Crisis significa cambio. En el Planeta Tierra no ha habido ninguna época sin crisis. La Historia es un relato cronológico de cambios del que el ser humano es actor, testigo y relator.
El Hijo de Dios es Señor de la Historia: agente Único que le da sentido pues marcha adelante.
Jesucristo, primer nacido de mujer en resucitar, ha prometido regresar y completar el Gran cambio.
Las estadísticas oficiales afirman que unos 900 millones de seres humanos sufren de desnutrición
(1); y que unos 24 mil mueren de hambre cada día
(2), de ellos 18 mil son niños menores de cinco meses
(3). Se calcula que actualmente hay en el mundo más de mil millones de personas atrapadas en la pobreza absoluta; además, que 7 de cada 10 personas que mueren de hambre son mujeres y niñas
(4).
Ampliemos: el hambre, por cada minuto empleado en escribir o leer este artículo, mata a más de 12 niños y niñas en distintos países del mundo. Suponiendo que se necesitasen diez minutos para leerlo (sin consultar todas las notas), en ese tiempo habrán muerto de hambre 125 inocentes. Lo calculo, lo escribo, y me aterra.
Vivir en Europa o en América del Norte puede condicionar nuestra mentalidad. Es hora de pensar que la crisis global nos afecta a todos. Son muchos más los que están peor que nosotros. ¡Cambiemos!
Es evidente que los programas globales de la ONU y otros organismos tienden a disminuir la tasa de mortalidad causada por la desnutrición;
pero, un trágico error humano es creer que toda crisis es efecto de una causa mensurable; y que con la aplicación de recetas elaboradas por expertos, en algún momento, pondremos fin a este inhumano flagelo. Este es un error producto de las
“falsas esperanzas” depositadas en la ciencia o en la política.
Otro error, no menos trágico, es el de creyentes que dicen
estar exentos de sufrir situaciones críticas por el sólo hecho de ser miembros de una iglesia local. Este error es enseñando por
“falsos líderes” para provecho propio.
FALSAS ESPERANZAS
La excesiva confianza en el desarrollo científico, en los avances tecnológicos que le siguen o en las promesas electorales es el error más generalizado. Crea una esperanza falsa porque no siempre la solución, si llega, es beneficiosa para los que más la necesitan. Ocurre con las enfermedades cuyos tratamientos son muy costosos; o con la depresión económica que aplasta los mercados, paraliza el consumo y castiga a los consumidores. Generalmente son las minorías las que se benefician a costa de las mayorías.
La realidad demuestra que la brecha entre ricos y pobres se va agrandando año tras año a causa de la injusticia social
(5).
La avaricia, la ambición y la codicia acumulan en las manos de pocos lo que quitan de las manos de muchos.
Hay una injusticia que ejerce el hombre contra el hombre. También hay otra injusticia que ejerce el hombre contra su medio ambiente. Basta con mirar lo que ocurre, por ejemplo, con los combustibles fósiles cuyas reservas no son ilimitadas
(6). Se sabe que ya hay coches a baterías recargables con energía solar. Pero, el coste del proceso de reconversión industrial no resulta atractivo a los popes de la industria automotriz ni a los productores del crudo de petróleo y sus numerosos derivados. Mientras el planeta sufre la contaminación y las consecuencias provocadas por los países afluentes, emisores de los más altos niveles de dióxido de carbono, los ricos intentan calmar a ecologistas y defensores del medio ambiente convenciéndoles de que ya llegará el tiempo para la reconversión industrial. De allí que las cumbres sobre cambio climático se sucedan, una tras otra, repartiendo culpas pero sin emplazar a los responsables para que reconviertan sus industrias.
Lo mismo ocurre con la deforestación salvaje que contribuye al calentamiento global, el deshielo de los casquetes polares y el enrarecimiento atmosférico. La máxima de los industriales madereros pareciera ser
“Mientras haya árboles, y no se invente algo similar a esta materia prima, seguiremos talando bosques”.
Antes, los inventores se adelantaban al uso; generaban demanda con sus inventos; ahora, debido al abuso, faltan creativos con soluciones efectivas para revertir el daño producido. Lo que antes era una novedad accesible para unos pocos, pasó a ser producción en serie para satisfacer la creciente demanda. Para peor, la sociedad consumista llegó a tal punto que lo suntuario compite con los artículos de primera necesidad.
