Breve nota de una visita a los Kekchí

Si por mí fuera no viajaría o viajaría lo estrictamente necesario fuera de la ciudad de México. Cuando familiares y amigos me han escuchado decir lo anterior, comentan que es una pose, o bien, entonces no se explican porque salgo con cierta regularidad de la capital mexicana. Viajo porque, a pesar de mis reticencias, reconozco es una manera de aprender y hacer nuevas entrañables amistades. En los encuentros con el otro siempre soy yo quien tiene mayores beneficios.

Estoy en Guatemala, en su capital, para firmar un convenio académico entre el Centro de Estudios Anabautistas (CEA, que presido) y el Seminario Anabautista Latinoamericano (SEMILLA). Este viaje lo hago en compañía de un querido colega y amigo, Oscar Jaime Domínguez. Una vez firmado el documento aludido, ambos viajamos al departamento de Alta Verapaz, más específicamente a los municipios de Cobán y San Pedro Carchá.

Jaime y yo nos propusimos conocer de cerca el trabajo que realizan las iglesias evangélicas menonitas entre los kekchí. Sabíamos que han alcanzado grandes logros en lo que hoy se conoce como misión integral, es decir una evangelización vigorosa y también acciones continuas de servicio social para atender toda clase de necesidades materiales. Lo previamente sabido fue superado por lo que pudimos atestiguar.

En mi próximo artículo narraré con más extensión la experiencia que tuvimos y la calidez con la que fuimos recibidos por los hermanos y las hermanas evangélicos menonitas kekchí. Mi sedentarismo urbano me hizo pagar el precio al recorrer varios lugares, a veces de difícil acceso para mí, dejándome no solamente exhausto sino también con todo el cuerpo adolorido. Los dolores de las articulaciones son menores, mucho menores, al gozo de haber pasado unos lindos días fraternizando con los kekchí.