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Sexo, hombres y venta de mujeres

Los hombres jóvenes, inseguros, alzamos nuestra voz firmemente sólo cuando la denuncia que hacemos no nos puede debilitar personalmente.
MATICES AUTOR Joel Forster 09 DE DICIEMBRE DE 2012 23:00 h

Los hombres jóvenes de mi generación no aspiramos, por lo general, a ser “machos dominantes”. Los consideramos rancio y anticuado, además de intimidador para las personas que queremos. No queremos saber nada de los estereotipos masculinos agrios que hubo en décadas anteriores. Es una identidad inaceptable hoy en día, y además, no es “cool”.

Nuestro ideal es más bien el de construir nuestro carácter sobre el diálogo, junto a valores que no se basan en pisar al otro. Aún cuando la cultura del entretenimiento continuo nos frena, queremos trabajar, asumir nuestras responsabilidades en nuestras familias y en la sociedad. Soñamos, sobre todo en tiempos como los de ahora, con ser una influencia fresca en nuestro entorno que ayude a construir alternativas que funcionan.

Desde niños, hemos aprendido en la escuela que la violencia es mucho más que una agresión física, y que es intolerable. No hay motivos o causas que le quiten gravedad. Además, el respeto a la dignidad de otras personas no es tan sólo una buena actitud sino un requisito mínimo para convivir con los demás. Porque no sólo luchamos por nuestros derechos sino por los de las personas a nuestro alrededor, nos han enseñado. Todo esto forma parte de la ética que hemos asumido con los años.

Sin embargo, aún creyendo en todo esto, muchos hombres jóvenes sometemos nuestra ética a la comodidad personal. Cuando una causa podría volverse contra nosotros, renunciamos a luchar por ella, aunque creamos en ella. Perdemos nuestro ímpetu por la justicia social cuando surgen temas que podrían afectar a nuestra reputación, nuestra “imagen”.

No queremos parecer débiles. Así que, inseguros, alzamos nuestra voz firmemente sólo cuando la denuncia que hacemos no nos puede debilitar. Las reivindicaciones que entran en nuestra agenda son las que suman puntos positivos.

Entre los temas que los hombres seguimos sin tocar están aquellos que tradicionalmente hemos metido en el saco de los “asuntos de mujeres”. Temas sobre los que, pensamos, mejor no opinar demasiado. Luchas que están reservadas a ellas. Que si nos necesitan, ya nos llamarán, y si es necesario apoyaremos a nuestras madres o hermanas en privado. Pero ser demasiado sensible a estas áreas “femeninas” (o “feministas”), pensamos en el fondo, no es muy varonil.

Sexo. Explotación de mujeres. Hombres. En las últimas semanas he intentado investigar un poco lo que hay detrás de estas tres palabras para una serie de artículos en este diario. Cuando te metes un poco, salen rápidamente a la luz otros conceptos incómodos como “pornografía”, “uso del sexo por parte de los hombres”, “pedofilia en Europa” y “violencia”.

Mientras descubría nuevos datos, iba poniendo en mi perfil de Facebook algún link con información. El feedback que he recibido ha sido inusual. Amigos y amigas suelen contestar por igual a noticias relacionadas con la crisis económica, la corrupción política o temas identitarios (muy de actualidad en nuestro entorno ahora mismo). Sin embargo, noté, al principio, al postear algunas informaciones sobre la explotación sexual, la pornografía o el tráfico de mujeres, los hombres parecían no estar ahí, parecían desaparecer. A diferencia de las mujeres, a ellos era como si les costara más dar alguna muestra de interés.

Cuando hablamos de explotación sexual estamos hablando de una de las realidades más duras de nuestro entorno. Mujeres vendidas, secuestradas, o simplemente engañadas, que desaparecen de un día para otro. Palizas y torturas por parte de macro-organizaciones que “rompen” a sus víctimas físicamente y emocionalmente durante semanas, hasta hacer desaparecer cualquier sentimiento de dignidad personal en sus víctimas. Criminales que quiebran la fuerza de voluntad de estas mujeres y cualquier esperanza de seguir con sus vidas libremente. Las nuevas esclavas son sometidas como animales. Se convierten en mercancía dependiente, para uso comercial. Las mafias las mueven de un país a otro, según la demanda de sus depredadores. Las trabas que ponen los estados a esta actividad criminal es mucho menor de lo esperado, en la propia cuna de los Derechos Humanos: los países europeos.

