Me opongo al matrimonio gay por la misma razón que me opongo a cualquier otro tipo de relación sexual fuera de los confines del pacto del amor heterosexual. Me opongo al matrimonio gay por la misma razón que el Antiguo y el Nuevo Testamento se oponen a él. De hecho, me opongo al matrimonio gay por la misma razón que Cristo se opuso a él. ¿Cuál es esta razón? Respuesta: la creación. ¡Es así de sencillo!
Cuando los teólogos contemporáneos de su generación preguntaron a Jesús acerca del divorcio, Jesús apeló al Edén para demostrar la voluntad de su Padre con respecto al matrimonio (Marcos 10:2-9). Cristo enseñó que Dios quiere que el hombre y la mujer estén juntos hasta que la muerte los separe.
Esta ideal se dio a conocer en la misma creación- antes de que naciera la cultura humana- para que todos entendieran que el anti-homosexualismo no es fruto de una determinada nación o tribu. Adán y Eva juntos representan el plan universal de Dios para el resto de la historia humana. “Según las enseñanzas de Jesús,” escribe el renombrado Dr. Wolfhart Pannenberg, “la sexualidad humana entre hombre y mujer pertenece a la unión indisoluble del matrimonio. Este estándar es la base de todo lo que enseña el cristianismo sobre el comportamiento sexual”. Jesús se refería a la creación a posta. Créeme: sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
Es a la luz de la creación que tenemos que entender todas las condenaciones a la ‘sodomía’ que se nombran en las Escrituras.
La Biblia no es anti-gay por ser anti-gay. Es anti-gay porque es pro-creación. El hecho de que varias leyes anti-homosexuales fuesen incorporadas en la Torá judía nos revela que la
Revolución gay no nació en nuestra generación. En los días de Levítico, la homosexualidad era tan desenfrenada entre los apostatas e idolatras de las naciones vecinas a Israel que el pueblo de Dios tuvo que separarse de ellos y consagrarse al Señor. En los días de Moisés, por ejemplo, cualquier manifestación de homosexualidad merecía la pena de muerte inmediata (Levítico 20). ¡Dios no la toleraba para nada!
La misma condenación se transmite en el Nuevo Testamento.En vez de seguir la corriente tan lujuriosa y carnal de la cultura greco-romana que prevalecía en el primer siglo, Pablo advirtió a todos los creyentes de la homosexualidad en términos bien, pero bien, severos. La homosexualidad, explica Pablo, es una exhibición pública de idolatría y apostasía (Romanos 1) y excluye a los hombres (y mujeres) del Reino de Dios (1 Corintios 6). El apóstol habló directamente sin dar rodeos. Es imposible malinterpretarlo (aunque algunos pensadores están intentando hacerlo).
¿Qué más podría haber dicho Pablo para posicionarse con más contundencia?
El veredicto categórico de la Escritura es rotundo: la homosexualidad tiene que ser devuelta al abismo de donde ha salido. No hay nada en la Biblia que promueva una vida gay. Se trata de un pecado sumamente detestable. “Es abominación” (Levítico 18:22). Ésta, por lo menos, es la opinión de Dios. Y no solamente esto, representa una rebelión abierta contra las enseñanzas de Jesucristo, el Señor de la Iglesia. ¿Qué quiere decir todo esto?
Primero, quiere decir que si alguien está luchando contra inclinaciones homosexuales, no significa que esté condenado al lago de fuego.Significa, sencillamente, que tiene que batallar contra esta tentación- como cualquier otra- en el poder del Espíritu y por medio de las disciplinas espirituales que Dios nos ha dejado (las Escrituras, la oración, la comunión con los santos). Debe recordar también que Cristo es poderoso para conquistar cualquier pecado vil que nos asedia. Su gracia vence nuestra iniquidad. Así que hay esperanza para todos. ¡Bendito sea Dios!
Segundo, quiere decir- y voy a emplear términos muy claros- que cualquier Iglesia que acepte el matrimonio gay ya no es una Iglesia. Se hace anti-Iglesia.Puede llamarse como quiera, pero ha dejado de ser un vocero del Omnipotente. No es fiel al Señor de la Escritura ni a la Escritura del Señor. Una Iglesia gobernada por la Biblia jamás podría desviarse en esta cuestión tan fundamental. De nuevo, cito al Dr. Pannenberg, “Si una Iglesia se dejara llevar hasta el punto de ver la homosexualidad como forma de desviación del patrón bíblico y de reconocer las uniones homosexuales como equivalentes a un verdadero matrimonio de amor,
tal Iglesia ya no estaría posicionándose a favor de la Biblia, sino en contra de ella”.
Así que la creación, el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y la verdadera naturaleza de la Iglesia: éstas son las razones por la cuales me opongo al matrimonio gay. ¡Menuda combinación! ¿Verdad?
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