Entrevistamos a Lidia Martín Torralba, licenciada en Psicología y Máster en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid. Desarrolla su profesión en la atención psicológica desde la clínica privada.
Además de dedicarse a la docencia, es columnista de Protestante Digital, escritora y dirige la asociación PREVVIA, dedicada a la prevención y formación en torno a las distintas problemáticas conductuales que atañen al ser humano en comunidad.
Escuchándola en el XXI Retiro de Mujeres de Galicia, donde impartió un taller sobre las crisis, le propuse esta entrevista que a continuación comparto.
Pregunta.- ¿Cuál la finalidad de una Asociación como PREVVIA en una sociedad como la nuestra?
Respuesta.-La idea que impulsó su creación fue darnos cuenta de que hay muchas problemáticas a nivel psicológico, familiar, social… que pueden prevenirse mucho mejor cuando hay herramientas sencillas y prácticas al alcance de las personas. Han de ser recursos, además, accesibles, dados los tiempos difíciles que corren económicamente y han de ser, además, de calidad. La reflexión, el conocimiento y la anticipación ante ciertos problemas nos hace mucho más capaces de enfrentarlos con éxito, y este tipo de herramientas en forma de actividades, talleres, conferencias… es justo lo que PREVVIA pretende proporcionar. Nuestra sociedad valora hoy este tipo de apoyo, máxime cuando por las circunstancias actuales su acceso no es fácil para todos. Desde la asociación intentamos detectar necesidades y ofrecer acciones para suplirlas.
P.- ¿Qué te impulsó a emprender una cruzada a favor de los adolescentes y preadolescentes?
R.-Pues fue por la propia petición de buen número de padres, que me manifestaron sus dudas y preocupaciones desde hace algunos años. Concretamente, en un seminario sobre familias que impartí en Forum 2009, recuerdo que una madre me abordó entre pasillos, diciéndome: “¿Cuándo habrá dentro del campo evangélico materiales y actividades para los que tenemos hijos adolescentes?”. Y desde entonces esta inquietud no ha hecho sino presentarse de manera cada vez más palpable a través de reiteradas peticiones, similares a la de esta persona.
El primer año de la asociación estuvimos haciendo un buen número de actividades para intentar sondear los intereses de la comunidad al respecto, y nos sorprendió comprobar cuánta necesidad hay en esta área, a pesar de las muchas escuelas de padres que hay, principalmente porque la mayoría van destinadas a niños de infantil y primaria, pero no destinadas a los adolescentes.
P.- ¿Crees que la sociedad, el Estado… se preocupan por poner instrumentos de ayuda a paliar la problemática que cada vez más se da en este colectivo?
R.-Yo creo que desde hace unos años aquí el problema nos ha desbordado a todos los niveles. El Estado, las autoridades, son conscientes de que hay muchas cosas que han cambiado respecto a nuestra juventud, a nuestros chicos adolescentes, y que los valores con los que han crecido (o la ausencia de ellos) les han posicionado respecto a su entorno de una manera muy diferente a la que correspondía a las generaciones anteriores.
En los últimos años sí se ha hecho un cierto esfuerzo en proponer actividades para los chicos, alguna en menor medida para padres… pero no parece, desde luego, que sea suficiente, a la luz de lo que los padres manifiestan y demandan a este respecto. Se ha ofertado ocio juvenil, se intenta a veces incluso aportar algo de valores… pero de manera muy light (sigue estando más de moda el “colegueo” con los hijos, evitar ser “demasiado” tajante y otras cosas similares). Las familias están desbordadas, les faltan recursos, incluso una visión clara, global y con cierta perspectiva, de la etapa por la que atraviesan sus hijos. Para nosotros este tipo de actividad es una prioridad, ya que revierte sus efectos positivos no sólo en los adolescentes, que es lo que parece a primera vista, sino en los padres y su relación, las consecuencias que se derivarán en la educación de los hermanos que vienen detrás, los propios adolescentes, por supuesto, y también la sociedad en la que todos estamos insertos.
P.- ¿Podrías hacernos una radiografía y un diagnóstico de los padres de este siglo XXI?
R.-Yo creo que la preocupación principal de los padres hoy, por desgracia, no es educar. Creo que están mucho más volcados en llevarse bien con ellos, en que no sufran, en que tengan una vida fácil… pero esto a veces puede ser incluso directamente incompatible con una educación sana y basada en valores positivos. Creo que hay buena intención, pero también somos muy
egoístas en la educación. Tenemos nuestros propios fantasmas y los traemos a nuestro presente, proyectándolos sobre nuestros hijos. Y ellos lo sufren, aunque no lloren, porque los padres tendemos a evitarlo. Pero muchas de las conductas inadaptadas que tienen no son sino la manifestación de un sufrimiento que llevan consigo.
P.- Cada vez más se habla de fracaso y acoso en el ámbito educativo, ¿qué está pasando en las aulas?
R.-Lo que ocurre en las aulas es simplemente un reflejo y extensión de las muchas carencias en casa y a nivel social también. No existe una cultura del esfuerzo, de la motivación por conseguir un objetivo, por ser útiles y productivos para los demás… Por lo cual no tiene sentido estudiar, según el pensamiento de muchos de ellos; tampoco hay consecuencias si no lo hacen; no aspiran a ser nada ni nadie en la vida. Lo que les preocupa verdaderamente, ya lo tienen, y lo que les falta, la plena autonomía para conseguir y hacer todo lo que quieren, es lo que muchas veces intentan conseguir por la fuerza. Los chicos se han acostumbrado a que pueden hacer lo que quieran y, además, sin consecuencias. Esto incluye saltarse la autoridad de padres y profesores o intimidar a los compañeros. La cuestión de los límites se ha hecho ahora más imprescindible que nunca.
