Esta semana seguimos con la tercera entrega de nuestra serie de artículos sobre el joven y el trabajodonde empezamos planteándonos
qué era el trabajo y que significado tenía en al vida del cristiano. Seguimos hablando de
lo adecuado de tomar buenas elecciones en la adolescencia, época de decisiones que marca nuestros futuro laboral. Pero una vez acabada esta etapa de formación, a veces de idealismo típico de la juventud, nos acercamos a la frontera, en ocasiones al precipicio, de tener que desenvolvernos en la vida laboral.
Existen ciertos días que se agarran a nuestra piel y se impregnan en ella para no abandonarnos el resto de nuestra vida, suelen ser momentos clave que marcan el fin de una época y el comienzo de una nueva como el día que nos enamoramos por primera vez, el día de nuestra boda, cuando nos convertimos en padres o en el que perdemos a un ser realmente querido. Son días de emociones, pero también de cierta incertidumbre ante este abismo que se abre ante nosotros llamado futuro.
El día que terminamos nuestros estudios es uno de estos importantes momentos. Por un lado es un época de cambio de juventud a la edad adulta, por otro lado es una búsqueda, o un intento, de independencia de la familia de origen.
Muchos jóvenes viven esta época a mitad de camino entre el éxtasis y el temor. El éxtasis de competir y comerse el mundo al sentirse muy preparados, quizás por la comparación con generaciones pasadas. Pero también el temor de no saber quién le puede ofrecer un hueco en una empresa para empezar a comerse el mundo. Esto último se viene acentuando en España por la situación agónica que nos encontramos donde
casi la mitad de los recién titulados no encuentran trabajo y los pocos que tienen suerte de hacerlo es gracias a las becas que gobiernos y diputaciones son capaces de ofrecer.
No en pocas ocasiones antes de esta ansiada oportunidad el joven debe pasar por el desierto de la frustración de buscar y desear un trabajo y no encontrarlo. De redactar cientos de curriculums sabiendo que la mayoría acabarán en pilas de cientos de curriculums de los cuales sólo uno saldrá elegido. De recibir la consabida respuesta de “es que no tienes experiencia” a sabiendas que nunca la tendrás si nadie te ofrece una oportunidad. Pero un día, de una forma u otra, llega la oportunidad.
“
Y llamó Moisés a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar.”
Dt. 31:7.
Josué es elegido para un nuevo trabajo. Después de cuarenta años vagando por el desierto, cumpliendo el castigo por algo que él no había cometido, todo lo contrario, Josué es elegido para dirigir al pueblo de Israel ante la próxima ausencia de Moisés. Con el ascenso de Josué empieza una nueva etapa en la vida de este pueblo que había salido años atrás de Egipto con
la promesa de una tierra donde fluía leche y miel. Pero que por culpa de su propio pecado se vio abocado a ver como una generación enterca caía en el desierto.
A pesar de que el desierto fue duro la realidad es que la conquista de Canaán no iba a resultar para nada fácil.
Había naciones viviendo allí que no estaban dispuestas a ceder su territorio sin luchar y ante las cuales el pueblo de Israel no podía dejar con vida, sino que tenía que exterminar.
Para llevar a cabo esta labor Israel necesitaba un líder a la altura de estas circunstancias, ¿Pero cuál era el curriculum de Josué?. Lo primero que podemos apreciar en su vida es la integridad(
Nm. 13:30). La integridad personal es Josué le lleva a contradecir a todo el pueblo cuando se quieren echar atrás en la entrada misma de Canaán y volverse a Egipto.
Josué pudo ser apedreado por oponerse al pueblo en su decisión, pero su integridad le llevó a oponerse a algo que considera incorrecto. La integridad en el puesto de trabajo puede llevarnos al abismo de volver al de nuevo al desierto de la falta de empleo, no son pocas las empresas que incitan a sus trabajadores a saltarse normas éticas y directamente la ley amenazando con la excusa de que si no lo hacemos habrá veinte personas en la cola del paro que quieran hacerlo.
Pero la realidad es que
la integridad es una roca a la cual debemos aferrarnos y no soltarnos. Uno de los peores males que sufre nuestro país es esta falta de integridad que tiene su máxima expresión en todos los casos de corrupción política que nos rodea (que gran ejemplo son para nosotros “
nuestros políticos”, gente como José o Daniel) corrupción que brota hoy en día como el agua de la alcantarilla en un día de fuerte tormenta. Ante esto el joven cristiano debe esforzarse por ser ejemplo, muchas veces cuando hablamos de testimonio pensamos sólo en evangelismo, pero nuestra vida debe dar testimonio del comportamiento de un hijo de Dios en el puesto de trabajo.
Una de las tareas de la Iglesia es propagar la ética de Dios en la sociedad. Una de estas características debe ser un integridad que nos lleve como a Josué a enfrentarnos aunque sea contra todo el pueblo por defender la verdad.
Otra característica de Josué fue la valentía(
Ex. 17:8-16). Pero esta valentía no es bravuconería barata sino seguridad en la dirección en que va nuestra vida. Josué era valiente dirigiendo militarmente al pueblo porque sabía que Moisés estaba intercediendo por ellos. Cuando hacemos las cosas ordenadas podemos ver la mano de Dios obrando y sentir la seguridad de que estamos donde Él nos ha querido poner.
Cuando entendemos cual es la función del trabajo en nuestra vida, cuando oramos a Dios por un puesto de trabajo, cuando entendemos que Dios nos ha dado este puesto y que quiere que estemos aquí podemos ser valientes y estar seguros donde estamos de la misma forma que Josué estaba seguro cuando sentía que estaba cumpliendo la voluntad de Dios al enfrentarse contra Amalec.
Otro aspecto importante en el “currículum” de Josué para poder hacer su trabajo de manera excelente fue aprender en la sombra de la experiencia. Josué pasó varios años aprendiendo de Moisés, de su liderazgo, de su forma de dirigir al pueblo, de tratar con Dios.
De la misma forma debemos usar los primeros años de nuestra vida laboral para cobijarnos en la sombra de la experiencia de personas que llevan más tiempo que nosotros es la manera de aprender y crecer. Podemos salir de una buena universidad con un buen expediente pero debemos
aprender a aprender bajo la sombra de la experiencia de personas que, igual con menos estudios que nosotros, tienen esa experiencia y saber hacer que al final son los que marcan la diferencia a la hora de un trabajo bien hecho.
“
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.”
Js. 1:1-2
Pero llega el día donde el que aprendía en la sombra debe tomar el mando. Josué pasa de ser el aprendiz a ser el que tiene que dirigir a un pueblo en guerra continua. Josué se convierte en el líder total del pueblo, política, militar y socialmente. De la misma forma los jóvenes debemos crecer allí donde estemos con la mente puesta en ocupar nuestro lugar tirando del carro cuando sea necesario.
Quizás nos pasemos años pensando que no somos lo suficientemente valorados, pero toda experiencia es poca ante el reto de tener que “
conquistar Canaán”.
Los inicios nunca son fáciles, se suele decir, y mucho menos hoy en día donde sobra mano de obra inexperta, pero debemos aprovechar este tiempo de llegada a la tierra prometida para captar toda la experiencia posible, marcar patrones que definan nuestra vida laboral como la integridad y la valentía, con la cabeza siempre puesta en que un día nos tocará a nosotros luchar y servir de aprendizaje para otros.
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