UN POETA DE LUSITANIA
Acojan -en el Arca salvadora de vuestra memoria- el nombre y la obra de António Salvado (Castelo Branco, Portugal, 1936), notable representante de la poesía lusitana actual y, sin temor a equivocarme, el más genuino poeta cristiano que haya nacido en tierra portuguesa.
Ninguno como él ha escrito cánticos tan sentidos al Señor. Ninguno como él ha sufrido tantas marginaciones del mundillo literario de su país, motivadas, entre otras cosas, por su declarada religación con Cristo y por su insobornable postura ética ante contubernios y mediocridades.
A veces su silencio ha sido muy elocuente; a veces su negativa a participar en alardeantes encuentros ha sido silenciada. Pero él sigue sin perder su identidad cristiana, sin dar bandazos ni enmascaramientos.
Salvado no invoca o interpela a Dios desde los vergeles, sino desde una inhóspita intemperie cuyos Vientos traspasan el alma para purificar todas sus lindes. Salvado no leva anclas ante el sufrimiento del prójimo. Ello le hace decir, esta vez en verso:“Hay en mí/ una inmensa voluntad/ de cantar y de llorar,/ porque en todos brotó/ el sufrimiento”. Y tras conocer a fondo el Evangelio, avanza la regla conductual que todo cristiano y poeta debería tener siempre presente:
“Las llaves del Reino sólo podrán ser utilizadas después de la anulación del yo, después de la disolución del apego a lo inmediato y a lo transitorio. En una palabra: después del aniquilamiento de la ceguera del orgullo. Dolorido camino que el Poeta sabe traspasar”. Por ello, cuando lo traspase, podrá escribir como él lo hace, impregnando sus textos de benevolencia con el prójimo. Y así es como pergeña estos dos sabios proverbios:
TERNURA
En cada paso
que des, que un poco
de ternura comprometa
tu movimiento.
DENUEDO
Que jamás el veneno de tantas brasas
te queme el corazón desencantado.
Escribe el mañana con tinta viva:
no dejes que un revés quiera apagarlo.
Conozco a António Salvado desde hace unos veinte años y puedo dar fe de su humildad nunca impostada, de su generosidad extrema en lo material, de su grandeza espiritual moldeada para atenuar sufrimientos y perturbaciones cotidianas.
Salvado goza y agoniza, reconsidera el dolor ante las heridas de los suyos y las de su Maestro. Y luego, desde lo profundo, deja anotado el estatuto de su creencia: “De alma vigilante al llamamiento del Creador, cimentando la libre opción de intentar -con humildad- comprender el horizonte de la Verdad trascendente, concentrando el fluir personal de la existencia en la esperanza de la Gracia,
me confieso creyente en la afirmación de que Jesús es el revelador del Padre y fuente de la fuente del Amor, hijo de Dios Uno y Trino. Y por el hecho circunstancial de ser yo poeta también, en el mensaje de salvación recogí, con débil propiedad no obstante, la sustancia que objetiva el contenido de uno u otro de mis poemas. Sustancia aclarada a veces con angustia, otras veces con serenidad y encantamiento”.
POEMAS DE LA ANGUSTIA
Veamos, en primer término, algunos poemas que reflejan esa tribulación o congoja que pugna por volver escombros la fe del creyente y que torna al poeta en un moderno Job, o bien en un Habacub o un David de nuestro tiempo.
La Biblia, bien sabemos, contiene innúmeros pasajes que dan cuenta de dudas, vacilaciones ante fieros golpes de la vida, pero también del sostén de Dios para con sus hijos. Bastaría recordar el Salmo 119, de cuyos 176 versículos sólo cito algunos: “Angustia y aflicción han venido sobre mí, mas tus mandamientos son mi deleite”; “Si tu ley no hubiera sido mi deleite, entonces habría perecido en mi aflicción”; “Abatida hasta el polvo está mi alma; vivifícame según tu palabra. Se deshace mi alma de ansiedad; susténtame según tu palabra”.
