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Nuevo clamor por el cambio climático

Los cristianos tenemos una doctrina del cuidado de la creación que debemos empezar a tomar en serio.

TE(C)OLOGíA AUTOR Miguel Wickham 28 DE SEPTIEMBRE DE 2014 05:05 h
clima Marcha por el Clima en Madrid.

Cientos de miles de ciudadanos se manifestaron el domingo 21 de septiembre en las principales ciudades del mundo, en 150 países, en lo que se llama el ‘People’s Climate March’ (aquí la Marcha por el Clima). 



Reconocida por ser la marcha más multitudinaria de la historia sobre el clima, y recordando las coloridas manifestaciones en todo el mundo del movimiento 350 hace apenas 4 años, los manifestantes pidieron a los líderes mundiales que actúen de una vez para reducir el impacto de un calentamiento global que el consenso científico ve ya como imparable. La convocatoria tenía en su mira la Cumbre extraordinaria sobre el Clima en Nueva York del día 22 de septiembre, promovida por la Naciones Unidas.



El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon invitó a los dirigentes de los gobiernos, las instituciones financieras, las empresas y la sociedad civil del mundo a participar en la Cumbre sobre el Clima que se celebró el 23 de septiembre para activar y acelerar la adopción de medidas en relación con el clima. El Secretario General les ha pedido que acudan a la Cumbre con anuncios y medidas audaces destinados a reducir las emisiones, reforzar la resiliencia al cambio climático y movilizar la voluntad política para llegar a un acuerdo jurídico significativo en 2015. La Cumbre sobre el Clima ofrecía una oportunidad única para que los dirigentes propugnen una visión ambiciosa, basada en la adopción de medidas en los países y las comunidades, que haga posible un acuerdo mundial importante en 2015. La llamada a la comunidad internacional es para unirse en la lucha de los retos del cambio climático y la eradicación de la pobreza.



Se pide que los líderes mundiales se comprometan, de una vez en serio, no solo de palabra, a limitar el actual incremento a dos 2C, para así limitar los efectos medioambientales más severos, y que los políticos que asisten a la reunión de la Cumbre del Clima en Nueva York esta semana, como David Cameron y Barack Obama, deben acordar este ‘techo’. Esto allanará el camino para que los negociadores puedan diseñar los límites de las emisiones de CO2 a los diferentes países. El arzobispo Desmond Tutu, premio Nobel de la paz y activista escribe recientemente en el Observer en términos similares, “si no lo logramos, estamos condenados a un periodo de inestabilidad sin precedentes, inseguridad y pérdida de especies’.



“Nadie debería beneficiarse del incremento de la temperatura y el mar, y del sufrimiento humano causado por la quema de combustibles fósiles”, dice Tutu. Siguiendo la política del boycot que fue tan efectiva en la lucha contra el apartheid en la republica de Sud-Africa, comenta que “podemos boycotear eventos, competiciones deportivas y la programación de los medios apoyados por las empresas energéticas de carbón y gas; pedir que sus anuncios publicitarios lleven, como el tabaco, avisos sobre la salud; organizar días sin coche y otras plataformas para construir una mayor concienciación en la sociedad”. Tutu no es el único líder religioso que se manifiesta tan abiertamente contra la quema de combustibles y los razonamientos económicos que se usan para justificar la necesidad de continuar su explotación.



 



Distintas localizaciones de la Marcha por el Clima.



La cumbre era vista como una oportunidad única. Si tenemos otro fracaso como en la Cumbre del Copenhagen de 2012, lo que está en serio peligro es la estabilidad atmosférica y medioambiental que nuestros hijos y nietos sufrirán, por causa de nuestra insistencia en seguir apostando por un modelo energético que trae riqueza a corto plazo para un pequeño porcentaje de la población del planeta, pero que nos llevará, según los pronósticos del consenso científico, a un desastre geopolítico, medioambiental, económico y social.



El mundo científico, poco dado a profecías apocalípticas, cada vez más manifiesta la urgencia de tomar medidas. Se han perdido muchas oportunidades. En España mismo, un país que tiene enormes posibilidades de cubrir al menos la mitad de su consumo energético a medio plazo con energías renovables, se argumenta en círculos del gobierno que los costes iniciales de la producción requieren grandes subvenciones para ponerlos en marcha. No se menciona que las subvenciones de la energía fósil mas ‘barata’ en términos económicos a corto plazo, el carbón, son altísimas. La enorme dependencia de España en las importaciones de gas y petróleo podría ser drásticamente reducida por una apuesta valiente por seguir apostando por las energías renovables. Hace 15 años crearon 200,000 puestos de trabajo estables. Con los recortes a las inversiones y subvenciones, necesarias para su costosa construcción y puesta en marcha, el número ha bajado a apenas 100.000.



