Nos hemos acostumbrado a intercambiar los términos oro, plata y dinero al hablar de economía. Tener mucho, poco o nada, sea en metálico o moneda, define si uno es rico, clase media o pobre.
Por extensión, también asociamos esos vocablos para resaltar el valor importancia de algo. Luis José Velázquez Velasco (2), por ejemplo, acuñó el término ‘Siglo de Oro’ para definir los orígenes de la poesía castellana del siglo XVI; aunque luego sería usado para abarcar la época clásica de la cultura española, que incluye el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII (3).
Fue entonces que nuestra lengua comenzó a enriquecer y consolidarse, y las obras literarias a producirse sin solución de continuidad. Resulta interesante que, nomás descubierto el Nuevo Mundo e iniciar España su desarrollo comercial y cultural, en su poema, Quevedo asocie el oro con el dinero. Oro y plata eran extraídos por nativos, expropiados por los conquistadores, transportados a España y allí convertidos en joyas y dinero. La difundida leyenda de ‘El Dorado’ después contagió Europa con la fiebre del oro (4).
Por la Palabra de Dios revelada al hombre afirmamos que el oro fue creado por Dios no por el hombre, y el dinero por el hombre no por Dios (5). Los cristianos sabemos que tanto lo visible como invisible de la creación le pertenecen al Creador. La Biblia enseña que el sistema mundano es esclavo del pecado y que su mentor es Satanás, el padre de la mentira (6). Condenados ambos a ser destruidos,
hasta la segunda venida de Cristo viviremos rodeados de versiones falsas de la verdad; al no poder igualar la obra de Dios, el diablo insta al hombre a crear atajos para acceder rápidamente a la prosperidad terrenal y temporal.
En formas rudimentarias primero, pero siempre perfeccionado por el hombre, el dinero poco a poco lo fue comprando todo; incluso a las personas. Manejado por la codicia y ambición, el hombre dejó los caminos y pensamientos de Dios y cayó de continuo en el engaño de sus propias cavilaciones y decisiones (7).
¿Cómo beneficiarnos hoy con lo ocurrido en la Antigüedad?
En el contexto descrito, es oportuno recordar el temprano relato bíblico donde se define el perfil de los dos escogidos por Jehová para originar la familia humana que vive solo por fe, hasta hoy.
Para aprovechar lo que el Espíritu nos revela, debemos primeramente aceptar y luego cumplir ciertas condiciones. Las redacto en primera persona porque son condiciones personales; yo soy el que debe hacerse cargo de ellas, antes que exigir verlas en los demás. Les invito a hacer lo mismo:
1. No debo leer la Palabra pretendiendo que ella me dé siempre la razón a mí (8).
2. Por más que me agrade debo abandonar toda idea que yo vea no pertenece al Propósito divino.
3. La correcta interpretación de un versículo aislado es la del contexto bíblico, no necesariamente la mía.
4. Toda la Escritura es inspirada por Dios. Por esa cualidad ella es la que me enseña, rebate, corrige e instruye en justicia; no soy yo, o cualquier otra persona, quien lo hace (9).
5. La Palabra es verdad en mí cuando permito al Espíritu Santo ayudarme a ponerla en práctica; entonces soy verdaderamente libre de todo prejuicio o vanidad (10).
La persona que esté preparada para creer que nada es imposible para Dios, también debe creer que Él obra tanto en uno como en otros como Él quiere; para gloria de Su nombre y para bendición de Sus escogidos; aún usando a nuestros enemigos naturales, aunque los resultados no sean visibles en el corto plazo.
Abraham, Sara, el dinero y los cristianos
Ampliaré en estos escritos lo ya publicado en la serie ‘Prosperidad y Evangelio’ (II y III) respecto de la promesa de Jehová al matrimonio patriarcal y la manera en que la cumple hasta el día de hoy (11).
Leyendo algunos comentarios rabínicos de la Torá fui ayudado a profundizar la íntima relación existente entre las figuras del AT y la exactitud con que se cumplen en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo en tanto roca fundacional, constructor, cabeza y esposo de la iglesia.
