Nos vamos a Madrid donde reside
Daniel Oval, nuestro entrevistado de hoy. Daniel nació en Santa Cruz de Tenerife y está casado desde hace veinte años. Es Colaborador pastoral en Asamblea Cristiana de Madrid; allí lleva ya diez años trabajando entre los adolescentes y jóvenes.
Es presidente de la comisión de Juventud de la Alianza Evangélica Española (Alianza Joven) y también Consejero de Juventud del Consejo Evangélico de Madrid. En esta entrevista hablamos de nuestros jóvenes y adolescentes, pero también nos preocupan los otros, los que están a nuestro alrededor, porque sin duda los cristianos tenemos una responsabilidad social, no nos es posible abstraernos de la problemática actual de este colectivo.
No podemos olvidar a los jóvenes españoles. No podemos olvidarnos de la generación Ni-Ni o de la Generación JESP (Jóvenes Emigrantes Sobradamente Preparados), que emigra masivamente en busca de oportunidades de trabajo fuera de España, ni de los drogodependientes o de los que se prostituyen. ¿Acaso no pensaría en ellos Jesús cuando les dio la Gran Comisión a sus discípulos?
Pregunta.- ¿Podrías hacernos una radiografía de la juventud de nuestro país?
Respuesta.-Al 73% de la juventud en España le preocupa el paro y admite que le afecta de lleno; es más, el mismo porcentaje cree que ese seguirá siendo su problema en el futuro próximo. A casi la mitad de los encuestados la política le genera desconfianza y los temas de interés están en las nuevas tecnologías y el medio ambiente, y lo que menos les interesa es la religión, apenas un 7% (Datos recogidos en una encuesta del CIS en el 2012).
Vivimos en medio de una sociedad cada vez más plural, orientaciones sexuales diversas, los modelos de familia han pasado del modelo tradicional al monoparental o al de padres homosexuales, divorcios… Se ha roto el monopolio cultural que hasta ahora nos había acompañado y los principios cristianos ya están pasados de moda.
Esta es la sociedad que está afectando a nuestros jóvenes, la que está influyendo en la formación de sus valores y principios. Los chicos están cambiando como lo hace la sociedad, son hijos de su tiempo, son relativistas y lo cuestionan todo y esto puede ser bueno, pero me temo que la iglesia no está sabiendo dar las respuestas necesarias a las necesidades del joven, no hay respuestas a sus preguntas vitales.
P.-¿Crees necesario que todas las organizaciones evangélicas, o gran parte de ellas, que trabajan con adolescentes y jóvenes se unan para hacer balance y apoyarse?
R.-Creo que es fundamental. Sería muchísimo más enriquecedor para todos compartir puntos de vista, analizar juntos la problemática actual de los jóvenes dentro y fuera de la iglesia, coordinar estrategias de trabajo, etc. Debe existir el diálogo y deberíamos tener un foro entre denominaciones donde ver qué cosas están funcionando en algunos sitios y qué cosas no, establecer metas, resultados, etc.
Mira, es muy difícil competir con lo que la sociedad ofrece a los jóvenes hoy, pero si además hacemos cada uno la guerra por nuestro lado será más difícil aún, no sólo llegar a los jóvenes no creyentes, sino incluso mantener a los nuestros.
P.-¿Estamos invirtiendo tiempo y recursos en formar, orientar y educar a nuestros jóvenes?
R.-Creo que no, aunque no podemos generalizar; se están haciendo muchos esfuerzos en este sentido, pero queda mucho camino que recorrer. En muchas iglesias ni siquiera se invierte en la formación de los líderes de jóvenes, y se busca al más espabilado o al mayor del grupo para que “cuide” del resto por un tiempo como si se tratara de una guardería. Limitamos los encuentros de jóvenes a los sábados por la tarde y en esas reuniones jugamos a los mismos juegos que se van transmitiendo de generación a generación, tratamos los temas de siempre: hay que leer la Biblia, tenemos que orar, asistir a la iglesia… teoría, pero no tratamos temas de relevancia en la vida del joven, por ejemplo, cómo la Biblia podría afectar a su vida diaria, etc.
