Nuevamente entrevisto a Stuart Park; esta vez por su último libro:
El cordón de grana.
Historias de mujeres en la narrativa bíblica (Ediciones Camino Viejo-Publicaciones ANDAMIO). Stuart, oriundo de Preston (Inglaterra), es Anciano de una Asamblea de Hermanos en Valladolid, licenciado en Filología Románica por la Universidad de Cambridge y doctor en Filosofía y Letras por la Temple University de Philadelphia (EE.UU.). Cito algunas de sus más recientes publicaciones:
Magnificat, Las hijas del canto, El lucero de la mañana, Diez historias, El camino de Emaús, Cartas a mis nietos, entre otras. Dirige Alétheia, revista teológica de la AEE.
En un mundo donde impera la violencia, la esclavitud y discriminación de la mujer, el autor, a través de su libro, hace que dirijamos la mirada a la Biblia, donde tenemos el mejor manual para restaurar la dignidad que perdió la mujer con la Caída. Los logros no son de hoy, son de ayer ya. Débora, Rut, Ester, Tamar, etc., lo demuestran en las páginas de este ensayo. Y podemos mirarlas, como en un espejo.
Pregunta.- ¿Qué motivo le llevó a escribir este libro? ¿Por qué el título del mismo?
Respuesta.-El libro es fruto de una serie de estudios en la iglesia, iniciados sin una idea pre-concebida. El cordón de grana alude a la señal dada a Rahab de que su casa sería salvada de la destrucción. Me pareció una bonita metáfora de la línea mesiánica desde Eva, la madre de todos los vivientes, a María, la madre del Señor.
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P.- ¿Hablamos mucho de ellas y las tenemos como referentes en ámbitos cristianos? O como usted dice, necesitan ser rescatadas…
R.-Prácticamente ninguna de estas mujeres se ajusta al ‘modelo’ evangélico de la mujer (lo mismo podría decirse de los hombres de la Biblia), porque tendemos a crear estereotipos, y luego tratar de ajustarnos a ellos. Conviene acercarnos a los personajes bíblicos para aprender de ellos con humildad y sin prejuicios.
P.- ¿Qué tienen en común todas estas mujeres?
R.-Hay dos mujeres de sesgo negativo: Mical despreció a David cuando danzó delante del arca, y Jezabel fue fornicaria y hechicera. Hay pocas mujeres ‘malas’ en la Escritura (la mujer de Potifar y la reina Atalía son otros ejemplos), lo que desmiente la actitud ‘misógina’ que se suele achacar (erróneamente) a la Biblia. Las otras mujeres del libro tienen en común su fe, su visión, y su capacidad de decisión.
P.- ¿Cómo debe comportarse una mujer en el Reino de Dios y en el mundo?
R.-Una mujer debe comportarse como cristiana en el sentido pleno de la palabra, en su manera de ser y estar en el mundo y en la iglesia. Pablo dice que “tenemos la mente de Cristo”, y esta expresión significa que el Señor confía a nosotros sus propios pensamientos y poder de decisión. Por otra parte, no puede haber dicotomía alguna entre nuestro comportamiento en el Reino de Dios y en el mundo, en el hogar o en la sociedad.
P.- Llama la atención que mujeres que sin tener un currículum digno del linaje de Jesús son nombradas en su genealogía: Tamar, Rahab, Rut… ¿Qué nos quiere decir Dios con sus elecciones?
R.-La genealogía de Jesús recorre la historia de la Salvación, y la inclusión de estas mujeres pone de manifiesto la gracia de Dios, que reconoce la valentía y fe de ellas, y mira el corazón. Los autores bíblicos moralizan mucho menos que nosotros, y los hechos “brutos” de sus historias nos pueden sorprender, incluso escandalizar. Pero allí están, y sin ellas el cordón de grana se habría roto (pienso en la historia de Tamar o de Rahab, por ejemplo).
P.-Hoy, en pleno siglo XXI, usted rescata otra vez a la viuda de Sarepta, aquella desamparada, pobre y sin esperanza a la que Elías lleva buenas nuevas, devuelve a la vida a su hijo, y a quien Jesús había honrado en la sinagoga de Nazaret… ¿Nos enseña ella algo acerca de la fe? ¿Por qué piensa que la mencionó Jesús?
R.-La mención de la viuda de Sarepta indica que Jesús se identifica con los pobres y desamparados del mundo (véase su lectura de Isaías 61:1-2 en la sinagoga) pero sobre todo, que reconoce una fe que triunfa
in extremis, y brilla en medio de la oscuridad. La Biblia concede un lugar de honor a muchas viudas (anónimas en la mayoría de los casos) que solo pudieron apoyarse en Dios.
P.- ¿Quiere decir esto que la Teología no es solo para unos pocos?
R.-La Teología profesional, sí, pero todo creyente puede –y debe− conocer y amar la Palabra de Dios como parte fundamental de su vida. A través de ella se nos revela a Cristo, como Él mismo explicó a los atónitos discípulos de Emaús.
