Ningún lector escribió para este domingo sobre la relación entre responsabilidad social y fe. Por ese motivo se me ocurrió verificar si el apóstol Pablo se hubiese animado a escribir sobre este tema. En Romanos 8 encontramos una profunda Palabra revelada por el Espíritu al ex perseguidor y represor de cristianos, ahora convertido en apologeta de la Verdad en Jesucristo.
Escrita antes de ir a Roma, en Corinto en el siglo I, me sabe más actual y oportuna cada vez que la leo.
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”(Romanos 8:18-27)
Nuestro espacio alcanza para comentar sólo uno de los tres párrafos citados, por lo que comentaremos los dos restantes en sendas notas subsiguientes.
Aquí Pablo afirma que el cristiano vive en una realidad socio-económica-política-ambiental que genera aflicción. Usa la expresión “tiempo presente” para sus días, pero podemos aplicarla también a nuestro tiempo.
Pablo padecía bajo la conjunción de los tres poderes de su época: el político-económico del Imperio Romano, el religioso de los influyentes judíos de la Diáspora y el cultural helénico difundido en Asia Menor por los filósofos gnósticos y estoicos. Y sufría por partida triple: como ciudadano romano, por los excesos del autoritarismo imperial; como judío y ex–fariseo, por el ritualismo que querían imponer los primeros conversos sobre los cristianos gentiles; y como cristiano, por las ideas que los helenistas infiltraban entre los creyentes afirmando que Jesús no había sido realmente hombre o que no había sido un enviado de Dios.
En semejante contexto ¿cómo podía un cristiano vivir su fe sin ser atacado, burlado o perseguido; o intentar ayudar a un contemporáneo en el nombre de Jesucristo sin ser rechazado?
En una construcción digna del mejor intelectualismo, Pablo afirma que todo ese sufrimiento no se puede comparar con la gloria venidera que le espera al seguidor de Jesucristo. Pero cala mucho más hondo y nos explica que la misma creación sufre a causa de la soberbia reinante en todos los órdenes; y nos revela que así como él es siervo del Señor Jesucristo, la creación es sierva de la vanidad bajo la cual ha sido sujetada.
Mi primera reflexión:Es gracias al escrito de Pablo que sabemos que el hombre y la mujer de fe son seres socialmente responsables; y que, por esa causa, sufren las aflicciones del tiempo presente.
En cuanto a mí:
¿Me duele saber el destino de los que son arrastrados por la corriente del error, y por estar condenados no disfrutan de una relación vital con Jesucristo?
¿Sufro a causa del deterioro del Planeta, las falsas promesas de políticos y la falta de capacidad de los gobernantes?
¿Me causa pena saber que se extinguen especies, cambia el clima, se suceden las catástrofes atmosféricas, y a casi ningún poderoso pareciera importarle?
Si alguien lee estas preguntas y no le causan ninguna inquietud, le sugiero de todo corazón revise el Evangelio de Jesucristo y busque en todo el consejo de Dios por qué no le afectan.
Afortunadamente Pablo no queda a medio camino y sigue profundizando en su escrito. Para que nadie se sienta excluido, da rosca a la tuerca y nos asombra con esta declaración:
“
la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza”.
Mi segunda reflexión:La Naturaleza tiene sus leyes que los científicos estudian, analizan, comparan, manipulan, desafían con intención de cambiarlas y experimentar tanto como pueden para imitarlas, mutarlas, suplantarlas o combinarlas. Pero no tiene voluntad propia. No cede –por ser generosa- a la voluntad de los científicos; antes, está sujeta a la voluntad de su Creador. Y Dios quiso sujetarla a la vanidad del ser humano; como bien lo describe el autor del Eclesiastés (en 1:9 y 12:8):
“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol (…) vanidad de vanidades, dijo el predicador, todo es vanidad”.
¿Por qué debiera ser así? ¿Es el Creador un ser tan autoritario y arbitrario como los poderosos de la tierra? Para mostrar que no lo es, el Soberano Dios Todopoderoso nos revela Su propósito: Él sujetó a la creación a vanidad,
en esperanza. Ninguna religión habla de esperanza, ningún credo, sino Jesucristo; porque Él la personifica como Verbo encarnado. Cristo es nuestra esperanza.
¿En qué consiste esa esperanza de la que nos habla el apóstol Pablo? En la libertad. La creación será libertada de la esclavitud de corrupción en la que se encuentra. ¿Por quién será libertada? Por el mismo que la sujetó: el Creador.
Mi tercera reflexión: En esto consiste la esperanza, en que somos responsables; no lo podríamos ser si no hubiese esperanza. Por lo tanto, ya no quedan pretextos para no ejercer con valentía nuestra militancia cristiana. No hay ya motivo alguno para seguir refugiados dentro de las cuatro paredes de nuestra confortable comunidad local. Ser responsable es salir al encuentro de los desafíos que nos presenta nuestro tiempo, hoy. La creación anhela ardientemente nuestra intervención, e intervenir es creer que hay esperanza. La esperanza se ejerce allí donde nadie cree que la hay, sino ¿de qué sirve?
¿Cuándo ocurrirá la liberación de la creación? Cuando los hijos de Dios lleguemos a disfrutar de la adopción total y seamos ¡gloriosamente libres! Entretanto, somos salvos en esperanza.
Por lo ya expuesto debemos ocuparnos de nuestra salvación, que incluye la de la creación; pues, toda la creación gime como la mujer con trabajos de parto.
El cristiano es el único que el Creador ha elegido para ayudar a que Su creación dé a luz un nuevo orden. ¡Qué gran privilegio! ¿Seguiremos postergándolo? Quiera el Señor usarnos como sus agentes de cambio.
Sobre la redención de la creación trataremos en nuestra próxima nota, si Dios lo permite.
Foto: fuente es.wikipedia.org
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