Algunos protestantes en Alemania pretenden que Roma le retire la excomunión a Martín Lutero. La pena data de 1520, y los promotores de que sea levantada la sanción tienen como meta que la medida tomada por León X contra el reformador sea quitada a más tardar en el 2017, cuando se cumplen quinientos años del inicio de la Reforma protestante.
Mediante
Protestante Digital nos enteramos que Margot Kässmann fue nombrada por la Iglesia Evangélica Alemana “embajadora de Lutero” en abril del año pasado. Entre sus responsabilidades está organizar distintos eventos preparatorios al quinto centenario de la gesta iniciada por Lutero a partir de que dio a conocer sus
95 Tesis el 31 de octubre de 1517, para concluir dentro de cuatro años con un Jubileo conmemorativo que recuerde y celebre la lid del ex monje agustino.
Leo en la nota informativa que “
Para Margot Kässmann ha llegado el momento de eliminar esta arista entre católicos y protestantes y que se produzca un ‘gesto de buena voluntad’. Que ya vayan a ser cinco los siglos que dura la excomunión de Lutero no es en sí mismo un obstáculo para Kässmann ya que tampoco ‘en 1984, nadie previó la caída del Muro de Berlín’ y ocurrió”. Parece que ella, quien ha sido obispa de la Iglesia Evangélica Alemana, se hace eco de lo deseado por un sector de protestantes luteranos germanos. La suya no es una iniciativa personal, sino expresión compartida por un buen número de sus correligionarios.
Tal vez a la iniciativa nazca de una profunda convicción de que algo se lograría si Roma le retira la excomunión a Lutero. Tengo preguntas al respecto: ¿en qué consistiría ese logro? ¿Hay disposición en el Papa Benedicto XVI, por cierto alemán al igual que el excomulgado, en retractarse de la sanción impuesta?
Benedicto XVI, tal y como hizo su predecesor Juan Pablo II, sigue una línea preconciliar. Los dos papas han ido en sentido contrario al Vaticano II. Ambos reforzaron el verticalismo romano. El anterior Papa, y el presente, tienen como denominador común pugnar por la reconcentración del poder en manos del que llaman el Sumo Pontífice, el obispo de Roma. No veo cómo quien hoy ocupa el trono que detentó en el siglo dieciséis León X se atreva a revertir la expulsión de Lutero.
Para responder qué se lograría en el hipotético caso de que la excomunión fuese levantada, debo hacer antes una evocación histórica.
Es necesario recordar que tras varios intentos de emisarios papales por obtener la retractación de Martín Lutero sobre sus abiertas críticas a la Iglesia católica romana, en junio de 1520 el Papa León X promulga la bula
Exsurge Domine (Levántate Señor), en la que se otorgan máximo sesenta días para que el teólogo germano reconozca sus herejías y se someta a Roma.
La bula iniciaba con palabras contundentes: “¡Levántate, oh Señor, y juzga tu causa! Un jabalí salvaje ha invadido tu viña. ¡Levántate, oh Pedro, y observa la situación de la Santa Iglesia Romana, madre de todas las iglesias consagradas con tu sangre! ¡Levántate, Pablo, que con tu enseñanza y tu muerte iluminaste e iluminas a la Iglesia!” Agrega que no se puede “tolerar más que la serpiente se arrastre por el campo del Señor” (Roland H. Bainton,
Lutero, Editorial Hermes, México, 1978, p. 159).
Lutero en lugar de retractarse profundiza su desacuerdo con las enseñanzas doctrinales católico romanas. En agosto de 1520 publica
Discurso a la nobleza de la nación alemana, en octubre
La cautividad babilónica de la Iglesia, y en noviembre
La libertad del cristiano. Estos tres escritos circulan en México editados por la Secretaría de Educación Pública, en la colección Cien del Mundo. La tríada está conformada por textos fundamentales para comprender la creciente distancia entre el teólogo alemán y el papado romano.
En noviembre del mismo año Lutero responde a las pretensiones de León X a través de un tratado titulado
Contra la execrable bula del Anticristo, en la que señala que “[El apóstol] Pedro dice que debemos dar cuenta de la fe que está en nosotros, pero esta bula me condena autocráticamente sin ninguna prueba de las Escrituras, mientras que yo documento todos mis postulados con la Biblia” (Bainton,
op. cit., p. 176).
El disidente germano quema la bula de León X el 10 de diciembre. En los primeros días de enero del siguiente año el Papa expide otra bula, llamada
Decet Romanum Pontificem, en la que valida la pena de excomunión contra Martín Lutero.
Quedaría por delante el último intento de los poderes políticos religiosos de entonces, personificados en el emperador Carlos V y los representantes del Papa, ante quienes en la Dieta de Worms (abril de 1521) Martín Lutero reafirmó sus convicciones bíblicas. No hubo vuelta atrás, la ruptura estaba consumada.
Como no existe la historia en if (si condicional), me parece un ejercicio improductivo especular sobre qué pensaría Martín Lutero acerca de que algunos descendientes teológicos suyos tengan interés en que el Papa le retire la pena de excomunión. En alguna parte leí que todos tenemos derecho a nuestras interpretaciones (aunque no todas sean igualmente válidas), pero no tenemos derecho a crear nuestros propios hechos. No podemos, ni debemos, modificar los datos duros y comprobables para ponerlos en sintonía con nuestras preferencias políticas, teológicas o éticas.
Lutero mismo dejó plena constancia del concepto en que tenía la bula de excomunión: “Por mi parte, la suerte está echada. Estoy por encima tanto de las amenazas como de los favores de Roma. Ya no es posible la reconciliación. Nunca más seré de ellos. Que condenen mis libros, que los quemen. Yo condenaré y arrojaré al fuego su derecho canónico, que no es más que un tejido de herejías. Basta de esta humildad que nunca ha servido para arreglar nada. Basta de alentar a los enemigos del Evangelio en su orgullo y suficiencia. Eligen la violencia para esconder su ignorancia y su conciencia culpable” (César Vidal,
El caso Lutero, EDAF, Madrid, 2008, p. 228).
Solicitar que pierda su vigencia la pena de excomunión es reconocerle autoridad al Papa en asuntos de fe y doctrina. Autoridad que Martín Lutero sin ambages desconoció. Yo prefiero a Lutero excomulgado.
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