Uno de los coritos de mi niñez en el sur de Texas estaba basado, textualmente, en la versión Reina Valera Antigua (1909) de Juan 11:40.
//No te he dicho, que si creyeres, verás la gloria de Dios.//
//Verás la gloria de Dios//
No te he dicho, que si creyeres, verás la gloria de Dios.
Las palabras de Jesús son poderosas en su contexto original. Jesús le está pidiendo a María a creer lo imposible con relación a su difunto hermano, Lázaro. ¿Por qué desenterrar un cuerpo que tenía cuatro días de haberse sepultado? ¿Qué valor tendría eso?Si Jesús hubiera llegado antes tal vez Lázaro no habría muerto. Pero, ¿qué podría significar la gloria de Dios en un cuerpo que ya se estaba desintegrando?
El canto me ubica en las pequeños congregaciones evangélicas latinas de mi niñez. Los aleluyas éramos una pequeña minoría entre la comunidad latina del sur de Texas.
Los latinos nos despreciaban por ser evangélicos y los anglos evangélicos nos despreciaban por ser “mexicanos”(no importando que muchos habíamos nacido en los Estados Unidos).
Muchas de nuestras iglesias no pasaban de 30-40 personas, pero los que se reunían allí sabían que Dios había transformado sus vidas. Muchos de ellos habrían dado testimonio de que habían estado tan muertos como Lázaro y que sus vidas transformadas eran prueba de la gloria de Dios que se había manifestado cuando ellos habían creído.
Al cantar juntos este corito estábamos confesando que si creíamos podríamos ver grandes manifestaciones del poder divino. Era una tremenda confesión de fe, siendo que habían pocas manifestaciones externas de esa gloria.
Conocíamos las vidas cambiadas, pero también sabíamos que éramos pocos y parecía que siempre sería así.
En cierta manera pareciera que todo eso ha cambiado. La semana pasada los evangélicos latinos de EEUU estuvimos en la portada de la revista Time. Claramente ya no somos la pequeña minoría de iglesias pequeñas con poca influencia, despreciados por los que están a nuestro alrededor.
Pero, al mismo tiempo que estamos siendo reconocidos en la sociedad estadounidense, nos damos cuenta que nuestro mundo está cambiando y que nuestra influencia es limitada.
Cada día nuestro país está más influenciado por el individualismo y materialismo del capitalismo global.
Nuestro testimonio cristiano no está sirviendo como influencia suficientemente transformadora de nuestra sociedad. Es más, muchas veces parece que los evangélicos latinos nos estamos pareciendo más a la sociedady no que estamos siendo agentes de transformación espiritual y social.
Es por eso que
quisiera invitar a la comunidad evangélica latina en EEUU a regresar a este canto (o a lo menos a su mensaje).
Si queremos ver la gloria de Dios en nuestro país el día de hoy necesitamos creer, de nuevo.
Creer no es solamente una confesión verbal, sino tiene que ver con una manera de vivir la vida. Creer es vivir a la manera de Cristo porque creemos que Dios está obrando en el mundo.
Hoy en día cuando las sociedades occidentales se alejan más de Dios y del camino de Cristo,
hacen falta creyentes que vivan creyendo que Dios sigue obrando, aunque sigamos siendo una minoría.
Cuando yo era niño nos era difícil creer en la gloria porque éramos pocos y pequeños. Hoy en día, podemos creer que estamos viendo la gloria de Dios porque se nos está reconociendo. Sin embargo, los retos de hoy necesitan una iglesia que acepte su papel minoritario y reconozca que la gloria de Dios se manifestará cuando vivamos una vida de fe.
El Señor sigue buscando una comunidad contra-corriente como las congregaciones de mi niñez.
El mismo Dios que levantó de los muertos a Lázaro quiere obrar en nuestro mundo hoy, trayendo cambios que muchos ya no creemos posibles.
Pero
el mensaje sigue siendo el mismo: “¿No te he dicho que si creyeres…?”
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