Nos vamos hasta Cataluña para hablar con Sara Ibáñez. Desde 1994, Sara y su esposo Samuel Penalva, sirven juntos en la iglesia evangélica de Sant Celoni, población del Vallés Oriental, a cincuenta kilómetros de Barcelona.
Ella comenta: “Servimos al Señor y a los hermanos como mejor podemos, reconociendo que, si algo somos, es por su gracia y su ayuda”. Colabora en diferentes ministerios y está involucrada en AFEC (Asamblea Femenina Evangélica de Cataluña), un brazo de la coordinadora de asambleas de esta comunidad, que organiza actividades con mujeres. En el retiro anual participan más de 500 mujeres. Este año, en octubre, han tenido su 19º encuentro.
Sara ayuda en la iglesia con discipulados a mujeres, atendiendo la cocina junto con otras hermanas, así como en diversas actividades.
Pregunta.- Hola, Sara. Acaba de concluir uno de los proyectos que desarrollas dentro de tu labor en la Obra: el retiro de AFEC. ¿Cuál el balance después de tantos años de realización?
Respuesta.-El balance es positivo, cuando ves a tantas personas disfrutando de la Palabra, la buena armonía, las sonrisas, las oraciones en grupos cuando hacen el devocional, es fantástico.
P.- ¿Cómo funciona AFEC?
R.-AFEC funciona mediante representantes de Iglesia. Eso quiere decir que en cada iglesia que participa hay una persona que se encarga de dar toda la información, hacer las inscripciones, recoger el dinero y organizar el alojamiento de las asistentes. También es responsable de su grupo para cualquier cuestión que pueda surgir. Como ves, tienen mucho trabajo en animar y cuidar de las mujeres de su iglesia. Este trabajo es fundamental para nosotras, el equipo de la Junta, pues facilita mucho el trabajo a la hora de organizar el retiro. Ten en cuenta que han participado unas 48 iglesias este año con un total de 380 mujeres apuntadas. Si lo hiciéramos individualmente seria más difícil poder atender a todas con el cariño que se merecen. Por otro lado, tenemos reuniones periódicas con las representantes de las iglesias para orar juntas, alabar al Señor, y resolver cualquier duda que surja en sus respectivos grupos
P.- ¿Qué beneficios para sí y para los demás se consiguen con estos encuentros y estas organizaciones para las mujeres?
R.-El tener un tiempo apartado para estudiar la Palabra de Dios siempre es beneficioso para todos. Nuestra intención, como Junta que organiza estos retiros, es que la mujer por un momento se olvide de las tareas del hogar y mire al Señor en toda su grandeza; para que como mujeres crezcamos en el conocimiento de la Palabra, y la pongamos en práctica en nuestros hogares y en la iglesia. Cada año ha sido especial, y hemos visto el crecimiento en muchas hermanas de un gran número de iglesias, convertidas en creyentes comprometidas que luego han sido de gran ayuda.
P.- Ya son muchos años al frente de estos eventos. ¿Cómo se consigue mantener la intensidad y el compromiso de un equipo… teniendo en cuenta que a nuestro alrededor muchos proyectos apenas sobreviven algún tiempo?
R.-Esto sólo lo sabe el Señor. Es un ministerio que lleva mucha oración de muchas personas. Y un equipo que ama el trabajo para el Señor, reconociendo que si en algo hay “éxito” es por voluntad de Dios. Sólo hay que ser meros instrumentos. Cuando ves que tantas mujeres se gozan en la Palabra, aceptan al Señor como su Salvador, y como resultado de eso, hay vidas cambiadas, llegas a la concusión que esto no es labor humana. El Señor nos llama al trabajo con compromiso, constancia, humildad y oración. Creo que un ministerio dura lo que El Señor quiere que dure, y en estos tiempos en que el dinero es un problema, damos gracias a Dios por el resultado del retiro, que no son los números sino lo aprendido de su Palabra.
P.- ¿Cuál nuestro papel en este siglo XXI?
R.-Supongo que lo dices como mujeres, creo que más que nunca tenemos un papel fundamental. La sociedad está cada vez más alejada de Dios y de su voluntad, y eso influye en la Iglesia, las familias. La pérdida de los valores cristianos en la sociedad tan cambiante, está afectando a nuestras iglesias y familias sin apenas darnos cuenta. No somos del mundo pero estamos en el mundo. Pero eso no quiere decir que tengamos que pensar igual y actuar igual. Nuestras familias deberían ser ejemplo a imitar, pero por desgracia estamos bajando tanto el nivel que no somos ejemplo de mucho. Demos Gloria a Dios por los ejemplos que aún tenemos, y luchemos para mantenernos firmes en la vida cristiana, que es fantástica. El Señor está cerca; y por tanto, cada día será más difícil. Por ello tenemos que mantenernos firmes en la voluntad de Dios, y no decaer.
P.- Sé que cooperas activamente con un ministerio para los jóvenes. Háblanos un poco de tu papel en el mismo.
