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Protestante Digital

 
Siglo y medio de cristianismo evangélico en Monterrey, Nuevo León (IV)
 

Viajes misioneros de Santiago Hickey

Hickey se trasladaba a los lugares cercanos y lejanos en distintos formas. En ocasiones caminaba para ir visitando a los primeros simpatizantes o creyentes.

KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 08 DE FEBRERO DE 2014 23:00 h

Santiago Hickey.


Santiago Hickey distribuyó la Biblia en Monterrey, así como en otras partes de Nuevo León. Además hizo tal difusión en distintas entidades del país, y sentó las bases para las que serían florecientes iglesias evangélicas. Quien lo invitó a realizar trabajos protestantes en Monterrey, Tomás Martín Westrup, prosiguió y ahondó la fecunda obra de Hickey.

En agosto de 1863 Santiago Hickey inicia un viaje a Saltillo y Parras, en Coahuila. En Saltillo, informa a la Sociedad Bíblica Americana, logró vender diecinueve biblias y quince nuevos testamentos. En Parras llegó “a un rancho que la pobreza muy bien podía llamar suyo”.1 Recorrió la población y los materiales bíblicos que distribuía fueron adquiridos por personas de muy distintas condiciones económicas. Enterado por un informante de que en el lugar reside un maestro de escuela, Hickey va a buscarlo. Deja escrita una observación interesante acerca de los ingresos económicos de los docentes: “Había allí un maestro; no necesito decir que pobre, porque cualquiera que ha estado en México sabe cuán precariamente se les paga a los maestros de escuela”.

El siguiente párrafo muestra la forma en que Hickey establecía contacto con personas que consideraba claves para replicar su trabajo difusor de la Biblia y/o el Nuevo Testamento:

“Llegando a su jacal (cabaña) y preguntando por el caballero letrado [el maestro antes mencionado], supe que estaba trabajando en la milpa. Sabiendo de la influencia que los maestros tienen aquí siempre procuro ganarlos a mi lado; así que felicité a la esposa del maestro por la importancia y dignidad del oficio de su esposo, sus vastos beneficios que reporta a la sociedad, etc., y concluí pidiendo respetuosamente que aceptara una Biblia como un humilde tributo de respeto, etc. Cuando regresé, volví al rancho, y como llegué ya muy noche, tuve oportunidad de levantarme muy temprano, y por supuesto, me di el honor de esperar al profesor, quien con muchos otros estaban gozando aún de la vida, al estilo mexicano. Pronto se levantó y me dio las gracias más sinceras por la Biblia, me insistió en que aceptara unos duraznos, y finalmente me envió un gallo, el cual yo obsequié a un amigo en Saltillo. Antes de dejar al maestro. Le hablé acerca de la lectura de las Escrituras a los que no podían leer, y etc., y me prometió hacerlo. Por las Divina Providencia, espero verlo en las próximas semanas, ya que tengo que ir de nuevo a Parras pronto.2

Además de su constantes labores misioneras en Monterrey, Santiago Hickey con la colaboración de, entre otros Tomás Martín Westrup, distribuye la Biblia y, cuando tiene la oportunidad se la lee y explica a diversas personas, en la cárcel de Allende, en casas de Cadereyta, en Montemorelos, San Pedro y otras poblaciones de la entidad.

Por carta fechada el 8 de mayo de 1865, que firman Santiago Hickey, Tomás Westrup y José María Uranga, dirigida al gobernador de Nuevo León, es posible conocer tanto algunos contenidos de las creencias del grupo como el domicilio que tenían como centro de sus actividades:

[…] nuestras reuniones tienen por objeto celebrar los actos de nuestro culto cristiano. Íntimamente persuadidos, mediante la luz que el Santo Espíritu de Dios, por los méritos de su Hijo, nos ha comunicado, de la verdad de las Sagradas Escrituras, y de lo necesario que son que cada uno estudiándolas comprenda y llene sus deberes, fundamos en ellas únicamente nuestras creencias y nuestras esperanzas.

