Continuando con las entrevistas a los responsables de las distintas instituciones bíblico-teológicas, hoy entrevistamos a Timoteo Glasscock, nacido en en Southend, un pueblo en las afueras de Londres, Inglaterra. Glasscock cursó estudios de Derecho en la Universidad de Oxford. Lleva cuarenta y dos años como misionero en España, y en la actualidad es uno de los ancianos de la Iglesia Evangélica en Paseo de la Estación, en Salamanca. Además,
es uno de los responsables del programa de formación bíblica Proyecto Éfeso, y profesor invitado en el IBSTE.
Pregunta.- ¿Cuál es el propósito de la enseñanza y de la educación teológica?
Respuesta.- La palabra “teológica” nos recuerda que estamos hablando del conocimiento de Dios. Dios se ha dado a conocer de distintas formas, pero sobre todo por medio de su revelación especial, la Biblia. Ha tomado esta molestia, por así decirlo, porque anhela que le entendamos y le conozcamos. Por supuesto que para los seres humanos, tan limitados como somos en nuestra capacidad de asimilar la grandeza infinita de Dios, este conocimiento siempre será parcial, y por lo tanto avanzar en él será una tarea progresiva e inacabable. El propósito de la enseñanza y de la educación teológica consiste en impulsar este conocimiento, y, según la visión que el Apóstol Pablo transmite a Timoteo, llevar a la plena madurez espiritual a los discípulos de Cristo, capacitándolos para realizar las tareas que Dios da a cada uno de ellos [i]. Ésta no es una meta reservada para una élite del pueblo cristiano, sino algo que atañe a cada discípulo, y la educación bíblica es fundamental para que esta meta se logre, sea en instituciones o a través de programas creados específicamente para ello, sea a través de las iglesias locales y su planificación de la enseñanza bíblica.
P.- ¿Es la educación teológica parte de la misión más allá de la evangelización?
R.- Por supuesto que es parte de la misión. Pienso incluso que no es muy correcto hacer una distinción entre evangelización y educación teológica. Me parece que el anuncio del evangelio no termina con la transmisión de los conceptos básicos acerca de la conversión, sino que necesariamente ha de incluir todo el plan de Dios para bendecir a las naciones, lo que el Apóstol describe como “todo el consejo de Dios”. Utiliza esta frase en el contexto de hablar de su ministerio en Éfeso, donde se empeñó en enseñar a todo aquel que quisiera escucharle todo lo “que fuera útil”, tanto públicamente como de casa en casa [ii]. Es una aberración comunicar “las cuatro leyes espirituales” sin luego preocuparnos por enseñar a los convertidos todo lo que Dios considera importante que sepan y que ha incluido en su revelación. Esto quiere decir que cada iglesia local debe tener su programa de “educación teológica” para estimular el crecimiento espiritual de los miembros de la congregación, y esto es una parte muy importante de la evangelización correctamente entendida.
P.- ¿Cuál es el papel de la enseñanza en la misión?
R.- Cuando Jesús transmite a sus discípulos lo que solemos llamar “la gran comisión” [iii], define la tarea de evangelizar en términos de hacer discípulos, y señala tres pasos en su ejecución: primero “yendo” para llevar el mensaje del evangelio a los que todavía no lo han escuchado; luego “bautizando” a los que responden positivamente al evangelio como expresión pública de la realidad de una nueva vida en Cristo con todas sus implicaciones, y en tercer lugar “enseñando” a los nuevos discípulos todo lo que Cristo mismo había enseñado. Este tercer paso es una parte íntegra de la misión cristiana según el propósito divino. Dios no quiere decisiones, sino discípulos, y no es posible formar a éstos si no es en base a las enseñanzas de la Palabra de Dios. La ignorancia de la voluntad del Señor, y de los recursos que nos ofrece para cumplirla, conduce inevitablemente a la debilidad y a la derrota en la vida espiritual.
P.- ¿Es la educación teológica sólo para los pastores y líderes?