P.- Cuestiones como el fracaso escolar, el acoso en los centros educativos, la incapacidad para poner límites, la problemática de los adolescentes, etc., ¿pueden prevenirse?
R.-Sí pueden, pero para eso hace falta un esfuerzo conjunto de toda la comunidad, que ha de plantearse trabajar en la misma línea, eliminando dobles mensajes y contradicción de valores, y principalmente con unos niveles de compromiso en la tolerancia cero a ciertas conductas y la aplicación de consecuencias que, desde luego, ahora no se dan ni de lejos. Para la sociedad e incluso los padres, llegados a cierto punto, el problema son los adolescentes. Pero esto no es real ni cierto. Los chicos no son el problema sino que lo ponen de manifiesto, sin demasiados tapujos ni censura de ninguna clase como la que nos imponemos los mayores.
P.- ¿Las actividades y programas desarrollados a través de PREVVIA son accesibles y gratuitos para los usuarios?
R.-La fórmula gratuita no funciona demasiado bien, aunque seguimos ofreciendo actividades con este formato. Funciona mejor lo simbólico, por una cuestión de compromiso. Seguimos valorando mucho más aquello por lo que pagamos un poquito. En cualquier caso, incluso en las actividades con pequeño coste, el precio es muy accesible. Por ejemplo, en un curso de unas 10 horas de formación, el precio es de unos 10€, lo que supone un euro por hora de formación, que es irrisorio. La idea es, entonces, poder llegar a muchos, pero intentando que se valore el esfuerzo que otros hacen para que esto sea así, ya que para que estas actividades sean tan económicas, otros muchos han estado dando donativos con generosidad y constancia, muchos de ellos, usuarios de anteriores actividades de la asociación.
P.- ¿Cuál vuestro ámbito de actuación a través de actividades y programas?
R.-Actualmente estamos centrados en las familias, aunque no descartamos poder extendernos hacia ámbitos más amplios, comunitarios, con un impacto mayor. Esto estamos empezando a poder hacerlo a través de la publicación de contenidos y, particularmente en este caso, gracias a la Editorial Andamio, que ha recogido en un libro en dos volúmenes los contenidos del taller de padres de adolescentes 4x4, lo cual le da una mejor proyección. No sabemos qué oportunidades podrá traer la extensión de esta iniciativa.
P.- ¿Existe toda esta problemática mencionada dentro de las iglesias?
R.-Estamos dentro de este mundo y, por tanto, somos a veces tan vulnerables como los de fuera, sobre todo por el nivel de secularización al que nos hemos permitido llegar. Tenemos las mismas preocupaciones, metas, errores y desenfoques que los que hay fuera de nuestras cuatro paredes y no estamos exentos de estas situaciones ni de sus consecuencias, ésta es la verdad.
P.- ¿Piensas, por tanto, que deberían tener un plan de actuación para solventarla?
R.-Las iglesias están siendo cada vez más conscientes, al menos desde su liderazgo, de la importancia de no caer en el error de que esto sólo pasa fuera. A nosotros, desde la asociación, nos gusta hacer las actividades pensando en reunir, ante los mismos problemas, a creyentes y no creyentes; precisamente por esto, para darnos cuenta de que nos enfrentamos a los mismos problemas, aunque no con los mismos recursos. Esto es clave y creo que es parte del plan de acción ante estos y otros retos. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo.
P.- En el retiro de mujeres de Galicia has hablado sobre las crisis… ¿Qué son y cómo afrontarlas?
R.-Quizá la manera de sintetizarlo es decir que son cambios, ya sean en nosotros o en lo que nos rodea, y que nos ponen ante la realidad de tener que cambiar nosotros también en nuestra comodidad, recursos… Eso siempre es difícil, aunque los tengamos más o menos previstos en ocasiones. Otros, sin embargo, llegan y aterrizan, sin más. Y hay que hacerles frente. Pero no es sencillo y a veces esos estados, con todo y ser temporales, lo cual es un consuelo, son tremendamente descompensantes y nos ponen, más que nunca, ante la realidad de nuestra fragilidad.
P.- ¿Es que podemos salir beneficiados después de una crisis? ¿Nos acercan más a Dios?
R.-Sí podemos. De hecho, el Señor hace una obra en nosotros cuando somos sensibles a esta realidad que, como poco, nos sorprende y nos desborda. Él hace Sus mayores obras en nuestras mayores debilidades, ahí y sólo ahí es donde nos damos cuenta de que sólo puede bastarnos Su gracia. En ese sentido, estamos mucho más cerca de Él en las crisis, desgraciadamente (eso no habla demasiado bien de nosotros, ¿verdad?), aunque Él nunca se distancia de nosotros ni un centímetro. Si esta realidad no nos hace reflexionar y crecer, ¿qué puede hacerlo?
Finaliza la entrevista. Gracias, Lidia, por darnos tus acertadas reflexiones acerca de cómo enfrentar una problemática tan cercana que obliga a que todos nos impliquemos como agentes de cambio que somos dentro de la Misión de Dios. Que Él bendiga tu valiosa labor, y la del equipo que diriges.
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