La Iglesia Cristiana de Monterrey profesa una esperanza sin límites en el sacrificio divino del Hijo de Dios, una creencia firme en la inutilidad de cuantas obras no nazcan de un corazón regenerado, y un deseo constante de que la “luz reluzca delante de los hombres, para que viendo sus buenas obras, glorifiquen a su Padre que está en los cielos” [Mateo 5:16].

El local que nos sirve para que juntos dirijamos a Dios nuestras preces se halla en la calle Iturbide, número 5, en la esquina y creemos que “en todo lugar” se puede y se debe leer y encarecer la Palabra de Salvación, y levantar a Dios nuestras manos puras y exentas de ira”.

Hickey se trasladaba a los lugares cercanos y lejanos en distintos formas. En ocasiones caminaba para ir visitando a los primeros simpatizantes o creyentes. Usó burros y carretas, pero sobre todo un caballo que le regaló William Jolly, al que llamó Toby, lo “apreciaba y cuidaba mucho”.3 Sobre Toby, Hickey “fue a la Laguna, una madriguera de ladrones, les vendió todos los libros y más les hubiera vendido si los hubiera llevado, se le recibió y cuidó, y hasta le pusieron guardia mientras dormía para protegerlo con su caballo”.4

Hickey, teniendo que sortear múltiples obstáculos y dificultades, hizo labores misioneras en Coahuila, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas. He mencionado algunos datos de lo realizado por él en Coahuila. Sobre Tamaulipas, particularmente Matamoros, se sabe que fue ahí donde inició las tareas de colportor. El 31 de octubre de 1865 escribió que desde Saltillo hizo el viaje redondo a San Luis Potosí, tardando “de ida diez días y medio, y trece días de regreso”.5 Vendió 100 biblias, 172 nuevos testamentos y 8 porciones bíblicas. En Zacatecas estuvo a principios de 1866.

En misiva da a conocer pormenores del viaje a Zacatecas. Inicia informando que para trasladarse de Monterrey a Zacatecas debió recorrer 410 millas, y que el periplo de ida y regreso lo hizo en 34 días. Ya en Zacatecas, calcula que recorrió dentro de la entidad 800 millas. El resultado fue la venta de 56 biblias, 218 nuevos testamentos y 34 porciones bíblicas. Acota que “dondequiera la gente recibió la Palabra gozosamente y tuve que hablar varias veces.”

Hickey aporta datos de su visita a Zacatecas que podrían dar pie a ciertas afirmaciones sobre el estado de la disidencia religiosa del catolicismo antes y después de que el misionero irlandés estuvo en la entidad. Cuenta que cuando llega a Zacatecas pregunta “por un caballero muy distinguido de que quien había escuchado menciones honoríficas”. Lo conoce y tiene con él “una conversación interesantísima”. Agrega que “este caballero, aparte de otros varios, expresó el más ferviente deseo de tener un ministro del Evangelio. Entre otras cosa dijo ‘no tenemos religión de ninguna clase aquí”. Y aludiendo a la pompa de las fiestas en Zacatecas le llamó idolatría”.6

La casa donde se hospedó Santiago Hickey fue la de Julio Mallet Prevost y su esposa.7 Él era ciudadano estadunidense, casado en 1850 con Mariana Cosío, hija del liberal Severo Cosío. La boda debió celebrarse en Brownsville, Texas, bajo la liturgia presbiteriana. Severo Cosío, “en los años que se discutió la libertad de cultos, como todo liberal puro, sostenedor de las libertades individuales, publicó artículos periodísticos que causaron gran impacto a favor de la tolerancia religiosa”. Más tarde, “al concluir la Guerra de los Tres Años, el señor Cosío fue gobernador de su estado, puesto que desempeñó por algún tiempo, hasta que Francia ocupó militarmente la República y estableció el Imperio. Villa de Cos, Fresnillo y Zacatecas fueron especialmente favorecidas en su trayectoria política, y cuando aceptó la verdad evangélica se convirtió en uno de sus más efectivos propagadores”.8

¿Sería Severo Cosío el distinguido caballero, como lo llamó Santiago Hickey, con quien tuvo conversación? ¿O podría haber sido Juan Amador, acendrado liberal, y el que al promulgarse la Constitución de 1857 hizo una encendida defensa de ella por haber dejada abierta la posibilidad legal de la libertad de cultos?9

Mallet Prevost y Severo Cosío, junto con algunos familiares, tenían estudios bíblicos desde antes de la visita de Santiago Hickey. Juan Amador, y su hijo Elías, se involucraron cuando menos desde 1868 en la construcción del protestantismo endógeno zacatecano.

