Resulta trágico que muchos pierdan la fe al enfrentarse a los descubrimientos científicos.
Me convertí al cristianismo a la edad de 25 años, poco antes de terminar mi doctorado en la Universidad de Orsay, en Francia. Para mí, estudiar física o convertirme al cristianismo surgieron del mismo deseo de buscar la verdad. Vista de lejos, la "Ciencia" parece una grande caja opaca, donde frikis en bata blanca cocinan concepciones del mundo desde recetas que suenan a magia. Pero cuando eres uno de esos "frikis", ya sabes que "ciencia" no es nada más que el arte de no dejarse engañar, como bien dijo el famoso físico Richard Feynman. Una extensión del sentido común. El espíritu con el cual decidí que Jesús era la verdad que quería seguir, es el mismo que uso cuando intento entender el mundo físico.
Por lo tanto voy a escribir "ciencia" sin mayúscula en lo que sigue. Solo para desacralizar la palabra. Para quitarle su aura mística, y devolverla a esta extensión de sentido común, este arte de no dejarse engañar.
Aunque examiné varios elementos del llamado debate ciencia/fe, no escribí un libro en el momento de mi conversión. Solo fue cuando me mudé a España en 2004, y posteriormente cuando pasé un año en EEUU en 2012, que pude valorar la magnitud del problema. Me di cuenta de lo trágico que resulta que muchos pierdan la fe al enfrentarse a los descubrimientos científicos, mientras otros se mantienen lejos de la Biblia al enterarse de que parece pretender que el universo tiene solo 6000 años. Era claro para mí que podía hacer algo al respecto, y empecé a escribir "El mundo no tiene 6000 años... ¿Dónde está el problema?"
¿Por qué los creyentes están a menudo preocupados por la ciencia? Una primera razón surge cuando la ciencia explica un evento que la Biblia atribuye explícitamente a la acción de Dios. Para muchos, "Dios hizo las estrellas" parece en desacuerdo con "las estrellas se forman por acreción gravitatoria de polvo y gas". Si la Biblia afirma "Dios hizo esto", ¿acaso debería resultar imposible averiguar cómo lo hizo? Curiosamente, parece que la propia Biblia no está de acuerdo. Una clara evidencia de esto se encuentra en Mateo 5.45: "Dios hace salir su sol". Jesús está muy claro: Dios es el autor de cada amanecer. Ahora bien, sabemos que el sol sale porque la tierra gira. ¿Debemos concluir que Jesús estaba equivocado? ¿O deberíamos cuestionar la rotación de la tierra? Creo que simplemente no hay que elegir. "Dios hace salir su sol" y "el Sol sale porque la tierra gira" son ambos ciertos. Aquí, la Biblia nos dice "Dios hace eso", y sin duda, entendemos cómo lo hace. Y este ejemplo no es nada aislado en la Biblia. ¿Por qué entonces temer a las explicaciones científicas?
Otra fuente de tensión entre la ciencia y la Biblia viene de la lectura de Génesis. Como es bien sabido, suponiendo que los "días" al principio de Génesis son períodos de 24 horas, se llega a la conclusión de que el Universo fue creado hace unos 6.000 (o 10 mil) años. Y como es igualmente bien conocido, la ciencia ha llegado a la conclusión de que el Universo tiene por lo menos 13 mil millones de años. No es una pequeña discrepancia. Es como sopesar si los EEUU miden 6.000 kilómetros de Oeste en Este, o sólo 4 metros. A continuación, me gustaría explicar por qué no creo que los "días" de Génesis son períodos de 24 horas, y cómo las observaciones astronómicas (sí, escribo "observaciones") demuestran que el mundo tiene más de 6000 años.
¿Cómo, pues, pude quedarme tranquilo respecto a los días de Génesis? Para empezar, tenemos notables escritos de algunos Padres de la Iglesia sobre este tema. Justino Mártir (100-165) u Orígenes (185-254) dejaron muy claro que no estaban tomando los días de Génesis como períodos de 24 horas. Orígenes incluso escribió: "¿Qué persona inteligente, me pregunto, consideraría razonable que el primero, segundo y tercer días, en los que se dice que hubo tanto una mañana como una tarde, existieran sin sol, ni luna ni estrellas, y que en el primer día no hubiera ni cielo siquiera?" Me asombró comprobar que unos ilustres cristianos tan cerca de Cristo (Justino nació el año que el Apóstol Juan murió) tenían esta lectura del Génesis.
También era obvio para mí que un texto mencionando un "árbol de la vida", junto con un "árbol del conocimiento del bien y del mal", difícilmente podría ser del género histórico. Se argumenta que la palabra hebrea para "día" en Génesis 1 se utiliza para períodos de 24 horas en el resto del Antiguo Testamento. ¿Deberíamos entonces suponer que 1 Reyes 10:24, "Toda la tierra procuraba ver el rostro de Salomón", implica que unos vinieron de América del Sur, ya que la palabra hebrea para "mundo" aquí es el que se utiliza para "tierra" en Génesis 1.1 "Creó Dios los cielos y la tierra"? Aún estoy lejos de comprender el Génesis a fondo, pero me di cuenta que la Biblia es mucho más sutil de lo que yo pensaba, y que a menudo, admitir humildemente "no sé" es más espiritual que saltar a conclusiones precipitadas.
