Es pedagoga y directora de actividades de tiempo libre infantil y juvenil. También es madre, algo que, según ella, es lo que más ocupa su tiempo.Desde hace casi treinta añostrabaja con niños y adolescentes, y forma parte de un equipodedicado a la formación de personal titulado oficialmente para la educación de menores de edad en el tiempo libre.
Además, es
escritora; ya lleva publicados dos libros y disfruta dando conferencias y talleres de escritura. Me ha conmovido leer en su web: “Conocer al Jesús de la Biblia y lo que hizo por mí, por amor, me cautivó. Que lo sepas”.No sé cómo se organiza, pero también dedica parte de su tiempo a escribir artículos en P+D. Y sueña…
Pregunta.- ¿Cómo se inició en la literatura?
Respuesta.-Fue por la fascinación por las historias y los cuentos que me contaban mis padres. De ahí a la lectura había un paso y, a partir de cierto momento, la consciencia de que había maneras de narrar que me parecían mucho más interesantes, o más hermosas, o más originales que otras, y comencé a prestar atención.
P.- ¿Por qué escribe?
R.-Durante mucho tiempo pensé que no tenía nada que decir, hasta que un día caí en la cuenta de dos cosas: la primera, que una historia bien contada siempre merece la pena y puede llegar a ser arte y, segunda, que en todo caso mi cosmovisión tiene un punto de esperanza gracias al evangelio de Jesús, y eso es lo que consideré que yo podía aportar.
P.- ¿Qué referencias del mundo literario le acompañan? Sean o no evangélicos.
R.-Mis primeras novelas fueron cristianas:
La Herencia Inesperada, El Secreto del Bosque o
Amanecer entre Sombras. Después llegaron a mis manos las de Enyd Blyton de
Los Cinco, y luego ha sido una lectura un tanto errática, haciendo un énfasis especial en las autoras españolas, literatura para jóvenes y novela negra. Me impresionó
El Código da Vinci, por el ritmo, y ahora últimamente
El Club de los Optimistas Incorregibles o
El Nombre del Viento…
P.- ¿Cuál de sus obras le satisface más? ¿Por qué?
R.-Creo que en mi caso no hay tanto donde escoger: ¡sólo llevo dos novelas por el momento! También algún cuento y varios artículos. Pero de las novelas,
La Llave y
Los Papeles del Abuelo, no sabría con cuál quedarme, en el sentido de que son diferentes -la estructura, la época-, aunque lo que tienen en común es que tratan de personas en la lucha de sus vidas, tomando decisiones, viviendo en la perplejidad del encuentro y desencuentro con los demás. En la primera, la protagonista es la Dalila de la Biblia; en la segunda, una mujer actual llamada Marta.
P.- Es miembro de ADECE, tiene comunión con otros escritores. ¿Cuál su experiencia en este aspecto?
R.-Es muy enriquecedora. Para mí es un verdadero privilegio poder disfrutar del conocimiento y la sabiduría de nuestros eruditos, de los teólogos escritores, de los poetas premiados, de los que sueñan los proyectos de comunicación, de los novelistas que poco a poco se van sumando a un grupo muy prometedor de gente joven, y de todos los que, desde nuestra modestia, aportamos nuestro grano de arena. ¡Hay muchas personas trabajando, algunas con un gran compromiso y dedicación! Y no puedo pasar por alto los momentos de encuentro, cuando nos vemos cara a cara y nos abrazamos y nos besamos, y nos contamos cómo ha sido el año transcurrido, y qué proyectos llevamos entre manos…
P.- ¿Qué consejos le daría a un joven escritor, como el que tiene en casa, a la hora de plasmar sus creaciones?
R.-En primer lugar, que lea, que lea mucho. Después que escriba, que asista a talleres de literatura, que siga escribiendo y que presente sus trabajos a concursos. Y, cuando ya sepa que va en la buena línea, que presente sus obras a las editoriales, que siga escribiendo, leyendo y aprendiendo.