R.- Es un error grande inventar frases que terminan dividiendo a los cristianos en grupos diferenciados. La expresión “educación teológica” suena muy académica, a seminarios e institutos bíblicos, y da a entender que sólo los que tienen la posibilidad y el privilegio de asistir a ellos reciben una formación verdaderamente “teológica”. A mi entender la educación teológica es un imperativo divino para cada discípulo de Cristo. Indudablemente habrá distintos niveles de conocimiento de Dios y de progreso en la comprensión de su revelación, según las características personales de cada creyente, pero la visión que captamos en el Nuevo Testamento es que todos los cristianos debemos estar saturados de la Palabra y profundizar constantemente en su conocimiento [iv]. Es responsabilidad de cada persona nacida de nuevo empeñarse en explorar la Escritura en detalle y vivir según sus directrices [v], y es la responsabilidad del equipo de liderazgo en cada congregación asegurar que esto ocurra [vi]. Una dieta sana, sólida y equilibrada de enseñanza bíblica debe ser una parte esencial de cada iglesia local si hemos de cumplir las pautas marcadas en el Nuevo Testamento [vii].
P.- ¿Deben las instituciones y programas de educación teológica realizar una revisión misional de sus planes de estudio, estructuras y ética, de manera que sean las adecuadas para coadyuvar a la iglesia a responder a los desafíos a los que se enfrenta en el siglo XXI?
R.- La Palabra de Dios es eterna e invariable, pero cada generación de cristianos tiene la responsabilidad de aplicar la Palabra a los nuevos retos y a las situaciones específicas de su sociedad. Esto es evidentemente una tarea imprescindible para las instituciones y los programas de educación teológica, como también lo es para los pastores y los predicadores en las iglesias locales.
P.- ¿Cómo se encuentran nuestras iglesias en materia de educación teológica hoy?
R.- Creo que es difícil generalizar. Las iglesias difieren en su perspectiva del lugar que la educación teológica debe ocupar, y en las soluciones que ofrecen para este necesidad. Pero seguramente, volviendo incluso a la pregunta anterior, hace mucha falta una reflexión constante y profunda acerca de las pautas que ofrece la Palabra de Dios frente a los múltiples retos a los que se enfrenta la fe cristiana en la actualidad. Como ha señalado otro entrevistado, es fácil caer en la trampa de estar dando respuestas a preguntas que la sociedad no se está planteando, y quedar sin una respuesta adecuada a temas que sí preocupan a mucha gente.
P.- ¿Cómo implementar la educación teológica a todos los niveles, en caso de que no todos los creyentes tengan acceso a la misma? ¿Cómo hacer frente a estas necesidades?
R.- En primer lugar, asegurar que cada iglesia local sea, en cierto sentido, un instituto bíblico, es decir, que tenga un programa planificado y sistemático de enseñanza que permita a sus miembros obtener un conocimiento adecuado del contenido de las Escrituras y de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana. En segundo lugar, desarrollar entre las iglesias programas de estudio bíblico que se puedan seguir on-line, o de forma presencial aprovechando fines de semana de estudio bíblico intensivo. Existen programas de este estilo que a mi entender responden positivamente al reto de formar y capacitar a todos los que tienen el deseo de profundizar más en sus conocimientos de la revelación de Dios, aunque no tengan la posibilidad de asistir a un seminario teológico.
P.- ¿Cuáles son las consecuencias de una falta de educación teológica, tanto para la iglesia como para la misión?
R.- La ignorancia debilita y deforma nuestra visión de los propósitos de Dios. Si desconocemos sus planes para las naciones y el lugar que corresponde a la iglesia de Cristo en el cumplimiento de estos objetivos, el resultado es que no estamos sintonizados con Dios ni dispuestos a asumir nuestro papel en la misión. Por otra parte, desde siempre una de las tácticas favoritas de Satanás ha sido introducir la falsa enseñanza para dividir y debilitar a la iglesia y desviarla de su verdadera razón de ser -tenemos ejemplos sobrados no sólo a lo largo de la historia de la iglesia cristiana sino también en el mismo Nuevo Testamento-, y la falta de una enseñanza bíblica, clara y sólida, abre la puerta a este tipo de influencia diabólica nefasta.
P.- ¿Deben las iglesias relacionarse con seminarios o institutos bíblicos? ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo?