Compartiré en dos notas sucesivas lo que pueda ayudarnos a mejorar nuestra difícil relación con el dinero. A diferencia de los intérpretes del denominado ‘evangelio de la prosperidad’, utilizaré los pasajes que muestran a Abram y Sarai en Egipto, primero; y a Sara y Abraham en Gerar, después. Lo haré para descubrir juntos, en el NT, de qué manera influyen en el desarrollo de nuestra fe en Jesucristo y en nuestro testimonio de ella al mundo.
I. Abram y Sarai en Egipto
La primera mención de ‘plata’ (en hebreo ‘kesef’) en la Biblia está en el libro de Génesis (12). Allí leemos:
“Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro.”
Porque este es un texto clave usado por los que predican y enseñan que el evangelio garantiza la prosperidad material, debemos comenzar preguntándonos:
¿Cómo fue que el patriarca obtuvo esa riqueza?
La respuesta la tenemos en el capítulo anterior cuando, obedeciendo a la orden de Dios:
“Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.”(13)
Notemos que aquí se habla de ‘todos sus bienes”, sin entrar en detalles. Dicho de otra manera: no se mencionan oro, plata o dinero. Un poco más adelante en el relato leemos que:
“Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra.” (14)
Debido al artificio usado por el matrimonio, la hermosa Sarai termina en la casa del Faraón; en retribución, éste trató bien a Abram, a sus siervos y a su ganado. Nuevamente, notemos que tampoco aquí se hace mención alguna de oro, plata o dinero:
“E hizo bien a Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos.” (15)
Jehová envía plagas al Faraón porque había tomado a la esposa de Abram (16). Advertido de la causa de su dramática situación, el Faraón expulsa a Abram y Sarai con todo lo que tenían (17). Pero, si pasamos al inicio del capítulo siguiente, descubrimos que ahora – al regresar de Egipto - sí se mencionan oro y plata entre los bienes de Abram (18).
Esos metales preciosos provienen de los yacimientos en forma nativa, como los que había en Egipto; el Faraón era su dueño. El relato cobra sentido, entonces, porque ni Canaán ni Israel cuentan con yacimientos similares (19).
Dos capítulos más adelante, Jehová asegura a Abram que sus descendientes (simiente) serían tratados como extranjeros en tierra ajena – de la misma manera que le ocurrió a él y su esposa en Egipto – y que serían afligidos durante 400 años pagando tributo a la nación a la que servirían (en oro y plata, como era la costumbre). También le anticipa que Él juzgaría a esa nación con plagas (de la misma manera que hizo con el Faraón que había tomado de Abram lo que le pertenecía: su esposa Sarai) (20); y finalmente, todos saldrían de la esclavitud con enormes bienes (todo el oro y toda la plata que los egipcios le darían para que se fueran). Y 430 años después, ocurrió todo exactamente como Jehová le había anticipado a Abram:
"E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos. Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios.” (21)
¿Cuáles enseñanzas nos deja esta Palabra?
Son muchas e importantes como para desarrollarlas aquí. Lo que sigue es una breve lista que los estimados lectores podrán ampliar por sí mismos en la medida de su interés; se enriquecerán y podrán enriquecer a otros.
I. En Su eterna soberanía Dios es quien elige al hombre; no el hombre a Dios.
Él llamó aparte a Abram; y le prometió dar lo que aún no tenía, si le obedecía: una descendencia. Si hemos sido llamados por Dios seamos pacientes y valientes pues Él cumplirá en nosotros su Propósito: darnos una descendencia espiritual (22). Nosotros somos la descendencia prometida a Abram. Hacer discípulos del Señor Jesucristo es una tarea tan maravillosa como la de tener hijos y enseñarles a vivir en obediencia.
II. Las condiciones las pone Dios, porque solo Él puede cumplir lo que promete; no el hombre.
Dios hizo un pacto irrevocable con Abram; ningún humano puede hacer lo propio con Dios. Abram no fue la excepción. No nos comprometamos sobre la base de impulsos (propios o ajenos) a cumplir con promesas vanas que nos hagan; pues mientras estemos en este mundo seremos falibles e infieles. Cada uno de nosotros aprendemos mejor por vía del error, el sufrimiento, el arrepentimiento, la confesión y la sumisión a Dios (23).
