Entrevistamos a José Hutter, Vice-Director y profesor del Seminario Europeo de Formación Teológica y Evangelización-SEFOVAN, donde imparte Teología contemporánea, Antropología, Cristología, AT, inglés, alemán, hebreo (moderno y antiguo) y griego.
Hutter, nacido en Ulm, Alemania, es licenciado en Teología por la Facultad Teológica Universitaria de la STH en Basilea (Suiza) y trabajó durante dos años en la Sociedad Bíblica de Ginebra en un proyecto de traducción de la Biblia. Además, es miembro del Comité de Traducción de la Neue Genfer Übersetzung (Traducción Nueva de Ginebra) y profesor invitado en varias instituciones de enseñanza evangélicas dentro y fuera de España.
Actualmente es pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica de Las Rozas de Madrid.
Ha escrito, entre otros:
Dios verdadero y hombre verdadero (Mundo Bíblico, Las Palmas, 2001);
Una aproximación a una teología del llamamiento ministerial (Alianza Evangélica, Barcelona, 2003);
Introducción a los Salmos (Mundo Bíblico, 2010) y
Crisis – Europa en la Encrucijada (Mundo Bíblico, 2013).
Pregunta.- ¿Cuál es el propósito de la enseñanza y la educación teológica?
Respuesta.- Creo que ninguna definición es más exacta que la que nos da el apóstol Pablo en su epístola a los efesios: “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo …”. Hace años, durante una campaña, SEFOVAN usó un lema que decía: “Haciendo discípulos justo como Él decía”.
P.- ¿Es la educación teológica parte de la misión más allá de la evangelización?
R.- Para la misión y para la evangelización es fundamental tener un buen fundamento teológico. No vale cualquier cosa que lleva el nombre “evangelio”. Pablo expone “su” evangelio en la carta a los Romanos. Lo dice en el capítulo 1. Y nadie puede dudar que la carta a los Romanos es la más sistemática y dogmática de todas.
P.- ¿Cuál el papel de la enseñanza en la Misión?
R.- A las cosas que acabo de decir puedo añadir las palabras sencillas de la Gran Comisión: hacer discípulos a todas las naciones. Le puedo asegurar que este tema en SEFOVAN lo tomamos muy en serio. El evangelismo forma parte de nuestro currículo y tanto los estudiantes como los profesores tienen que estar activamente involucrados en el evangelismo y la misión. La enseñanza bíblica es algo sumamente práctico. En el pasado ha cambiado la vida en buena parte de este mundo. Pero todavía no hemos terminado. La obra de la misión y de la evangelización aún no ha entrado en la recta final.
P.- ¿Es la educación teológica solo para los líderes y pastores?
R.- La educación teológica es para todo el mundo que cree en Jesucristo. Esta división lamentable entre “profesionales” y “laicos” ha hecho mucho daño en la iglesia. Hemos despilfarrado nuestro potencial al no tomar en serio la educación doctrinal y teológica de todo el mundo que acude a nuestras iglesias. Claro, los pastores y líderes, aunque tengan su diploma de graduación, van a tener que seguir estudiando y aprendiendo de forma continua. No hay nada más nefasto que un diploma encima de un escritorio en una oficina de la iglesia que transmite el mensaje: "Yo ya he llegado y estoy muy por encima de vosotros". Por esta razón ofrecemos en SEFOVAN cursos nocturnos y sabatinos para aquellas personas que no pueden acudir a un seminario a pleno tiempo. Es precisamente la movilización de todos lo que nos preocupa. En los tiempos de la reforma y en los primeros años de la historia de la iglesia, los debates de los creyentes no se centraron en partidos de fútbol, programas televisivos (que no los había) o la actualidad política: se debatió sobre el tema de la Trinidad, la doctrina de la justificación y muchas cosas más, relacionadas con la enseñanza bíblica. Y no solamente en las aulas de las universidades, sino en los talleres, en los campos y antes y después de los cultos diarios.
P.- ¿Deben las instituciones y programas de educación teológica realizar una revisión misional de sus planes de estudio, estructuras y ética, de manera que sean los adecuados para coadyuvar a la iglesia a responder a los desafíos a los que se enfrenta en este siglo XXI?
