«El Espíritu Santo dijo: «Apártenme a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado». Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron» Hch. 13:1-3
Nos preguntamos cómo iglesia: ¿Cuál será el trabajo para el cual nos llama el Señor en los próximos años, y qué nuevos desafíos pone en nuestras manos? ¿Cuál es la dirección y cómo debemos planificar? ¿A quiénes debemos elegir para la obra del ministerio? ¿Cómo serán los próximos pastores y misioneros transculturales? ¿Qué rol cumplen los laicos?
ANTIOQUÍA, UN MODELO A SEGUIR
La iglesia de Antioquía jugó un papel importantísimo en la vida de la iglesia universal. Un grupo de personas anónimas, huyendo de la persecución, sin mayores recursos y planes, compartieron el evangelio con todos. Se atrevieron hacer cosas diferentes, «Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor» Hch 11:21. Cada cristiano es llamado a participar y a ejercer el sacerdocio universal de los creyentes.
La misión tiene lugar por doquier. Impulsados por la fe, los cristianos cruzan la frontera entre los que creen y los que no creen, y del otro lado de esa frontera dan testimonio de su fe. Dado que Dios es un Dios misionero, el pueblo de Dios es un pueblo misionero. El Espíritu ha sido derramado sobre todo el pueblo de Dios, no sólo sobre unas personas seleccionadas. La comunidad de fe es la portadora primaria de la misión
Antioquia fue una iglesia que traspasó barreras sociales (Hch 11:19-20), reconstruía vidas rotas (Hch 11:21-24), busco la participación de otros (Hch 11:25-26), cubría necesidades físicas y espirituales (Hch 11:27-30), tenía un liderazgo compartido formando un equipo pastoral (Hch 13:1), estuvieron dispuestos a extender los límites del reino de Dios hasta lo último de la tierra (Hch 13:2-3) y resolvieron conflictos doctrinales (Hch 15:1-35). Antioquía tenía que ver con ser una iglesia abierta para la evangelización del mundo.
La iglesia que vive en misión es una iglesia que se reconoce como enviada al mundo. Es una iglesia que busca el propósito de Dios, participando activamente en el culto al Señor. Es saber escuchar la voz del Espíritu Santo trabajando en equipo. Es clave la oración, el ayuno y la relación unos con otros.
Somos llamados a vivir una fe trinitaria, una fe relacional; una vida de relación con Dios y con nuestro prójimo; se da prioridad al ser antes que al hacer. “Escuchar la palabra de Dios y escucharnos los unos a los otros van juntos; sólo podemos tener lo primero si estamos igualmente preparados para tener lo segundo” . Si queremos que la gente venga al conocimiento de Jesucristo, la iglesia en nuestros días debe avanzar en la unidad, el amor y el servicio.
La iglesia de Antioquia nos muestra un ministerio compartido y no individual. Había cinco líderes destacados que trabajaban como un equipo. Formaban un liderazgo espiritual con diferentes trasfondos. Era un liderazgo internacional e intercultural. Venían de diferentes regiones: Bernabé de Chipre, Manaén venía de los círculos gubernamentales de Jerusalén, Saulo de Tarso, Lucio de Cirene de extracción árabe proveniente del Norte de África y Simeón apodado el Negro de la cuenca del Nilo en África oriental. Encarnaban un compañerismo que servía de modelo a la congregación. Eran siervos líderes. Celebraban juntos el culto al Señor. Su diversidad enriquecía el liderazgo de todos y a la iglesia misma.
En la iglesia de Antioquia había disposición para escuchar y separar para la obra del ministerio los siervos que el Espíritu Santo indicaba. Como siervos, entendemos que cuando nos involucramos en la misión, estamos compartiendo la misión del Dios misionero y no proyectos personales. Estamos al servicio de la Missio Dei. Y nuestra misión es compartir la suya. Escuchamos, descubrimos y obedecemos la voz del Señor enviando a sus siervos al trabajo al que los ha llamado. Es el modelo a seguir.