Es un negocio criminal más rentable que el tráfico de armas o de drogas, cuentan los expertos, porque la comercialización de una mujer no implica entregar la mercancía. Las armas las intercambias por dinero en el momento de la venta. A una persona la cedes en alquiler por unas horas, y repites el mismo acto durante años y años.

Aunque creemos que todo sucede lejos, en la sombra, las cifras hablan de decenas de miles de mujeres traficadas, en España. Incomprensiblemente, los argumentos para minimizar el problema llegan tanto desde la izquierda más radical como desde la derecha más rancia. La ‘inocencia’ de la sexualidad es el principal argumento: “Si una mujer quiere vender su cuerpo, quién tiene derecho a prohibírselo?”, “son los religiosos los que apuestan por acabar con el ‘trabajo sexual’, porque siguen queriendo imponer sus reglas hipócritas a las mujeres”. O incluso frases como: “¿Quién dice que ellas no disfrutan al tener sexo con tantos hombres, y encima ganan dinero con ello?”.

Las actuaciones constantes de la policía demuestran que las mafias y sus redes forman están integradas en el entramado social, no son agujeros negros aislados. Pero para los políticos (la mayoría, hombres) no es una prioridad. Se siguen construyendo macro-burdeles y se extienden los pisos de masajes eróticos en el centro de las principales ciudades (con letreros comerciales en las aceras de las calles de Barcelona, que ofrecen “masajes coreanos” de “chicas asiáticas”).

Los alcaldes no quieren hablar de ello. Sus principales políticas suelen ser las que maquillan la prostitución de la calle para no asustar al turismo. Y en esferas políticas más elevadas, los avances, aunque se empieza a incluir a las víctimas de tráfico sexual en los grupos sociales especialmente protegidos, no se publicitan.

Aún no hay un líder político con cierto eco en los medios de comunicación que haya asumido la lucha contra la explotación sexual como una reivindicación central de su actuación. No es glamuroso.

Pero tampoco lo es para los nosotros, los hombres de a pie, especialmente los jóvenes. Empezar a hablar abiertamente sobre este tema puede tener sus riesgos.

El primero, aunque parezca ridículo, es el oír la risa floja de otros hombres, que nunca se meterían a hablar de un tema incómodo como este que, opinan, no les incumbe.

En segundo lugar, meterse en el debate sobre la explotación sexual podría sacar a flote preguntas muy incómodas relacionadas con el consumo de pornografía o la epidemia del sexo online entre las generaciones nativas en internet, la de los que ahora tenemos 30 años o menos.

Además, algunas voces femeninas podrían considerar que estorbamos más que ayudamos, con nuestra visión masculina y “simplista” sobre un problema tan complejo.

Pero los supuestos riesgos no pueden convertirse en excusas. Si los hombres no intervienen, el tráfico de mujeres no terminará. Varias organizaciones, (como la pequeña Unearthed Pictures) recuerdan que la raíz del problema está en el ámbito masculino. Son hombres los que explotan a centenares de miles de mujeres en todo el mundo.

La verdad es que yo ni formo parte del crimen organizado ni conozco a nadie que se dedique a vender y comprar mujeres. Pero muy pocos hombres pueden decir que no han conocido de alguna forma el ambiente pornográfico que inunda las partes no visibles de nuestras vidas. Los tentáculos de la explotación sexual se expanden mejor cuando se camuflan bajo una sonrisa en una pantalla de ordenador.

Hay unos pocos que llevan años luchando para que despertemos. Para que nos demos cuenta de que la raíz de este problema podría llegar hasta nosotros. En la lucha por acabar con el tráfico sexual de mujeres lo primero deberá ser, como en todos los cambios sociales, que nos arrepintamos de nuestra complicidad. Y después, que tomemos las armas que hay a nuestro alcance.

Por mi parte, quiero ser de los que asumen su responsabilidad. Ojalá que otros hombres jóvenes se dejen de tabúes y pongan toda su rabia al servicio de esta causa. Como cristiano, una vez liberado de la presión del legalismo acusador y reconocidos los pecados que tenga que reconocer, quiero saber qué puedo hacer para terminar ya con la humillación de mujeres con fines comerciales.