P.- ¿Cómo debemos ser los padres de este siglo XXI?
R.-¡Vaya pregunta, para contestar así, en pocas palabras! Diré que coherentes. Podría escoger muchas palabras para definir lo que deberían ser unos padres (cariñosos, responsables, firmes, sabios, dialogantes, atentos y vigilantes), pero voy a decir que los padres debemos ser coherentes: lo que decimos y lo que hacemos debe ir en la misma línea. Nos lamentamos de que en esta generación no se ha producido la transmisión de valores de padres a hijos, y creo que puede ser debido a varios factores. El primero podría ser por los mensajes sin palabras que diariamente les lanzamos y que confirman o desmienten nuestras palabras, de manera que nos retratan. Los adolescentes son especialistas en detectar estas incongruencias y, con su radicalidad típica, aceptan o descartan toda nuestra herencia. El segundo factor podría ser la apabullante influencia de todas las variables externas que de manera más o menos informal va moldeándoles (amigos, redes sociales, medios de comunicación) y que no está bajo nuestro control, con el añadido de que, en muchas ocasiones, está expresamente diseñada para manipular e influenciar en una línea o en otra, la mayoría de las veces distinta a la nuestra. Otro factor que influye es que nosotros, como padres, hemos caído en todas las trampas de nuestro mundo occidental, y hemos llenado a nuestros hijos de cosas o de actividades que cuestan dinero, cuando ellos lo que necesitan por encima de todo es tiempo en familia, cariño, conversaciones, juegos, y toda una serie de recursos de esos que no se pueden comprar. Ellos captan, tarde o temprano, en qué hemos invertido en ellos, cómo hemos priorizado nuestro esfuerzo, si hemos estado detrás para sacárnoslos de encima o para tenerlos cerca…
No puede ser tan misterioso el tema de la educación de los hijos, pues se ha llevado a cabo a lo largo de toda la historia de la humanidad. Hoy estamos más vendidos porque hemos caído también en la trampa del individualismo y la afrontamos solos, con soberbia muchas veces, sin permitir indicaciones de nadie, o buscando maestros no cualificados. Hay cosas que han funcionado durante toda la historia: los niños deben aprender de los adultos y adaptarse a nosotros, que en principio tenemos más sentido común, y no al revés, para no criar esos famosos tiranos tan abundantes hoy en día; cuando hay una dificultad, hay personas en la familia que pueden ofrecer una pista, y suelen ser las de más edad, es lo que aporta la experiencia; cuando las dificultades son serias y se acude a los especialistas, puede rendirse todo el mundo, incluso el niño puede tirar la toalla, pero los padres nunca, ellos siguen apostando por su hijo, incluso más allá de los 18 años. Creo que son cosas elementales, ¿no?
P.- Como educadora: ¿cuál su opinión sobre la educación evangélica (una especie de diagnóstico y una receta sencilla).
R.-Si se refiere a lo que debería ser una educación cristiana, en al apartado de la familia ya he apuntado por dónde irían los tiros. Los niños ven dónde está nuestro corazón, no podemos engañarles; y sí que entienden que no somos perfectos, que podemos tener fallos, y valoran nuestra sinceridad y autenticidad como padres. Respecto a la iglesia se puede trabajar desde muchas iniciativas que apoyen el trabajo de las familias y el desarrollo de los niños, pero para mí la clave es considerar que ellos están ahí como un regalo maravilloso de Dios. ¿Hay niños en los cultos? No les echemos fuera; hablemos, en las predicaciones, para que ellos también entiendan la Palabra; tengámosles en cuenta en cada momento de nuestras reuniones, de nuestras actividades. ¿De dónde pueden sacar nuestros niños que la Biblia no la pueden entender? ¿O que las reuniones de oración son para los viejos? ¿O que todo lo que tiene que ver con la iglesia es aburrido? ¿Dónde queda el gozo y la alegría en el Señor en la comunión, en las bendiciones diarias? ¿Qué les estamos transmitiendo? Hay, además, otro punto que me parece muy importante: es verdad que cuanto mejor preparadas estén las personas para las tareas que deben abordar en la iglesia, mejor cumplen su servicio en obediencia a nuestro Señor. Ahora bien: si de ocuparse de los niños o de los jóvenes se trata, la formación y los títulos son necesarios, pero mejor escoger al que ame más al Señor y a su Palabra, porque les imprimirá vida, no técnicas y recursos.
