Como maestros supremos de la Iglesia Católico Romana (ICR), los Papas escriben encíclicas para exponer los aspectos de la fe cristiana católica que consideran que pueden ser particularmente relevantes o importantes para la gente de su tiempo.
Las encíclicas marcan el perfil teológico de un pontificado determinado y proporcionan un útil enrejado interpretativo del mismo. Por consiguiente, es interesante leer la primera encíclica del Papa Francisco que fue presentada oficialmente el 5 de Julio de 2013 y se titula:
Lumen Fidei (LF), (La Luz de la Fe).
Es la primera obra articulada teológicamente desde que se convirtió en el Papa Francisco.
PROYECTO ORIGINAL DE BENEDICTO XVI
El primer elemento que cabe destacar es que realmente es un trabajo que procede de Benedicto XVI, ahora Papa emérito.
Ratzinger había planeado una trilogía de encíclicas sobre las virtudes teológicas del Amor, la Esperanza y la Fe (en este orden). A este respecto escribió
Deus Caritas Est (Dios es Amor, 2005) y
Spe Salvi (Salvados por la Esperanza, 2007) y estaba a punto de publicar la última sobre la Fe, habiendo ya completado el primer borrador.
Su inesperada dimisión trajo consigo una interrupción de la misma. Como es de suponer pasó el manuscrito a Francisco quien pensó que sería una buena idea publicarlo como una parte de su misma enseñanza y posteriormente añadir “algunas contribuciones” de su propia cosecha (7).
Nos enfrentamos, por lo tanto, a una encíclica firmada por Francisco, pero conformada en gran medida por Benedicto XVI.
La contribución de Ratzinger es evidente a través de todo el texto. Casi todas las citas proceden o bien de la tradición alemana (p.e. F. Nietzsche, 2; M. Buber, 13; R. Guardini, 22; L. Wittgenstein, 27; H. Schlier, 30) o de la mayor cultura europea (Dante, 4; J.-J. Rousseau, 14; F. Dostoevsky, 16; J.H. Newman, 48; T.S. Eliot, 75).
Queda claro que un erudito como Ratzinger está detrás de estas discusiones. El muy amado Agustín es, con diferencia, el Padre de la Iglesia más citado (p.e. 10, 15, 19, 23, 31, 33, 43, 48). La teología de Agustín fue el sujeto del doctorado de Ratzinger. Los temas y el matiz del pensamiento de Ratzinger también están fuertemente reflejados en la forma en que sus encíclicas tratan los asuntos de la verdad y el relativismo (p.e. 25) o la modernidad y su “totalitarismo” que excluye la fe (p.e. 54).
Aparentemente Francisco encuentra satisfactorio todo esto y, por lo tanto, no hace cambios ni modificaciones.
LF recuerda “el don de la sucesión apostólica” a través de la cual la memoria de “la” Iglesia tiene garantizada la continuidad (49) y la encíclica en sí misma testifica la sucesión ininterrumpida del Papado incluso en lo que se refiere a la doctrina.
LENGUAJE “EVANGÉLICO” PERO …
LF es una larga reflexión sobre la fe, dividida en cuatro partes. Empieza con el carácter bíblico de Abraham y la subsiguiente historia del pueblo de Israel. El lenguaje es bíblico (p.e. la fe se aparta de la idolatría, 13) y el tono es evangélico (p.e. la fe es un “encuentro personal”, 13). Hay un punto en que el texto va tan lejos como para decir que “Creemos en Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestras vidas y viajamos hacia él, aferrándonos a él en el amor y siguiendo sus pasos a lo largo del camino” (18).
Quedándose aquí
se puede pensar que éste es un documento evangélico que acentúa el lenguaje personal de la fe. Pero, no es toda la historia. Si se sigue leyendo se encuentra una sección titulada “La salvación por la fe”. Se observa la ausencia del adverbio “sola”, la cual es desde luego fundamental para una comprensión evangélica de la salvación.
La Reforma Protestante del siglo XVI insistía en que la salvación es “por la fe sola”, pero desde el Concilio de Trento, la Iglesia Católico Romana no ha aceptado la doctrina de la salvación por la gracia sola a través de la fe sola.
En realidad, Francisco escribe que “el principio de la salvación es la apertura a algo más importante que nosotros mismos” (19).
La fe, indica el Papa, es únicamente el comienzo del proceso, pero el viaje del creyente requiere la fe más las obras, la fe mediante los sacramentos y la fe con la Iglesia que imparte los sacramentos. En otras palabras, la fe de la LF es la fe que el Concilio de Trento definió en sus decretos y cánones. Parte del lenguaje ha llegado a ser evangélico, pero en su núcleo la sustancia teológica es católico romana.
FE SACRAMENTAL
La tercera parte de la LF se explica con más detalle. En ésta Francisco (y Benedicto) quieren subrayar el hecho de que la Iglesia es “la madre de nuestra fe”(37-38).
Nuestra fe nunca surge en nosotros como individuos, sino que nos precede y nos sigue.
Es mediante “la Tradición apostólica preservada por la Iglesia” que la fe nace y es alimentada. Citando al Vaticano II, Francisco escribe que “la Iglesia, en su doctrina, su vida y su culto, perpetúa y transmite a cada generación todo lo que ella misma es, todo lo que cree” (40).
Ya no es la Palabra de Dios la que guía el camino, sino “la” Iglesia. La forma en que lo hace es a través de los sacramentos.
En un revelador pasaje, LF dice que “la fe en sí misma posee una estructura sacramental” (40). Según LF, la fe es un encuentro personal, pero la fe también se recibe mediante los sacramentos. Son las dos caras de la misma moneda. Lo que sigue es una breve explicación de la doctrina católico romana de la regeneración bautismal (41-43) y de la Eucaristía (44-45), las cuales son la puerta de entrada a la fe y a su más alta expresión. El Papa continúa diciendo que esta doctrina es una y la misma, es decir, las dimensiones sacramentales y personales de la fe son indivisibles (47-49).
Como es común en las encíclicas, LF también termina con una invocación a María, “Madre de la Iglesia, Madre de nuestra fe”(58-60). Mientras los discípulos pidieron al Señor que les aumentara su fe (Lucas 17:5), LF acaba con una oración a María: “¡Madre, ayuda a nuestra fe!”.
Lumen Fidei representa la apropiación actual del lenguaje evangélico por parte de importantes sectores de la Iglesia Católico Romana. Empezó con la “evangelización” y ahora continúa con la fe como “un encuentro personal”.
El Papa Francisco parece estar liderando el camino en este proceso.
Esta apropiación, no obstante, debe ponerse en el contexto de la doctrina católico romana tradicional que es tridentina, sacramental y mariana.
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