La familia está situada en el centro de las preocupaciones y actividades del Vaticano. Se está preparando un Sínodo de Obispos que tiene previsto congregarse el próximo octubre y luego de nuevo en 2015. En estas importantes reuniones se abordarán los desafíos que la Iglesia Católica está enfrentando con referencia a la difícil labor de mantener sus enseñanzas tradicionales en relación con las realidades de hoy en día, p.e., muchas familias desestructuradas, gran cantidad de divorcios así como copiosas “nuevas formas” de familia, incluso entre católicos practicantes, por no mencionar lo que ocurre en la sociedad secular. Por supuesto, este problema es enorme y multifacético.
Hay que tener en cuenta que la inquietud católica actual se concentra ante todo en la dimensión sacramental del problema. En otras palabras, ¿qué hace la Iglesia con los numerosos católicos que están divorciados y, por consiguiente, excluidos de la Eucaristía? ¿Debería la Iglesia suavizar las prohibiciones? ¿Debería establecer disposiciones para métodos más “pastorales” que pudieran permitir su admisión bajo ciertas circunstancias? Por último, ¿debería cambiar la Iglesia sus rígidas categorías sacramentales y aceptar los aspectos más pasajeros, frágiles y “humanos” del matrimonio?
La Forma de Avanzar según Kasper
En vistas a la preparación del Sínodo se le pidió al Cardenal Walter Kasper que presentara el debate. Su conferencia (el 20 de febrero) ha suscitado la discusión interna y está polarizando las opiniones entre los reformistas y los tradicionalistas. El último libro de Kasper lleva el programático título:
“Mercy: The Essence of the Gospel and the Key to Christian Life” (Misericordia: La Esencia del Evangelio y la Clave para la Vida Cristiana) (Paulist Press, 2014) y fue elogiado públicamente por el Papa Francisco como el mejor libro que personalmente había leído en bastante tiempo. No es casualidad que Francisco haya estado insistiendo en la “misericordia” como la actitud que debe caracterizar a la Iglesia en todas sus relaciones con la gente.
La conferencia de Kasper es una fiesta teológica que mezcla la exégesis bíblica, los escritos patrísticos, el derecho canónico y la enseñanza magisterial a lo largo de la historia. Después de revisar todo esto en el contexto de la crisis actual, Kasper contempla algunas posibles “puertas abiertas” para aquellos que han fracasado en sus matrimonios y cuyas condiciones de vida les impiden una posible reconciliación. Hace referencia a las prácticas de la iglesia primitiva que readmitían a las personas que se habían divorciado en algunos casos determinados y estas mismas costumbres todavía se mantienen en las Iglesias Ortodoxas Orientales.
¿Cómo puede un católico romano bien establecido enseñar un cambio? Kasper es consciente de la novedad de su propuesta y sugiere que la presente situación es análoga a la del Concilio Vaticano Segundo en los temas del ecumenismo y la libertad religiosa. La Iglesia ha estado en contra de ambos temas durante siglos, pero “el Concilio abrió las puertas” decidiendo que debía producirse una “evolución” y, por consiguiente, reconoció la libertad religiosa y abrazó el ecumenismo. ¿Qué impediría que sucediera lo mismo con la admisión de las parejas divorciadas en la Eucaristía?
La Línea de Fondo “Sacramental”
Los no católicos puede que fracasen en comprender la profundidad y la intensidad del problema. No se trata tanto de la indisolubilidad del matrimonio
per se y del discernimiento de que el divorcio forma parte del mundo caído. Tiene que ver con la teología sacramental que se halla en el corazón de la religión católico romana. Según la doctrina católica, el matrimonio es un sacramento, es decir, un “signo eficaz de la gracia, instituido por Cristo y confiado a la Iglesia por el cual nos es dispensada la vida divina”
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1131). La esencia del matrimonio no es un pacto humano ante Dios, sino un canal de la gracia divinamente designado que es administrado por la Iglesia. “
Normalizar” el fracaso significa la minimización del sacramento y, por lo tanto sacudir la institución sacramental que lo dispensa. El hecho de que la discusión sea también acerca de la admisión en la Eucaristía, o sea, otro sacramento, mejor dicho el principal sacramento, amplifica más el tema.
Cualquier conversación sobre el matrimonio, el divorcio, el casarse de nuevo y la Eucaristía es un coloquio acerca de la naturaleza sacramental de la Iglesia. Kasper citó la “evolución” que tuvo lugar durante el Vaticano II concerniente al ecumenismo y a la libertad religiosa. Esto es cierto, pero ninguna de aquellas cuestiones incidía en la estructura sacramental de la Iglesia. Eran avances “sacramentalmente libres”, por así decirlo. Readmitir a personas divorciadas en la Eucaristía tiene seguramente una dimensión “pastoral” hacia las mismas, pero es fundamentalmente un tema dogmático en cuanto que gira en torno de la identidad del sacramento, es decir, un signo eficaz de la gracia divinamente instituido y confiado a la Iglesia.
La Iglesia Romana está construida alrededor del concepto del sacramento. Es una institución sacramental profunda. El Cardenal Kasper (¿junto con el Papa Francisco?) quiere resaltar la necesidad de la “misericordia”, pero ¿tiene en cuenta el peso dogmático de tal acción? Un sacramento más “humano” y “misericordioso” significará una Iglesia más humilde y modesta, que sin duda no será la Iglesia Católica que surgió a raíz del Concilio de Trento, del Vaticano I y del Vaticano II.
Traducción: Rosa Gubianas
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