“San Desmesurado” *

-¿De verdad te llaman así, san desmesurado?, ¿es que lo exageras todo?

-“No, llevo encima este nombre con un extraño sentimiento, casi con molestia, como si aquí arriba fuera posible esta emoción. Y si es un título de honor, me parece inmerecido”.

-Que conste que yo no te he llamado así, sólo me lo han dicho.

-“No, ya sé, el nombre me viene de vuestro mundo, quiero decir, de una mentalidad como la vuestra que según la cual si uno hace simplemente el propio oficio de cristiano, lo consideran un tipo raro, hasta un poco peligroso, y al que no hay que perder de vista para que no arme líos. Si uno perdona lo consideráis un héroe. Si uno trata de vivir una vida honesta e íntegra le recomendáis ‘¡no seas exagerado!’. Si otro trata de dar consejos hacia la virtud y la fidelidad, decís ‘quién se cree que es…” Si alguien no tiene un corazón que lata en las cercanías de la cartera, lo definís anormal…”

-Y si uno denuncia las injusticias, las mentiras, la inmoralidad, los embustes, la doble moral, decimos que es un exagerado…

-“Así es, y así deberías escribirlo. Si un individuo no es como los otros, no se adapta a los esquemas comunes, rechaza las modas, no se inscribe en el partido de los conformistas ni tampoco de los inconformistas lo etiquetáis de extravagante. Y con desprecio añadís despechados ‘quiere hacerse el original’ e incluso lo juzgáis de: inconsciente, desequilibrado, beato, mientras que el tal es, simplemente, juicioso”.

-Y cuando uno no ha hecho ni más ni menos lo que debía hacer…

-“Lo coronáis como san Exagerado. Ahí abajo vosotros sois los desmesurados: rebajáis los valores, recortáis los deberes, abaratáis la ética, desvalorizáis las virtudes. Y declaráis excesivo lo que es realmente, lo justo”.

-Y ¿existe una explicación para estas incoherencias?.

-“No te contestaré con la sabia Teología, pero como están de moda en este tiempo tantos programas de Cocina, de Máster Chefs, libros de gastronomía y profusión de dietas culinarias, te diré que es cuestión de estómago”.

-¿Qué quieres decir?.

-“Pues que os lo tragáis todo, y muy tristemente, en ciertas Iglesias. Como los avestruces que ingieren cualquier objeto que encuentran, vosotros engullís con extrema naturalidad incluso las piedras. Y ni siquiera notáis una leve indisposición, un ligero dolor de estómago”.

-¿Qué piedras son esas que dices tragamos?.

-“Empezando, os tragáis la muerte de la verdad. Sabíamos que existían ciertas verdades absolutas, es decir, válidas para todas las personas, en todo lugar y en todos los tiempos: El asesinato y el adulterio eran malos para todas las personas. Robar y mentir también era malo para todas las personas. La bondad, la compasión y la humildad son buenas para todas las personas. Pero hoy ya no es así, piedras que se reflejan en declaraciones harto escuchadas, así lo muestran: “nadie tiene derecho a decirme lo que es bueno o malo”; “no puedo decirte lo que es bueno o malo; tú debes decidirlo por ti mismo”; “es malo que alguien imponga su moral sobre otra persona”; “tengo el derecho a hacer lo que desee mientras no dañe a nadie más”; “tienes que hacer lo que creas que es bueno”. “Esos eran los valores morales que tus padres o la Iglesia te enseñaron, pero los tiempos han cambiado y nos enseñan cosas diferentes”; así que os habéis tragado la muerte de la verdad, y con ella, también la moral”.

-Como me está ocurriendo en estas entrevistas, aportáis desmesuradamente muchas ideas para compartir con los oyentes, por lo que para terminar, te agradecería unas últimas recomendaciones.
-“Pues instaría a todos los hombres a liberar de la jaula del egoísmo, donde tienen preso al amor, y los invitaría en obediencia a Aquél que dijo: “… pero Yo os digo…” a caminar en el coraje, el riesgo, a reforzar exageradamente la Valentía, el Honor, la Integridad, la Reverencia, el Respeto, el Civismo, la Humildad, la Compasión. A trabajar por el restablecimiento de las convicciones, a denunciar la “cultura de la incredulidad”, tan defendida hoy por los hostiles hacia las expresiones públicas de la fe. Y para terminar, a trabajar contra la desintegración de los derechos humanos”.

-Pues sí, ciertamente eres un santo desmesurado…

-“Pero alguien que exageradamente desea detener la marea de relatividad de la fe, sabiendo que se puede vencer el mal con el bien”.

*De la serie de unas imaginadas entrevistas a los santos de “Allá arriba” que irán apareciendo.