Tratándose de António Salvado, les dejo constancia de dos fragmentos ilustrativos de tales padecimientos y reclamos: “N
o gastaré palabras para alabarte:/ paralizan mis labios una honda angustia/ y es de guerra mi grito cuando empapa/ esta ausencia de paz que no me serena.// Desasosiego, insomnio, desesperación:/ toda mi sangre turbia se subleva(…)// Entonces, Señor, soy Tu criatura…,/ de Tu creación un frágil polvo…:/ haz descender sobre mí la Gracia que sólo Tú/ podrás entregarme hecha Luz”. El segundo fragmento conexiona la angustia con la duda, el mejor carburante de la fe que logra consolidarse, pues bien conocemos que, por lo general, las súbitas expresiones de creencia devienen en súbitos abandonos de la comunión: “Angustioso/ es el remoto camino/ por donde transitamos/ sin saber/ si pronto surge el sol/ por el horizonte/ y que con sus rayos/ nos muestre dónde/ hallaremos la feliz certeza/ de haber sido recogidos/ sobre Tu manto de dulzura.// Y la duda, Señor,/ en mí persiste/ y más se hace presente/ cada día”.
Aquí cuatro poemas inéditos que perfilan el sollozo del hombre titubeante y su esperanza puesta en el Señor:
DESHAZ, SEÑOR
Deshaz, Señor, esta mortal angustia
que oprime mi corazón tan dolorido.
Y nada más Te ruego en este crepúsculo
donde ya anochece mi vida.
OH SEÑOR, DAME LA PAZ
Oh Señor, dame la paz no merecida,
bien lo sé, en este camino atribulado
de tentaciones y de continuas caídas,
de vacilaciones y temores duraderos.
Dame una calma vívida de reposada
tranquilidad en mi pecho amargo.
Y nada más Te pido, en el silencio
de mi noche ardida en pesaroso fuego.
Señor: concédeme tu gracia
por los gritos sin sonido que yo lancé
cuando una sombra la luz me oscurecía.
Y que la fe permanezca perenne en mí,
hasta alcanzar el trillado camino
que me lleve a lo infinito de Tu Ser.
SEÑOR, SI ASÍ LO DESEARAS
Señor, si así lo desearas,
concede a mi inquietud
el mayor anhelo
de acercarme a Ti
y que, en cada clamor de este quebranto
que a todo instante me lacera,
yo sienta
aunque sea una porción
del cielo acogedor de Tu gracia.
IMITARTE, SEÑOR
Imitarte, Señor, en Tu paz
que me dejaste como un padre atento.
Pero perdona si no soy capaz,
-cobardemente indigno y abatido-
de imitarte, Señor, en el sufrimiento.
POEMAS DEL PERDÓN
Antonio Salvado ha publicado sesenta libros de poesía (desde el inicial titulado
A Flor e a Noite, aparecido en 1955, hasta
Conjunto de Sonetos, seguido de Novo Livro de Odes, editado en diciembre de 2011 por Palimage, de Coimbra), sin contar con varias antologías de su obra ni sus libros de ensayo sobre temas literarios, filológicos o etnológicos. Yo mismo he traducido al castellano varias antologías y poemarios suyos (
Los dominios de la mirada, en 2000;
Malva, en 2004;
Señales de Dios en mi poesía, en 2005,
Otoño, en 2009 o
La hora sagrada, en 2010).
Pero lo interesante de la selección que ahora les ofrezco es que todos los poemas son inéditos. No he querido repetir ninguno de los textos albergados en
Señales de Dios en mi poesía o en sus otros libros publicados hasta hoy.Aquí les expongo un magnífico tríptico del perdón que a Cristo solicitan tres personajes relevantes del Evangelio: Pablo, Pedro y Judas. Y el poeta lo hace, intuyo, siguiendo las enseñanzas de Santiago, el hermano de Jesús,
“Confesaos vuestros ofensas unos a otros...” (5:16).
PERDÓN
I - PABLO
En cada senda oculta Lo perseguí,
en cada camino el pecho Le llagué:
con mi cólera yo era el mensajero
de una feroz y sórdida mentira.