Tal vez fue en el tiempo que estuvo en Zacatecas que Santiago Hickey repartió el folleto Diego y el cura. El escrito había sido traducido por Tomás Martín Westrup del inglés (titulado originalmente Dennis and the Priest).10 No he podido localizar un ejemplar del escrito, pero algo se sabe de su contenido por un crítico del mismo.

En un número del mes de julio de 1866 de La Religión y la Sociedad, que se editaba en Guadalajara, Jalisco, su director y casi único articulista, el presbítero Agustín de la Rosa, se refiere en duros términos al folleto repartido por Hickey.11 Abre su refutación al decir que “empiezan los protestantes a trabajar en inspirar al pueblo mexicano aversión al catolicismo: no tiene otro objeto el folleto de que vamos a hablar cuyo autor es el extranjero Santiago Hickey”.

El crítico asegura que “Hickey, Butler [se trata del agente de la Sociedad Bíblica Británica y extranjera], los pretendidos amigos cristianos, en consonancia con todos los protestantes, no se ocupan sino de inspirar odio a la Iglesia, de excitar a la rebelión contra la autoridad, de inculcar que cada uno se forme su religión por sí mismo”.12 Además sostiene: “El escrito de Hickey es de los más vulgares, de los menos dignos de uno de los ilustrados que tiene que venir a civilizarnos”.

Agustín de la Rosa concluye su descuerdo citando lo publicado por Regeneración, “periódico oficial de Colima”: “No obstante estar declarado en el estatuto orgánico del Imperio [de Maximiliano], que la religión del Estado es la Católica Apostólica Romana, y constar de una manera clara y precisa en la ley de imprenta las penas en que incurren los que escriban contra ella, ha sido repetido por varios periódicos un diálogo infame y absurdo, escrito en Monterrey por un D. Santiago Hickey, el que visto por todos lados no es otra cosa que un zurcido de sandeces y diatribas en contra de la Religión de nuestros padres”.13 Como se ve, la influencia misionera de Hickey llegó bastante más allá de las fronteras del estado de Nuevo León.

Tomás Westrup da continuidad a la obra de Hickey levantada en Monterrey y otros lugares. Visita al grupo que coordinaban Julio Mallet Prevost y Severo Cosío en Villa de Cos, Zacatecas, y al cual se habían adherido Juan y Elías Amador. Lo hace en junio de 1868. Se hospeda en casa de un ex sacerdote católico (¿acaso ya sumado a las filas evangélicas?) apellidado Valenzuela.14 En Villa de Cos, Westrup bautiza, por aspersión, a más de treinta personas, todos varones, entre ellos Juan Amador y su hijo Elías.15

Fruto de los trabajos de Santiago Hickey y Tomás Westrup se originarían, en Monterrey y otras zonas del país, no nada más iglesias bautistas sino también otras que después serían presbiterianas. Sobre la génesis de la comunidad evangélica de Villa de Cos, Zacatecas, da fe un comunicado firmado el 12 de febrero de 1869 por casi 50 protestantes, entre ellos Prevost, Cosío, Juan Amador y su hijo Elías, dan a conocer que
“Hace ocho meses el ministro apostólico Don Tomás Westrup estableció en esta villa una congregación religiosa de cristianos evangélicos, que ha podido no sólo conservarse, sino aumentar su número a pesar de la encarnizada oposición del clero y el frenético despecho de los romanistas, que han puesto en juego cuantos medios reprobados les sugiere su malicia para lograr extinguirla. Sin embargo, sus individuos no desmayan hasta ahora, no se desalientan ni flaquean, aun cuando por todas partes se les susciten odios y enemistades, se les calumnie groseramente, se prohíba en los púlpitos que se les hable, y se les haya hecho el blanco de estúpidas murmuraciones ante un pueblo como el nuestro, seducido y arrastrado por las erróneas doctrinas de una iglesia, o mejor dicho de un cuerpo sacerdotal, que de muchos siglos a esta parte tiene adulterada y corrompida la pureza de la Palabra divina.16

