Weber nunca quiso hacer lo que unos le han cargado, ni contestar a las preguntas que otros le han requerido.
El ensayo que Max [imilian] Weber (1864-1920) publicó en 1905, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (luego editado en la trilogía de ensayos sobre Sociología de la Religión, 1920), se convirtió en un referente de discusión, también de confusión. Hoy se usa igual.
¿Quién no ha escuchado que la ética protestante, calvinista para más claridad, ha producido el capitalismo? Esto se ha convertido en ficha de referencia en muchas discusiones. Incluso alguno del campo evangélico puede presumir, no se sabe nada de su ética propia, que “nosotros”, con un comportamiento ejemplar en el trabajo hemos creado ese modelo social tan bueno que es el que ahora pervive en Europa, en una parte, no la de influencia católica.
Cuando han proliferado tantas argumentaciones sobre la influencia del protestantismo en un modelo económico, con tantas preguntas y respuestas que incluyen “la tesis de Weber”, y luego se lee el texto propiamente, se siente una especie de desagrado por no encontrar esas cosas “tan claras y evidentes” en el texto. Y es que Weber nunca quiso hacer lo que unos le han cargado, ni contestar a las preguntas que otros le han requerido.
Uno de los aspectos más confusos es el uso de Lutero. Se dice con frecuencia que Lutero, con su idea de beruf (vocación, profesión) es el causante de esta teoría económica que dará a luz el modelo capitalista, con su correlato de sociedad eficiente y moral. Sin mucho tino en nuestras biografías de Lutero se le ha incorporado este aspecto para resaltar los logros de su reforma. Con esto se olvida algo que es esencial para comprender la acción de Lutero, que él se veía en el final de la Historia, en el último combate contra el Anticristo, con lo que una idea de progreso económico o acción para el futuro carecía de sentido.
Weber, por otro lado, no entendía que el concepto reformado de trabajo religioso fuese algo de la propia Biblia; para él tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento contienen solo enseñanzas negativas sobre el trabajo, lo que entraría en el “tradicionalismo” económico. El A. T. ofrece el modelo “que cada uno se mantenga junto a su sustento y deje a los que no tienen Dios afanarse por las ganancias”; Cristo no aporta cambios, “pan de cada día… mamón (riquezas) o Dios… excluyó de la moderna idea de profesión toda posible referencia directa a su persona”. Pablo, la época apostólica, tampoco salen bien parados, si acaso verán el trabajo desde la indiferencia o la pasividad. Siguiendo una interpretación muy aceptada, dice Weber que “en virtud de las expectativas escatológicas de las que estaban imbuidas aquellas primeras generaciones de cristianos… puesto que todo el mundo espera la venida del Señor, que cada uno permanezca en la ocupación mundana en la que ha encontrado el `llamado´ de Dios… que trabaje para que no sea un lastre para otros; de todos modos, falta poco tiempo”.
Según Weber, Lutero, que creía en la autoridad de la Biblia, no habría salido de ella, por tanto, no estaría en condiciones de proponer el moderno estilo económico que forma el espíritu del capitalismo. “De esta manera, de ningún modo Lutero llegó a relacionar sobre bases nuevas o sobre cuestiones esenciales en absoluto, al trabajo profesional con principios religiosos”. Lo que hace Lutero es dinamizar la evolución del pensamiento cristiano por medio de su traducción, pues beruf contiene aspectos más amplios que la vocación o el llamamiento en el texto bíblico. Esa traducción ayudaría a componer el concepto religioso de profesión. Ésa sería su aportación; aportación que ni siquiera sus seguidores usaron.
Weber, por lo tanto, no está afirmando que los protestantes interpretaron “mejor” la Biblia, y que por eso produjeron un modelo social y económico determinado. Lo que dice precisamente es que quien la interprete como ella misma pone, no podrá apoyar ese modelo. Se trata, pues, de la “experiencia” de unos grupos religiosos que tienen unas creencias (en este caso un sector protestante), y en su manera de vivir aquí en la tierra, la manera de “vivirse”, le colocan unos principios peculiares al capitalismo, le incorporan una ética particular, eso es el “espíritu” cuya naturaleza quiere descubrir y aplicar. Es sociología, no exégesis bíblica. [Creo que una adecuada interpretación del texto bíblico sí da para asegurar un modelo social y económico, pero eso es otra cuestión.]
“De modo que, por lo que hemos podido ver hasta ahora, la idea aislada de la ´profesión´ en el sentido luterano… posee una incidencia en todo caso sólo dudosa sobre aquello que nosotros estamos buscando”. [Desde luego, “lo que nosotros estamos buscando”, lo que Weber está investigando, no tiene nada que ver con lo que tantos otros han buscado en su ensayo.]
