El primer viaje de James Thomson a México se transformó en una estancia de tres años, de 1827 a 1830. Estuvo como representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE), y coadyuvante del sistema de escuelas lancasterianas.
De las vicisitudes de la primera estancia de Thomson en México me he ocupado en un libro de mi autoría que comenzó a ser distribuido hace unas semanas, se titula
James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830 (Maná, Museo de la Biblia, México, 2013, 283 pp.). Thomson decidió salir del país tras las presiones de la jerarquía católica romana, la que obtuvo de las autoridades gubernamentales de entonces su anuencia para que estas negaran la entrega de los envíos con materiales bíblicos dirigidos por la SBBE a su representante en México.
En el trienio que James Thomson desarrolla la tarea de distribuidor de la Biblia viajó por varias entidades del país, hizo conexiones clave con personajes de la vida política y cultural de la sociedad mexicana. Al salir dejó tras de sí miles de materiales bíblicos diseminados (biblias, nuevos testamentos y evangelios) en manos de personas que los leyeron y comenzaron a descubrir un cristianismo distinto al que tres siglos de Colonia española impuso en México.
Quince años después de su primer arribó a territorio mexicano Thomson incursiona nuevamente en él, y tiene la oportunidad de conocer algunos datos sobre los resultados de su primera estancia. Un hecho muy doloroso para él, y su esposa, se reaviva en la nueva visita, ya que conmovido visita las tumbas de sus dos pequeñas hijas, cuyo deceso tuvo lugar entre 1827 y 1830.
De acuerdo a la correspondencia que Thomson hacía llegar a la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera tiene como su centro de actividades por un año, de septiembre de 1842 a septiembre de 1843 la capital mexicana. Asentado nuevamente en la antigua México-Tenochtitlan, Thomson recuerda mediante misiva (fechada el 7 de septiembre de 1842) que debió dejar el país en 1830 por los efectos nocivos que tuvo para su trabajo de colportor bíblico el edicto del Cabildo de la Catedral Metropolitana de México que prohibió la adquisición y lectura de la Biblia publicada por la SBBE, en junio de 1828. En su carta, seguramente citando de memoria la fecha del edicto prohibicionista, menciona que el mismo fue dado en 1829, y no fue así, sino un año antes.
Pese a las prohibiciones clericales, a la salida de Thomson los materiales dejados por él siguieron circulando. Así se lo hizo saber un librero, quien, le “confirma que, a consecuencia de este edicto, y de cierta urgencia en llevarlo a cabo, varios de nuestros libros fueron pedidos y entregados en el confesionario. Sin embargo, también me da la agradable información de que, desde el nombramiento del actual, arzobispo no se ha vuelto a apremiar a nadie en el confesionario; por lo tanto, nuestros libros tienen ahora un curso más libre que el que tenía cuando me fui, y en el lapso posterior. Este es un gratificante cambio para mejor. Las Biblias y Testamentos han estado en venta pública abierta y sin interrupciones de ningún tipo”.
Después hace un breve recuento de lo alcanzado en su anterior viaje, tanto en lo respectivo a los materiales distribuidos directamente por él, como la influencia lograda en otros ámbitos: “Los varios miles de ejemplares de [las] Biblias y Testamentos [de la SBBE], que fueron puestos en circulación aquí, mientras funcionaba la agencia [a cargo de Thomson], de 1827 a 1830, han producido, bien podemos decir, tanto un bien directo cuando un bien indirecto. El directo, por supuesto, fue que estos miles de ejemplares de la Palabra de Dios llegaron a muchas manos, en un país que carecía de ella, y bien podemos suponer que no sin buenos efectos, aunque no podamos conocerlos. El indirecto fue la excitación creada alrededor de la Biblia, tanto entre quienes se mostraban amistosos con respecto a nuestros libros, cuanto entre quienes mostraban lo contrario. Los que están contra la circulación de las Escrituras sin notas, estaban ansiosos por conseguir una Biblia que trajera notas; y los que estaban a favor nuestro se unían alegremente a ellos, contentos al comprobar que así, las Escrituras pasan a ser de uso más general. La consecuencia fue que un librero ordenó una edición de la Biblia de Torres Amat, que fue impresa en 17 pequeños volúmenes, y fue vendida aquí a 25 dólares. Se han vendido alrededor de mil ejemplares de esta edición. La obra aún se vende bien y el precio se ha reducido un poco”.
Continuaré con esta serie la próxima semana. Debo concluir por hoy porque salgo para una presentación de mi libro sobre James Thomson. Presentación que se realiza, cabe anotar, el día del natalicio de Benito Juárez, presidente que decretó la Ley de Libertad de Cultos el 4 de diciembre de 1860.
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