Debo escribir un artículo, pero me cuesta concentrarme porque esta tarde, admonizada por la gran mayoría de mis contactos en Facebook y Twitter, me he descargado la actualización del sistema operativo del iPhone y ahora estoy intentando enterarme de qué va la cosa.
Al final, en resumen, es más o menos lo mismo pero con colorines nuevos.
Ayer, igualmente, me pasé el día actualizando sistemas operativos e instalando programas, sincronizando cuentas y organizando escritorios, y así esta mañana me dolía la cabeza como me dolía.
Vamos, que en 24 horas me he vuelto una experta. Ya sé incluso cuál es la diferencia entre un cable Ethernet y un Firewire, que pensaba que sería algo que nunca tendría que saber.
Y mientras tanto,
no dejaban de reverberarme en la cabeza las palabras que había leído hacía más de un año, unas palabras de un pastor de Seattle, Estados Unidos, que tiene uno de esos blogs a los que te aficionas casi por casualidad. Y yo me repetía: “Señor, bendice las manos que ensamblaron este iPhone que estamos a punto de disfrutar”.
Eugene Cho es un pastor que habla de tecnología, de televisión, de cine, y todo con bastante desenfreno pero también el punto crítico propio de aquellos que ya van pillado en qué consiste eso del reino de los cielos. Cuando sacaron el nuevo iPad (mal conocido como iPad 3) escribió
este artículo y en él habla de lo compleja que es la globalización.
Porque es ciertamente compleja.
En el mundo globalizado hay condiciones de trabajo infrahumanas en China, aldeas en Kenia sin luz y sin agua potable y personas que hacen colas en Nueva York para ser los primeros en comprarse el último móvil más caro del mundo. Y ninguna de esas tres cosas son para bromear.
No sirve de nada que nos pongamos cínicos y hablemos de la superficialidad de la tecnología que nos rodea, porque lo cierto es que no podemos sustraernos a ella.
Aunque nos pese, para nosotros, y gran parte de la humanidad, es un tema vital. Y aunque no lo fuera, es el tema del que hablan las millones de personas de todo el mundo a las que Jesucristo nos pidió que amásemos como a nosotros mismos.
Yo reconozco que no sé qué haría sin Google Maps y sin WhatsApp. Y reconozco que Facebook me ha ayudado mucho a cuidar, mimar y conocer mejor a mis amigos.
Y conozco a personas que se han convertido jugando al World of Warcraft (en serio).
No sirve de nada hacer que la tecnología ocupe el primer lugar de nuestras vidas, pero eso ya lo sabemos. Tampoco sirve de nada flagelarnos sin cobertura por una especie de dignidad moral que nos impidiera disfrutar de ella, solamente porque hay injusticia en el mundo. Perdonadme, no quiero ser cínica con esto. Todos estos problemas son importantes. Simplemente, cada cosa debe ir en su lugar.
Creo que en casos como estos, mientras aprendemos cuáles son las nuevas características del iOS 7 y de qué modo se cierran y se abren sus nuevas aplicaciones,
la labor de un cristiano no es decidir acerca de las ventajas o desventajas de la globalización, ni establecer juicios morales. Nuestra labor, aquella que nos encomendó Jesús, pasa por algo más profundo y mucho más simple. Permitidme que no diga nada más y que sea el propio Eugene Cho (me tomo la libertad de traducir una parte de su post) el que explique esto.
Una de mis oraciones favoritas es la que hacemos antes de comer. En esta oración reconocemos a nuestro Creador y la provisión de Dios; reconocemos a nuestra familia, amigos y la comunidad. En especial me encanta esta porción de la oración: “Bendice las manos que han preparado esta comida”. Me encanta porque reconoce nuestra conexión y gratitud con los demás, tanto dentro de casa como, especialmente, fuera. A través de esta oración se me invita a considerar el amor (en algunos casos) o, al menos, el trabajo que ha llevado la preparación de las comidas. Literalmente, las manos… Hay cierta dignidad y humanidad en reconocer lo invisible y bendecirlas. (…)
Por eso hoy quiero bendecir a los trabajadores invisibles y sin nombre que han ensamblado los millones de iPads (y otros gadgets) de los que todos disfrutamos de una forma u otra:
Señor:
Estamos bendecidos más allá de lo aparente. Ayúdanos a comprenderlo. Y mientras disfrutamos de esas bendiciones, convéncenos para ser una bendición para los demás. Se nos ha dado mucho y mucho es lo que se espera.
Que no seamos consumidores vagos o apáticos que simplemente beban, coman y consuman… sin hacerse preguntas importantes. Ayúdanos a tener presentes los valores de misericordia, justicia y compasión de tu Reino. Ayúdanos a tenerlos presentes para que podamos ser mucho más consecuentes con tu Reino.
Mientras disfrutamos de nuestros gadgets o de nuestras cosas, decimos esta oración de bendición por las muchas manos que han ensamblados estos iPads y aparatos. Aunque sean invisibles y no tengan nombre, reconocemos que, del mismo modo, tú los quieres. Tú los amas y los ves. Revélate a ellos. Revélate a nosotros. Recuérdanos que ellos también están conectados a ti, y de ese modo, con nosotros. Bendícelos. Prospéralos.
En el nombre de Jesús, amén.
Si quieres comentar o