Dejamos al Ministro de Justicia español afirmando que ha aprendido de la Iglesia Católica la cuestión de la libertad religiosa. Mal asunto el nuestro. No dice dónde en la Historia la Iglesia romana o el papado han sido mentores de ese bien preciado.
Y nos encontramos con el actual administrador único de esa Iglesia, con su lenguaje jesuita, afirmando la bondad del Estado laico; y la necesidad de que esa entidad se adapte (esto es puro jesuitismo) a la nueva situación, y que tome algo de lo que tienen aquellos a los que van sus súbditos; que copien lo que hacen los grupos religiosos a los que se unen. Nada extraño; esto es jesuitismo. Aunque eso del Estado laico por aquí le haya sonado a más de uno a extravagancia.
Precisamente fueron los jesuitas los que aportaron al papado el nuevo vigor para hacerlo adaptable a los nuevos tiempos. Su política era la de servir al papado, que como fuente de verdad, era el único ámbito de salvación. Se trataba de salvar a las almas. Vio Ignacio al padre eterno, y éste los entregó de compañía a su hijo. Ese episodio, la visión de la Storta, es fundacional para los jesuitas y esencial en el carisma del fundador (y lo expresa el propio Ignacio, con ampliaciones de sus compañeros). Al Padre Eterno no lo vio; eso es una imaginación suya, como todo lo demás. Creo que realmente vio a otro padre y que éste lo dio a otro hijo. El padre de mentira y su hijo el anticristo, del cual fue hecho compañía para defender su reino. Eso es lo que yo creo.
Con su nuevo voto de obediencia al papa señalaron su identidad frente al emperador y a los Estados nacionales. Por el papa, contra sus reyes; a menos que esos reyes se muestren súbditos del príncipe de los Estados Pontificios.
Pongan más retórica si quieren, pero eso es lo fundamental. Esa es la Historia. Esa es la política jesuita, y eso es el fundamento de sus teorías políticas. Con las adaptaciones necesarias, hasta hoy. Ahí está la base de su actuación; que puede llevarlos a reclamar el derecho de resistencia contra los tiranos (copiado de la libertad social de la Reforma), y usarlo para acabar con los gobernantes tiranos (es decir, los que, para ellos, desobedecen al papa; ese es su concepto final de tiranía. No se olvide). Que puede llevar a un Sabino Arana, esclavo de Ignacio hasta la paranoia, a proponer la independencia de unos territorios donde no se puede alcanzar la adecuada salvación, porque están infectados de un catolicismo romano español pervertido. Libres de España para salvar las almas bajo la obediencia al papa. Eso. O ponerse bajo la bandera de la unidad española, fundada (¿dónde, si no?) en la sumisión al romano pontífice.
Si quieren más retórica, la ponen, pero eso es lo esencial, lo demás es camuflaje.
Las universidades jesuitas españolas ofrecen una declaración “por la regeneración democrática de la vida pública en España” (11 de julio). Muy bien. ¿Puede haber bien público, y gobierno adecuado, sin sujeción al papado? No. Pero el discurso queda bonito. ¿Entre los que han estropeado el hacer político, la política en España, no hay nadie que tenga que ver con los jesuitas? ¿No hay ningún economista que siga lo que han propuesto sus centros de enseñanza? ¿No ha sido el bien de nuestra nación haber sido formada durante siglos por la sabia mano del papado, especialmente sus élites gobernantes? ¿De dónde proviene, pues, la corrupción? ¿No ha influido nada la moral laxa del confesionario, donde la responsabilidad se compra con dinero o prebendas? Nos podrían mostrar cómo se gobernaron esos Estados Pontificios, y ahí aprenderemos cómo es la democracia y el buen hacer político.
Ya he señalado que la iconografía jesuita es muy pedagógica; así lo presenta la propia entidad. Todo debía estar supervisado, es parte de la acción “militar” para salvar almas. Vean esta imagen del triunfo de los jesuitas, la apoteosis de Ignacio. Ya tienen un buen camino recorrido; pueden proponer el triunfo sobre los cuatro continentes. ¿Dónde está la política? ¿Dónde se puede encontrar su “creación” política? No está. No tiene que estar. Todo es medio para un fin. Entremedias pueden haber conspirado para derrocar un gobierno; asesinar un gobernante, o lo que fuere menester para mayor gloria del papado, por mano de Ignacio. Eso es la imagen.
Fíjense en el sentimiento que puedo tener al explicar la razón de todo ese entramado jesuita. Porque sus fundamentos teológicos están basados en el libre albedrío; lo que la Reforma repudió. Primero, y lo pongo con palabras del profesor Antonio Rivera (
La política del cielo: clericalismo jesuita y Estado moderno. 1999), se trata de la posición típica de la Iglesia romana de búsqueda de la salvación por el mérito de las obras, pero ese plan, ese “evangelio”, está basado en el “albedrío superior a las pasiones humanas” para que puedan “merecer con sus obras” (en ejemplo de “El gran teatro del mundo”, de Calderón).