La actual crisis financiera global que pagamos todos los contribuyentes – con excepción de los banqueros, intermediarios, políticos y asesores que la provocaron- está originada por la misma falsa esperanza.
FALSOS LÍDERES
La comunidad de fe está en el mundo, aunque no pertenezca a él. El error en el que puede caer en medio de la crisis global ya es advertido de manera cruda por el apóstol Pablo a su discípulo Timoteo. Le informa acerca de individuos cuya actividad generaría crisis allí donde fueran recibidos. Recomiendo leer el capítulo 3 de la segunda carta a Timoteo que es corto y comienza así (
las negritas en todos los textos son mías):
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.”
(7)
Recordemos: la influencia transformadora del evangelio de Jesucristo eclosionó en Pentecostés; y floreció de manera extraordinaria en los numerosos grupos de convertidos a Cristo; el Espíritu había comenzado en ellos una obra diferente a todo lo existente. Dios añadía cada día a Su iglesia a aquellos que, generosos, lo compartían todo, eran de un mismo sentir y vivían en armonía
(8), lo que atrajo a interesados con mentes calculadoras. Los apóstoles e inmediatos colaboradores discernían por el Espíritu quiénes venían con dobles intenciones
(9).
La advertencia paulina mencionada es en el contexto de
“los postreros días”. La promesa del Señor de regresar a por su iglesia imprimía una esperanza no acotada en el tiempo; se convertía en mensaje galvanizador de la fe, y confería a los fieles el carácter de peregrinos del mundo. Sin embargo, siempre hubo infiltrados que no tenían el celo misionero apostólico. Poco a poco influyeron para abrazar proyectos temporales (como ocurre hoy), a pesar de que la misión de la comunidad era (como lo es hoy) la de
ir a las naciones para hacer discípulos.
Al leer el NT descubrimos que la esperanza apostólica está siempre relacionada con la inminencia de la segunda venida de nuestro amado Señor Jesucristo (10). Esta esperanza mantuvo encendida la fe y la unidad de los fieles en la naciente iglesia; en especial, en las cruciales horas de persecución y martirio de muchos de sus miembros en toda la tierra dominada por la Roma Imperial
(11).
Jesús enseñó a sus discípulos que sólo Dios Padre sabe el tiempo señalado
(12). En ningún pasaje de la Biblia se nos anima a averiguar la hora del regreso de Jesucristo, ni tampoco se proporcionan datos específicos como para calcularlo. En vez de caer en la locura de especular para determinar cuándo regresará el Señor a por su iglesia, se nos anima a “velar” y “estar preparados”. El hecho de no conocerse el día en que Jesús regresará debiera ser motivo suficiente para vivir cada día a la luz de ese glorioso y ansiado momento.
A pesar de los fallidos intentos de muchos osados en dar fechas, con la posterior caída en ridículo público (o quizás debido a esos papelones) hay como contrapartida esa actitud nada recomendable de muchos creyentes que viven sin prepararse para recibir al Señor, y exponiéndose a perder Su especial bendición
(13). Tampoco es una enseñanza central en la mayoría de las iglesias. Muchas parecieran estar más ocupadas en el aquí y ahora, con sus programas anuales puertas adentro y sus altos presupuestos, y atareados en recaudar para seguir funcionando. Ojalá su objetivo fuese predicar el evangelio ante el inminente retorno del Señor Jesucristo.
Conversando con muchos se percibe que los cristianos estamos más enfocados en sanar nuestras dolencias, aprobar exámenes académicos, conseguir empleo, saldar deudas, tener o recuperar la pareja, construir o conservar la casa propia, criar hijos, cambiar el coche o tomar vacaciones. ¿No son esos los temas por los que oramos en nuestros hogares y también en algunas congregaciones?
Si no está mal en hacer aquello, haríamos bien en preguntarnos: ¿Oramos pidiendo al Padre que nos prepare para la venida de su Hijo? ¿Pedimos por nuestra santificación? ¿Aspiramos a ser una iglesia sin mancha ni arrugas en el día de Su venida? ¿Intercedemos por familiares y amigos que viven sin esta gloriosa esperanza? ¿Nos ponemos en la fila de arrepentidos que confiesan haberse preocupado más por su salud, éxito social, prosperidad económica, buena reputación y reconocimiento, que por vivir en santidad?