OPORTUNIDADES Y OBSTÁCULOS
Pero, ¿Cómo escucharon la voz del Espíritu Santo? Se nos dice que había entre ellos profetas y maestros. Diferentes énfasis teológicos. Quizás un profeta o varios de ellos en combinación con los maestros trajo el sentir del Espíritu de Dios y el Espíritu Santo puso convicción en el corazón de ellos o bien escucharon de otra forma su voz.
El Espíritu Santo les manifestó su propósito. Les enseñó los primeros pasos pero no les reveló todo el plan. Debían avanzar por fe y depender del espíritu de Dios. La clave era reconocer el trabajo que el Señor dispone sin entenderlo todo.
“Bernabé y Saulo, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y allí navegaron a Chipre” (Hch 13:4). La guía del Espíritu se manifestaría por el discernimiento, la sabiduría espiritual y las circunstancias o acontecimientos. La vida espiritual es el reflejo de aquella vida que está en comunión con Dios y con los hermanos manifestando el carácter espiritual o fruto del Espíritu Santo. Esto permite encontrar las oportunidades o puertas que Dios abre o cierra ante nosotros.
La vida guiada bajo la influencia del Espíritu Santo busca las puertas abiertas y oportunidades que Dios está presentando ante nosotros (2 Co 2:12). Es el Espíritu Santo que abre puertas y buscar lo que el Espíritu Santo manifiesta es encontrarnos con el propósito de Dios (Ap. 3:8).
El Espíritu Santo nos da oportunidades pero también puede cerrar puertas. Le prohibió al equipo apostólico predicar la palabra en la provincia de Asia (Hch 16:6-10). Luego, cuando llegaron cerca de Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Fue recién cuando bajaron a Troas durante una noche que Pablo tuvo una visión donde se le indicaba que debían comenzar la misión en Europa. Después que Pablo tuvo la visión llegaron a la conclusión y convencimiento que Dios les había llamado a anunciar el evangelio a los macedonios. “El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor” Pr 16:9.
No alcanza solamente saber que la voluntad de Dios es que su pueblo sea luz a las naciones. Tenemos que tener comprensión espiritual y sabiduría en cómo debemos proyectar, canalizar y evidenciar este servicio al Señor.
En todo este trabajo espiritual la iglesia local es la base y es clave. La misión debe afirmarse desde la iglesia local. El trabajo misionero es el trabajo del Espíritu de Dios y la iglesia trabajando juntos. Entonces, ¿cómo llegar a tener cierta confiabilidad para poder avanzar?
En primer lugar hay una revelación o evidencia interna (lo que Dios me está indicando). Esto mismo le pasó a Saulo (Hch 9:15, 13:47, 22:12-21, 26:12-18, Gá 1:11-24, 2:1-2). Pablo recibe su llamamiento a través de su encuentro personal con el Señor y de Ananías, que es quien recibe la palabra del Señor en cuanto al modo en que Pablo ha de servirle. A partir de ahí Pablo vive 14 años formándose para el ministerio. Tendría unos 31 años cuando lo llamó, pero el cumplimiento de ese llamado se concreta aproximadamente a los 45 años de edad. Dios forma a un Pablo nuevo en esos 14 años.
En segundo lugar está la evidencia externa manifestada por la comunidad de fe. Son los hermanos maduros que nos confirman y ayudan a discernir espiritualmente (Pr 11:14, Hch 11:25-26, 13:1-3, Gá 2:7,9).
Finalmente, en tercer lugar nos encontramos con los acontecimientos que Dios permite para discernir y tener sabiduría en el conocimiento de su voluntad. Los acontecimientos o circunstancias nos orientan a los nuevos pasos y oportunidades que tenemos (Hch 14:27, 16:6-10, 2 Co 2:12, Col 4:2-4). En el libro de Apocalipsis se habla de la iglesia de Filadelfia a la cual Jesucristo le presenta una puerta abierta y una oportunidad. Esto nos recuerda que Dios es quien coloca las oportunidades y cada una de ellas representa una puerta abierta que nadie puede cerrar.
