El libro de Isaías es muy relevante para reflexionar sobre algunas de las características del Mesías y la forma en que ejercería su singularidad salvífica.
Los cristianos empezaron a celebrar la fecha del 25 de diciembre como la del nacimiento de Cristo en el siglo IV. Ante quienes festejaban el solsticio de invierno y la deidad del sol, los cristianos adoptaron el día y le dieron un nuevo significado, recordando que Jesús mismo dijo que él era la luz del mundo (Juan 8:12). Hicieron una adaptación cultural que paulatinamente fue construida teológicamente y le dieron un contenido contrastante con el origen de la fiesta pagana. Desde entonces la Navidad puede celebrarse con distintos sentidos. Hay una forma cristiana de festejarla, como el tiempo en que “la entrañable misericordia de nuestro Dios nos trae de lo alto un nuevo amanecer para llenar de luz a los que viven en oscuridad y sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por caminos de paz” (Lucas 1:78-79, La Palabra).
El libro de Isaías está lleno de imágenes mesiánicas. Reiteradas ocasiones habla de luz, el amor de Dios, justicia, y paz. La de Isaías es una sección de la Biblia muy relevante para reflexionar sobre algunas de las características del Mesías y la forma en que ejercería su singularidad salvífica. Son muy ricas y grandiosas las imágenes que hace el profeta del enviado del Señor para desatar todo yugo de esclavitud (Isaías 58:6).
Alrededor del año 760 antes de Cristo nació Isaías. Vino al mundo en Jerusalén, y su padre fue Amoz, quien no debe confundirse con el profeta de nombre similar, Amós. Éste, originario de Judá (reino del sur), desarrolló su ministerio profético en el reino del norte, aproximadamente en los años 760-750 antes de nuestra era.
Isaías inicia el escrito que lleva su nombre afirmando que tuvo una visión, la cual transmite a su auditorio. Las primeras palabras del profeta son una denuncia del estado que guardaba la sociedad del reino del sur. Esas palabras debieron molestar a quienes las conocieron entonces, particularmente a las élites políticas, económicas y religiosas: “ Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (1:5b-6).
Ante el desolado panorama que describe, Isaías anuncia que habrá un tiempo de restitución y un reinado muy distinto a todos los conocidos. En el capítulo 2 reafirma que ha tenido una visión. Quien encabeza el reino mesianico que visualiza “juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (2:4).
En línea con Isaías está la conocida canción de John Lennon, Happy Christmas (War is Over), un deseo de paz y vida contra la muerte sembrada por sangrientos conflictos bélicos. Isaías recurre varias ocasiones a la contraposición paz/guerra y exalta la primera como marca identitaria del Mesías, quien llegará de forma insólita para quienes esperaban impusiera su reinado mediante conquista militar. De forma antitética a tales suposiciones Isaís dice que “saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor […] y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja” (11:1-2 y 5-7).
Los autores de los evangelios canónicos vieron cumplidas en Jesús el Cristo las visiones mesiánicas de Isaías. Así, por ejemplo, cuando Mateo escribió sobre las circunstancias en que se dio el nacimiento de Jesucristo, aseguró que sucedió así “para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta [Isaías], cuando dijo; ‘He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel’, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:22-23).
En cuanto a Marcos, justo después de sus líneas iniciales, en las que dice “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”, refiere lo siguiente: “Como está escrito en Isaías el profeta: he aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Lo que hace Mateo es citar a Isaías, en la sección que conocemos como capítulo 40, versículo 3.
Isaías 40 inicia con tiernas palabras de consuelo, “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios”, que siglos después tomaría Handel para la primera parte (titulada La profecía salvífica de Isaías) de su oratorio El Mesías. En la primer aria de la magistral obra musical el tenor canta “Comfort ye my people”. Tras las palabras de Isaías citadas pór Marcos el profeta hace una descripción poética de lo que sucederá con la llegada del Mesías: “Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria del Señor, y toda carne juntamente la verá […] He aquí el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:4-5 y 10-11).
El evangelista Lucas también leyó a Isaías apuntando en sentido mesiánico hacia Jesús. Cuando María recibió la noticia de que engendraría al Mesías le son dichas por parte del mensajero Gabriel palabras sobre que deberá llamar a su hijo Jesús/Emanuel, porque “este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. En lo anterior el médico Lucas estaba citando Isaías 9:7.
El profeta Isaías vuelve a describir el anti militarismo del Mesías y su reino de justicia, libre del dominio dictatorial. En su visión describe el fin de la violencia que cobra vidas cotidianamente: “Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego. Porque un niño no es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Píncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite” (Isaías 9:5-7ª). Hermosa y conmovedora la visión de Isaías.
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