R.- En cualquier tipo de relación, la comunicación es un elemento clave; cuando no funciona bien, la relación suele dificultarse y deteriorarse con mucha facilidad. Pienso que interesa mucho que haya una comunicación fluida entre las iglesias y las entidades que ofrecen una formación teológica a un nivel más profundo. Sin esto, puede haber un ambiente de desconfianza que estorba una relación normal de beneficio mutuo entre unos y otros. Entiendo que los seminarios e institutos existen para servir al cuerpo de Cristo, es decir, a las iglesias y a sus miembros, y por lo tanto diría incluso que el peso de asegurar y mantener esta buena relación cae sobre todo del lado de ellos.
P.- ¿Cómo asegurar la centralidad de la Biblia en nuestra educación teológica, pero sin dejar de lado otras vertientes de conocimiento y la realidad social en la que estamos insertos?
R.- Nuestro compromiso con la Palabra de Dios ha de ser inamovible. El reconocimiento de que la Escritura, como Palabra inspirada de Dios y por lo tanto infalible, es nuestra autoridad suprema en toda cuestión de fe y práctica, ha de ser algo compartido por iglesias e instituciones igualmente. A la vez, es imprescindible escuchar, no sólo a Dios hablando por su Palabra, sino a la sociedad en que nos encontramos, con sus dudas y sus dificultades a la hora de aceptar o siquiera entender el evangelio. Como afirma John Stott en su libro “La predicación, puente entre dos mundos” (cuya lectura recomiendo por la luz que echa sobre el tema), la comunicación de la revelación de Dios al mundo que vive de espaldas a Él ha de estar firmemente anclada, no sólo en el lado divino del abismo, sino también en el lado humano, si se ha de establecer una conexión real.
P.- ¿Cómo ha sido su experiencia en cuanto a su propia formación?
R.- Quizá “atípica” sería la palabra más adecuada. Me licencié en Derecho, una formación que me proveyó con buenos instrumentos en cuanto a una metodología de estudio, pero que no aportó nada en cuanto a conocimientos teológicos. Llegué a comprender la importancia de la exposición seria y sistemática del texto bíblico por medio de mis contactos con el grupo de G.B.U. en mi universidad, pero nunca asistí a un seminario teológico o un instituto bíblico. Las mayores influencias en el proceso de mi formación teológica personal vinieron sin duda del grupo de hombres de Dios que formaron el equipo de Cursos de Estudio Bíblico en Madrid en la década de los setenta. Me refiero a personas como Ernesto Trenchard, Juan Solé, Pablo Wickham, Pedro Inglés, Jaime Stunt y otros maestros de la Palabra con quienes tenía contactos frecuentes y fructíferos, y de quienes he aprendido muchísimo. La lista de otras personas que han influido de manera destacada en mi formación, tanto a través del contacto personal como por medio de sus libros, sería interminable.
P.- Ud. es uno de los responsables de Proyecto Éfeso, un programa de formación bíblica. ¿Qué retos y qué perspectivas se plantean?
R.- El reto es poner a la disposición de personas que por distintos motivos no pueden asistir a un seminario o un instituto bíblico la posibilidad de recibir una formación teológica sana y sólida que les pueda capacitar para ejercer con más eficacia los ministerios que les correspondan en sus iglesias locales. Nuestra meta es servir a las iglesias de forma útil mediante este programa. La perspectiva es, por una parte, seguir mejorando constantemente la calidad de la enseñanza que se imparte en Proyecto Éfeso, y por otra, seguir con este ministerio mientras haya nuevos alumnos con deseos de aprovechar lo que les ofrece el programa de estudios.
Finaliza la entrevista. Gracias, Timoteo, por el tiempo que nos ha dedicado para ahondar más en el tema de la Educación Teológica. Destaca que la educación teológica es parte de la misión, y por ello deben implicarse con más intensidad los que tienen la responsabilidad en esta tarea.
Notas:
[i] 2ª Timoteo 3:16-17.
[ii] Hechos 20:20, 27.
[iii] Mateo 28:18-20.
[iv] Colosenses 3:16.
[v] Santiago 1:25.
[vi] Colosenses 1:28.
[vii] 2ª Timoteo 4:13, 16.
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