Concedió el Papa una entrevista, larga, a la revista de la casa Civilización Católica. No suelo leer documentos ni encíclicas, al menos hasta donde no se afirme desde el Vaticano un rechazo absoluto de sus pretensiones y posiciones basadas en fraudes (donación de Constantino, donación de Pedro, etc.). Sin eso, todo es más de lo mismo, con lenguaje adaptado para engañar.
Sin embargo, esta entrevista, lo que de ella se publica (27 pág.), por curiosidad he querido leerla por los comentarios que sobre la misma se han vertido. Resulta que este papa es un reformador, uno que viene a cambiar la maquinaria del Vaticano, así lo han presentado.
Y en la lectura lo que queda es un jesuita tridentino, con su lenguaje adaptado, cuyas respuestas son de manual jesuita. Puse las siguientes notas sobre la marcha, pues se trata de una explicación de los
ejercicios, eso sí, no por un director cualquiera. Nada de reformas o cambios, los
ejercicios, sin más. Se trata de “tú eres Trento, y sobre ti edificaré el Vaticano I y el II, y no habrá reforma ni cambio que pueda prevalecer sobre tu naturaleza”, que le dijo su
Cristo.
El primer paso del manual es conceder la entrevista a la revista de la casa. Todo jesuita debe prestigiar la casa como un fin principal. Son los mejores y tiene que quedar claro. Claro que también quedan al descubierto las sonrisas espontáneas y felices de las otras instancias de la Iglesia romana ante el privilegio otorgado a los de la casa. Seguro que, por ejemplo, están sonriendo los dominicos. “Santo Padre, ¿qué le movió a tomar la decisión de entrar en la Compañía de Jesús? ¿Qué le llamaba la atención en la Orden de los jesuitas?”. “Quería algo más. Pero no sabía qué era.” Algo más, ¿se dan cuenta?, y esto en el mismo inicio de la entrevista. Algo más, claro, los jesuitas son “algo más”. Sigue, “me atraían los dominicos y tenía amigos dominicos. Pero al fin he elegido la Compañía”.
El acto previo es igualmente modelo jesuita; va a mostrar opiniones sobre temas diversos, eso está bien, pero se asume su condición de papa sin objetar nada, es lógico, pero conviene que lo que viene luego no oculte lo anterior (tampoco esto es peculiar, es común al discurso de la Iglesia romana). Los que han mencionado las virtudes, o faltas, de la entrevista, ¿tienen en cuenta que se acepta todo el modelo papal como algo incontestable? Cuando se dice que este papa, o antes otro, u otro, va a cambiar la vida del Vaticano, ¿se cae en la cuenta de que todo presupone el discurso previo de aceptación de la institución? Sucesor de Pedro y vicario de Cristo en la tierra. El problema no son los actos específicos, con todo lo grave que sean, sino la propia estructura. Efectivamente el papa es “un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos”. Suena bonito. Eso de pecador, es jesuita hasta la médula. Un pecador, claro, pero que logra “convertirse”, transformarse, por medio, ahí de nuevo están, los métodos, la técnica de Ignacio. Si los “religiosos son profetas”, que “eligieron un modo de seguir a Jesús que imita su vida con la obediencia al Padre, la pobreza, la vida de comunidad y la castidad”, este es el espacio donde el “pecador” alcanza la perfección evangélica. El otro espacio es el de las obras, que procuran bajo tutela de la jerarquía y de esos que están en la institución de perfección en la imitación de Cristo, que procuran como pago y penitencia por los pecados que comenten; no es un espacio de perfección, solo de compensación.
Admitir que ha sido “mirado por Jesús” es imposible. Cristo no mira ni elige a ningún papa. Son su opuesto, usurpan su lugar. Otra cosa es que esa elección la traslademos a la esfera de la soberanía absoluta de Cristo, en ese caso, también eligió a Judas.
Vean que en todas las preguntas aparece Ignacio y sus técnicas de perfección. En las respuestas, igual. Estamos en Trento. Pero con el discurso jesuita de adaptación, de frontera, de encontrarse con la gente aquí y ahora, en el presente con su contexto. Ese contexto presupone encontrarse con los divorciados, los matrimonios no canónicos, etc. Pero es el contexto, no la esencia. Se trata de poner a Trento, sin cambiarlo, en el siglo XXI. Esto es lo que hacen los jesuitas en toda su historia. Siempre Trento, cambian los discursos y los espacios. Esto es lo que hace este papa.