La causa necesita abolicionistas radicales.
 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Natalia
14/12/2012
14:37 h
15
 
# 4 Sara: Esclavitud Siglo XXI oferta un curso de formación on-line gratuito para cualquier persona interesada en el tema. Hay muchísimas áreas de trabajo, siendo tan necesarias las mujeres como los hombres, los adolescentes que conocen el manejo de las redes sociales como los que peinan canas y tienen tablas en temas administrativos y de expresión escrita. Espero puedas contactar con ellos. La última sesión es presencial y te dan material (impreso) y más cosas que, calculando, corresponde a unos 25 euros, muy invertidos. Según me han asesorando, la idea es formar un grupo de 10 personas, mínimo, de la misma zona a efectos de hacer juntos la última sesión. Bien pueden ser cristianos como no
 
Respondiendo a Natalia

Sergio de Lis
13/12/2012
14:48 h
14
 
Así es, David. No es tan clamoroso el mal como ignorarlo. Lo peor, es que, de vez en cuando, alguien sí lo comenta y denuncia, pero el eco que provoca es el silencio. Esta actitud de los evangélicos está en línea con la actitud de esta sociedad. Y un fenómeno como el de los 'indignados' no se habría dado si no existiera una crisis económica y de valores por la que todo el mundo se vio afectado. Pero, 'oír, ver y callar' es una consigna asumida, incluso inconscientemente. Y sobre todo, cuando aparece la palabra sexo, los hombres miran hacia otro lugar. Yo diría que es por algún sentimiento de culpa...
 
Respondiendo a Sergio de Lis

Félix
13/12/2012
14:48 h
13
 
Gracias Joel por animarnos a ser valientes ante esta monstruosidad que tenemos delante de nuestros ojos y nos apartamos con cobardía ante la mujer que sufre en la peor esclavitud.
 
Respondiendo a Félix

David Mena
11/12/2012
23:54 h
12
 
Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombre buenos no hagan nada. (Edmund Burke) Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos. (Martin Luther King)
 
Respondiendo a David Mena

Febe Jordà
11/12/2012
13:05 h
11
 
Gracias, Joel. ¡Has dado en el clavo en tantos aspectos! En medio de todos los problemas y confusión actuales, hay cuestiones que no deben aparcarse 'para otro momento'. Son vidas en juego y hay mucha tarea por hacer. Que Dios no nos permita ponernos más excusas ni relativizar la tragedia ni ser cobardes. Ánimo y gracias de nuevo.
 
Respondiendo a Febe Jordà

Anna Gureva
10/12/2012
22:26 h
10
 
Gracias por ser valiente Joel !
 
Respondiendo a Anna Gureva

Tabea Forster
10/12/2012
14:21 h
9
 
¡Viva Dios, que te ha dado el valor y el don para escribir este artículo!
 
Respondiendo a Tabea Forster

Garrett Furnari
10/12/2012
14:21 h
8
 
Excelente articulo y fuerte reto- muchas gracias hermano!
 
Respondiendo a Garrett Furnari

Jonatán Rodríguez
10/12/2012
10:59 h
7
 
''La aboliciones intrínsecas'' en primer lugar. ¡Muy buen artículo! Gracias.
 
Respondiendo a Jonatán Rodríguez

Javier Santos
10/12/2012
10:59 h
6
 
Muy buen artículo! a continuar!! :D
 
Respondiendo a Javier Santos

Marta Pineiro
10/12/2012
06:29 h
5
 
Gracias por este articulo!.....lo peor es que lejos de mejorarse la situacion, esto va à mas!que Dios toque nuestros corazones, que seamos mas sensibles y que nos muestre que y como de vemos hacer!!!
 
Respondiendo a Marta Pineiro

Sara
09/12/2012
21:55 h
4
 
Siempre me ha llamado la atención la capacidad que tenemos como cristianos de ayudar a desconocidos a miles de kilómetros de distancia e ignorar sin el menor remordimiento la explotación sexual de mujeres en nuestra ciudad. ¿ Por qué no seguimos el ejemplo de Jesús y amamos a las prostitutas de forma práctica?, ¿ por qué hay tan pocos ministerios hacia estas mujeres?, ¿ dónde está la gracia que tanto predicamos?. Joel, muchas gracias por el artículo y por tus honestas palabras, ojalá haya más hombres que hablen claro y alto sobre el tema porque desgraciadamente sois una minoría en el mundo protestante.
 
Respondiendo a Sara

Pedro Martínez
09/12/2012
21:55 h
3
 
La causa necesita abolicionistas radicales. Entonces, ¿La violencia es lícita? (aunque no sea física)
 
Respondiendo a Pedro Martínez

Encarna
09/12/2012
21:55 h
2
 
¡Viva la madre que te parió!
 
Respondiendo a Encarna

Pablo Wanderley
09/12/2012
21:55 h
1
 
Gracias y ánimo, Joel, te apoyo en esta lucha. Y que el Señor nos guíe.
 



 
 
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