III. Dios respeta Su pacto y lo hace respetar por otros cuando nosotros fallamos.
Cada vez que Abram puso en peligro el cumplimiento de la promesa, Dios le socorrió justo a tiempo. Egipto es una figura del mundo visto como sistema de pecado, cuyos fundamentos son el afán por las riquezas y el bienestar. El mundo a veces nos infunde temor, y otras veces nos induce a negociar mostrándonos ventajas materiales que pueden enriquecernos en el corto plazo. El temor al mundo indujo a Abram a urdir un plan que, al final, le dio buen resultado: salió con mucho oro y plata. Pero, como para Dios el fin no justifica los medios: Él protegió a la indefensa Sarai en casa del Faraón, e impidió que el poderoso gobernante la hiciese su mujer y dejase a Abram sin el hijo prometido y sin herencia. Pecar deliberadamente nunca atrae bendición alguna (24).
IV. Nuestros fracasos son usados por Dios para avanzar hacia la Redención final
Abram podría haberse sentido halagado con el resultado de su aventura en Egipto. Después de todo habían ido allí para no morir de hambre él, su esposa y sus servidores. Ahora, a pesar de ser expulsados del país donde saciaron sus estómagos, regresaban a su tierra (la prometida por Dios) enriquecidos. Pero, aprendió que ‘no es oro todo lo que reluce’.
Preguntémonos:
¿Qué riqueza traían del esplendoroso mundo Abram y Sarai que fuese de más valor?
El oro y la plata del Faraón deben haber sido una real fortuna. Pero ¿era superior a una relación íntima y práctica con Dios, ahora enriquecida? ¿Superaría todo lo que esa fortuna permitía comprar, a la promesa hecha por Dios?
Abram tuvo de parte de Jehová un anticipo de cómo sería la historia de los siguientes cuatro siglos. No era nada halagüeña. Su descendencia repetiría la experiencia que él acababa de tener en Egipto. Esto, sin duda, lo humilló ante Dios; descubriendo lo eterno e inmutable de Dios pudo poner en mejor perspectiva lo pasajero y terrenal. Y, como ocurriría con el propio Jesucristo quien
“aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (26) Abram padeció anticipadamente al darse cuenta de su impaciencia y así aprendió a obedecer al Señor.
Los ‘cristianos’ que enseñan a evaluar la calidad o éxito de una experiencia usando la relación ‘causa-efecto’ seguramente aconsejarán a sus seguidores que imiten a Abram.El Evangelio de Jesucristo nos hace mirar a Abraham, el hombre transformado por Dios en la figura de un padre amoroso dispuesto a darlo todo con tal de conservar su verdadera herencia (25). Tal como es Dios con nosotros.
Porque Jesucristo fue obediente en todo a Su Padre, Dios pudo cumplir Su propósito de redimir a la Creación por medio de Su hijo Jesucristo. Ya lo viene haciendo desde antes de fundar el mundo. Y lo terminará de hacer dentro de no mucho tiempo, como lo prometió.
Ojalá este año nos ayude a saber administrar los dones que recibimos de nuestro Padre celestial. Será hasta la próxima D.M. con la segunda parte: ‘Abraham y Sara en Gerar’. La paz del Señor sea con todos.
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Notas
1. Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) en un dibujo de época. Encabezamos esta nota con la frase que se repite al final de cada una de las seis estrofas del famoso poema. Puede leerse completo clicando aquí:
http://www.poesi.as/fq03015.htm
El ‘doblón’ o ‘excelente’ fue una moneda de oro española equivalente a dos escudos; pesaba 6,77 gramos. Esta moneda, introducida en España por los Reyes Católicos en 1497, equivalía originariamente a dos excelentes. Después hubo ‘doblón de a cuatro’ equivalente a cuatro escudos (13,5 gramos) y también ‘doblón de a ocho’ equivalente a ocho escudos (27 gramos). Para más información:
http://es.wikipedia.org/wiki/Doblon El lector puede calcular el valor real actual de cada moneda en base al precio de 31,54 euros por cada gramo de oro (según
http://www.labolsa.com/finanzas/precio++gramo+de+oro+hoy del 10/01/14).
