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Protestante Digital

 

(Segunda parte)

 

¿Por qué preocuparnos por el medio ambiente? II

Un artículo de Sir John Houghton.

TUBO DE ENSAYO AUTOR Grupo F&C 02 DE MARZO DE 2012 23:00 h

¿PODEMOS CREERNOS LA EVIDENCIA?[1]
¿Cuán seguros estamos del panorama científico que acabo de presentar? Se basa en gran medida en el análisis de la comunidad científica mundial llevado a cabo mediante el trabajo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)[2]. Yo tuve el privilegio de ser presidente o co-presidente del análisis científico del Panel desde sus inicios en 1988 hasta 2002. Muchos cientos de científicos de muchos países estuvieron implicados en ese trabajo. Ningún análisis de otro tema científico ha sido tan exhaustivamente investigado y revisado. En junio de 2005, las Academias de Ciencias de los once países más importantes (el G8 más India, China y Brasil) emitieron un comunicado apoyando las conclusiones del IPCC[3].

Desgraciadamente, hay fuertes intereses creados que han gastado decenas de millones de dólares en desinformar sobre el tema del cambio climático. Primero negaron la evidencia científica y, más recientemente, han argumentado que sus efectos no serán grandes, que puedes “esperar y ver” y, en cualquier caso, podemos siempre “arreglar” el problema si resultara ser importante. La evidencia científica no puede apoyar tales argumentos.

EL ACUERDO INTERNACIONAL: NECESARIO
Las emisiones globales de dióxido de carbono a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles están actualmente acercándose a los 7 mil millones de toneladas de carbón al año y aumentan rápidamente. A menos que se tomen severas medidas alcanzarán dos o tres veces sus actuales niveles durante el siglo XXI, y el cambio climático continuará sin pausa. Para detener el cambio climático durante el siglo XXI, las emisiones deben reducirse a una fracción de sus actuales niveles antes de que acabe este siglo (Figura 2).

Es esencial que todos los países se unan a los acuerdos internacionales que se están negociando en la Convención Marco sobre Cambio Climático (FCCC). El gobierno británico, por ejemplo, ha asumido el liderazgo y ha aceptado un objetivo de reducción de las emisiones de gases invernadero del 60% para 2050; un objetivo que reconoce que los países desarrollados necesitan hacer mayores reducciones, para permitir algo de margen para los países en desarrollo. Los economistas del Ministerio de Economía del Gobierno Británico han estimado que el costo a la economía británica, para alcanzar este objetivo, no es más que el equivalente a seis meses de
crecimiento a lo largo de un periodo de cincuenta años[4].


Figura 1. Emisiones globales de dióxido de carbono derivadas de la quema de combustibles fósiles (en miles de millones de toneladas de carbón) hasta 1990 y su proyección hasta 2100 bajo los escenarios del Word Energy Council[5]. Las curvas A y B se refieren a varias suposiciones según “las condiciones actuales sin cambio”, y la curva C es el “escenario ecológico” que llevaría a la estabilización de la concentración de dióxido de carbono en unas 450 ppm.

¿QUÉ MEDIDAS PUEDEN TOMARSE?
Se requieren tres tipos de medidas si queremos conseguir tales reducciones. Lo primero es la eficiencia energética. Aproximadamente un tercio de energía se emplea en los edificios (domésticos y comerciales), un tercio en transporte y un tercio en la industria. Disponemos de los medios para doblar la eficiencia del uso energético en los tres sectores, en muchos casos con ahorros significativos en el costo.

En segundo lugar, una amplia variedad de fuentes de energía de combustibles no fósiles están disponibles para desarrollo y explotación, por ejemplo, la biomasa (incluyendo basuras), la energía solar (tanto fotovoltaica como térmica), la hidroeléctrica, la eólica, la de las olas y las mareas, y la geotérmica. En tercer lugar, es posible secuestrar el carbono que de otra manera entraría en la atmósfera, tanto mediante la plantación de bosques o bombeándola bajo tierra (p. ej. en campos petrolíferos o de gas). Las oportunidades de la industria, para la innovación, el desarrollo y la inversión en todas estas áreas, son enormes. La Transferencia Tecnológica de los países desarrollados a los que están en desarrollo es también vital si el crecimiento energético va a producirse de forma sostenible en los países en vías de desarrollo.