R.- Siempre tenemos que preguntarnos si realmente damos respuestas bíblicas a los desafíos actuales. En el mundo evangélico se responde muchas veces a preguntas que nadie se hace y en un lenguaje que nadie entiende. Es un desafío para cualquier seminario, incluyendo el nuestro, que no se “produzcan” graduados que saben una burrada sobre cualquiera de las últimas modas en el mundo teológico, pero que son inservibles para la gente que domingo tras domingo tiene que escuchar sus sermones insípidos.
La doctrina bíblica no termina con el sílabo clásico. Esto es solo en principio. La Trinidad, la cristología, eclesiología, etc., etc. Pero ¿alguien se ha preocupado de desarrollar una teología de la educación, de la economía, de la política, de las artes, por nombrar solamente algunas áreas? ¿Estamos limitando a Dios solamente al domingo por la mañana? ¿Y el resto de la semana “bautizamos” ideas de los humanistas, agnósticos y ateos para intentar compaginarlas con la Biblia? Esto es el gran desafío para nosotros: dar respuestas teológicas bíblicas y sólidas a todas las preguntas. Habrá que repensar muchas cosas, no cabe duda, pero este es nuestro trabajo.
P.- ¿Cómo se encuentran nuestras iglesias en materia de educación teológica, hoy?
R.- No soy un experto en las cosas que pasan en las demás iglesias. Bastante tengo con la mía. Lo que sí observo es que en el mundo evangélico –no solamente en España– se llevan a cabo diversas actividades para atraer personas. Pero me da la sensación que poco se predica un evangelio que se fundamente en los parámetros bíblicos. La Educación teológica no infla la cabeza, sino fortalece el corazón. Y esto empieza con el sermón del domingo. No es el momento para payasadas en el púlpito, para entretener a la gente, sino el momento más importante para educar a los creyentes de forma sistemática y coherente en la doctrina de los apóstoles.
P.- ¿Cómo implementarla a todos los niveles, en caso que no todos los creyentes tengan acceso a la misma?
R.- En nuestras latitudes, todo el mundo tiene acceso a casi todo. Nadie tiene una excusa. Desde la revolución informática tenemos a nuestra disposición medios de los cuales nuestros padres solamente podían soñar. Tenemos Biblias de estudio, sermones online, todo tipo de material didáctico; todo en español. El que no se está formando teológicamente es porque no lo quiere. Un pastor, y por extensión un profesor de seminario, tiene la sagrada tarea de animar a su gente a formarse continuamente en la doctrina expuesta en las páginas de la Biblia.
P.- ¿Cómo debe, entonces, hacer frente a estas necesidades?
R.- De esto se podría escribir un libro. Pero quiero recoger solo un punto: un pastor, un predicador, un anciano, que está en el ministerio de la exposición, tiene que hacer esto: exponer lo que está escrito. Tiene que hablar con entendimiento, con humildad, pero con claridad. Nunca se debe hacer de la ignorancia una virtud. Tenemos que desafiar continuamente a nuestras congregaciones, estimularlos para pensar, y pensar en términos bíblicos. Y todo esto en un lenguaje que entienden. Si el domingo a la hora de la comida no se habla de mi sermón en las casas de los miembros de mi iglesia, como pastor he fracasado.
P.- ¿Cuáles las consecuencias de una falta de educación teológica, tanto para la iglesia como para la misión?
R.- Se habla por hablar. O bien frases piadosas sin realidad o bien se impone la dictadura de lo políticamente correcto, lo cual está haciendo sus estragos en nuestras iglesias. Por lo menos a mí me lo parece así. El evangelio es poder, es desafío, es fuego que quema, es consolador, edificante, refrescante... Esto se debe notar. La doctrina apostólica es algo emocionante, nunca aburrida. Pero claro, a veces damos precisamente esta sensación: dormitorio y cementerio. En primer lugar la educación teológica tiene que levantar pasiones. Si no, no sirve para nada. Al fin y al cabo es la mejor noticia de todos los tiempos.
P.- ¿Deben las iglesias relacionarse con seminarios o institutos bíblicos? ¿Cuál la mejor forma de hacerlo?
R.- Claro que sí, no somos enemigos. Los seminarios nos debemos a las iglesias. Y las iglesias tienen el derecho y la obligación de comprobar y saber que es lo qué se enseña en los seminarios a donde mandan a sus estudiantes. Y de verdad, yo se lo recomiendo a los ancianos: averigüen lo que se enseña en los seminarios. Los seminarios ofrecen un servicio que muchas veces en una iglesia no se puede ofrecer. Pero los seminarios y las iglesias están en el mismo bando. Cualquier separación entre ambos no trae más que desgracias. Por lo tanto, en SEFOVAN insistimos que todos nuestros estudiantes estén involucrados activamente en una iglesia. No puede ser de otra manera. Ese intelectualismo aséptico que se desvincula de la Iglesia nos ha causado tremendos problemas en dos mil años de historia de ésta. Cualquier pastor es bienvenido a sentarse en nuestras clases, escoger cursos para comprobar personalmente lo que enseñamos o concertar una entrevista con nuestros profesores o con el director.