P.-Sabemos que la mayor responsabilidad en la educación de los hijos la tenemos los padres. Pero ya que formamos parte de una comunidad de fe, ¿debemos contar con el apoyo de ésta?
R.-Tienes toda la razón, la mayor responsabilidad es de los padres, pero la iglesia debe jugar un papel fundamental. Padres e iglesia deben estar coordinados, trabajar juntos y apoyarse mutuamente por el bien de los jóvenes. La adolescencia no sólo llega para los chicos, también para los padres. Muchos no saben qué hacer con sus hijos cuando estos entran en esta etapa vital de sus vidas. Deberíamos de ayudar a los padres por un lado, ofreciendo apoyo, orientación, formación, etc. Y, por otro lado, a los propios chicos. Los adolescentes y los jóvenes están, como decía, en una etapa vital de sus vidas, se están formando como personas, están en proceso de formar al padre o la madre que serán en un futuro, o el esposo o la esposa que llegarán a ser, qué tipo de profesional será, etc. Creo, sinceramente, que la iglesia tiene mucho que decir y mucho que aportar en este sentido, puede y debe hacerlo de manera relevante para la vida de los adolescentes y jóvenes.
P.-Hay cifras que indican que muchos adolescentes y jóvenes se marchan de sus iglesias. ¿En qué podemos estar fallando?
R.-Lo cierto es que esta pregunta se plantea de generación en generación, vemos nacer a nuestros hijos en la iglesia o llegar a ella en la adolescencia, aprenden un poco de Biblia, participan de las actividades, pero cuando ya son algo mayores, dejando atrás la adolescencia, terminan por irse de la iglesia. Las estadísticas dicen que tres de cada cinco jóvenes abandonan la iglesia
Es difícil para mí dar una respuesta acertada a esta cuestión, pero lo cierto es que hay varias circunstancias a tener en cuenta. Hay veces que damos por sentado que los chicos son creyentes por el hecho de que han estado toda su vida en la iglesia, pero puede que no hayan experimentado una verdadera conversión, aprenden una jerga y asumen un modo de actuar cristiano, pero esto es una fe cultural, no viven aquello que creen y por eso pueden llegar a pensar que el evangelio no funciona y terminan por abandonar la iglesia.
Otras razones podrían ser que la formación que les damos en la iglesia no sea relevante para sus vidas, no responde a sus verdaderas necesidades o inquietudes y cuando se enfrentan a cuestiones profundas y difíciles de la vida, su fe se tambalea. Por no hablar de los modelos o referentes que los jóvenes encuentran en sus iglesias o en sus propias casas: una cosa es lo que predicamos y otra lo que vivimos. Los jóvenes y los niños necesitan ver el evangelio encarnado en personas.
Para que los chicos no se vayan de la iglesia deberíamos ayudarles a tener un proyecto de vida que de verdad merezca la pena, que entiendan que ser cristiano es una aventura digna de ser vivida. Ayudemos a los chicos a entender qué significa de verdad entregar sus vidas a Cristo.
Pero no consintamos que se vayan de la iglesia porque el proyecto de vida que les ofrecemos es irrelevante y carente de sentido, y basado en una lista de lo que pueden hacer y lo que no pueden hacer, meramente legalista.Que la vida cristiana nace dentro, en el corazón, y se manifiesta fuera en unos frutos.
P.-¿Hemos permitido que la sociedad en la que vivimos haya dado respuestas a nuestros niños y adolescentes sobre temas tan importantes como la sexualidad, la familia, la educación en valores, la solidaridad, etc.?
R.-Hay que reconocer que la presión a la que están los chicos sometidos cada día es muy fuerte y contrarrestar eso no es fácil. Amigos, medios de comunicación, series de Tv de moda, es mucho y a esto añadamos el miedo al rechazo dentro del grupo con el que se relacionan.