“La Reforma no sería imaginable sin el desarrollo religioso completamente personal de Lutero. Pero si bien la Reforma estuvo constantemente determinada por su personalidad, aun así, sin el calvinismo, su obra no hubiera perdurado en forma visible… No obstante, el aborrecimiento del calvinismo, compartido por católicos y luteranos por igual, se fundamenta más que nada en la peculiaridad ética del calvinismo. [Anoten, anoten.] Basta un vistazo superficial sobre el calvinismo para ver que entre la vida religiosa y la actividad mundana existe una relación completamente diferente a la existente tanto dentro del catolicismo como del luteranismo”.
Avisamos sobre otro malentendido con Weber, su supuesto desconocimiento de los personajes que toma como ejemplo, que no serían “calvinistas” en un buen sentido. Aunque usa un texto de B. Franklin, y lo contrapone a otros postulados de “capitalistas” sin el espíritu de la reforma (los Fugger), sabe que Franklin “profesaba un deísmo desteñido”, sin embargo había escuchado de su padre, un calvinista estricto, lo de Proverbios, “¿Has visto hombre solícito en su trabajo?...”, y eso es lo que había producido su manera de pensar en el trabajo.
Weber conoce que en sus días “las personalidades imbuidas del `espíritu capitalista´ suelen ser al menos indiferentes en lo religioso, cuando no directamente anticristianos”, es, pues, un capitalismo [hoy es el que tenemos] sin el espíritu que le proporciona un valor peculiar, el que constituye su ética social, lo que corresponde al deber profesional. Nuestro autor está procurando ver un modelo de actuación para afirmar su tesis de que no es la economía la que produce las ideas sociales, como era proposición del marxismo, sino que éstas influyen también en el ámbito económico. “Hizo falta incluir una afinidad de constelaciones históricas… que no obedecen a una ´ley económica´, sino que resultan imposibles encuadrar en ninguna clase de criterio económico… Pero por otro lado, tampoco se defenderá aquí una tesis dogmática, tan torpe como la que afirma que el `espíritu capitalista´ (siempre en el sentido provisorio en el que aquí se emplea el término) pudo surgir solamente como una consecuencia de ciertas influencias de la Reforma o, más aun, que el capitalismo como sistema económico fue un producto de la Reforma [ya hubo importantes aspectos de la actividad capitalista con anterioridad]… Lo que ha de determinarse es tan sólo si hubo influencias religiosas que participaron en las caracterización cualitativa y en la expansión cuantitativa por el planeta de aquel `espíritu´; en caso afirmativo, hasta qué punto lo hicieron, y cuáles aspectos concretos de una cultura que se afirma sobre bases capitalistas provienen de esas influencias.”
Se está indagando, pues, en el modelo de capitalismo moderno, ético, no de ese que no le importa la moral o religión de sus trabajadores, el que hoy tenemos. Se trata de ver que “el espíritu de una conducción metódica de la vida debe ser derivado de la ascesis en su reformulación protestante.”
Termino este acercamiento a un tema recurrente, muy confuso, del que si nos hemos librado de algunas malas posturas, pues habremos caminado un poco en el buen sendero, y así tendremos mejor perspectiva para seguir. Una notas del profesor José Luis Villacañas (autoridad en Weber). “Esta conexión entre ascesis reformada y conducción racional de la vida era decisiva. La clave, que estudió [Weber] en muchas otras partes, residía en que la ascesis clásica católica, por mucho que fuera metódica en diversos aspectos, y desde este punto de vista pareciera racionalizar la conducta, en el fondo no se proyectaba sobre la vida cotidiana en su totalidad, ni la racionalizaba por entero, ni era una oferta a los seres humanos comunes, ni en el fondo era una ascesis activa intra-mundana. Weber mostró esta diferencia respecto a los jesuitas, que son la última manifestación de la ascesis clásica católica al servicio de la formación de virtuosi y de las opera supererogationis de los consilia evangelica. Como tal no tenía una relación interna con la problemática de la salvación. La ascética católica era sobre todo un alejamiento del pecado, un muro de contención del cuerpo, una compensación ejemplar del mal incuso en grado cero de tentación, pero no un camino positivo vinculado a la salvación. El asceta jesuita mostraba su capacidad de obediencia, su plena disponibilidad respecto al director espiritual, su dejarse usar por la instancia pertinente al servicio de la gloria de Dios. Pero nada más. Frente a esos ascetas, la conducción racional de la vida cotidiana completa, aplicada a todos los aspectos de la existencia, al servicio esencial de una intervención en el mundo vinculada a la urgencia escatológica personal, que de otro modo no tendría lugar, y hasta el punto de que sin ella se dejaría sin dar respuesta al problema de la salvación, esa ascesis ofertada a todos los hombres comunes, solo se logró con el ethos reformado. En suma, sólo él proponía un ethos racional. La conducción metódica plena de la vida activa sólo fue un objetivo de la reformulación protestante de la ascesis medieval.”[Conferencia en unos de nuestros congresos sobre Reforma Protestante Española, titulada “¿Tenía razón Weber? El problema del capitalismo occidental”. El Próximo, d. v., a final de octubre lo dedicaremos a la persona y circunstancias de Luis de Usoz y Río, en el 150 aniversario de su muerte.]
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