ADMINISTRADORES DE LA CREACIÓN
La gente suele decirme que estoy perdiendo el tiempo hablando sobre sostenibilidad medioambiental. “El mundo” dicen “nunca se pondrá de acuerdo para tomar las medidas necesarias”. Yo contesto que soy optimista. Una razón que doy es que creo que Dios está comprometido con Su creación y que nosotros tenemos la tarea encomendada por Dios de ser buenos administradores de la creación[6].

¿Qué quiere decir una administración cristiana de la creación? En el inicio del Génesis, aprendemos que los humanos, hechos a imagen de Dios, reciben el mandato de ejercer la administración sobre la tierra y sus criaturas (Génesis 1:26, 28 y 2:15). Así que tenemos la responsabilidad, hacia Dios en primer lugar, de cuidar la creación, no como nos plazca, sino como Dios requiere, y, en segundo lugar, hacia el resto de la creación como representantes de Dios en la tierra.

Somos sobradamente conscientes de las fuertes tentaciones que experimentamos, tanto personal como nacionalmente, para usar los recursos del mundo a fin de satisfacer nuestro propio egoísmo y codicia: nada nuevo, de hecho es un viejo problema. En la historia del paraíso se nos presenta el pecado humano con sus trágicas consecuencias (Génesis 3); los humanos desobedecieron a Dios y no quisieron tenerle más junto a ellos. La relación rota con Dios llevó a la ruptura de otras relaciones también. Los desastres que encontramos en el medio ambiente hablan elocuentemente de las consecuencias de esa relación rota.

Aquellos de nosotros que pertenecemos al mundo desarrollado nos hemos beneficiado ya, durante muchas generaciones, de abundante energía de combustibles fósiles. Las demandas de nuestro papel como administradores se vuelven especialmente conmovedoras al darnos cuenta de que los efectos adversos del cambio climático recaerán, de forma desproporcionada, sobre las naciones más pobres y tenderán a exacerbar la división, cada vez mayor, entre ricos y pobres. Nuestro fracaso como administradores es un fracaso en el amor a Dios y un fracaso en el amor a nuestros vecinos, especialmente a nuestros vecinos más pobres en África y Asia. El imperativo moral para los países ricos es ineludible.

Algunos cristianos tienden a esconderse tras una tierra que, piensan, no tiene futuro. Pero Jesús ha prometido volver a la tierra, una tierra redimida y transformada[7]. Entre tanto la tierra aguarda, sujetada a vanidad, esperando su redención final (Romanos 8:20-22). Nuestro papel es obedecer el claro mandamiento de Jesús de ser administradores responsables y justos hasta su retorno (Lucas 12:41-48). Ejercer este papel nos provee de una parte importante de nuestra realización como seres humanos. En nuestro mundo moderno, nos concentramos demasiado en objetivos económicos: hacernos ricos y poderosos. La administración o el cuidado a largo plazo de nuestro planeta y sus recursos pone en un primer plano objetivos morales y espirituales. Esforzarse por alcanzar tales objetivos puede llevar a las naciones y a los pueblos a trabajar juntos de forma más efectiva y conjunta de lo que es posible con otros muchos objetivos a nuestra disposición.

NUEVAS ACTITUDES
No sólo necesitamos objetivos, necesitamos nuevas actitudes y enfoques en la búsqueda de la sostenibilidad; también aquí a todos los niveles de la sociedad: internacional, nacional e individual.

Por ejemplo, la sostenibilidad nunca se conseguirá si no compartimos mucho más. Compartir es un principio cristiano importante. Juan el Bautista predicó sobre compartir (Lucas 3:11), Jesús habló sobre compartir (Lucas 12:33), la iglesia primitiva estaba preparada para compartirlo todo (Hechos 4:32) y Pablo lo promovió (2 Corintios 8:13-15). Lo opuesto a compartir (la avaricia y la codicia) se condena a través de toda la Biblia. A nivel individual, con frecuencia se comparte mucho. A nivel internacional ocurre mucho menos, como está bien ilustrado por las estadísticas mundiales más acusatorias: el flujo medio de riqueza en el mundo es de pobres a ricos.

