La novela negra, admítanlo, suele ser ese divertimento paralelo, ese punto de fuga cuando uno está “cansado” de literatura “seria”. Pasa lo mismo con las series de televisión; las hay que obligan a un ejercicio de concentración tal que cualquier giro en la trama nos obnubila, sin olvidar la necesidad de no perdernos nunca ni un solo capítulo. Hagamos una encuesta, y sean sinceros: ¿cuántas series han visto enteras en su vida? Y me refiero a las de capítulos no conclusivos; a las de historias que empiezan en la 1x01 y terminan en la 7x12 (hay que nombrar así los capítulos, una moderna forma casi de cita bíblica); a las que saltarse un episodio es como leer uno de cada dos capítulos de
Madame Bovary. En mi culata particular de una pistola de series no conclusivas, creo, únicamente hay cinco muescas, cinco disparos, eso sí, certeros, hacia las galaxias
V(sí, la de los lagartos engulleratones)
Dallasy
Falcon Crest(no, no bromeo: en alguna ocasión ya he comentado que JR Ewing y Angela Channing son mis villanos favoritos),
Losty
Twin Peaks, cinco ejercicios que obligan a fijar toda tu atención en cada matiz, cada personaje, cada guiño de los guionistas. Y eso que presumo de ser gran consumidor de series, desde las más bizarras a las más comerciales, desde
La dimesnión desconocidahasta
Starsky & Hutch, pasando por
Seinfeldy
The big bang theory(bueno, aquí entraríamos en la galaxia paralela sitcom, un mundo que para muchos no llega a la categoría de serie),
Bones,
Orzoweio
Se ha escrito un crimen. Pero claro, son series de la subcategoría de las auto-conclusivas, en las que cada episodio se centra en una historia o un caso distinto y, con una estructura similar, se resuelve felizmente (bueno, no tanto para el asesino de turno) y como colofón los protagonistas se hacen bromas alrededor de una mesa o en un café concurrido y con una canción molona de fondo que hace pensar. Y hablo de asesino porque mayoritariamente son de la 'subsubcategoría'policíaca (bueno, o thriller, con algunas incursiones en series de abogados o médicos) con ejemplos como
El mentalista,
Bones,
Castle, las diferentes versiones de
CSI,
Magnum,
Sin rastro,
Mentes criminales,
X-Files,
El equipo Ao
Perry Mason. Cada capítulo abre y cierra una historia central, aunque los guionistas no olvidan historias paralelas vinculadas a los protagonistas: la más habitual es la clásica tensión sexual no resuelta a lo Mulder-Scully, sin olvidar oscuros pasados con padres maltratadores o hermanos perdidos, a lo que hay que sumar los secundarios (normalmente una pareja de polis que se pasan el día de la comisaría a la calle y de la calle a la comisaría) que aportan algún gag con pretensión graciosa.
Pero claro, cuando los capítulos apuestan por un final abierto y por tramas que te recuerdan que si no te enganchas durante varios meses de tu vida a una historia y con los ojos inyectados en cafeína, nunca sabrás de qué va, nunca podrás compartir conversación cuando en una sobremesa alguien suelta aquello de "¿Por qué temporada vas de
Mad men?". No voy a menospreciar la calidad de esas series (ya he hablado de mis cinco muescas y de mi devoción por esas obras de arte), pero admito que no he visto nada de
Breaking bad(y eso que el argumento inicial me parece brilante), he visto algunos capítulos sueltos de
Los Sopranoy fragmentos de esos que descolocan más que no ayudan de
Boardwalk Empireo
Juego de tronos(bueno, vi el primer capítulo y, sacrilegio, no me enganchó).