P.- ¿Cómo asegurar la centralidad de la Biblia en nuestra educación teológica pero sin dejar de lado otras vertientes de conocimiento y la realidad social en la que estamos insertos?
R.- En SEFOVAN todos los profesores tienen que afirmar su plena confianza en la Biblia como libro inspirado por Dios, sin errores e infalible. Esta es nuestra base. De allí parte todo. El intelecto humano no puede ser árbitro de lo que viene de Dios y lo que no viene de él cuando se trata de la Biblia. Sola Scriptura es un principio que nos es sagrado. Rechazamos, por lo tanto, la fórmula Barthiana –que suena muy piadosa– que la Biblia contiene la Palabra de Dios. No.
La Biblia es la Palabra de Dios.
Personalmente soy una persona a la que le interesan muchas otras disciplinas. Leo libros de ciencias naturales, historia, arqueología, economía, política. Leo casi todo lo que cae en mis manos. Y le puedo asegurar una cosa: más que yo sepa y más que lea, más inquebrantable se hace mi fe en la absoluta autoridad de la Biblia. Si por eso algunos me consideran un fundamentalista... pues no me importa. Lo considero un piropo. Nunca he esquivado ningún debate. Más todavía: me encantan. Quiero entender lo que otros piensan, aunque discrepen de mí. Y cada día me afianzo más en la firme convicción que el modelo teocéntrico, tal y como lo ha sido presentado en la Biblia, es el único modelo intelectual que es defendible con una coherencia absoluta. No me cabe ni la menor duda.
P.- ¿Cómo ha sido su experiencia en cuanto a su propia formación?
R.- Yo cursé mis estudios teológicos en una facultad teológica en Basilea, Suiza. Eran cinco años de preparación intensa, no solamente en las materias clásicas, sino también en los idiomas bíblicos, hebreo, griego y arameo. Además nos exigieron conocimiento para poder leer textos latinos en el original. Me gradué en el 1983. Luego tuve el privilegio de trabajar durante dos años para la Sociedad Bíblica de Ginebra en un proyecto de traducción de la Biblia. Y desde entonces no he parado de estudiar, hasta el día de hoy.
P.- Usted es el vice-director de una institución evangélica dedicada a la formación bíblico-teológica, ¿qué retos y qué perspectivas se plantean?
R.- Retos hay muchos. Toda la vida es un reto. Pero el reto principal al inicio del sigo XXI en Europa es predicar el evangelio a un continente que se encuentra en un profundo cambio. Mi planteamiento es sencillo, y así lo expresé en mi último libro: o Europa se renueva bajo el evangelio o Europa se hundirá. Los próximos 30 años darán la respuesta en qué dirección nos moveremos. Predicamos el evangelio como hombres moribundos a un continente moribundo. O de eso brota una nueva Reforma o será el final del cristianismo en Europa. Una lectura obligatoria en esta situación es la obra maestra de Agustín de Hipona:
La ciudad de Dios. Muy recomendable.
P.- ¿Piensa que todas las instituciones académicas evangélicas priorizan también en sus planes de estudio el desarrollar en el alumnado un compromiso con la realidad que lo circunda?
R.- Mire, yo no conozco a todas las instituciones académicas evangélicas, ni siquiera en España. Por lo tanto no puedo responder a esta pregunta. Tampoco es mi prioridad observar a los demás. Pero por la institución que tengo el honor de representar puedo asegurarle que hacemos todos los esfuerzos posibles para que sea así.
Finaliza la entrevista. Gracias, José, por sus opiniones sobre la educación teológica que, desde instituciones como la que usted co-dirige, se imparte para la formación de personas con el propósito de que puedan alcanzar un elevado nivel académico y profesional, así como también un elevado nivel pastoral. Profesionalización sí, pero acompañada del aprendizaje y práctica de ciertas habilidades que pueden ayudar a enfrentar los desafíos que se presentan en el desarrollo del ministerio y en medio de una sociedad en continuo cambio.
Si quieres comentar o