Pero, si además no damos una formación verdaderamente relevante a los jóvenes, estamos perdidos. Debemos de hablar y enseñar a los jóvenes de todo y sobre todo, sin temor. Hablas del tema de la sexualidad, hace unos días organizamos un taller sobre relaciones románticas según Dios, algunos adultos se escandalizaban de lo explícito que era el conferenciante sobre ciertos temas, y lo cierto es que los chicos en el instituto ya han oído hablar de los mismos temas y además de manera distorsionada. Perdamos el miedo, hablemos con los chicos de aquello que es relevante para sus vidas, no metamos a los chicos en una urna.
P.-¿Cómo podemos subsanar estas carencias entre los nuestros y los de nuestro entorno? ¿No debemos ser sal y luz?
R.-Efectivamente debemos ser sal y luz en nuestras vidas para poder salar e iluminar. Es decir, ejemplos. Por eso debemos preocuparnos que nuestros jóvenes también lo sean. Que interioricen el mensaje del evangelio. Pero también es importante la forma de transmitirlo. Me gusta una frase: El mensaje no cambia, la música sí, es decir, debemos transmitir el mensaje del Evangelio guardando la esencia, pero cambiando nuestras formas, el envoltorio, para que sea relevante. De esta manera podemos llegar mejor a los jóvenes, hablarles en un lenguaje que entiendan y no quedarnos con las formas externas, que muchas veces son pasajeras… son “poses”, modas que luego ellos mismos desechan, cuando experimentan de verdad a Cristo. Lo importante es ayudarles a interiorizar ese mensaje, no con una simple enseñanza o estudio bíblico general, sino de una manera personalizada, con un seguimiento individualizado.
Con esto no estoy diciendo nada nuevo, se trata de seguir el modelo de Jesús con sus discípulos, es decir, discipular y discipular de una manera personalizada, trabajando las relaciones personales, siendo verdaderos referentes para los chicos, y aquí, los líderes de jóvenes son clave.
P.- Háblanos de tu experiencia con los jóvenes en los distintos ámbitos donde colaboras…
R.- Llevo casi diez años trabajando con jóvenes y adolescentes en mi iglesia local y reconozco que es un tema que me apasiona. Dicho de otra manera, conseguir que el grupo de referencia del joven sea el grupo de jóvenes de la iglesia, para eso hay que salir de la iglesia, realizar actividades de todo tipo, romper con lo convencional, trabajar las relaciones personales, innovar, usar nuevos métodos de enseñanza, etc. Y sobre todo amarlos, respetarlos, valorarlos, hacerles ver lo mucho que valen y lo mucho que te importan.
Desde un punto de vista más institucional como pueden ser la Comisión de Juventud de la AEE o la Consejería de Juventud del Consejo Evangélico de Madrid (CEM), mi trabajo está más enfocado a los líderes de jóvenes que a los jóvenes en general. Aunque siempre que tenemos oportunidad tratamos de hacer cosas de interés para los chicos, como conciertos, talleres que pensamos pueden ser de interés para sus vidas, como talleres sobre la sexualidad, el uso de las nuevas tecnologías para compartir el evangelio, etc.
P.-¿Cómo piensas que debemos ser los padres del siglo XXI?
R.-Ante todo “padres” en el sentido más profundo de la palabra. Padres; aunque parezca increíble, nuestros hijos esperan de nosotros que actuemos como padres. Que les eduquemos. Muchos de ellos están en una edad complicada y actúan con rebeldía, juegan a ser mayores y pelean por una mayor independencia, pero en el fondo siguen necesitándonos y esperan a que cumplamos con nuestra función, que sigamos preocupándonos por ellos. Seamos modelos sanos e íntegros, dando ejemplo, dialogantes pero a la vez que sepan que la última palabra es la nuestra por el hecho de que ellos son nuestra responsabilidad. Debemos respetarlos y valorarlos, ya no vale el sí por que sí, sino ejercer la autoridad (NO autoritarismo) con diálogo y amor, intentando explicarles el porqué de nuestras decisiones; mucha paciencia y comprensión.
