Caminamos sin parar, parándonos en los caminos antiguos; pero eso es caminar, caminar en la fe. La fe encuentra camino, lo que le viene, adviento, no importa qué, es por donde camina; no hay trazos, solo fidelidad al que ordena, al que llama para salir y espera al llegar; el que acompaña. Con él siempre trabajando; con él siempre en su reposo. Hasta la muerte, donde para siempre estamos en su reposo.
Y la fe se encuentra en este día.
Cada creyente, en cada lugar, recibe lo que llega en obediencia a la fe. Otros, nuestros padres y madres del pasado ya pasaron, y nosotros ahora seguimos pasando, caminando, hasta la muerte. Era común ruego de Calvino, así lo muestra en tantas oraciones finales a sus sermones, que el Señor nos diera fuerzas para seguir con fidelidad, hasta el final cuando lleguemos a su casa, casa en la que ya estamos, pero que poseemos en esperanza hasta que nos desvestimos del pellejo de corrupción.
He mencionado a Calvino; podría poner otros de los nuestros: Casiodoro de Reina, Antonio del Corro, Constantino, Juan Pérez, tantos, tantas. Cómo no acordarse de quien lleva en su casa ese lema “firmes hasta la muerte”, nuestra reina Juana de Navarra. Precisamente esta es una lección para todos, para todos los tiempos. Cuando presenta la figura (que a veces no comprende, aunque le den formas) de la Historia,
Daniel es un ejemplo de esa firmeza, hasta el fin.
Ha permanecido desde muchacho en la cautividad, ha sido alto funcionario político, importante gobernante con Babilonia; con los otros que vienen. Ya es viejo; ha pasado un imperio, llega otro. Ha sido fiel. En su tiempo no impuso el judaísmo, la ley de Moisés, sino que la vivió; y con ella espera el futuro.
El futuro no es de los imperios; tampoco del judaico, quimera. Hay una Palabra que lo dicta. Ha esperado, no ha cambiado su fe, la ha vivido en su circunstancia. Ahora le llega el tiempo del regreso, de la continuidad de lo que se anunció.
El pueblo rebelde sigue esclavo; ésa es su cautividad, aunque le suelten los grillos. No cambia el corazón, no cambia la Palabra. Hay, por eso, Historia. Sigue esclavo hasta el que el Cristo lo libere. No es de los que están queriendo, ni de los que están corriendo; eso es de Dios, tanto el querer como el correr. Querer y correr; voluntad y acción. Las tenemos, pero es de Dios. Así hoy igual. Como libres; sin someterse a las tradiciones y palabras de los hombres, sean políticas o religiosas. Habéis resucitado; como vivos de entre los muertos. Esta es nuestra hora, hasta la muerte, la muerte que desviste nuestro pellejo de muerte.
Para los rebeldes, la muerte les desviste de su pellejo de justicia, y quedan con el cuerpo de muerte, hasta la muerte sin vida, porque rechazan al Cristo. Y quieren una Historia a su estilo; sería solo muerte.
Pero ahora Cristo ha venido, y ha vencido; ya no hay condenación para el que cree. Y creemos caminando en la Historia.
En la cautividad de Babilonia la fe ha caminado. Los que no creen han caminado sin fe, sin agradar a Dios. Cuando regresan caminan en la fe; no importa el espacio, la fe recibe, y vive; en el regreso los que no tienen fe caminan sin ella; así hasta que viene el Mesías. Con la venida del Cristo se muestra dónde se asienta el Templo y sus jerarcas; como hoy.
En todo tiempo. Trabajando sin cesar; todos los que hemos dejado de obrar, los que no tenemos nuestra justicia en nuestras obras, ni en las de otros, por muy santos que los pinten.
Daniel está viejo; ha sido fiel; sigue ocupado; ora, pide, advierte del camino. Calvino, Casiodoro de Reina, Antonio del Corro, Francisca Chaves, María de Bohórquez, tantos, tantas. Siguen ocupados; oran, piden, trabajan, hasta la muerte. Todos los que ya estaban libres, en reposo, siguen trabajando hasta el fin, hasta la muerte; ocupados. Así Señor, te rogamos, llévanos por el camino. Llévanos en tu Hijo, nuestro redentor.
Que la fe de tu pueblo viva en las diferentes circunstancias; con fidelidad siempre. Que no la cambien las circunstancias. Que no sean los tuyos vencidos por ellas, sino que las venzamos. Hay salida de Egipto; hay llegada a la tierra prometida; hay tiempo de edificar y derribos; hay juicios; hay división; hay cautividad. Llega el regreso; hay tiempo de reedificar, hay tiempo de apostasía, hay tiempo de luchar por la verdad. Llega el Mesías. Hoy es su tiempo, y no lo quieren. Lo cambiaron por monedas; por la gloria los unos de los otros. Sacerdotes con manos llenas de impiedad.
Se alían contra el enviado de Dios. Pero el campo está ya dispuesto, la siega. Tiempo de trabajar. Trabajaréis en un campo especial, el mundo. Os perseguirán, os aborrecerán, usarán mi nombre contra vosotros, pero esto lo hacen porque no conocen la Verdad. Hoy igual. La Jerusalén de arriba contra la terrena. El cristianismo de los redimidos contra el de los anticristianos; los que están en los templos, o los que los queman. En los dos sitios están los enemigos del Cristo.
El tiempo es del Señor. A su tiempo. Esperamos, oramos, perseveramos; porque tú estás en nosotros; sin ti es vano el trabajo. Los redimidos no esperan circunstancias; su esperanza es su Señor, su voluntad, sus propósitos. Habéis resucitado, y vuestra vida está con Cristo. Hasta la muerte.
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