Hay algunas cosas más que debemos tener en cuenta para saber buscar y entender cuáles son las oportunidades que Dios presenta. Toda oportunidad debe estar alineada con los valores y principios de la palabra de Dios. Estos son los valores cristianos. Si Dios abre las puertas no habrá conflictos de valores. Entre los temas importantes de la vida es clave recordar la prioridad sobre lo que Dios espera de nosotros: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” Mi 6:8
La fe y la guía del Espíritu Santo no significan que no tenemos dudas. La obediencia incluye la duda, pero la duda no debe excluir la obediencia. Dios nos ha dado la mente de Cristo y confía en nosotros que podamos discernir correctamente. Nuestra oración es que el Señor nos ayude a tener comprensión espiritual, ver cuáles son las puertas abiertas que nos presenta y luego tener fe para atravesar las mismas (Col 1:9-11)
En la comprensión espiritual debemos discernir y tener sabiduría para distinguir cuando Dios no permite que avancemos o bien si el impedimento es un ataque de Satanás (1 Ts 2:17-18). El consejo de la Palabra de Dios es “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” (Stg 1:5, 3:17-18, 1Co 2:14-16). Somos llamados a ser creyentes maduros teniendo capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, ejercitando la facultad de percepción espiritual (Heb 4:12, 5:11-14).
La palabra discernir en el nuevo testamento tiene que ver con cortar. Es por lo general lo que hace un cirujano. Separar la parte enferma de la sana. Cortar en el lugar exacto. El discernimiento es un don y habilidad espiritual que podemos desarrollar. Decidir entre lo verdadero y falso. Es buen juicio teniendo una mirada clara y profunda. Vale aquí una aclaración y es que no tenemos que juzgarnos unos a otros (Ro 14:10-13). Un objeto filoso si no lo usamos bien puede causar mucho daño. Hay una diferencia importante entre tener un buen criterio y juzgar a otros. En nuestro corazón y mente ocurren las tentaciones, se forman las opiniones, motivaciones, salen las virtudes, pero también está la raíz de nuestro pecado.
La Palabra de Dios es la que nos ayuda a discernir. Nosotros necesitamos tener buen criterio estudiando, comprendiendo y aplicando la palabra en nuestras vidas y contexto. El tipo de criterio que adoptamos se forma por estudiar la palabra de Dios y la iluminación del Espíritu Santo para entenderla y practicarla. El libro de Hebreos nos señala que la palabra de Dios es más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb 4:12). Necesitamos discernir con delicadeza, exactitud y bien fino los temas relevantes de la sociedad local-global y extendernos hacia la gente más olvidada de la ciudad, la nación y el mundo.
Indudablemente necesitamos de la comunión íntima con el Señor y el consejo de los hermanos espirituales que nos conocen. En todo este proceso por lo general somos probados y se espera que aprobemos. Cuando estamos unidos a la misión de Dios debemos ser generosos en saber dejar ir y respaldar a quienes Dios ha llamado.
La iglesia de Antioquia mostró sensibilidad al escuchar y obedecer al Espíritu Santo. Se transformó en una iglesia abierta para todos guiada por el Espíritu Santo. Es ser de bendición a todas las naciones para que el evangelio esté disponible a toda persona. Se espera que hagamos lo mismo. Dios nos desafía a dar pasos de fe. Salir del orden natural para vivir en lo sobrenatural. Dios quiere iglesias fuertes y siervos con visión.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:
¿Cómo solemos escuchar la voz del Espíritu Santo?, ¿Qué significa e implica vivir una fe relacional y trinitaria? ¿Cuáles son los énfasis más importantes en el trabajo de equipo? (ser, conocer, hacer, resultados, etc.)
¿Son las diferencias un motivo de alejamiento o remordimiento en la relación unos con otros o una oportunidad y esfuerzo para lograr lo que Dios quiere que seamos? ¿Qué implica la manifestación del fruto del Espíritu Santo?
¿Cómo discernimos o entendemos la guía y manifestación del Espíritu Santo? ¿Cómo lo descubrimos? ¿Qué implica sujetarnos al impulso del Espíritu?¿Es la misión sólo para algunos o para todos?
¿Qué cosas nuevas necesita hacer el Espíritu en nuestra vida y la vida de la iglesia para que seamos fieles a la misión de Dios? ¿Cuál es el trabajo que nos llama el Señor en los próximos años y qué nuevos desafíos pone en nuestras manos?
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