P.- ¿Estas mujeres enderezan la balanza que se desequilibró en el Edén?
R.-Sin duda. Algunas ‘feministas’ (y otros) piensan que el mero hecho de destacar a las mujeres de la Biblia demuestra que son la excepción que confirma la regla patriarcal del Antiguo Testamento, pero son tantas, y tan importantes, que creo que demuestran lo contrario. En un mundo donde la mujer era sometida generalmente a la jerarquía del hombre brillan “como el sol que sale en su fuerza”, como dijo Débora, profeta, juez y salvadora de Israel. Creo que la iglesia en general ha cometido una injusticia grande con las mujeres, no porque no haya leído estas historias, sino porque no las ha leído bien.
P.- Al hablar de la mujer de Sunem, usted dice que esta historia “retrata aspectos de la doctrina apostólica”. ¿A qué se refiere?
R.-Es esta una de las historias más hermosas de la Biblia. Demuestra el perfecto equilibrio que ha de existir entre el hombre y la mujer en su gestión de los asuntos de la vida. La relación marido – mujer no es jerárquica, sino afectiva, como explica Pablo en Efesios 5. El respeto de la mujer de Sunem por su marido no implica servilismo, sino el de una ‘ayuda idónea’ que ‘salva’ a su marido, a su hijo, y su propio testimonio en medio de su pueblo, gracias a la confianza que tiene en el profeta Eliseo, y en Dios.
P.- ¿Cómo trasladaríamos a la actualidad el gesto de esta mujer que ve la necesidad de Eliseo en el ejercicio de su Misión? Ella le apoya aun a costa de la economía familiar… ¿Eso es normal en nuestro tiempo?
R.-Ella no actúa al margen de su marido, y consigue su beneplácito para invertir en el ministerio del profeta, como es propio. Pero la hospitalidad que proporciona surge de la visión de ella, lo mismo que la iniciativa de hacer construir para Eliseo un ‘aposento alto’ como lugar de paz en medio de las duras circunstancias de su misión. He visto en España el ejemplo de mujeres que sirven a los demás con los medios a su alcance, incluso siendo escasos, y que han mostrado hospitalidad a los siervos del Señor con “esmero y solicitud”.
P.- ¿Podemos decir, después de leer la historia de Ester, que su protagonista devuelve a la mujer su grandeza y su gloria?
R.-En efecto. La historia de Ester, sorprendentemente pasada por alto por muchos lectores (y lectoras) de la Biblia, demuestra cómo la capacidad de decisión de una mujer de fe salva el destino de su pueblo. Dignidad y gloria: la dignidad de Vasti que se negó a humillarse ante los cortesanos de Asuero, y la gloria de Ester que arriesgó su vida para salvar al pueblo de Dios.
P.- ¿Qué puede suscitar la historia de Ester en materia de las relaciones entre el hombre y la mujer en el contexto del ejercicio del poder?
R.-El primer acto del libro lo protagoniza una heroína poco o nada reconocida: la reina Vasti, destituida porque no quiso someterse a la voluntad de Asuero de que exhibiera públicamente su belleza. He leído en alguna parte críticas de la actitud de ella por no ‘sujetarse’ a su marido, pero al no hacerlo, salvó su dignidad de mujer ante la mirada de hombres ebrios y lascivos. La negativa de Vasti precipitó una crisis de Estado, y Asuero envió cartas diciendo que “todo hombre afirmase su autoridad en su casa”. Algunos piensan que las cartas de Pablo van en la misma línea, pero se equivocan: nada hay más lejos de la voluntad dictatorial de Asuero que el espíritu de Pablo. La negativa de Vasti hace que Ester la sustituya como reina, con las consecuencias que conocemos. Hay que añadir que la relación entre Ester y su tío Mardoqueo es hermosa e instructiva, también. Al comienzo del libro, Ester sigue las directrices de su tío; luego él sigue las directrices de Ester; y al final, los dos actúan juntos en armonía perfecta.
P.- ¿Qué nos aportan como madres Ana, Rebeca…? ¿Se diría que anteponen a Dios ante todo?
R.-Aportan realismo y fe. Ana derramó lágrimas de dolor ante la insensibilidad de su marido Elcana, la humillación por parte de Penina y la incomprensión de Elí, pero dio al mundo a Samuel; y Rebeca, que sufrió los conflictos surgidos en el seno de la familia a partir del nacimiento de Esaú y Jacob, es una de las grandes “madres de Israel”. Todas ellas desempeñan el papel que les corresponde en medio de los avatares de la vida, en la Historia de la Salvación. ¿Qué aportan como madres? Nos aportan el ejemplo, como dices, de personas que anteponen a Dios ante todo.
P.- Pienso: Rut en la era, Débora gobernando a su pueblo, Ester presentándose ante Asuero sin ser llamada… ¿Hay situaciones en que las reglas pueden romperse? ¿Dios hace excepciones?