El ‘sencillo’ o ‘doblón calesero’ era la manera coloquial de referirse al doblón simple, con el que se pagaba un viaje al conductor de calesas. El valor numismático actual de una de aquellas monedas es inimaginable: se han pagado millones de euros por solo una de ellas.
Encontré una buena explicación parafraseada del poema en este link:
http://mariannavarro.net/blog/refranes/don-dinero.html
2. Luis José Zaccharia Velázquez de Angulo y Cruzado, conocido como marqués de Valdeflores (1722-1772), fue un malagueño reconocido como historiador académico y teólogo jesuita; en 1754 se refirió con ese término al nivel cultural español de la época
3. Abarca desde la publicación de la Gramática castellana de Nebrija (Antonio Martínez de Cala y Jarava), en 1492, año en que Cristóbal Colón une el puerto de Palos de la Frontera con el Nuevo Mundo, hasta la muerte de Pedro Calderón de la Barca (1681)
4. Un interesante artículo sobre ‘El Dorado’ puede leerse en:
http://www.espaciosdefe.com/resumen-de-la-leyenda-del-dorado/
5. Colosenses 1:16; Hageo 2:8
6. Marcos 4:19; Lucas 8:14; Juan 8:44c; comparar con Romanos 6:17; Efesios 6:12 y Colosenses 1:13
7. Isaías 55:7-9; Mateo 15:19; Efesios 2:3
8. 2ª Pedro 3:14-18
9. 2ª Timoteo 3:16 - “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” Según la RAE. ‘redargüir’ es “convertir el argumento contra quien lo hace” (para el autor un sinónimo de ello es ‘rebatir’)
10. Juan 8:32
11. Ver en el blog ‘agentes de cambio’: ‘La prosperidad de Abraham’ (28 de octubre de 2013) y ‘La prosperidad de Sara’ (02 de noviembre de 2013); Magacín, P+D
12. Génesis 13:2
13. Ibíd. 12:5
14. Ibíd. 12:10
15. Ibíd. 12:16
16. Ibíd. 12:17 –“Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram.”
17. Ibíd. 12:20 – “Entonces Faraón dio orden a su gente acerca de Abram; y le acompañaron, y a su mujer, con todo lo que tenía.”
18. Ibíd.13:2 – “Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro.”
19. “En Egipto, a fines del paleolítico, seis milenios antes de nuestra era comenzó la edad del oro, no había empezado aun la primera dinastía faraónica, cuando los ribereños del Nilo, adornaban con mango de oro batido sus cuchillos de sílex. El oro de Egipto en esa época provenía de Nubia, al sur del Sudan, donde los placeres auríferos cubrían extensas áreas cuadradas que fueron trabajadas hasta una profundidad de dos metros. Los primitivos instrumentos utilizados en esos comienzos de la minería del subsuelo, fueron martillos de piedra y la roca aflojada por calentamiento directo por el fuego; una vez caliente se arrojaba agua fría provocando así el resquebrajamiento. Se han encontrado objetos de oro en tumbas egipcias de la edad de piedra. Los primeros trabajos mineros para la extracción de oro en Nubia que se tienen noticias, provienen de uno de los monumentos de la Cuarta Dinastía, referente a un minero lavando oro. En Egipto se han hallado los documentos más antiguos sobre el oro, ya que el signo que lo representa aparece en diversas inscripciones de la época de las primeras dinastías Mefíticas y no solo esto, sino que Egipto según parece ser fue la mayor potencia aurífera de los tiempos antiguos. Se desarrolló la metalurgia del oro y la técnica minera hasta alcanzar un nivel elevado durante la dinastía de los Ptolomeo tras la conquista de Alejandro Magno.” (Tomado de ‘El oro y el BCV’; Geología del oro en el mundo)
20. Génesis 15:13,14 - “Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.”
21. Éxodo 12:34-35
22. Juan 8:39; comparar con Gálatas 3:7 y Hebreos 11:8-19
23. 1ª Corintios 1:9; 1ª Tesalonicenses 5:24; 2ª Tesalonicenses 3:3; Hebreos 10:23; 1ª Juan 1:9; Filipenses 1:6
24. Romanos 6:1,2 – “Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
25. Salmos 127:3
26. Hebreos 5:8
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