A mediados del siglo X la llegada de unos monjes misteriosos puso en tela de juicio el Cristianismo medieval y obligó a la Iglesia Católica a cambiar algunas de sus costumbres y prácticas.
Lo que muchos no saben es que la lucha contra el catarismo, una corriente gnóstica que se propagó rápidamente por Europa, supuso la creación de la Inquisición y la proclamación de las primeras cruzadas.
La palabra cátaro viene del griego y significa puro. A finales del siglo XII, comenzó a llamar a este grupo albigenses, debido a que muchos provenían de una antigua ciudad llamada Albi.
Los primeros monjes con estas “nuevas doctrinas” llegaron de Bizancio, al parecer huyendo de la persecución en los reinos orientales y del Imperio Bizantino.
No sabemos a ciencia cierta el mensaje que predicaban estos grupos, ya que lo que nos ha quedado sobre todo son los informes de la Iglesia Católica que persiguió duramente a los cátaros.
La zona en la que la secta enraizó perfectamente fue en las proximidades de Toulouse, pero enseguida se hicieron varios sínodos condenando las nuevas doctrinas y muchos de los cátaros fueron ejecutados o escaparon.
El grupo seguramente hubiera desaparecido de no ser por la ayuda prestada por Guillermo, duque de Aquitania, que protegió a los cátaros en sus territorios.
¿Qué atraía al pueblo de estos grupos cátaros? Lo que más atraía al pueblo era la pobreza, sencillez y humildad de los predicadores. A los monjes se les empezó a llamar Perfectos, por su santidad y limpieza espiritual, lo que contrastaba con la corrupción moral del clero católico.
¿Qué creían estos grupos? Se les ha acusado de muchas cosas y se ha apuntado a diferentes creencias heréticas. Entre las más graves está su tendencia dualista y gnóstica. Los cátaros pensaban, al igual que los maniqueos siglos antes, que realmente había dos mundos, uno espiritual creado por Dios y otro material realizado por el Diablo. Para los cátaros el Reino de Dios es celestial y no tiene nada que ver con este mundo. Los cátaros no creían en la encarnación de Cristo, negaban el bautismo, rechazaban el matrimonio y no podían comer carne, huevos ni leche.
Las doctrinas más extremas de los cátaros llegaron a afirmar, que el Dios del Antiguo Testamento era el Diablo, ya que había creado el mundo material, que era completamente malo.
Varios concilios condenaron las doctrinas cátaras, pero no fue hasta la llegada al papado de Inocencio III, que no se desató la persecución más enconada contra los cátaros. Los herejes se habían hecho fuertes en Tolosa y en el norte del Reino de Aragón.
Al principio, el papa Inocencio III intentó una conversión pacífica de los cátaros, pero el legado pontificio fue asesinado por unos de los hombres del conde. Inocencio III reaccionó excomulgando al conde de Tolosa, Raimundo VI. El Papa convocó una cruzada contra los cátaros.
En 1208, se desató la cruzada, pero no fue fácil vencer a los cátaros. Durante dos años se sucedieron las batallas, se intentó un nuevo acuerdo pacífico, pero ante el fracaso de las negociaciones llevó a una nueva guerra. La batalla de Muret fue decisiva para que el bando católico triunfara. El rey de Aragón, que se había puesto del lado del duque de Tolosa, murió en los combates.
La guerra continuó hasta 1229, cuando se firmó el tratado de París, aunque el exterminio definitivo de los cátaros de Europa no se produjo hasta 1244, cuando los últimos líderes cátaros fueron vencidos y quemados en la hoguera.
La llegada de los cátaros pudo parecer al principio la necesaria renovación de una iglesia violenta y corrupta, pero sus herejías y las luchas políticas convirtieron al reino de Francia en un verdadero laboratorio para las posteriores políticas represivas de la Iglesia Católica.
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