“Este es el testimonio de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quien era. No se negó a declararlo sino que confeso con franqueza: Yo no soy el Cristo” (Jn 1:19-20)
¿Por qué los judíos enviaron a preguntarle a Juan acerca de su identidad?
Para los judíos Juan representaba un enigma, nadie lo conocía, venia del desierto. Su aparición repentina exigía una explicación. ¿
Quién eres tú? Fue categórico y su primera respuesta fue: “Yo no soy el Cristo”. “¿Quién eres entonces? –le preguntaron-. ¿Acaso eres Elías? No lo soy. ¿Eres el profeta? No lo soy... ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Cómo te ves a ti mismo?”(Jn 1:21-22).
Juan se veía como una voz que llamaba al pueblo a preparar el camino del Señor. Nada más que una voz (Is 40:3). Lo importante era su función (Jn 1:6-8). Reconocía y hablaba que solo el Mesías es quien toca y cambia las vidas.
Se veía como un instrumento y siervo de Dios. “No era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz”. Daba testimonio de Jesús y anuncio su presencia. “Cualquier grandeza que poseyera provenía de la grandeza de Aquel cuya venida anunciaba” (Jn 3:27).
Juan buscaba la sencillez. No buscaba gloria, poder o una posición elevada. No se creía el único o el más importante. Entendía que la gente le pertenecía a Dios. No son las instituciones, nuestros métodos y programas los que cambian a las personas. Con su vida señalaba a Jesucristo.
A su vez se veía a sí mismo, como más bajo que un esclavo. “Yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias” (Jn1:27). “Tener en claro nuestra identidad es el principio de un ministerio sano”.
“Algunos que habían sido enviados por los fariseos lo interrogaron”. Le estaban preguntando: Si no eres profeta, ni el Cristo ¿Por qué bautizas? (Jn 1:24-25)
La sospecha surge porque Juan bautizaba. Los judíos solo practicaban el bautismo con los prosélitos que querían entrar en el pueblo de Dios. El bautismo simbolizaba la salida de las inmundicias gentiles para entrar en la pureza judía. Bautizar a gentiles no sería el problema, pero, ¿Qué significaba el hecho de que Juan bautizaba a judíos?
El tema es que los líderes no admitían el bautismo para entrar al reino mesiánico. “Con Juan, el bautismo, es un sacramento escatológico que anticipa la llegada del Reino de Dios…, es decir, purificar a las personas de su pecado. El pecado y su perdón, no son únicamente un asunto personal, sino que tienen implicaciones sociales (Mt.3:7-12, Lc. 3:7-17)”
Si los religiosos o “detectives” estaban preocupados por Juan mucho más después lo estarían con Jesús mismo (Jn 1:26). “Juan estaba sugiriendo que el pueblo elegido debía ser purificado”.
Juan no tenía un puesto institucional y alegremente le da el lugar a Jesús (Jn 1:35-37). Los dirigentes y líderes religiosos solían verse amenazados si surgía algún tipo de competencia (Jn 5:16, 18). Todos ellos tenían algo que proteger (Jn 5:44).
La situación de Juan el Bautista por la falta de respaldo institucional era más precaria, pero “toda la gente de la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén acudía a él. Cuando confesaban sus pecados, el los bautizaba en el rio Jordán” (Mc 1:5). No por esto perdió el sentido u orientación de su identidad.
El ejemplo de Juan el Bautista es su servicio humilde, generoso y desinteresado. Esto nos impacta. Jesús habla de Juan como el más grande de los profetas y se identificó con la tradición de los mismos (Mt 11:7-15). Cuando Jesús fue a ser bautizado por Juan, este último trato de disuadirlo: “Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mt 3:14). Jesús como Juan nos muestra el ejemplo de la humildad. Jesús se hizo bautizar por Juan y se solidarizó con las multitudes, con el Israel pecador. “En fila con los pecadores. Solidario con su pueblo, puesto en el camino de la conversión, Jesús se presenta no separado de los otros, sino en la hilera de los pecadores sin ser pecador (Is 53:12, 2 Co 5:21)”
Jesús como Juan no sacaron provecho de su posición. La plenitud del Espíritu de Dios se manifiesta en la humildad, la solidaridad con el Pueblo de Dios y la entrega total a la causa del Reino de Dios.
Juan el Bautista no se amargó por no tener el papel principal en la película. Se alegró de ocupar su rol y en este caso dejo sus pretensiones teniendo una perspectiva adecuada de sí mismo. “La verdadera persona religiosa es ‘uno que cede el puesto’. Es decir el verdadero testigo no es nunca pesado, asfixiante, absorbente, sino que hace sitio a los demás. Cede el puesto al otro. Concede espacio a la libertad de los otros… El testigo autentico es uno que sabe desaparecer en el momento justo, para dejar libre el campo a los verdaderos e insustituibles protagonistas del encuentro…paga el precio quizás mas difícil: el marcharse de puntillas, para no molestar, sin esperar siquiera un gesto de saludo, o una invitación a la fiesta”.
Las autoridades judías debían haber reaccionado como Juan el Bautista pero fue más fuerte su deseo de tener el poder y el control que reconocer la presencia de Dios (Jn 1:9).
En nuestro mundo y contexto es clave en todo tiempo comprender cuál es el tiempo de la acción y el tiempo de la salida. Podría ser muy perjudicial si nos retrasamos. Se trata de que aprendamos esta lección, el coraje de decir “No soy yo”
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
· ¿Qué significa ser testigo? ¿Qué implicancias tiene? ¿Qué entiendo cuando se habla de ser humilde, generoso y desinteresado?
· ¿Conozco cuál es mi identidad?, ¿Cuáles son mis motivaciones en el servicio cristiano?
· ¿Suelo tener problemas en las relaciones interpersonales con otros? ¿Tengo ansiedad y afán en la búsqueda de reconocimiento, protagonismo, control y poder?
· ¿Soy una persona abierta que busco la participación de otros a costa de mi posición personal? ¿Cómo me defino a mí mismo? ¿Qué implica ser siervo de Jesucristo y tener una identidad sana?
· ¿Cómo capacitamos al Pueblo de Dios para servir en el alcance local y global?
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