R.-Creo que no se trata de “romper las reglas”, sino de vivir y actuar por fe en el momento preciso y cuando la ocasión lo requiere. Como decía, ninguna de estas historias se ajusta a los cánones evangélicos al uso, que a veces son legalistas y farisaicos. Hay que admirarlas, leerlas desde Cristo, e “imitar su fe”. Rut, vestida de novia y acostada junto a Booz en la era, proporciona una de las estampas más hermosas de la literatura universal. La situación de ella es irrepetible, pero no su valentía y fe. Lo mismo puede decirse de la circunstancia de Débora o de Ester. Pero observamos en todos estos casos ninguna crítica, ningún reproche, ni ninguna queja de la conducta de ellas por parte del Espíritu de Dios.
P.- Vuelvo a la mujer de Sunem. Vemos que sus actos están apoyados por su marido. Él confía totalmente en ella. Esto me lleva a preguntar cuál sería el principio que inspira la relación del marido como kephalé de la mujer…
R.-Según Pablo, el marido como
cabeza de la mujer está unido a ella de manera indivisible, para cuidar y amarla, siguiendo el ejemplo de Cristo, y añade que la mujer debe respetar a su marido (Efesios 5). Para Juan Crisóstomo, el símil de la cabeza indica el carácter indisoluble del matrimonio cristiano, ya que no puede haber cabeza sin cuerpo, ni cuerpo sin cabeza.
P.- ¿Se podría decir que él le había concedido un lugar en su casa para que ella pudiera ejercer la exousía que le había sido otorgada?
R.-Exactamente, es así. Creo que la interpretación jerárquica de la relación marido – mujer (y de la relación hombre − mujer en general) ha lastrado la vida de muchas mujeres en la iglesia, en el hogar y en el mundo. El concepto de
exousía (libertad, derecho, poder, autoridad) libera al hombre y a la mujer bajo la voluntad de Dios, libera y apodera. Noto que dices que “él le había concedido un lugar en su casa para que ella pudiera ejercer la
exousía que le había sido otorgada”, y tienes razón. Y pregunto: ¿qué habría sucedido si no se lo hubiera “concedido”, al estilo tradicional?
P.- Cómo pueden trasladarse a este siglo XXI, todos los aspectos mencionados anteriormente, en un mundo donde impera la esclavitud, la violencia de género, salarios más bajos, discriminación… para la mujer. Y ya van más de dos mil años desde que Jesús bajó en forma de niño a la tierra.
R.-Los creyentes en Cristo debemos dar a la mujer “honor” (1 P. 3:7), y proporcionar un espacio de dignidad y libertad en medio de un mundo hostil. Fíjate, por ejemplo, en el perfil de Rut la moabita, tratada con exquisitez por Booz, que la protegió de cualquier actitud abusiva por parte de sus criados, siendo ella viuda y extranjera. Toda discriminación de la mujer, en cualquier ámbito de la vida −en el hogar, en la iglesia o en la sociedad−, contradice el evangelio de Cristo.
P.- Estas mujeres eran comprometidas, decididas, valientes; de las que se comprometían a punto de dar la vida incluso por salvar a su pueblo como fue el caso de Ester. O de Abigail. Eran mujeres de visión. Tenían credibilidad a pesar de que cometieron errores. No necesitaron ver grandes milagros para creer, como la viuda de Sarepta. ¿Quedan mujeres así?
R.-Sin duda. La vida de todo creyente entraña sufrimiento, aprendizaje, y educación espiritual. Vivimos por
fe, con los ojos puestos en Jesús. La fe implica no desmayar ante la adversidad, y confiar en el Señor siempre. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de las mujeres creyentes han vivido –y viven− así.
P.- ¿Podemos también las mujeres aspirar a tener “una ayuda idónea”?
R.-Más que una aspiración, se trata de una hermosa realidad. Dios es nuestro ayudador (1 S. 7:12; Sal. 62; Mr. 16:19-20), y podemos contar con su ayuda siempre. Siguiendo su ejemplo, todos debemos ayudarnos mutuamente. ¿Hay algo más hermoso que ser ayuda de alguien, o recibir su ayuda oportuna?
P.- ¿Para quiénes escribió este libro?
R.-Para cualquier lector, hombre o mujer, creyente o no creyente, que quiere conocer estas historias de mujeres en la narrativa bíblica, y aprender de ellas. Ha sido un inmenso privilegio para mí descubrir estas historias, y por esta vía darlas a conocer.
Finaliza la entrevista. Gratitud y enhorabuena a Stuart por rescatar a estas mujeres que desfilan una y otra vez por nuestras lecturas bíblicas y no las destacamos como ejemplos a seguir (excluyendo a Jezabel o Mical, claro). Nos hace re-descubrirlas, pasearnos por los recovecos más profundos de sus sentimientos, contextos, humanidad, su fe. Nos hace admirarlas sin verlas. Es el poder de la palabra abriéndote los ojos. Ves la gracia de Dios utilizando lo más pequeño, según nuestros cánones humanos, para alcanzar sus propósitos.
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