“Nos encontramos así en las antípodas del pensamiento de la Reforma que sostiene la justificación por la sola fe y niega que las obras sean computadas en el
haber del cristiano y en el
debe de Dios, de forma que el primero pueda exigir al segundo un salario por las obras bien hechas. Sin embargo, el catolicismo post-tridentino, aun coincidiendo en el libre albedrío y en la justificación por las obras, no siempre entendió de la misma manera el concurso de Dios y el hombre en la ejecución de los actos libres”.
Segundo, con todo lo anterior, serán los jesuitas los que más en alto coloquen el libre albedrío como sustento de todos sus actos. Puede decirse que es su alma y cuerpo. (Incluso dentro de la Iglesia romana tuvieron notables controversias al respecto frente a otras órdenes, por ejemplo, los agustinos.) Sigo con el profesor Antonio Rivera. “El catolicismo, dada su oposición a las tesis reformadas sobre el
servo arbitrio, se halla en la situación de conciliar y reconocer una doble dignidad al hombre: la filosófica o natural y la cristiana… Por otro lado, el catolicismo ha de reconocer la ayuda de Dios, la gratuita dádiva espiritual, y, por consiguiente, cierta carencia o corrupción… En efecto, el gratuito favor divino terminó adoptando para los fieles católicos un papel secundario: cumplía solamente la función de auxiliar o ayudar a la actividad natural. Los jesuitas llegaban a hablar de una gracia
suficiente que para convertirse en
eficaz requería la voluntaria cooperación del hombre. La gracia se recibía, en suma, como una coronación por los éxitos morales obtenidos… El libre albedrío jesuita atenuaba al máximo la corrupción natural de la humanidad: casi llegaba a abolir el doble abismo reformado entre el entendimiento y la voluntad, entre el querer y la praxis”.
En este aspecto, los
ejercicios espirituales son la modalidad más explícita. Su
técnica solo es aplicable para producir la “conversión” en la madera del libre albedrío, según lo presenta el papado. Pero no solo en el aspecto individual, también en lo colectivo,
la “libertad” que a primera vista parece que el libre albedrío va a proporcionar, no es más segura ni sólida que la ilusión de ese pretendido poder soberano de la volición, pues se acaba bajo la tutela de algún “señor”. Donde se presente el libre albedrío, lleva consigo la salvación por obras meritorias.
Y la salvación por obras lleva consigo la necesidad de “mediadores”. De nuevo estamos en el ámbito medieval de la sociedad como esfera de salvación, donde todo queda supeditado a lo eclesiástico: también la política. Los jesuitas no cambian la naturaleza de la perversión de ese evangelio, solo indican que el espacio de lo que luego se llamará “Estado”, ahora tiene nuevas modalidades; pero sigue siendo una mediación del papa para la salvación de las almas. Lo político no es una esfera autónoma. (Ese es el logro de la Reforma, la del
servo arbitrio.)
Al final, el jesuitismo con su libre albedrío se convirtió en instrumento eficaz del papado porque con ello reafirmó la necesidad de un clero sacramental, y de un papa infalible, sin los cuales la sociedad no tiene salvación. Su acción política es solo, no puede ser de otro modo, medio para sostener al papado, porque sin eso no hay salvación.
¿Qué sentimiento puedo tener al explicar el jesuitismo? Pues que su política, adaptación a la sociedad, vestirse y hablar como ellos, etc., “para salvar almas”, es también algo “protestante o evangélico”. A veces se habla de “ética protestante”; pero mucho de lo que existe es simplemente ética jesuítica. La ética protestante, con su presencia en todas las áreas de la sociedad, no se puede basar en el libre albedrío; todo lo contrario. Eso se debe decir.
A primera impresión parece que el libre albedrío es el campo donde se está más “libre”. Reconociendo que el término es usado muchas veces de forma confusa, realmente ocurre lo contrario. Donde manda el libre albedrío, siempre terminas bajo el mando de alguien. Así ocurre en el jesuitismo. Te vacías de ti mismo, y te llenas del mandato del superior. Esa es su salvación; siempre bajo el tribunal último del papa. En el campo evangélico, igual. Las “dos banderas” (una parte de los
ejercicios) expresa la posibilidad, el libre albedrío,
puedes servir al demonio o a Dios; suena bonito a la carne, pero el final es que sigues siervo del diablo en el mundo o en la iglesia. Es precisamente en el terreno del
servo arbitrio donde se da la libertad social, cristiana, y la igualdad de derechos; donde nace el Estado libre y la Iglesia libre.
Vean esta otra imagen. Parece similar a la anterior. Lo es. Es obra del mismo artista, Andrea Pozzo. La anterior es la apoteosis de Ignacio, es el camino de su voluntad soberana, de su esfuerzo y mérito. ¿Y ésta? También es la apoteosis de la voluntad soberana, y del mérito personal. Es el triunfo de Hércules. Es lo mismo.
Seguimos, d. v., la semana próxima. Creo que si vemos algo más de los ejercicios espirituales será útil.
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