Si todavía no hay tal fila en mi congregación ¿sería yo quien la inicie?
LA RECOMENDACIÓN APOSTÓLICA
Los apóstoles no solo no ignoraban las diferentes crisis, sino que advertían acerca de ellas. Sabían que vivían sojuzgados bajo un Imperio pagano cuyo emperador se había auto deificado y exigía un riguroso culto; que la religión oficial estaba presidida y los súbditos controlados por un Colegio Pontificio cuya cabeza era el César. Esta realidad era acompañada por un rey impuesto al pueblo judío, un verdadero títere aliado del César. Esto generaba situaciones dolorosas en el seno de la comunidad de fe.
Pero la percepción espiritual de los apóstoles les permitía calar más hondo y ver otro tipo de situaciones críticas propias de la pecaminosa naturaleza humana. Ellos veían que había ambiciosos cuya codicia y avaricia, que son idolatría, se codeaban con la fidelidad de los convertidos consagrados a Dios. La carnalidad de los intrusos era un riesgo permanente de contaminación en la comunidad de fe, a la que había que dar batalla en el Espíritu.
Hubo allá y entonces, como hay aquí y en otros sitios hoy, los que no entendían qué es entregarse al Señor Jesucristo y movilizarse con su amor por los perdidos. No ocupaban su tiempo en conocer y vivir el evangelio.
Siempre estuvieron los que olvidan la “galería de la fe” de aquellos que creyeron sin ver la promesa
(14). Ignoran su significado porque escuchan otras prédicas; esas que alientan la búsqueda de resultados visibles. Algunos invitan con grandes letras: “Venga a por su milagro. Pare de sufrir”. Le predican a la gente lo que esta desea oír.
He conocido sitios de culto que se asemejan a locales comerciales donde se vende de todo: tierra de Jerusalén, óleo de Getsemaní, piedrecillas de la Tierra Santa, agua del Mar de Galilea, astillas de la cruz de Jesús; libros escritos por los pastores después de hacer un tour por Israel y tantas otras lindezas. Música, proyecciones de videos, ujieres entrenados para vender de todo y solicitar colaboraciones monetarias para cualquier “obra de caridad” o rellenar formularios de primera visita al sitio. No más entrar al hall se respira un aire perfumado con sahumerios, y se percibe un alto nivel económico propio de una empresa exitosa. Esto choca y genera rechazo en los creyentes temerosos de Dios. ¿Una réplica de la antigua casa de oración convertida en cueva de ladrones?
(15)
El Señor que es celoso en el cuidado de sus hijos e hijas, nos provee de numerosas advertencias en las Escrituras sobre no descuidar nuestra salvación(16) y tampoco confiar en la efímera prosperidad disfrutada en alguna etapa de bonanza de nuestra corta vida terrenal. La falta de conocimiento de las Escrituras puede llevarnos al extremo de buscar primeramente “lo demás”, antes que el Reino de Dios y su justicia (17).
Este error denuncia la falta de enseñanza, de exhortación y de profecía.
“No se puede ser duro con los recién convertidos”, escuchamos justificarse a algunos líderes. Sin embargo, sean “nuevos” o “viejos” convertidos, a menudo se los trata más como a clientela que como a miembros de la familia. El número es el que manda y urge. En vez de escuchar la voz del Pastor de pastores reclamando a los responsables:
“apacienta mis corderos (…) pastorea mis ovejas (…) apacienta mis ovejas” (18), se oyen voces de mando (cuando no gritos destemplados) bajando directivas meramente humanas.
Precisamente el apóstol Pedro, aquél tosco y apasionado hombre de mar que negó a su Señor y fue reconvenido amorosamente como ya citamos, nos asombra con esta recomendación digna de ser aceptada y practicada:
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.
Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.
Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?
Y: ‘Si el justo con dificultad se salva’, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.” (19)
Estos
“postreros días” son para
“que el juicio comience por la casa de Dios”; los miembros de la iglesia de Jesucristo somos templos del Espíritu que nos guía a toda verdad. Todos los creyentes en Cristo Jesús conformamos una comunidad de fe y somos edificados como morada de Dios
(20). Jesucristo es nuestro abogado intercesor ante el Padre
(21).
