Se acaba el almanaque. Seguimos en el tiempo, tiempo de salvación; fiesta de salvación; fiesta del tiempo. Cuando llegó el tiempo, fue nuestro Redentor puesto en nuestro lugar, y nosotros en el suyo; ahora, libres, debemos redimir el tiempo. Empecemos por liberarlo de sus tiranos, los que lo han engrilletado con un almanaque a su medida y lo tienen en mazmorra de sus templos ateos o religiosos.
Después de la resurrección del Mesías el tiempo no se vive en liturgia ni ritual, se recibe como día de salvación y se vive en ella, o en contra, sin salvación. No siempre fue así. Cuando el tiempo de la salida en libertad de la esclavitud de Egipto, se marcó ese tiempo como el paso donde la comunidad se hace nación; luego se asienta en la tierra que se le prometió y allí se vive el calendario con referencia específica que dispuso el dador de la Ley, es un calendario de Ley. Se tiene que empezar la secuencia anual un día específico; se recibe la tierra, el trabajo, la siembra o la cosecha dentro de un marco establecido; festivo, pero establecido. Con fiestas anuales que involucran a toda la congregación, a la nación. Ya sabemos cómo fueron esos tiempos.
En el Nuevo Testamento encontramos las referencias a algunas celebraciones sociales judías; el Mesías las cumple, cumple todo el ritual. Pero la comunidad de la resurrección, la actual, la final, no tiene fiestas litúrgicas; ni una. No, no hay nada. Lo que hay son advertencias para que no se mezcle la vida del cristiano con invenciones particulares, o se caiga en los ritos judaicos. No hay nada, y eso no merma la fiesta del tiempo, sino que le da su sentido de victoria en el Cristo.
El “calendario” de la gracia no tiene ritual, ni días de fiesta; el tiempo es fiesta.
El calendario litúrgico es añadido posterior. Es de las tradiciones de los hombres. Incluso se produjo todo un “cisma” entre dos espacios geográficos de la cristiandad por diferencias de fechas para celebrar una fiesta. Algunos proponen la “bondad” de un esquema temporal anual para presentar el Evangelio; realmente quien aparece en esas modalidades es la “iglesia” (con los que ponen las fiestas y las fechas, la jerarquía, sea de un color u otro); el Evangelio queda encerrado en las tradiciones. Ya pasó con la Ley, y el Mesías avisó a aquellos que con sus tradiciones ocultaban la Palabra. Siguen.
Si tienes liturgia y rito, tienes templos sagrados. Necesitas un espacio sagrado; tendrás sacerdotes; personas rituales. Con el Resucitado el espacio y el tiempo no están sometidos al rito o el día. Todo es de él y en él lo vivimos; en libertad, en el Señor.
Les tenía un buen lote de argumentos y citas de apariciones en la Historia del calendario litúrgico y sus incidencias, con los contrastes propios de los poderes que siempre procuran mostrar su fuerza por la ordenación del tiempo. Pero no quiero que pierdan el tiempo; simplemente las fiestas y ritos temporales no son del Nuevo Testamento, no son del Resucitado ni los ha colocado en sus redimidos. Todo decentemente y con orden, pero el ritual del tiempo secuenciado corresponde al ritual de la Ley, con sus riquísimas enseñanzas para mostrar la realidad del triunfo del Mesías, y cómo él le daría toda esa realidad a los suyos; ya la tenemos en él. Pascua, reposo, fiesta de la cosecha, sacrificios, holocaustos, fiesta de tabernáculos, etc., todo lo tenemos en él, cada instante. Si está Cristo no puede haber ritual.
¿No celebramos el bautismo y la santa cena? Sí, pero no son rituales. Quedan para la comunidad resucitada como indicaciones de su estar y permanecer en Cristo; son signos que te avisan de que ya no hay rituales ni liturgia.
Al terminar el almanaque de este 2013 y abrir las hojas del nuevo, nos encontramos con Cristo, mejor, Cristo se encuentra con nosotros. Eso no es ritual, es la vida, la resurrección.
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