Hoy estaba recordando la bonita historia de Eric Liddell, el plusmarquista escocés (el hombre más rápido de Escocia) que en las olimpiadas de 1924 en Paris renunció a la prueba reina de los 100 metros, por no quebrantar el día del Señor Esta historia se ha llevado al cine a través de la película Carros de Fuego, obteniendo cuatro oscars por su brillante guión histórico.
Más que encontrarle un aspecto puramente legalista y tradicional a esta bonita historia, solo quisiera
capturar el espíritu más benigno y la enseñanza más práctica y positiva de una
tradición viva, como es, el congregarnos en el día del Señor, quiero decir los domingos, práctica que no debemos de abandonar,
como algunos tienen por costumbre. Pero pensando en clave más sencilla y cercana, tratándose de todos nosotros, los cristianos del siglo XXI,
el día del Señor se está diluyendo como un azucarillo en nuestras mezclas humanas respecto al Culto al Señor, de los domingos; el que tradicionalmente desde los apóstoles hasta hoy, ha sido y sigue siendo, el día del Señor.
Para los cristianos de los primeros tiempos el “Día del Señor” era el día de la Resurrección, considerado también el primer día de la semana, donde también se celebraba un ágape fraterno al que consideraban la fiesta del amor, y este era el día y la gran oportunidad semanal para confraternizar entre hermanos y celebrar juntos un tiempo de gratitud al Señor. La
Didaché, el escrito cristiano más primitivo que existe dice:
Reúnanse el día del Señor, partan el Pan y celebren la acción de gracias. Es indudable que la meditación y el estudio de las Sagradas Escrituras también ocupaban un lugar preeminente en la principal reunión de la comunidad cristiana,
Hechos 2: 42.
También es cierto que la vida social de aquel entonces era muy diferente a la organización social del mundo de hoy. Pero
para los cristianos de entonces, y así a través de todas las generaciones, el domingo ha sido el punto de encuentro y de inflexión semanal para celebrar culto al Señor en las diferentes comunidades cristianas. Nuestro
contra argumento actual, es que los tiempos han cambiado, y
todos los días son del Señor (y también es verdad), pero hemos encontrado una falseada excusa para disculpar nuestra pereza, nuestra comodidad y nuestro cristianismo a la carta, ¡que lastima!.
Desde hace más de cuarenta años,
siempre he entendido y mantenido una gran ilusión y expectativa en reunirme con mis hermanos el domingo para rendirle culto al Señor. Me sobran argumentos bíblicos para corroborar lo que estoy diciendo, por ejemplo, Isaías 58:13-14 me sigue pareciendo más que respetable, inspirador y en infinidad de Salmos y en los mismos Hechos de los apóstoles, observamos el respeto, la honorabilidad y la emoción de los creyentes para alabar al Señor
en su día santo, entiéndase el domingo.
Probablemente también
tendríamos que abordar la cuestión de lo que significa el culto al Señor bíblicamente hablando y otorgarle la gran importancia que este se merece y la enorme belleza espiritual que este acto contiene en sí mismo. No podemos desistir ni mucho menos, de convicciones tan importantes y significativas como es, la de la principal reunión semanal de los
cristianos convictos y confesos.
Creo que Eric Liddell fue el precursor, sin saberlo, de un maravilloso principio de compromiso y gratitud al Señor por su gran Salvación y por lo que El representa para muchos de nosotros en nuestra vida actual y venidera. Liddell fue fiel a sus convicciones sin importarle lo que pudiera pensar de él, la élite olímpica de la época.
Por lo tanto, permíteme recordarte amablemente "Que este es el Día que el Señor creo, ¡gózate y alégrate en El y alábale con toda tu alma!", junto a tus hermanos; porque Hoy (domingo) es el Día del Señor…
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