Ante el inminente retorno del Señor de la iglesia, humillémonos delante de nuestro Dios, confesemos nuestro pecado de carnalidad y recibamos su perdón, confirmación y consuelo. Rindámonos, una vez más, a los pies de Jesucristo -tal como somos y estamos- y demos gracias a nuestro Padre por la crisis; porque en ella Él desea bendecirnos y que seamos de bendición a muchos otros que no tienen paz ni esperanza.
El Señor viene en breve; que nos encuentre afirmando de todo corazón:
Amén; sí, ven, Señor Jesús.(22)
------------------------------------------------------------
NOTAS
Ilustración: Los rostros del hambre, el abandono, la desolación y pobreza de esa madre con sus pequeños, son mudos testigos de una crisis global de la que ninguno de nosotros está libre de padecer o de contribuir a que disminuya.
Link: http://spanish.peopledaily.com.cn/31618/7971722.html
1. Casi el 13% de la población mundial padece hambre. FAO. Link: http://www.fao.org/hunger/hunger-home/es/
2. El 75% de los que mueren por desnutrición son niños. Proyecto Hambre. Link: http://proyectohambre.org/prin-es.htm
3. Hambruna mundial. Link: http://es.wikipedia.org/wiki/Hambruna
4. Según el Fondo de las Naciones Unidas para las Mujeres (UNIFEM). Feminización de la pobreza.
Link: http://es.wikipedia.org/wiki/Pobreza
5. Se calcula que casi la cuarta parte de la población mundial (1.500 millones) vive con sólo U$S1,5 por día de promedio,
(poco más de 1 euro);Link: http://www.pobrezamundial.com/aumento-en-la-brecha-entre-ricos-y-pobres/
6. Nota del autor: según los más optimistas calculan que el crudo se terminará poco antes del 2100; los pesimistas: en 2020; y
los más realistas: en 2040. Lo que no se calcula es el coste en polución ambiental y cambio climático en todo ese tiempo
7. 2ª Timoteo 3: 1-5
8. Hechos 2:41-47; 4:4; 13,14; 31-37; 5:11-16; 41,42;6:7
9. Hechos 8:18-24
10. Mateo 24:36, 42-44; 25:13; Marcos 13:32-37; Lucas 12:37-40; 17:20, 24, 30; 21:34-36; 1ª Tesalonicenses 5:2; 2ª Pedro
3:10; también leer Apocalipsis 16:15
11. Eusebio de Cesarea, en “Las Actas de los Mártires” narra la historia de la iglesia de los orígenes. Cuenta de los mártires recordados
en esta breve reseña, que pertenecen a siglos diversos, a diferentes categorías de personas, extracción social y nacionalidad que
representan a toda la iglesia. Son hombres y mujeres; ricos y pobres; ancianos (Simeón tiene 120 años) y jóvenes (los 7
"hijos" de Sinforosa); eclesiásticos (Simeón, Policarpo, Acacio, Carpo, Sagaris, obispos; Pionio, sacerdote; Euplio y Papilo,
diáconos) y laicos: Apolonio, senador; Máximo, comerciante; Conón, jardinero; los cuarenta mártires de Sebaste,
legionarios; Marino, centurión; Sinforosa y Agatonice, madres de familia; nobles (como Apolonio) y gente común del pueblo
(como Conón y a veces cristianos desconocidos) .Todos ellos dieron testimonio de su fidelidad a Cristo con sus propias vidas
12. Marcos 13:32
13. 1ª Juan 3:2,3; 1ª Tesalonicenses 5:23; 2ª Timoteo 4:8; 1ª Juan 2:28
14. Hebreos 11
15. Mateo 21:13
16. Romanos 13:11; 2ª Corintios 1:6; 2ª Corintios 7:10; Filipenses 2:12; 1ª Tesalonicenses 5:8,9; Hebreos 2:3; 1ª Pedro 1:3-9;
Judas 1:3; Apocalipsis 7:10; 12:10; 19:1
17. Mateo 6:33
18. Juan 21:15-17
19. 1ª Pedro 4:12-19
20. 1ª Corintios 3:16,17; 6:19; Juan 16:13; Efesios 2:21
21. 1ª Juan 2:1
22. Apocalipsis 22:12, 17, 20
Si quieres comentar o