P.- Es nieta de Gabriel Sánchez. Para quienes no conocen la vida de este mártir evangélico, ¿podría darnos unas pinceladas? ¿Se hereda el compromiso y el sacrificio por una causa?
R.-Gabriel Sánchez tuvo que escoger entre la fidelidad a su Señor y Salvador o librar su vida, durante la guerra civil española. Fue coherente y llevó su libertad de elección hasta el final, sin violentar su conciencia, y encomendando a su familia, su esposa y sus dos niñitas, en las manos de ese Dios en quien él creía y que sabía lo que hacía. Este hecho fue la historia que marcó a mi madre, a mi padre de una manera decisiva en su vocación misionera y, si bien no se hereda, por lo menos te hace pensar si hay causas por las que merece la pena morir. En nuestro caso no sólo es por la libertad, o la libertad de conciencia, sino que la historia impagable del Evangelio cobraba una fuerza mucho mayor y más cercana. Nos ha ocurrido a todos los nietos. Los bisnietos, muy ‘hijos de su generación’, no entienden de heroicidades, lo mismo que sienten aversión a la vejez por todo el culto a la juventud que viven, y otra serie de cosas que deberán acabar de situar. Pero, gracias a Dios, muchos de ellos ya han conocido a Jesús, le han aceptado en su corazón y han decidido seguirle. Ésa es nuestra oración por ellos, más que su éxito profesional por ejemplo, ya que en ello les va su destino eterno.
P.- ¿Piensa que los evangélicos debemos participar más en lo público, pronunciándonos sobre temas que nos atañen como cristianos y como miembros de la sociedad?
R.-Es curioso que tengamos que hacernos estas reflexiones, pero en España los evangélicos, en muchos sectores, llevamos un lastre de no participación voluntaria, por confundir nuestra vida diaria y ciudadana con ‘el mundo’ en el sentido pecaminoso de la palabra. Creo que, en realidad, nuestra misión de ser sal y luz en la tierra pasa por nuestra implicación con lo humano y por el manifestar la alternativa cristiana a las cuestiones y problemas que se plantean en la vida de las personas y de las sociedades. Si nuestra convicción es que las propuestas del Señor son buenas y beneficiosas, no sólo es que tenemos el derecho de expresarnos, más bien es que es nuestra obligación hacerlo, para no ser como Jonás, que nos callamos el mensaje de vida y salvación. En cualquier caso, debemos dar a conocer una alternativa que puede ser tomada como referencia en muchos temas. Las organizaciones que nos representan ya suelen hacer las declaraciones pertinentes en cada momento, pero nosotros deberíamos ser columnistas en los periódicos, llevar secciones de opinión, tener participación en radio, en televisión, en cualquier medio de manera habitual, continuada y de manera natural, como ciudadanos de primera, sin complejos. Es cierto que no corren buenos tiempos para los cristianos en España, y que todo tiene cabida, pongamos por caso, en cualquier programa, por estrambótico e incluso pernicioso que sea, salvo lo cristiano. Pero que no seamos nosotros mismos los que nos pongamos las cortapisas y las trabas, porque no es mandamiento de nuestro Maestro, desde luego, sino que el suyo es más bien todo lo contrario, es id y proclamad.
Finaliza la entrevista.Gracias, Febe, por acercarnos a su vida de cristiana, madre y educadora. Y adentrarnos en su faceta literaria. Una muestra de que si nos organizamos podremos redimir el tiempo.
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