Estuve viendo un video sobre el hijo pródigo y me hizo pensar en esta historia tan universalmente conocida, como es la de aquel hijo más independiente que quiere emanciparse de la tutela paterna y reclama la parte de su legitima herencia, para finalmente malgastarla hasta quedarse en la ruina total.
Aunque me lo expliquen de muchas maneras, no me resulta del todo fácil concebir cómo es que el Padre no le penalizó en modo alguno a este hijo, que retornó aparentemente arrepentido; ni tampoco le aplicó ningún tipo de disciplina correctiva, al menos en primera instancia.
Por mi formación bíblica y eclesiológica soy un hombre que cree en la necesidad del arrepentimiento, ya bien sea de manera inmediata o incluso tardía, para que se produzca el correcto proceso de disciplina y restauración en la persona que ha cometido una falta; pero al parecer por lo que leo y observo, Dios no está del todo de acuerdo conmigo.
Cuando el Padre ve desde lejos a su hijo perdido que vuelve a casa, se emociona tanto que sale corriendo a su encuentro y le recibe con abrazos y besos.
Si bien es cierto que este buen Dios nuestro no disculpa el pecado en modo alguno, aquí se observa claramente cómo la misericordia una vez más triunfa sobre el juicio condenatorio de los hombres.
Es Dios mismo quien trata con nuestro pecado, sea cual sea este. Él sabe como nadie, en su bondad, guiarnos al arrepentimiento verdadero; pero sus métodos no son los nuestros. En esta misma historia tenemos una respuesta magistral: Dios el Padre siempre nos está esperando, espera que reaccionemos de alguna manera y que volvamos en sí, aunque sea tarde, porque Él nos ama de manera inenarrable, tal como nos relata la Escritura:
"Porque de tal manera, amo Dios al mundo...".
Visto desde todos los prismas, tanto humanos como religiosos, nuestras faltas merecerían un justo castigo; pero su perfecto amor cubre multitud de faltas. Pero yo, como muchos, me pregunto cómo es esto posible en un Dios tan Santo y tan Justo a la vez, y añadiría también, y tan especialmente Amoroso por sus criaturas y muy particularmente por sus hijos amados.
La moraleja está servida, el Amor cubre muchas faltas, y Él nos instruye para que también, entre nosotros, nos amemos y nos cubramos de esta manera tan benigna y tan entrañable, a pesar de nuestras faltas que no son pocas.
Jesús "expió nuestros pecados", los quitó de en medio con su muerte redentora en la cruz del Calvario, esto es ciertísimo (ahora estoy hablando desde un punto de vista teológico).
Ahí está la provisión divina, ahí está la fuente del perdón y la restauración en Jesús.
La Escritura aun dice más: "Que Dios Nunca Más, se acordará de nuestros pecados y maldades..."; Dios se auto amnesia sobre nuestro pasado y nos libera de la culpa del pecado para siempre y esto es realmente maravilloso, además de impresionante, para cualquiera de nosotros. Por eso la cruz de Cristo es definitivamente el fin de la culpa.
Yo todavía no he perdido, ni quisiera perder nunca la capacidad de asombrarme por tanto amor y compasión del Padre celestial hacia mí y por tanto, bien recibido sin merecerlo.
“Así que, si alguno entre nosotros es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurarle con un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo/a, no sea que tú también seas tentado". Así también es como hace el Padre con los hijos pródigos del tiempo actual, para recuperarlos y restaurarlos...porque Su amor cubre multitud de pecados.
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