Siempre que se acerca la salida para un viaje largo tengo la tentación de cancelarlo. Lo anterior porque implica dejar lo que estoy escribiendo y/o revisando para su publicación como libro. Además como tengo responsabilidades de escribir artículos para distintos medios, como Protestante Digital, los viajes me sacan de ritmo informativo y no puedo redactar algo que implique deber consultar obras que tengo en algunos de mis libreros, el pudor me hace que no le llame biblioteca porque, considero, sería muy presuntuoso.
De nueva cuenta me vi en la situación pre viaje que he descrito.
En esta ocasión mi periplo constaba de mes y medio. De hecho todavía faltan diez días para mi regreso a México. Los días anteriores para ir a dos semanas y media de investigación en la Goshen College Historical Library entré en un frenesí por tratar de concluir avances de escritos y terminación de cursos que enseño. Otra vez me asaltó la idea de que era mejor quedarme para darle mejor conducción a dos nuevos libros de mi autoría que están próximos a ser publicados.
La idea de no salir se extingue en cuanto estoy en el aeropuerto y visualizo la oportunidad y experiencia que voy a tener al convivir con personas de otro contexto cultural. Siempre he sido yo el más enriquecido en mis encuentros, muchos de ellos han devenido en cálidas amistades, con mujeres y hombres de distintas formaciones y sensibilidades.
El otro y la otra son como nuevos espejos, que me ayudan a verme desde ángulos nuevos. Aprendo a entender mejor aquello que sostuvo el apóstol Pablo en el Areópago ateniense: Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los seres humanos”. La humanidad es una, pero existen múltiples especificidades de ser humano. La forma como son otros y otras en bastantes ocasiones me ha ensanchado cognoscitiva y emocionalmente. Al viajar a lugares donde no tenemos la seguridad cultural de que sabemos cómo y funcionan las cosas, estamos en condición de fragilidad, de dependencia de otros y debemos hacer a un lado cierto orgullo de autosuficiencia.
Los viajes son, sobre todo, acumulación de crecientes afectos, amigos y amigas, hermanos y hermanas que sin haberme tratado antes fueron generosos conmigo. Abrieron su casa y corazón. Incontables han sido las mesas compartidas, conversaciones gozosas, coincidencias en los anhelos, tiempo de llorar abrazados y sentirse acompañado en lo que lacera nuestra alma. Solamente los corazones duros pueden salir intactos cuando se convive con personas que, a veces, son nuestras antípodas, o si no lo son de todas maneras tienen improntas culturales un tanto ajenas a las nuestras.
En los viajes también he tenido la enorme dicha de conseguir libros imposibles de adquirir, por distintas razones, en la
ciudad de México. Con el tiempo he aprendido a poner en la valija lo menos que sea posible, sabedor de que es necesario tener espacio para los volúmenes conseguidos. En este viaje he recibido varios libros regalados. Ha sido el caso de las obras que generosamente me obsequió mi amigo y colega John D. Roth, historiador experto en el anabautismo y varias de sus expresiones, como la rama menonita y amish.
Solamente menciono de los varios títulos que me dio John, todos ellos de suma importancia para mis investigaciones, uno que deseaba tener y no había podido sumar a mi acervo: A Companion to Anabaptism and Spiritualism, 1521-1700, coordinado por el propio John y James M. Stayer. La obra contiene varios ensayos, cada uno de ellos escrito por una autoridad reconocida en la temática. Es difícil de conseguir, y si se localiza en algún lugar, como en Amazon, su costo es de 200 dólares. Pues bien, John Roth encontró en su casa una copia extra del libro y me sorprendió una mañana en la Goshen College Historical Library diciéndome que me obsequiaba el volumen.
Por medio de Amazon es posible adquirir libros anotados desde tiempo atrás en la lista personal. La cuestión es que al costo del libro hay que agregarle lo del envío a México, que es casi el precio del libro solicitado. La alternativa es comprar en el sitio el libro en su formato electrónico, pero no siempre está disponible en tal formato. De todas maneras prefiero el libro en papel y tinta, soy hijo de Johannes Gutenberg.
Sabiendo que estaría varias semanas en Estados Unidos hice un pedido de libros a Amazon, y me he ahorrado el costo de envío porque en territorio norteamericano, si uno compra más del monto monetario mínimo, no se paga la tarifa de lo que llaman “handling and shipping”.
Estoy pesando bien el equipaje que voy a documentar, los libros tienen prioridad pero no debo sobrepasar los 25 kilos. No quiero pagar exceso de equipaje, y además aunque quisiera no tengo para pagar el exceso. Si es necesario dejaré prendas de vestir. Los cariños antiguos y nuevos esos sí me los llevo todos conmigo, pesan más, pero mucho más que los libros, y van todos bien apretujados en mi corazón.
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