P.-¿Deberíamos pronunciarnos contundentemente en la arena pública ante las decisiones que atentan contra nuestros principios cristianos? ¿O buscar portavoces?
R.-Personalmente creo que deberíamos de hacernos oír, siempre que tengamos oportunidad, directamente o a través de portavoces. Por ejemplo, la mayoría de los medios de comunicación interactúan con sus lectores, oyentes, etc. gracias a las redes sociales. A mí me gusta mucho la radio, más incluso que la televisión y muchas veces hago llegar mis opiniones sobre temas que están debatiendo a través de Twitter. No siempre, pero ha habido veces que han leído mis comentarios en antena. Trato de hacerme oír, es una labor profética a la que el Señor muchas veces nos llama. Pero por supuesto, debemos también buscar portavoces y a través de ellos y aunando esfuerzos hacernos oír.
P.-Oigo trompetas que suenan muy fuerte ante temas como el aborto, la homosexualidad… pero no las oigo y no veo miles de “me gusta” cuando se habla de temas de la infancia abandonada, trabajadora, abusada. Cuando se habla del hambre, de la injusticia, de la corrupción, etc., etc. ¿Qué opinas?
R.-Que hay mucha hipocresía. Es increíble que seamos capaces de condenar con tanta rotundidad unas cosas y pasar por alto otras. ¿Es más pecado la homosexualidad que la explotación infantil? Defendemos la vida ante el aborto y no movemos ni un dedo ante la hambruna que azota muchos países o ante las desigualdades sociales. Sinceramente me entristece. Ojalá siguiéramos el ejemplo de Jesús, y fuéramos más como él.
P.-¿Cómo conociste a Jesús?
R.-A la edad de 14 años, un hermano mío mayor que yo me compartió el evangelio; al poco tiempo de que lo hiciera, me entregué al Señor. Más tarde, ya en plena adolescencia me aparté del Señor y quise vivir mi vida, a mi manera, pero la verdad es que le doy gracias a Dios por su fidelidad a pesar de mi infidelidad y por poner gente a mi lado que nunca dejaron de amarme a pesar de que ya no estaba en la iglesia, su insistencia y perseverancia me trajeron de vuelta al Señor.
P.-¿Debe ser requisito sine quanon tener una pastoral juvenil en nuestras iglesias?
R.-Fundamental, creo que el trabajo pastoral es imprescindible. No puedo concebir hoy una iglesia que no atienda a los jóvenes, igual que atendemos a los niños y otras áreas de la iglesia. Y no se trata de encontrar a alguien que entretenga a los chicos y los cuide hasta que se conviertan en adultos. Se trata de pastorearlos, de guiarlos, de pasar tiempo con ellos, de trabajar las relaciones personales, de estar a su lado en las crisis, de convertirte en un autentico referente para ellos, su modelo. Pablo dijo que (parafraseando)
“él trabajaba proclamando a Cristo, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos maduros en Él”. ¿Y qué es ser un creyente maduro? Aquel que trata de imitar a Cristo en todo, esa debe ser nuestra función con los chicos, acompañarlos en este proceso de madurar, acompañarlos en su peregrinaje espiritual. Cada joven tiene su tiempo y su proceso. Cada uno es diferente y necesitan una atención personalizada y singular. Necesitan que bajemos a su realidad y les acompañemos en su camino, les ministremos y hagamos que la Biblia sea real, relevante y que se encarne en sus vidas.
No es cuestión de programas, estudios o actividades eclesiales, simplemente necesitan gente que les ame y acompañe.
Finaliza la entrevista. Gracias, Daniel, por tu preocupación en teoría y en la práctica por los jóvenes de esta generación. Y por darnos algunas pautas y temas para reflexionar.
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