No se debe confundir lo público con tiranías particulares, de grupos o individuos, sobre lo público. En lo que respecta a la enseñanza, existen modalidades planificadas desde un poder determinado que imponen la naturaleza, límites y sujetos de la enseñanza. El Planificador dispone quién, dónde y cómo estudiará cada uno; qué libros se leerán como directrices, qué autores estarán fuera del circuito cultural, etcétera. Eso es tiranía particular sobre lo público, eliminado uno de sus principales bienes: la enseñanza pública. Los dictadores que ocupan el gobierno en Estados particulares no están, pues, por la enseñanza pública, sino por su supresión.
A veces se asocia “escuela pública” o “escuela estatal” con “escuela
estatizada” y se concluye con una imagen de tiranía y ausencia de libertad. Y
se le opone la imagen de una escuela “privada” como signo de libertad. No siempre es así.
Estamos en la etapa de ofrecer propuestas. La que se hace aquí, desde la perspectiva de alguien que conserva como su base la autoridad de toda la Escritura, es que
la escuela pública en España, tal como hay la tenemos, es algo muy bueno. Seguro que existen casos y situaciones de mal funcionamiento, pero el global del sistema es correcto. Más aún, es un privilegio en medio de la situación en que viven millones de personas con la misma dignidad que nosotros.
Que con la aportación económica del conjunto de los ciudadanos puedan estudiar los hijos de cada ciudadano, aunque no tenga medios económicos (o los emigrantes que están con nosotros), eso es justo. Lo proponemos (algunos, seguro que no) desde la aplicación de la fe cristiana.
Proponemos igualmente que se exprese gratitud por este bien. Y se “enseñe” también a nuestros hijos que esto, que es “gratuito”, sin embargo, cuesta mucho dinero y esfuerzo a toda la comunidad. Que aprecien el gran privilegio que tienen de poder acceder al conocimiento, a la cultura, contando con amplios medios materiales y, en muchos casos, con la excelencia de profesores. Y que todos trabajemos, con la alegría de la gratitud, para conservar y mejorar esta situación.
Nuestra escuela pública, desde Infantil a la Universidad, tiene libertad de enseñanza. Luego entran todas las matizaciones que se quieran. Cada centro tiene sus departamentos, sus proyectos educativos, y cada profesor se tiene que adaptar al conjunto. Y están todos los estorbos a esa libertad, pero la libertad existe. Por supuesto, de bien poco le sirve a un profesor de Historia tener libertad de cátedra, si está limitado a unas horas (cada vez menos) de enseñanza: esto es un estorbo, pero tiene libertad de cátedra. Y la libertad de cátedra es un bien que tenemos que agradecer y conservar. En España la escuela pública permite que el profesor, el maestro, enseñe con libertad, y que los alumnos tengan la libertad de recibir esa cultura.
Problemas: todos los que cada uno quiera apuntar; pero serán problemas para ejercitar bien esa libertad. En otras ocasiones, por siglos, aquí en nuestra nación el problema era no tener libertad, ni el maestro ni el alumno; lo mismo que hoy en tantas partes del mundo.
¿Nos estamos olvidando de que el Estado es educador y usa la escuela como un instrumento ideológico? No, no nos olvidamos. Tenemos en cuenta el Estado (realmente las personas concretas que están en el Gobierno de turno, tan “educadores” eran los de antes como los de ahora) con su tendencia a educar, a guiar a la gente, a considerarlas “necesitadas” de su dirección, como si fueran médicos que nos atienden. Por eso también estamos atentos a la “educación” que procuran unos y otros: que siempre nos consideran enfermos, necesitados de sus sabias recetas, que son muy capaces y saben qué debemos hacer. Los que proponen que lo
privado es lo mejor, también son “educadores”.
Frente a unos y otros, aquí proponemos la libertad de los maestros, la libertad de los padres, la libertad de los alumnos, es decir, lo público. La res publica, vaya.
La escuela se sostiene en dos columnas: el maestro y el alumno (mejor dicho, el deseo de aprender del alumno). A los padres no los hemos dejado atrás, están ahí también, pero la escuela es de los maestros con sus alumnos. Ninguna persona debe ser privada de la cultura que se imparte en ella. Por definición, tiene que ser universal. (Esa es la esencia de la
Universidad, no solo en materias de conocimientos, sino en presencia de profesores y alumnos.)
La escuela privada es, por supuesto, una opción legítima de un determinado grupo de la comunidad, pero por propia naturaleza no puede reclamar superioridad moral (ni docente) sobre la pública. Menos aún, pretender que la privada
es la escuela, mientras que la pública es simple instrumento político. En cualquier sector de ambas se muestra la corrupción de la naturaleza humana e, igual que el ámbito del gobierno civil, debe tener medios de contraste y equilibrio.
Tenemos que trabajar y edificar con lo que tenemos. Y tenemos mucho. Seamos agradecidos. Podemos acceder y hablar con los profesores de nuestros hijos, plantearles situaciones, planear lo más eficaz para su educación. Luego eso puede tener más o menos éxito concreto, pero el camino lo podemos recorrer en libertad. No olvidemos que eso es un privilegio que soñarían hoy millones de personas. En tantos y tantos lugares se reirían de discutir sobre el derecho a elegir la escuela, o modelo de educación, para sus hijos: sencillamente no tienen ninguna escuela. Aprovechemos nosotros lo que tenemos, hay mucho que hacer. Colaboremos. Si los profesores no tienen en cuenta a Dios, será suficiente si tienen en cuenta la competencia de su asignatura. Si eres cristiano, enseña a tu hijo la verdad del Evangelio, y que su profesor le enseñe lo mejor posible su asignatura. Si se tiene todo, mejor.
En nuestra escuela pública (el colmo de la perversión para algunos) un profesor puede criticar la escuela pública, y no le pasa nada, tiene libertad de enseñanza: no pierde su puesto. Puede criticar un modelo político, y no le pasa nada. Puede criticar un modelo económico, y no le pasa nada. Nuestros hijos pueden escuchar enseñanzas opuestas, diversas, y no les pasa nada. El aire de la calle, de la vida con sus contradicciones, no les perjudica. (Como creyentes: su fe está afirmada en una cruz que no depende de circunstancias. Sin embargo, estas propuestas la hacemos como cristianos, pero no para la “capilla”, sino para la sociedad, para lo público, lo universal.)
Las dictaduras ideológicas usarán a las escuelas para conseguir sus propósitos de esclavizar y reducir a su servicio a la población. Esas dictaduras privan a la escuela de su condición universal, pública. Defendamos, como cristianos, que cada uno pueda tener el pan de la cultura.
La próxima semana, d. v., la propuesta será en relación a la familia. Será a favor de la familia que tiene llagas, la que no puede mirar muy alto, la que vive de la gracia de Dios. Y se procurará derribar, o al menos señalar, el ídolo, la escultura, la imagen, de una familia natural, formada del material de los valores judeocristianos, la que puede sostenerse sin Cristo, la que mira a los fracasados desde arriba y dice:”Yo no soy como ellos”.
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