Jorge Alberto, habiendo sido registrado antes, según las leyes de Reforma, en el juzgado civil número 1; ceremonia que se practicó por el C. Sóstenes Juárez, comisionado para este acto […]”. Firmaron el documento, además de Juárez, Alberto Kienast, G. M. Zinser y Lauro González.
Hacia mediados de 1869 la prensa consigna el papel preponderante que tenía Sóstenes Juárez en la propagación del naciente protestantismo mexicano. Una nota periodística menciona que el credo “gana terreno aquí, que hay congregaciones evangélicas en Miraflores, Amecameca, Zoyatzingo, Ozumba, Ayapango y Cuautla; que todas estas congregaciones se han organizado por los esfuerzos de D. Sóstenes Juárez, conforme al plan de la que existe en la calle de San José el Real núm. 21, y de la cual es presidente dicho señor; y que hay todavía en esta capital otras congregaciones protestantes, además de estas”.8
Representantes de las comunidades evangélicas mencionadas tienen un encuentro en San José el Real, para coordinar los trabajos y apoyarse mutuamente. Dado el liderazgo de Sóstenes Juárez en ese lugar es muy probable que él haya presidido las deliberaciones. La primera reunión general de las comunidades evangélicas en la ciudad de México y entidades aledañas, “viene a mostrar la incipiente organización de los protestantes, que aun antes de la llegada oficial de las misiones [extranjeras] ya había dado algunos pasos firmes en la construcción de la nueva religión en México”.9
El grupo encabezado por Sóstenes Juárez tuvo comentarios adversos en la prensa católica. Una de estas publicaciones advirtió a sus lectores sobre “una que se llama Sociedad evangélica”, la que andaba “esparciendo sus desacreditadas y adulteradas biblias, y adoptando los folletos metodistas que se imprimen y publican en Nueva York por la Sociedad Hispano-Americana de Tratados”. Señalaba que los integrantes de la Sociedad Evangélica diseminaban su “propaganda contra el catolicismo” en forma similar a como las serpientes atacaban a sus víctimas: “para asegurar mejor su tiro se esconden entre las hierbas y flores, para seducir a los incautos, halagar a los crédulos y hacerse recibir por los ignorantes”.10
La congregación de San José el Real tiene transformaciones importantes hacia fines de 1868 y principios de 1869. Uno de sus integrantes informa de las características del grupo. Arcadio Morales asiste por primera vez a los 19 años, antes tiene ciertas influencias que de alguna forma le sensibilizan para cuando establece contacto inicial con la célula protestante encabezada por Sóstenes Juárez.
El 26 de enero de 1869 asistió Arcadio Morales a una reunión en San José el Real número 21. Sobre lo que atestiguó escribiría años después: “Allí se hallaban reunidos como unos veinte individuos pertenecientes a la clase humilde del pueblo; campesinos y obreros todos; no había ni una sola señora ni un niño; pero, los hombres que se hallaban allí era muy devotos y reverentes. El señor Sóstenes Juárez, profesor, era el pastor de aquel rebaño, y en aquella noche tenía como ayudante al señor Coronel Lauro González, quien leía la fórmula bautismal”.11 Al concluir el servicio Arcadio Morales fue presentado al pastor Juárez y su asistente, quienes le invitaron a volver. En compañía de su madre, al martes siguiente, 2 de febrero, Arcadio asiste nuevamente a la congregación y al concluir el servicio Sóstenes Juárez abre tiempo para quien quisiera dirigir algunas palabras a los presentes. Arcadio Morales se pone en pie y da su primer discurso como evangélico.
Los detalles que describe Arcadio Morales acerca de la congregación de San José el Real núm. 21 nos ayudan para darnos una idea de cómo funcionaba la misma. Sabemos que las reuniones eran en un salón interior de la Profesa, “no tenía más ajuar que una tribuna en forma de pozuelo al frente y unas cuantas sillas de morillo”.12 Las reuniones tenían lugar los domingos a las 11 de la mañana, con 70 asistentes, y los martes a las 7 de la noche, con entre 16 y 22 congregantes. Sóstenes Juárez “aparecía en el púlpito con su traje civil, y dirigía el culto con una liturgia especial que había formado tomando la idea, según decía él, de otra en francés que un ministro protestante que había venido con la Intervención francesa, le había proporcionado”. Lo usual era que Juárez leyera “sus sermones, y generalmente tomaba sus asuntos del Nuevo Testamento”.13
La Sociedad Evangélica de San José el Real muda el domicilio de sus actividades en la ciudad de México al callejón de Betlemitas hacia principios del último tercio de 1869, según publica un importante diario.14 El nuevo lugar era más amplio, y por ello representaba un avance en el ensanchamiento del grupo, que, como hemos visto, se estaba expandiendo a poblaciones en otras zonas de la República mexicana. La nota periodística no menciona el número de Betlemitas en el cual tienen lugar los servicios evangélicos. Años después, en 1872-1873, un núcleo protestante se reúne en el callejón de Betlemitas número 8 y decide vincularse a los trabajos que misioneros presbiterianos estaban iniciando en el país. No es posible asegurar que el domicilio de Betlemitas consignado en octubre de 1869 por El Monitor Republicano fuese el mismo donde en 1873 Arcadio Morales preside una Iglesia presbiteriana. Sin embargo altamente probable que sí fuera el mismo lugar.
En abril de 1870 el grupo evangélico de Chimalhuacán, estado de México, asociado a la Sociedad Evangélica presidida por Sóstenes Juárez en la capital del país, fue víctima de ataques de pobladores católicos. Los perseguidos señalaron al sacerdote católico romano Bernardo de Villageliú como el instigador de las acciones en su contra.15 Del caso se ocupó ampliamente Ignacio Manuel Altamirano, para entonces en la cima de su carrera como escritor, periodista y firme defensor de las leyes de Reforma juaristas.