La oscuridad en los ojos no permitía
(en los ojos y en el hosco corazón)
que yo, codicioso y venal, me acercara
al Ser y pudiera extenderle mis manos.
Hasta que un día oí una Voz profunda
cálida y paternalmente serena:
“¿Por qué -decía Ella- me persigues?” –
y aquellos sonidos, aunque soplo dócil
me rebanaron el alma, y todo el cuerpo
calenturiento cayó al suelo.
Angustiado,
sentí entonces que Su inmensa gracia
me fue otorgada cual sagrado perdón.
II - PEDRO
Tres veces Lo negué y mi culpa
atravesó el tiempo insondable;
tres veces también tuve el temor
de que a Su lado me creyesen su amigo.
Miedo de los azotes, de las cadenas
que con fuerza flagelasen mi cuerpo –
¡ah qué miseria llenó esa indolencia!:
cruel e inconsciente yo Lo negué.
¿Cómo olvidé el fuego de la promesa
que jovial ardía por mi sangre
cuando Le apreté las manos y ante lo que Él
decía yo aseguré serle siempre fiel?
Contrito, arrepentido, el dolor lloré
para todo y siempre, dando ayes en la convicción
de que el perdón de Él vendría por completo,
pues sobre mí levantó Su iglesia.
III - JUDAS
Son tantos los que venden diariamente
la grandeza infinita de Tu ser,
tantos aquellos que ignorando el brillo
de Tu luz se niegan a conocerte,
numerosos incrédulos, que despreciando
la belleza vivaz de Tu rostro,
es que reniegan -necios- el tamaño
ilimitado de ese poder que eres Tú,
ah, ¿cuántos te desprecian sólo a cambio
de una riqueza vana y pasajera,
viviendo, sin vida, el caudaloso
río miedoso de las malsanas ilusiones,
tantos, Señor, a quiénes Tu bondad
ya todo perdonó?
Por ello, estoy convencido
de que la última palabra que dijiste
fue decir Perdón a mi pecado.
POEMAS DEL GOZO
Hace algunos años, cual milagro en estos tiempos de banalidades aupadas a la cima del éxito, un importante periódico lisboeta entrevistó a António Salvado, dedicándole sus dos páginas centrales. ¿Cuál el titular destacado? Esta fue su declaración:
“Felices aquellos poetas que encuentran a Dios y, si no lo encuentran, es Dios quien hacia ellos va”. Otra prueba más del hondo sentimiento cristiano del poeta nacido en la región de la Beira Baixa, fronteriza con Badajoz y Salamanca.
Ahora corresponde dejar constancia de sus poemas que irradian gozo y esperanza. En estos se aleja del salmista David: “Me rodean males sin número, y el corazón me falla./ Quieras, oh Jehová, librarme; Jehová, apresúrate a socorrerme” (Salmo 40:11-13), o del profeta Habacuc: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás?” (1:2). Se aleja de él mismo, de su otra vertiente más agónica y reclamadora.
En estos poemas Salvado ha entendido a la perfección el mandato de Jesús: “Toma tu cruz y sígueme” (Mat. 16:24), y, en efecto, sigue a su Maestro:
ENTRO EN ESA ALEGRÍA...
Entro en esa alegría de Tu ser,
presente siempre aunque lejano,
corrida la hilera de la cortina
abierta al infinito para verte.
Y sé que estás allí, aquí, a la espera
de que en mis labios Tus palabras suenen,
que todo en mí sea constante oración
de plena fidelidad a Tu amor.
Perdí temores, ansiedades, grandes
sequías anegadas en angustias:
porque entro en Ti, directriz de júbilo,
para que me sientas a Tus pies, cantándote.
DIJERON MUCHAS VECES...
Dijeron muchas veces que no hay
palabras que definan Tu rostro,
que ninguna lengua podrá marcar
o conseguir trazar Tu perfil.
Revelan las ciencias lo real,
lo tocable corpóreo de lo concreto
y así se explica ahí y nada más
la dimensión fatal del universo.
Pero quedas para el más allá innominable,
Señor de otras grandezas, luz de la fe.
¿Para qué buscar palabras que no dicen
con precisión aquello que Tú eres?