R.-Si es cierto que durante muchos años he estado colaborando en ministerio para jóvenes, pero ahora estoy más distante del trabajo directo. Colaboro en campamentos y actividades puntuales, ayudando donde sea necesario, pero no tengo responsabilidad. Hay que dejar paso a los jóvenes con sus nuevos proyectos, y estar a su lado para aconsejar y cuidar.
P.- ¿Tenemos una vida de oración las mujeres? O nos consumen el tiempo nuestros quehaceres…
R.-Tú misma lo has dicho. Los quehaceres nos consumen. Creo que hay de todo, como en los hombres, y eso se nota en las reuniones de adoración y alabanza, cuando tienes la oportunidad de compartir, y no lo haces porque no hay nada que decirle a nuestro Señor. Porque durante la semana no ha habido relación con Él.
P.- ¿Cómo conociste a Jesús?
Nací en un hogar cristiano, donde mi padre era Anciano de la iglesia. Desde pequeña en la escuela dominical me enseñaron las historias bíblicas con sus correspondientes aplicaciones para mi vida, de modo que sabía cómo tenía que comportarme. Desde muy pequeña entendí que hacía cosas que no estaban bien, que no le gustaban al Señor y, por tanto, era pecadora. Una noche después de oír acerca de que el mundo se acabaría, empecé a pensar en que si el Señor venia a buscar a sus hijos, yo no iría con ellos, pues no lo había aceptado como mi Salvador personal. Entonces fui hacia mi madre, y recibí al Señor como mi Salvador. Fue muy reconfortante tener la seguridad de ir con Jesús y, en aquel momento, me sentí liberada.
Después, en el día a día, me di cuenta que las cosas no son tan fáciles. Cuando me decían que los que habían aceptado al Señor experimentaban un cambio de vida, yo me quedaba muy confundida, pues yo no había cambiado nada. Siempre iba a la iglesia; no hacía nada malo, a mi parecer; mi vida seguía igual un día como otro, tanto antes como después de haber recibido al Señor. Fue a lo largo de los años, que fui entendiendo el paso que realicé aquel día con 8 años. En la iglesia siempre estuve involucrada en algo. Cantaba en el coro desde los 5 años. Prefería cantar que jugar con los demás niños. Siendo un poco más mayor, con el grupo de adolescentes de mi iglesia editamos una revista de información, formamos un grupo musical que se llamaba Lloança (Alabanza); y también ayudábamos con la limpieza.
En mi corazón siempre había la disposición de servir donde hiciera falta. Desde pequeña oraba al Señor para que me guiara en el camino que él quisiera, pues sabía por las predicaciones, y por los testimonios de misioneros que venían a la iglesia, qué era lo que debía hacer para buscar la voluntad de Dios en todas las áreas de nuestra vida. Una de las oraciones contestadas fue sobre la persona con la que compartiría mi vida, y la respuesta fue mi marido Samuel, al que conocía “desde la cuna”. Estoy segura que cuando pones tu vida en manos de Dios, él te guía por el camino que debes andar.
Nos casamos en el año 1984, y dos años después fuimos a un campamento en Portugal con un grupo de jóvenes. Allí, Tanto Samuel como yo, por separado, sentimos que Dios nos llamaba a dedicar nuestras vidas a Su servicio en lo que él quisiera. Fue maravilloso cuando, al compartirlo, supimos que habíamos decidido lo mismo.
Doy gracias al Señor por el privilegio que me ha dado de poder servirle y proclamar lo que él ha hecho, está haciendo, y hará en mi vida.
P.- En la Biblia tenemos mujeres ejemplares… ¿alguna en especial para ti?
R.-Ana, la madre de Samuel. Conocerla en un momento difícil de mi vida me trajo esperanza, confianza y seguridad en que mi Dios nunca falla, ni te abandona. Fue fantástico su descubrimiento.
P.- ¿Piensas que con la crisis, las personas pararán para oír las buenas nuevas del reino?
R.-Creo que hay de todo. Frente las dificultades puedes tomar dos posturas: acercarte o alejarte, y nuestra vida depende de las decisiones que tomamos. El mundo culpa a Dios de todo, sin embargo, son las personas las que lo rechazan. Pero eso no es excusa para no realizar la misión que nos ha sido encomendada, que es predicar el Evangelio. Aunque no nos quieran oír, nuestras vidas han de predicar con el ejemplo.
P.- ¿Cuáles piensas que son los nuevos retos para la Iglesia del siglo XXI?
Creo que no hay nada nuevo para el ser humano. Es cierto que la sociedad está más tecnificada, si existe esta palabra, pero las personas en su interior tienen los mismos deseos y pasiones que en todos los tiempos. Nuestro reto no cambia: ser SAL y LUZ en este mundo, a pesar de las consecuencias. Debemos poder decir: “no me avergüenzo del evangelio”. Como ya he dicho, nuestras vidas han de predicar de palabra y de hecho, para que seamos atractivos para el mundo. Así que el reto es mantenerse FIEL al Señor frente a las oleadas del enemigo.
Finaliza la entrevista. Gracias, Sara, por informarnos de lo que hacen hermanos y hermanas en otros puntos de nuestra geografía, por los que podemos orar, imitar en algunas cosas, visitar, apoyar… Y viceversa… Porque formamos parte de un pueblo, único, el de Dios.
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