Uno de los mayores desafíos en el “compartir” al que se enfrenta la comunidad internacional es cómo se pueden compartir las emisiones de dióxido de carbono de manera justa entre las naciones. Actualmente existe una gran disparidad entre las emisiones de las naciones ricas comparadas con las de los más pobres. Expresadas en toneladas de carbono per cápita por año, varían entre unas 5.5 para EE.UU., 2.2 para Europa, 0.7 para China y 0.2 para India. Es más, la media global per cápita, actualmente alrededor de 1 tonelada por año, debe disminuir sustancialmente durante el siglo XXI (Figura 3). Una propuesta del Global Commons Institute[8] es que las emisiones deben ser adjudicadas inicialmente a todo el mundo equitativamente per cápita, después se permitiría la transferencia de su localización mediante el comercio entre naciones. La lógica y la equidad de esta propuesta son en principio bastante convincentes, ¿pero es alcanzable? Un aspecto más profundo de este enfoque, cada vez más reconocido por las organizaciones humanitarias, es compartir nuestros conocimientos con el tercer mundo, por ejemplo en ciencia y tecnología.

Podréis preguntaros: ¿Pero qué puedo hacer yo como individuo?Hay varias cosas que todos podemos hacer[9]. Por ejemplo, podemos asegurarnos que nuestras casas y los electrodomésticos o el coche que compramos sean tan energéticamente eficientes como sea posible. Podemos usar electricidad “verde”, comprar responsablemente, usar el transporte público, compartir el coche con mayor frecuencia y utilizar nuestras bicicletas donde sea posible. Podemos informarnos más sobre estos asuntos y apoyar a líderes en el gobierno o la industria que están defendiendo u organizando las soluciones necesarias. Citando a Edmund Burke, un diputado británico de hace unos 200 años: “Nadie cometió mayor error que quien no hizo nada porque podía hacer muy poco.”


Figura 2. Emisiones de dióxido de carbono per cápita en el 2000 de diferentes países y grupos de países[10]. La línea de puntos indica la media global per cápita.

COLABORACIÓN CON DIOS
Podemos sentirnos intimidados al encarar el desafío aparentemente imposible de cuidar del medio ambiente y la necesidad de sostenibilidad. Pero un mensaje cristiano esencial es que no tenemos que llevar la responsabilidad en solitario. Nuestro socio no es otro que Dios mismo. Las historias del Génesis sobre el paraíso contienen una bella descripción de esa relación cuando hablan de Dios “que se paseaba en el huerto, al aire del día”[11]. Dios, sin duda, preguntando a Adán y Eva que tal iban con el estudio y cuidado del jardín.

Justo antes de morir, Jesús dijo, a sus discípulos: “separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Luego explicó que no les llamaba siervos sino amigos (Juan 15:15). A los siervos se les dan instrucciones sin explicación; pero como amigos se nos introduce en el círculo de confianza de nuestro Señor. No se nos dan instrucciones precisas para la acción, sino que somos llamados a usar los dones, que nos han sido dados, en una colaboración genuina. Dentro de la propia creación, hay un enorme potencial para ayudarnos en la tarea; la búsqueda del conocimiento científico y la aplicación de la tecnología son una parte esencial de nuestro papel como administradores. Ambas necesitan ser abordadas y utilizadas con la humildad apropiada.

La iglesia cristiana universal está ante el desafío inequívoco de ha­cerse cargo de la responsabilidad encomendada por Dios de cuidar del medio ambiente. Esto supone una oportunidad misionera sin prece­dentes para los cristianos: tomar el liderazgo y demostrar amor al Dios creador y redentor del mundo, y amor a nuestro prójimo donde quiera que pueda estar, recordando las palabras de Jesús: “porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”(Lucas 12:48).