En el mismo lugar informan que están iniciando acciones para recaudar los fondos necesarios que les permita construir un templo. Dan conocer que son zacatecanos, o residentes en la entidad, quienes han comenzado a dar sus aportaciones económicas porque “desean el progreso de nuestro país y sobre todo la propagación del verdadero cristianismo”. El templo en Villa de Cos abre sus puertas el 12 de junio de 1870, bajo el nombre de Iglesia Evangélica de México.17

En la primera época de La Antorcha Evangélica18 los editores fueron Juan Amador y Severo Cosío,19 La Antorcha Evangélica fue publicada por primera vez el 26 de agosto de 1869, con el objetivo de “ilustrar al pueblo acerca de los orígenes y conquistas de la Reforma religiosa del siglo XVI, informarlo de los beneficios que ha traído a los pueblos que abrazaron la fe reformada, así como de instruir al pueblo en las doctrinas evangélicas”.20

Mucho más puede escribirse sobre las repercusiones de los esfuerzos misioneros de Santiago Hickey, la gran influencia formativa que tuvo en Tomás Westrup y la continuidad que éste dio a la obra iniciada por aquél. Por el momento concluyo con la información sobre el deceso de Santiago Hickey, que ocurrió el 10 de diciembre de 1866, a la edad de sesenta y seis años. Sobre su muerte existe el reporte de dos lugares distintos donde ella aconteció: Matamoros, Tamaulipas, o Brownsville, Texas, poblaciones solamente divididas por el río Bravo.21 Ambas versiones coinciden en que fue sepultado en Brownsville, donde lo enterraron, como era su deseo, mirando hacia México.

Para Rubí Barocio Castells y David Livingstone Montemayor

*****

1 Cosme G. Montemayor, Hickey, el fundador, s/e, México, 1962, p. 5.

2 Ibíd., p. 6.


3 Carta de Walter Scott, incluida en Tomás Martín Westrup, Principios: relato de la introducción del Evangelio en México. Escritos del protagonista principal en dicha obra (editados por su hijo Enrique Tomás Westrup), s/e, Monterrey, Nuevo León, México, 1948, p. 15.


4 Ibíd.

5 Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 11.


6 Ibíd., p. 13.


7 Pormenores sobre el personaje y su papel en la difusión del protestantismo en Zacatecas los consigna Joel Martínez López, Orígenes del presbiterianismo en México, s/e, Matamoros, Tamaulipas, 1991, pp. 60-64.


8 Ibíd., p. 61.


9 Sobre los Amador y la Iglesia evangélica de Villa de Cos es muy útil y documentada la serie de Leopoldo Cervantes-Ortiz, publicada semanalmente en Protestante Digital del 3 de junio al 21 de julio del 2012.


10 Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 47.


11 “El folleto de Santiago Hickey, intitulado Diego y el cura”, La Religión y la Sociedad, 28/VII71868, pp. 587-590.

12 Ibíd., p. 590.


13 Ibíd.


14 Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 55.


15Ibíd., pp. 58.

16 El Siglo Diez y Nueve, 7/III/1869, p. 3.


17 Joel Martínez López, op. cit., p. 64.


18 Elías Amador, “Apuntes referentes a la vida del Dr. Julio M. Prevost”, El Faro, 15/VI/1896, p. 93.


19 Leopoldo Cervantes-Ortiz, “La Antorcha Evangélica de J. Amador ilumina México”, en Protestante Digital, 23/VI/2012:

http://www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/4795/Emla-antorcha-evangelicaem-de-j-amador-ilumina


20 Apolonio C. Vázquez, Los que sembraron con lágrimas. Apuntes históricos del presbiterianismo en México, Publicaciones El Faro, México, 1985, p. 324.


21 Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 6; Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 26.

 

 


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