Aunque nunca sentí que Génesis me obliga a pensar que el universo es joven, las observaciones astronómicas me obligan sin duda a opinar que es bastante antiguo. ¿Cómo, exactamente? Es lo que voy a explicar a continuación. En cuanto a la astronomía, el razonamiento es simple:
1 / Hay amplias evidencias de que muchísimos objetos celestes se encuentran a más de 6.000 años luz de distancia. Esto significa que si la luz ha viajado siempre a la misma velocidad, tuvo que dejarles hace más de 6.000 años para llegarnos ahora. Por lo tanto, estos objetos fueron creados hace más de 6.000 años.
2 / ¿Cómo sabemos que la luz viajaba a la misma velocidad en el pasado? Debido a que la velocidad de la luz es parte de las leyes de la naturaleza. Y las observaciones nos dicen que estas leyes eran las mismas en el pasado, que ahora. Contrariamente a una idea común, los astrónomos no se conforman con asumir la consistencia temporal de las leyes de la naturaleza. La observan.
Comencemos con el primer punto. ¿Cómo podemos medir la distancia a las estrellas? Un método extremadamente robusto que sólo descansa en la geometría se llama el método de “paralaje". Supongamos que estoy mirando a un objeto. Si me muevo un poco de lado, tendre que girar la cabeza de un determinado ángulo para seguir mirándolo. Sin entrar en cálculos, es fácil imaginar que puedo deducir la distancia del objeto desde este ángulo, y el número de pasos laterales que hice. Eso es exactamente lo que hacen los astrónomos con las estrellas. Miran una en un día determinado, y luego, 6 meses después, cuando la tierra está en el otro lado de su órbita alrededor del Sol, la vuelven a mirar. ¡Aquí, el "movimiento de lado" corresponde a la órbita de la tierra! Midiendo cuantos grados tuvieron que girar su telescopio para seguir mirando, el denominado “paralaje”, pueden deducir la distancia a la estrella. Mientras escribo estas líneas, el satélite “Gaia” está midiendo unos miles de millones de paralajes y pronto entregara miles de millones de mediciones de distancias superiores a 6.000 años luz. Incluso con telescopios terrestres, decenas de objetos han sido geométricamente medidos a más de 6.000 años luz de distancia. Ahora bien, es obvio que si un objeto está demasiado lejos, el telescopio tiene que girar de un ángulo tan pequeño para seguirle que el paralaje se vuelve imposible de medir. Hasta ahora, este método funciona para cuerpos situados hasta unos 30.000 años luz de distancia. Pero no funciona para literalmente miles de millones de otros objetos celestes. Conclusión, todos están aún más lejos.
Entonces, si la luz ha viajado siempre a la misma velocidad, el universo tiene por lo menos 30.000 años de antigüedad. ¿Cómo sabemos que así fue? Resulta que la velocidad de la luz es parte de las leyes de la naturaleza. Y los astrónomos no solo enseñan que la luz viajaba a la misma velocidad cuando salió de estos objetos. Enseñan además que las leyes de la naturaleza eran las mismas. El mundo físico era el mismo que en los laboratorios de hoy en día. ¿Cómo lo sabemos? Cada molécula o átomo que conocemos aquí en la tierra se ha detectado allí a través de su "firma espectral", que es el equivalente de los colores de los diferentes tipos de luz que emiten. El agua se ha encontrado allí, junto con hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, carbono... la lista es interminable. El análisis de la luz recibida de estos objetos nos dice que el mundo se comportaba igual que hoy, cuando la luz les dejó.
También podemos observar eventos nucleares como decaimientos radiactivos en lugares remotos del universo, y comprobar que las tasas de desintegración eran las mismas en el pasado. Las leyes de la física nuclear que rigen estas tasas no han cambiado desde decenas de miles de años.
A los científicos se les pregunta a menudo “¿ustedes estaban allí?" cuando hablan de las leyes de la naturaleza en el pasado. Ellos con seguridad pueden contestar "sí". Observamos el mundo físico hace 30.000 años rutinariamente, y sus leyes eran las mismas que en la actualidad. No hay ninguna duda observacional de que el mundo tiene más de 6.000 años. Pero no debería amenazar la fe de nadie.
Antoine Bret es profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha y Doctor en Física por la Universidad de Orsay (Francia). Es especialista en física de los plasmas, con aplicaciones en fusión termonuclear inercial y astrofísica. Ha sido Profesor Visitante en el Departamento de Astrofísica de la Universidad de Harvard en 2012 y 2014. Es autor o coautor de más de 80 artículos en revistas científicas especializadas. Es el autor de “The world is not 6000 years old - So what?”, donde trata la cuestión de la edad del universo y de “The Energy-Climate Continuum: Lessons from Basic Science and History”, fruto de 10 años de enseñanza del tema energía/clima. Colabora con el Centro de Ciencia y Fe en España, y la web Science et Foi en Francia. Más informaciones antoinebret.com.
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