Al poco tiempo de llegar a México por segunda ocasión, Thomson se entera de que está en circulación una Biblia publicada por un impresor de larga trayectoria en la capital del país. Se trataba de Mariano Galván Rivera, quien abrió su taller gráfico en 1826, el cual estaba situado en la calle de Cadena número 2. Esta vía después tuvo el nombre de Capuchinas y actualmente Venustiano Carranza, se ubica en el Centro Histórico de la ciudad de México.
[1]
En su informe a la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE), Diego Thomson no menciona que hubiese conocido al impresor Mariano Galván en su primera estancia en el país, entre 1827 y 1830. Pero entonces sí tuvo estrecha relación con el padre José María Luis Mora, sacerdote liberal que apoyó decididamente los trabajos de Thomson como colportor bíblico. En los talleres de Galván se imprimió
El Observador de la República Mexicana, cuyo director era José María Luis Mora. La edición del
Observador correspondiente al 31 de octubre de 1827 incluyó un artículo de Mora, en el escrito hizo una abierta y franca defensa de la obra de distribución bíblica que realizaba Thomson.
Aunque la Biblia ofrecida por Thomson carecía de los libros deuterocanónicos, de todas formas Mora se declaró en favor de la misma. Al hacerlo estaba contraviniendo lo normado por el Concilio de Trento, que prohibió expresamente la lectura de la Biblia al pueblo, a menos que fuese una versión que contase con el visto bueno de las autoridades eclesiásticas e incluyera notas doctrinales acordes al catolicismo romano.
Mariano Galván publicó en 1831 la Biblia, “en latín y castellano, con numerosas notas y disertaciones sacadas principalmente de los comentarios de Calmet y Vencé, en 25 volúmenes en 4º, acompañados de un magnífico atlas histórico-geográfico, grabado e impreso en los Estados Unidos, habiendo colaborado en su redacción el doctor don Manuel Carpio, el presbítero don Anastasio María Ochoa y otros renombrados escritores”.
[2] Esta Biblia fue la primera hecha en América Latina.
El 28 de octubre escribe una misiva a la SBBE, la redacta en la ciudad de México. Comenta con brevedad que el presidente Antonio López de Santa Anna había dejado, como acostumbraba, las funciones de gobierno en manos del general Nicolás Bravo, “para poder retirarse a descansar y a un clima más cálido a su residencia familiar cerca de Veracruz”. El mismo día que Bravo asume funciones presidenciales, 26 de octubre de 1842, “se promulga un decreto que delega la enseñanza primaria en manos de la Compañía Lancasteriana. Se establece que la educación deberá ser obligatoria y gratuita para los menores de 7 a 15 años de edad”.
[3] La noticia debió satisfacerle a Thomson, ya que en su viaje de 1827-1830 él había realizado labores a favor del sistema lancasteriano de escuelas, ya que fue su agente.
Diego Thomson subraya a los directivos de la SBBE que continúa empeñándose en lograr “que alguna parte de la Santa Palabra de Dios llegue a manos de los indios en sus lenguas nativas”, ya que “la mayor parte de la gente de este país, son indios de diferentes naciones y lenguas”. Reporta que en la jurisdicción de la Diócesis de México, católica romana, predominan los hablantes de náhuatl y otomí. Sobre traducciones de materiales bíblicos a estas lenguas recuerda a quien va dirigida la misiva, el reverendo A. Brandram, lo siguiente: “como usted sabe, uno de los Evangelios ya existe en [náhuatl] y espero oír hablar del mismo a usted y al doctor Mora”. Se estaba refiriendo a la traducción al náhuatl iniciada con el apoyo de José María Luis Mora quince años atrás, durante la primera estancia de Thomson en México. Informa que sobre una traducción al otomí parece haber encontrado a la persona idónea.
He documentado cómo en 1827-1830 Thomson, pese a todos los obstáculos de la jerarquía católica romana y sus presiones a las autoridades gubernamentales para impedir la obra del colportor, el enviado de la SBBE pudo distribuir miles de materiales bíblicos. Sus principales receptores fueron mujeres y hombres del pueblo.
[4] Sabedor de esto, Diego Thomson hace una observación que reproduzco:
“Los indios son todos cristianos, nominalmente, y me temo que la mayoría de ellos, así como la mayoría de todas las clases aquí, lo sean sólo nominalmente. Estimo que cuando el verdadero Evangelio comience a abrirse camino en este país, esto comenzará con los indios, semejante al progreso del Evangelio en las Indias Occidentales. Primero despertaron los esclavos, y a través de los negros y de la población esclava, los blancos y otra gente libre, fueron llevados, a la larga, a prestar a la religión una mayor atención”.
Lo afirmado por Thomson era resultado de su experiencia en varias islas del Caribe, donde estuvo de enero de 1832 a julio de 1838. Tuvo como centro Barbados, y desde allí se desplazaba hacia distintos destinos. Hizo obra en Puerto Rico, Haití, Cuba, Jamaica y tras muchas islas de la geografía caribeña.
[1] Luis González Obregón,
Las calles de México.
Leyendas y sucedidos, vida y costumbres de otros tiempos, Editorial Porrúa, México, 2009, 14ª edición,p. 111.
[3] David Guerrero Flores y Emma Paula Ruiz Ham,
El país en formación. Cronología, (1821-1854), Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2012, p. 186.
[4] Carlos Martínez García,
James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830, Maná, Museo de la Biblia, México, 2013.
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