Alguien dijo que hay series que se ven y series que se miran.Yo, pues, he visto cinco y he mirado docenas. Si a mitad de episodio de
Bonesuno se levanta para poner pasta a hervir o para saquear algún resto de la nevera para cenar, es más que suficiente estar atento al audio de los diálogos para no perder el hilo. Mi último descubrimiento en series que permiten incluso obviar las escenas en que se narra la relación de pareja entre los protas, que en esta hasta resuelve el tema de la famosa tensión y abre la caja de Pandora de la preparación de su boda, es
Castle. No es ni siquiera la mejor de su género (soy más de Temperance Brennan y los cameos ZZ Top o de Patrick James y su enfermiza persecución a John el Rojo), pero entre su desarrollo de manual, tópico casi del género, cuenta con cuatro puntos que le confieren algo especial:
1- El asesor de la policía es un escritor,
Richard Castle, que se inspira (de lejos, y sin sus bucólicos crímenes, en el pueblecito pesquero de Cabot Cove) en Jessica Fletcher, la certera escritora-investigadora con pinta de jubilada que debería pasar el día horneando tartas de frambuesa en lugar de deshacer entuertos criminales. Castle es un anti-héroe cínico, con constantes referencias culturales un tanto frikis y con un punto de inconsciencia y hasta infantilismo que sigue la senda del Booth de
Boneso el James de
El Mentalista(en todos los casos, con mujeres fuertes y sensatas a su lado, en un ejercicio quizá inadvertido de feminismo catódico).
2- Castle escribe novelas, en las que aparece un escritor, Jameson Rook. Curiosamente, en inglés los términos
castley
rooksirven para definir la torre del ajedrez, el juego más apropiado para explicar en cada capítulo las argucias de nuestra pareja para pillar al malo. Hay quién sostiene la teoría que ambos apellidos son una parodia-homenaje a Stephen King, cuyo apellido también corresponde a una pieza ajedrecística (la más importante, en este caso).
3- Más allá de la estructura más que clásica (aunque resultona, oigan) de la fórmula de serie thriller con caso conclusivo, Castle cuenta con un genial McGuffin interno. Se trata de unas timbas nocturnas alrededor de una mesa de póquer, en las que Castle se encuentra con tres amigos. Pero vaya amigos. En un ejercicio de metaliteratura o metatelevisión, nuestro falso escritor (que además tiene un falso alter ego en sus falsas novelas) juega a las cartas y debate sus casos con Stephen J. Cannell (en sólo dos temporadas, ya que falleció hace tres años, fue escritor y productor en docenas de series como
Colombo,
El equipo A,
Rockfod Files,
Barettao
Ironside), James Patterson (quizá no sea tan conocido como otros, pero las listas de best seller indican que con su saga del psicólogo Alex Cross vende más que Dan Brown o John Grisham), Michael Connelly (padre del detective Harry Bosch) o Dennis Lehane (autor de las
cinéfilasMystic Rivero
Shutter Island).
4- Y todo, sin olvidar la presencia de la actriz Susan Sullivan, que interpreta a Martha, la madre de Castle. Todo un guiño a los fans de series viejunas, ya que hablamos de la mismísima Maggie Gioberti, uno de los papeles clave en
Falcon Crest(serie ochentera donde las haya, emitida entre 1981 y 1990) en la que tuvo que sufrir ser la esposa de Chase Gioberti y de Richard Channing (dos familias enfrentadas a rabiar), por lo que acabó siendo la nuera la “deliciosa” malvada Angela Channing que entre viñedos, traiciones y el fiel mayordomo Chun Li bordó Jane Wyman (ex esposa de Ronald Reagan, por cierto, ese mal actor y peor político). Maggie, de hecho, protagonizó una de las escenas de muerte más angustiosas y con moraleja extraña en una serie: después de haberse casado con dos miembros de los clanes enfrentados, acaba sus días en el fondo de una piscina...¡con su anillo de boda enganchado en el desagüe! Una escena onírica, bella y que casi parece de
Twin Peaks. Casi.
Enlaces:
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Escritores en Castle
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Tributo a Stephen J. Cannell en Castle
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Muerte de Maggie Gioberti en Falcon Crest
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