“¿Cómo entiende el servicio a la Iglesia universal, que Ud. ha sidollamado a desempeñar, a la luz de la religiosidad ignaciana?”. Respuesta de manual, dice que se trata del “discernimiento”. Esto es lo corresponde a la primera semana de los
ejercicios. El “discernimiento de espíritu” que se logra con la adecuada dirección y técnica en la primera etapa, para seguir en la segunda pudiendo escoger entre “las dos banderas”. Se debe colocar el sujeto para “sentir” las cosas de Dios desde el punto de vista de Dios. Trento, Trento. Este Dios es el que ha establecido a la Iglesia Jerárquica, a la que se debe servir y obedecer. No es el que habló con Pedro. Ahora estos que usurpan el lugar de nuestro Pedro, hablan de su propio “Dios” y lo colocan como el de Pedro. Trento, Trento.
Se reitera en la otra pregunta, que tiene a la Compañía de Jesús, por si alguien no sabía de qué iba el asunto, incluso como título. “El discernimiento es, por tanto un pilar de la espiritualidad del Papa. Esto es algo que expresa de forma especial su identidad de jesuita… ¿cómo puede la Compañía de Jesús servir a la Iglesia de hoy?”. De manual. Pregunten a cualquier director de ejercicios espirituales. La Compañía debe de tener delante aquello de a mayor gloria de Dios, pero eso dentro de la “Iglesia Esposa Verdadera”. Trento, Trento. Apocalipsis lo pone al descubierto. Esposa, esposa, depende de quien lo defina. “Cristo Rey que nos conquista y al que ofrecemos nuestra persona y todos nuestros esfuerzos, aunque seamos poco adecuados vasos de arcilla”. De manual; parece que algunos evangélicos copiaron el manual. Somos la élite de la perfección evangélica, de la que tuvo que ser pregonero Ignacio, todo gloria humana, pero con “humildad”, vasos de arcilla.
Trento en el siglo XXI. Sigue el papa, “el instrumento que hace verdaderamente fuerte a una Compañía descentrada es la realidad, a la vez paterna y materna, de la ‘cuenta de conciencia’, y precisamente porque le ayuda a comprender mejor la misión”. El entrevistador explica algo de esto. Es realmente diabólico. Se trata de la confesión, a la que se da tanta importancia, pero una confesión especial. Se tiene que revelar todo lo que está en el alma, pero no a Cristo, sino al superior, al director. Todo; sean gracias o tentaciones. Lo humano aplastado; esclavos de los hombres. Esta “cuenta de conciencia” se tiene que renovar cada año (¿ante quién lo hará el papa?), así el superior puede manejarlos y enviarlos. Todo para estar en misión, para servir a la Iglesia, entendida como “pueblo de Dios” y “santa madre Iglesia Jerárquica” (Trento, Trento. Ignacio, Ignacio).
El modelo del papa, pues Pedro Fabro (Pierre Favre). Encontrarse en la frontera, incluso con el adversario. Ecumenismo de Trento; ¿se han parado a pensar qué ecumenismo era posible con Ignacio? Pues no hay más. No es posible más.
El papa y el entrevistador siguen con su manual. Tienen ahora que “mostrarnos” el “verdadero rostro del fundador”. Una “reforma del Vaticano” con Ignacio, esto es lo que hay. No busquen otra cosa; si la quieren, adelante. Se tendrá que convenir en “sentir con la Iglesia” (esa Jerárquica), como lo” describe Ignacio en sus
Ejercicios Espirituales”. En esa comunidad: jerarquía, sacramentos, es donde se mueve el Espíritu Santo y la guía, por supuesto (que estamos en la frontera) también “la gente”.
La condición actual “de la gente” requiere que las “acompañemos con misericordia”. Trento, Trento. Esa misericordia es la confesión, la penitencia, el purgatorio. Tanta publicidad con los divorciados, los homosexuales, etc., y se trata de la confesión, eso sí, “el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna”.
Que la mujer es importante en la Iglesia. Claro, y está en la Compañía, como todos saben. En la “frontera” te encuentras con todos, te acercas sonriendo, y los metes en Trento en cuanto se descuiden. Eso es de lo que se trata. No hay más.
No sigo más. Pero sí quiero resaltar el aspecto que el papa propone como “confirmación” del “discernimiento de espíritus”, se trata de la “consolación espiritual”. Así lo dice sobre su elección como papa. Su consolación le dijo que su discernimiento de su momento, su persona en su nueva situación, era de Dios. Esto es copia de Ignacio. Mucho “diálogo, discernimiento y frontera”, para empezar y terminar en Trento. No hay otro lugar donde posar el pie. Incluso en la oración, donde la frontera se hace más compleja, el papa propone “la memoria de que habla san Ignacio en la primera Semana de los Ejercicios, en el encuentro misericordioso con Cristo Crucificado. Y me pregunto: ‘¿Qué he hecho yo por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?’”. Bueno, ya no sé si esto es típico jesuita, o típico de un modelo de “protestantismo”.
Trento en lenguaje del siglo XXI. Sin cambios.
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