SIN PREMIO, RECOMPENSA...
Sin premio, recompensa: Te amo, en fin,
gratuitamente: como un siervo humilde
que purifica el suelo hollado de residuos
dejados allí por los peregrinos
de muchas generaciones pasadas.
Simplemente te serviré: a Tu servicio
vibrando, jovial de contentamiento,
con júbilo mayor y regocijo.
Y con pasión me entrego sin pensar
que un mísero temblor pueda abatir
el llamamiento que de Ti se extiende
por toda mi sangre que Te pertenece.
MELODÍA DE AMOR…
Melodía de amor, Tu voz
suaviza, serena y compasivamente,
todas las perturbaciones a mis horas,
todo desasosiego a mi vida.
Y la seducción del mundo se va fuera,
cual inútil fulgor de un falso brillo,
cuando Ella, cordial pero incisiva,
me llama dulcemente hacia Vos.
Entonces permite, Señor, que ella a mi lado
me acompañe por mares y desiertos,
por abruptas montañas y selvas,
por incertidumbres que el futuro traiga.
Acepta complaciente mi oración:
Sin melodía, pero de amor engalanada.
VERTIENTES DE SU OBRA
Con ayuda del rabino de Lisboa y al término de su licenciatura en Filología, Salvado hizo una bella versión del
Cantar, publicada bajo el título
de Cântico dos Cânticos de Salomão (1962). Una década después dio a imprenta otro libro de versiones:
Oração dos Primeiros Cristãos (1972). No abundo más en la solera de su cristianismo.
Pero ahora dejemos que sea el propio poeta, quien estos días cumple 75 años de vida, haga balance de su creación. Lo extraigo de un texto inédito, leído en Salamanca en octubre de 2010, cuando el XII Encuentro de Poetas Iberoamericanos lo tuvo como poeta homenajeado: “Habiendo ya traspasado ampliamente la ‘mitad del camino de nuestra vida’, sirviéndome del verso del Dante, y autor de un número algo destacado de títulos,
siento la poesía en todo lo que ven mis ojos, como si de la primera mirada se tratase, y en todo lo que consigue hacer fluir mejor a mi sangre, como si se tratase de un alimento esencial para la vida. Mi poesía se impregna de amor y desamor; de esperanza y de desesperación; de algunas afirmaciones y de muchas negaciones; de seriedad y de ironía; de expectante intervalos entre lo que sucede y lo que podrá o deberá suceder; de la limpidez y del caos. Algunas veces, cada cierto tiempo, mi cántico también se prolonga en una aproximación a la muerte; pero, de pronto, en él surgen, como escenario o plano de fondo, las flores silvestres de la región donde nací (el romero, las jaras) y el fluir del agua y el sabor del pan y las palpitaciones de mi corazón y el latido solidario del vuestro”.
Y, de una amplia entrevista que yo le hiciera, extraigo un fragmento donde el poeta expone su forma de entender la poesía religiosa que escribe: “…la ‘sustancia’ a lo divino ilumina algunos de los momentos más inspirados de mi creación. Eso sí,
debo señalar que las modulaciones religiosas que atraviesan muchos poemas míos raramente son de simple alabanza. Muy por el contrario: el acto de creer encierra, para mí, toda una enorme consistencia de inquietud y de angustia. De
eso hablan la mayoría de mis poemas a lo divino” (Revista
Arquitrave, Colombia, nº 48, junio de 2010).
TORAL DE LOS GUZMANES (Y DE LOS POETAS DE DIOS)
Hablar poéticamente de Toral de los Guzmanes, el pequeño pueblo leonés donde hace más de un siglo el misionero, poeta y musicólogo inglés Eduardo Turrall sembrara el Evangelio, es hablar del Encuentro “Los poetas y Dios”, que todos los años se celebra allí desde octubre de 2004. Tres nombres resaltan, en cuanto a la organización y amparo de esta cita ecuménica tan entrañable: el alcalde del pueblo, Miguel Ángel Fernández; y Manuel Corral junto con Isidoro Herrero, por parte de la Asociación Cultural Evangélica “Eduardo Turrall”. António Salvado es poeta-fundador de estos encuentros. No ha faltado a ninguno y no sé qué le sucedería a su corazón si esta cita llega a faltarle. ¿Creen que exagero? Pues lean un poema escrito para el encuentro de 2010:
AMANECER EN TORAL DE LOS GUZMANES
Mi angustiado corazón deja
de dolerme cuando en lo alto inmenso
comienza el canto de los pájaros
para que serena despierte mi fe.