Autor: Sir John Houghton es científico honorario del Centro Hadley para Predicción e Investigación Climática de la Oficina Meteorológica, y previamente miembro del Panel Gubernamental sobre Desarrollo Sostenible del Reino Unido (1994-2000); presidente de la Comisión Real sobre Contaminación Ambiental (1992-98); presidente o co-presidente del Grupo de Trabajo de Asesoramiento Científico para el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, 1988-2002); como miembro de la delegación del IPCC, participó en la recogida del Premio Nobel de la Paz, concedido a esa institución en 2007.
Previamente había ocupado los cargos de director general (posteriormente jefe ejecutivo) de la Oficina Meteorológica del Reino Unido (1983-91); y catedrático de Física Atmosférica de la Universidad de Oxford (1976-83).Sir John Houghton ha sido editor principal de los tres primeros informes científicos del IPCC (1990/1992, 1995 y 2001) y autor de importante publicaciones científicas como: “The Physics of Atmospheres”(1977, 1986, 2002) y “Global Warming: the Complete Briefing” (1994, 1997, 2004, 2009).
Actualmente preside la John Ray Initiative en la Universidadde Gloucestershire (Inglaterra, Reino Unido), una ONG fundada en 1997 con el fin de explorar las conexiones entre la ciencia y el cristianismo en los temas de medio ambiente. Fue uno de los miembros fundadores de la International Societyfor Science and Religion y preside el Victoria Institute/Faith and Thought. Es así mismo un conferenciante habitual de Christians in Science y Faraday Institute. Sus reflexiones sobre ciencia y fe han sido publicadas en: “Does God Play Dice?” (1988) y “The search for God, can science help?” (1995, 2007).



[1] Este documento aparece en el libro “Ciencia y fe en Diálogo: Documentos Faraday (volumen II)” donde se ofrece una edición bilingüe (inglés/española) de ocho de esos artículos preparados originalmente por el Instituto Faraday para la Ciencia y la Religión y que ha publicado Fliedner Ediciones. El libro será presentado el próximo 8 de marzo con motivo de la III Conferencia Fliedner de “Ciencia y Fe”, que será impartida por su autor, Sir John Houghton, en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid.Otros ocho “Documentos Faraday” se publicaron el año pasado en un primer volumen. Ambos libros pueden adquirirse en la Librería Calatrava.
La organizaciónde las Conferencias Fliedner de “Ciencia y Fe”, así como la publicación de los Documentos Faraday, son iniciativas del Programa de Ciencia y Fe de la Facultad de Teología SEUT, que se enmarca dentro de la Fundación Federico Fliedner, y ha contado desde su inicio con la colaboración de la Fundación Tejerina.
[2] Climate Change 2001 en cuatro volúmenes, publicado para el IPCC por Cambridge University Press (2001). También disponible en la página web del IPCC www.ipcc.ch. Mi libro, Houghton, J. Global Warming: the complete briefing, 3rd edn., Cambridge University Press (2004) está basado en los informes del IPCC. Más aún, un artículo de revisión que he escrito recientemente (Houghton, J. “Global Warming, Reports Progress” Physics (2005) 68, 1343-1403) da un resumen conciso de la base científica y de sus efectos asociados.
[3]
[4] De un Informe Energético de la Unidad de Política e Innovación del gobierno británico (PIU) 2002.
[5] Tomado de Energy for Tomorrow’s World: the realities, the real options and the agenda for achievement. World Energy Council Report 1993.
[6] Véase una ser una serie de ensayos introductorios, A Christian Approach to the Environment, John Ray Initiative (2005) (www.jri.org.uk); para una colección de artículos abordando el significado de ser administradores especialmente, pero no exclusivamente, desde un punto de vista cristiano, véase Berry, R. J. (ed.) Environmental Stewardship, T & T Clark (2006); véase también Northcott, M. S. The Environment and Christian Ethics, CUP (1996).
[7] Véase Wright, N.T. New Heavens, New Earth, Grove Booklets B11, Ridley Hall, Cambridge (1999).
[8] Para más detalles véase
[9] Véase p. ej. “For Tomorrow Too”, folleto de Tearfund, www.tearfund.org 2006.
[10] Tomado de Grubb, M, World Economics (2003) 3, pág. 145.
[11] Ésta y otras citas bíblicas se han tomado de la versión de La Santa Bibliade Reina-Valera (1960).
 

 


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