En un informe reciente, El ‘New Climate Economy’, los escritores demuestran que uno de los cambios más positivos en apostar por las energías renovables es la salud, al reducir drásticamente la contaminación atmosférica en las zonas urbanas.



 



En Nueva York.



Tenemos una comunidad científica que clama que se le escuche y da importantes avisos, y una clase política que hace oídos sordos a este clamor, que cada día más se oye también en las grandes ciudades. Las discusiones públicas sobre el tema son frecuentemente mediatizadas por los periódicos y la televisiones, obsesionados más en cuestionar si realmente hay un problema que en lo que hay que hacer. Es también preocupante que sigue habiendo voces en el mundo cristiano que ridiculizan estas evidencias, metiendo a los científicos en un mismo saco de la izquierda y los ecologistas. Con solo un poco de lectura sensata es fácil ser convencido del argumento de los científicos.



Extremos climáticos y nuevos records de lluvias y sequías ya no solo se experimentan en los países más pobres, donde la población es mucho más vulnerable. En Inglaterra hay una nueva conciencia hacia el problema. Los siete años más cálidos y cuatro de los cinco años más lluviosos en los registros han ocurrido desde 2000. Este años ha sido el más lluvioso y el más caluroso desde 1910. La enorme sequía y las graves inundaciones en el suroeste de los Estados Unidos, la sequía en el Levante y el sureste de España, la más severa registrada, son ejemplos recientes.



Cada vez más se relacionan los problemas económicos con el medio ambiente. Pero seguimos tomando decisiones acerca de nuestra economía basado en modelos que ‘descuentan’ el futuro, de forma que los que lo más alejado en el futuro uno nace, menos vale. Esto quiere decir que los impactos del cambio del climático sobre ellos son sencillamente ignorados. La reciente revisión y actualización del de la famosa publicación ‘profética’, ‘Los límites del crecimiento’ (1972), apunta a que los avisos y pronósticos de esta publicación, tan ridiculizada, como por ejemplo en 2002 por Bjorn Lomborg, el autoproclamado experto en ecología que lo relegó al ‘basurero de la historia’, estaba realmente en lo cierto.



 





En la segunda parte miraremos las pruebas más recientes de que la causa de este calentamiento del planeta es la quema de combustibles fósiles, y en la tercera parte como la Biblia argumenta claramente por un uso sostenible de los recursos de la tierra, que no es de nuestra propiedad, sino de Dios. La ciencia, que para muchos se contrapone a la fe, describe los efectos de lo que la Biblia dice que son la causas del desequilibrio social, ecológico, económico y espiritual del hombre: la avaricia, el egoísmo, la codicia, y en general la desobediencia a la palabra de Dios que aconseja, advierte y avisa al hombre en cómo debe vivir en una tierra que no es de su propiedad, sino que le es prestada para cuidar. En Genesis 1: 28 la palabra ‘sojuzgad’ ha sido mal interpretada. En el hebreo el verbo es ‘shamar’, que en su sentido más amplio, significa ‘guardar y cuidar’. Los cristianos tenemos una doctrina del cuidado de la creación que debemos empezar a tomar en serio. No debemos ser espectadores, viendo a otros clamando por justicia y respeto a la creación, cuando tenemos un mandato tan claro en la Biblia del Dios de la Creación, de ser mayordomos de su tierra.


 

 


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COMENTARIOS

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sergio de lis
02/10/2014
11:39 h
2
 
Intereses espúreos impiden a las grandes potencias y a los países emergentes colaborar en la reducción del calentamiento global. Estas políticas son en realidad el tapón de la botella, que impide la salida de las medidas necesarias. Conservar el Ártico puede ser el punto de inflexión para empezar a trabajar en pro del planeta, y en bien de todos. Además de concienciarnos los cristianos, podemos empezar por no utilizar el coche cuando no sea inevitable; y andar más, que estamos muy gordos.
 
Respondiendo a sergio de lis

J R
30/09/2014
17:18 h
1
 
Es lamentable cómo todo un planeta puede ir poco a poco a la deriva por la acción humana. Todos nosotros tenemos que poner nuestro grano de arena para no destruirlo, pero los gobiernos y los poderes de las naciones están empeñados en sacar beneficio cueste lo que cueste aunque sea a costa del planeta. Consumir solo lo necesario, reutilizar al maximo y compartir los bienes con otros, son la base a mi juicio para conservar el planeta aunque se que el problema tiene una solución mucho mas compleja.
 



 
 
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