El cura Bernardo de Villageliú hizo llegar al gobernador del estado de México una relación de hechos que, según él, tuvieron lugar en Chimalhuacán. Ratifica que los problemas en el pueblo son ocasionados por “un grupo como de cien hombres que pretenden formar parte de la secta protestante, llamada Sociedad Evangélica”.16 Villageliú menciona que los protestantes de Chimalhuacán formaban parte de la red de iglesias lideradas por Sóstenes Juárez. Aporta el dato que Juárez había bautizado al hijo de un protestante, quien “arrepentido de su disidencia del catolicismo” se presentó ante él de forma espontánea para solicitale impartiera el sacramento al niño, “porque no estaba conforme con el bautismo que dice le había conferido el que se titula ministro evangélico, C. Sóstenes Juárez”.17
Incapaz de mostrar con pruebas y argumentos que los señalamientos hechos en su contra en los atropellos de que fueron víctimas los protestantes, subraya Altamirano, el periódico que defiende al cura Villageliú (La Voz de México) reacciona como partidario fanático del Santo Oficio. A quienes “tienen el cinismo de defender la conducta de Villageliú y de recriminar a los protestantes”, les pregunta:
¿Qué tiene de extraño, pues, que un escritor independiente, que no está vendido a los intereses clericales y que se burla de los anatemas, al ver que jueces, prefectos, gobernadores, diputados católicos y todo el mundo abandonan a los desgraciados indios sumidos en la cárcel de un pueblo fanático, tenga la osadía, fiel a sus principios reformistas, de revelar esa violación de las leyes, ese inicuo atentado contra la libertad humana, esa arbitrariedad de los que cuentan aquí con recomendaciones y protectores?18
A la acusación de ser anticatólico, Altamirano señala que si una injusticia como la padecida por los indios de Chimalhuacán la sufrieran católicos, él no vacilaría en defenderlos de las arbitrariedades. Informa que los indígenas evangélicos han sido liberados, luego entonces no eran culpables de lo que fueron acusados por Villageliú. Finalmente reproduce una carta de los protestantes de Chimalhuacán, en la cual se aportan más datos que refuerzan los señalamientos realizados por Altamirano contra Bernardo de Villageliú.
Sóstenes Juaréz estaba desarrollando su ministerio en la casona del callejón de Betlemitas, distante a pocas calles de la principal plaza pública de la ciudad de México, el Zócalo, cuando a principios de 1873 el recién llegado obispo John C. Keener le invita para unirse a los trabajos de la Iglesia metodista episcopal del sur, la cual estaba iniciando su obra en el país. De esto me ocuparé en el siguiente artículo.
Notas
1 Noticia, y crítica, sobre el calendario en Agustín de la Rosa, “Un calendario protestante en México para 1866”, La Religión y la Sociedad, 3/III/1866, pp. 284-288.
2 Editado en México, Imprenta de Manuel Castro, 1866, Laura Suárez de la Torre, “La producción de libros, revistas, periódicos y folletos en el siglo XIX”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra (editoras), La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Publicaciones periódicas y otros impresos, vol. II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 20; Andrés Kirk, op. cit., p 89.
3 El Boletín Republicano, 29/IX/1867 p. 4 y 20/X/1867 p. 4; The Two Republics, 3/VI/1868, p. 4.
4El Constitucional, 13/XI/1867, p. 1.
5 El Monitor Republicano, 3/IV/1868, p. 3.
6 El Siglo Diez y Nueve, 8/I/1869, p. 3. El sistema pedagógico promocionado por Joseph Lancaster consistía en el uso de los alumnos más avanzados para servir de monitores a sus compañeros de clase, aquéllos, a su vez eran capacitados por un maestro para que los monitores reprodujeran en los grupos lo aprendido. Así con pocos recursos humanos y materiales podían ser escolarizados amplios números de niños y niñas. Para enseñar a leer a los infantes se hacía uso de cartillas preparadas ex profeso y basadas en la Biblia, a la que se tenía como libro de texto. Después los materiales de enseñanza sustituyen a la Biblia, pero el método de aprovechar a los estudiantes más avanzados continúa en uso en distintos países. La Sociedad Lancasteriana se origina en Inglaterra, en 1789. Es fundada en México en 1822, ver Dorothy T. Estrada, “Las escuelas lancasterianas en la ciudad de México: 1822-1842”, Josefina Zoraida Vázquez (Introducción y selección), La educación en la historia de México. Lecturas de Historia Mexicana, núm. 7, El Colegio de México, México, 1992, p. 49.
7 El comunicado es reproducido por El Monitor Republicano, 23/VIII/1868, p. 2; y El Constitucional, 25/VIII/1868, p. 2.
8 La Iberia, 20/VI/1869, p. 3.
9 Abraham Téllez, op. cit., p. 170.
10 “Breve reseña de los cultos, o con más propiedad de las ‘sectas’ tituladas religiosas, invitadas a establecerse en la República”, Semanario Católico, 4/IX/1869, p. 4.
11 Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947, citado por Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México bajo el pastorado del pbro. y dr. Arcadio Morales Escalona, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 23.
12 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893, p. 165.
13 Ibíd.
14 El Monitor Republicano, 9/X/1869, p. 2.
15 El Monitor Republicano, 22/IV/1870, p. 3.
16 La Voz de México, 30/IV/1870, p. 2.
17 Ibíd.
18 El Siglo Diez y Nueve, 10/VII/1870, p. 1.
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