Y, atravesando lo azul, mis ojos sienten
que esas aves, cantando, manifiestan
un recóndito amor, fértil y secreto
que hasta a ellas auxilia lentamente.
La madrugada moja mi sonrosado
rostro con gotas de rocío
caído jubilosamente del cielo.
Con las manos levantadas o cruzadas
al pecho, acompaño feliz esos gorjeos,
pues también las aves son la voz de Dios.
Sus poemas aparecen en el apreciado volumen titulado
Los poetas y Dios (Diputación de León, 2006, pp. 251), donde se recogen poemas de los tres primeros encuentros. Y, como muestra de su gratitud espiritual, Salvado tradujo al portugués y publicó un texto de todos los poetas que han pasado por Toral en estos años. Así, en la plaqueta titulada
O Divino. Sílabas do Oeste (Sirgo, Castelo Branco, 2010), se encuentran versos de Quintanilla Buey, Tarquis, Muñoz Quirós, Fonseca, Amat, Aganzo, Cayón, Estévez, Sagüillo, Torres Rechy, Acosta, Valle Alonso y tantos más. Todos, menos él, como corresponde. Pero aquí yo les selecciono tres últimas creaciones suyas, por él leídas en ese pueblo donde la Palabra está presente, donde Jesús más se nos hermana porque más en comunión estamos:
CUANTO MÁS ME DESCONOZCO…
Cuanto más me desconozco
más me aproximo a Ti;
cuanto más niego mi ser
más junto a mí Te siento.
Querer de noche, querer de día;
reconozco la pequeñez
de mis gestos vacíos
si por algún instante Te pierdo.
Aunque sordo, oigo las palabras
que en mi corazón repites;
es una piedra empedernida
que tiene difícil escucharte.
Negándome, persisto
en la esperanza de llegar a Ti:
y es esta, Señor, la lucha
en que estoy pugnando.
DE TANTO PEDIRTE…
De tanto pedirte, a veces siento
un estertor de cansancio en mi interior,
y sin saber si el tiempo todavía es tiempo
desfallecido, prosigo así,
rogando la calidez de tu Gracia
y avivando el fervor de la Confianza:
voy arrastrando el corazón tan fatigado,
pero Tú, Señor mi Dios, nunca te cansas.
QUÉ LUZ SANA MI ALMA…
Qué luz sana mi alma de oscuridades…
Qué pureza atravesando densas tinieblas
resurge y permanece…
Qué súbito destello en mí todo redime…
Desato mi voz, mi lengua,
y en versos convirtiendo hondas ansias,
beso el Mirar que brota de la distancia
y que me acaricia, seduce y anima.
(Vuelto hacia Ti, a Ti unido,
no necesito abrir otro camino:
a pesar de combates y conflictos,
Tu mano reposa sobre mí).
Y la nave que me lleva no conoce
límites a la dimensión de los mares:
es por lo infinito que navega,
llenas de Tu amor las curvadas velas,
y la Nave avanzando sin parar.
DESPEDIDA
Tan cerca Portugal de España, pero tan lejos parece a veces, debido principalmente al desconocimiento o a los tópicos que acumulan los siglos. He querido ‘descubrirles’ a un poeta cristiano que merece un átomo de atención. Un poeta que dice, con cierta ironía:
Dichosos
los que escriben
sin sentir: no tienen
que soñar;
piensan tan sólo.
Intacto quedará
su corazón.
Salvado se despide, cual contemporáneo Etán ezraíta, convencido de la paciencia de Dios ante sus angustias y reclamos:
Tú, Señor mi Dios, nunca te cansas.
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