“El ecumenismo es como un vuelo”. Esta es la metáfora que empleó el Cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, en una conferencia pronunciada en Roma sobre el estado actual del ecumenismo en todo el mundo.
Al igual que cualquier vuelo con éxito, el ecumenismo experimenta diferentes fases: despega, vuela y aterriza. El despegue agita la adrenalina; el vuelo puede ser turbulento pero proporciona amplias posibilidades para disfrutar del panorama; el aterrizaje en destino siempre es arriesgado pero, en este caso, tanto el vehículo como el piloto son dignos de confianza. Esto es lo que dijo el Cardenal Koch acerca del vuelo del ecumenismo.
CRUZANDO EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO
Para la Iglesia romana, el Vaticano II (1961-1965) significó el despegue de la participación católica en el movimiento ecuménico. Las expectativas eran altas. El restablecimiento de la unidad parecía próximo y el proceso se suponía que sería rápido e inmediato. Pero después de despegar, el vuelo puede enfrentarse a momentos de turbulencia imprevistos y preocupantes. De este modo la estación ecuménica no floreció de la primavera al verano, sino que retrocedió de la primavera al invierno a través de una serie de días soleados y lluviosos.
Se consiguieron algunos resultados, pero la mayor parte de los problemas permanecen.
Según el Vaticano II y la enseñanza del magisterio posterior, la unidad de los cristianos es triple: profesan la misma fe, celebran la misma Eucaristía y están unidos bajo el mismo ministerio sacramental de la sucesión apostólica. Desde el lado del Vaticano, no existe unidad aparte de esta dimensión triple. La unidad no es un asunto de “seleccionar y elegir”, ni una vaga sensación de afinidad. Por lo tanto, la unidad ecuménica con las iglesias y las comunidades no católicas es “auténtica”, pero “imperfecta” hasta que llegue a su completo alcance.
DOS CISMAS PARA RECONCILIAR
Koch recordó a los asistentes que el ecumenismo CR se refiere a los resultados de dos “cismas”: el que tuvo lugar entre Oriente y Occidente (desde la división del siglo XI entre Roma y Constantinopla) y el que aconteció dentro del propio Occidente (desde la división del siglo XVI entre Roma y la Reforma Protestante).
En cuanto al primero, se ve facilitado por compartir la visión de la unidad eucarística y la estructura eclesial (o sea, el episcopado en la sucesión apostólica) pero se ve obstaculizado por diferencias significativas en los modelos culturales y en la evolución histórica. El segundo es al revés: posibilitado por unos esquemas culturales comunes (p.e. libertad religiosa, pluralismo) y dificultado por importantes diferencias eclesiológicas.
El quid de la cuestión con Constantinopla (y aún más con Moscú) es la dificultad oriental de reconocer el ministerio petrino del Papa en la plena forma jurídica de su primacía. El Cardenal Koch insistió en el hecho de que Roma está trabajando para permitir a las iglesias orientales reconocer el papel del Papa de la misma forma en que lo fue hasta el primer milenio antes del cisma.
En otras palabras, el Vaticano no presiona a los ortodoxos para que se adhieran al ministerio Papal como ahora, sino como fue antes de 1054. Si esto sucede, puede conseguirse la unidad “perfecta”.
LA COMPLEJIDAD PROTESTANTE
El “cisma” protestante es mucho más difícil de superar, dice Koch. Mientras que el cisma oriental mantiene las estructuras sacramentales básicas de la Iglesia, la Reforma dio lugar a un “nuevo” tipo de iglesia basado más en la Palabra que en los sacramentos y a un “nuevo” paradigma eclesiológico fundamentado en comunidades más que en la sucesión romana del ministerio ordenado. Para los reformadores, la eucaristía y el episcopado (es decir, los dos elementos que definen la unidad) ya no son constitutivos de la iglesia sino únicamente subsidiarios en el mejor de los casos.
El problema de la iglesia CR con los protestantes no es sólo institucional, es decir, tener que tratar con varios grupos evangélicos divididos y fragmentados en lugar de
una Iglesia Protestante. El problema subyacente y más profundo es la eucaristía defectuosa y la teología sacramental del protestantismo que se nutre de una visión totalmente diferente de la del carácter de la iglesia.
Por consiguiente,
los acuerdos se pueden encontrar en las doctrinas básicas cristianas (p.e. la Trinidad, la Cristología y la Biblia), pero sin tocar el nivel sacramental y, por tanto, no son concluyentes para el proceso ecuménico.
Quizás los protestantes ni tan siquiera comprenden que es todo esto del sacramentalismo CR y porque tiene tanta importancia (este comentario es mío, no de Koch).
El Cardenal expuso un ejemplo: después de la Declaración Conjunta de 1999 sobre la Justificación, la mayor parte de los protestantes esperaban que la unidad plena (p.e. el reconocimiento del ministerio mutuo y la hospitalidad eucarística) estuviera cercana una vez solucionada la división doctrinal. Sin embargo, los católicos no lo veían así. Aquella declaración explicó algunos “aspectos” de la doctrina, pero no versó sobre el profundo sacramentalismo inherente, es decir, de cuál es el papel de la Iglesia respecto al mismo. Hay que recordar que la doctrina es sólo un polo de la unidad CR, que ni es el único ni va aislado de los otros dos.
La falta de conciencia sacramental hace que los protestantes entiendan la unidad como un “reconocimiento mutuo”. Dicho de otro modo, para ellos la reciprocidad es el objetivo del ecumenismo, pero para los católicos la unidad implica una fe común, una eucaristía común y un ministerio ordenado común. No puede haber reciprocidad hasta que exista un compromiso en las tres dimensiones.
En consecuencia, la Iglesia CR espera que sean sus socios ecuménicos los que cambien.Volviendo a la metáfora del vuelo, el Cardenal Koh dijo que puesto que el piloto es el Espíritu Santo, la unidad en el sentido de la ICR está garantizada.
“LA DOCTRINA DIVIDE, LA VIDA UNE”, ¿O ES AL REVÉS?
Una complicación adicional para el ecumenismo CR hacia los protestantes liberales tiene que ver con las agudas divisiones que existen sobre los asuntos morales en la iglesia y en la sociedad.
Un antiguo dicho afirma que “la doctrina divide y la vida une”, pero esto ya no es así.
Koch dijo que, hablando desde el punto de vista doctrinal, nunca ha habido un grado más alto de acuerdo teológico en las relaciones católico-protestantes que el que hay actualmente. Sin embargo, en los temas de la vida la zanja se está haciendo cada vez más ancha. Las posiciones pro-vida
versus pro-elección (favorable al aborto) reflejan nuestra situación actual y los católicos y los protestantes liberales están en lados opuestos. Ayer, se consideraba que la doctrina era el mayor obstáculo para la unidad. Hoy, mientras la doctrina se reconoce mutuamente, la acción común en la sociedad se esta convirtiendo en el principal problema ecuménico.
El problema en cuestión es una “antropología cristiana” diferente.
NUEVOS SOCIOS ECUMÉNICOS
El Cardenal Koh ofreció una imagen de lo que él ve sobrevolando el territorio ecuménico. El cielo parece más lleno de nubes que de sol. No obstante, el campo ecuménico muestra que emergen nuevos socios.
Las iglesias protestantes históricas están declinando en número y consistencia, mientras que los grupos evangélicos y pentecostales crecen. Estos últimos tienen “fuertes convicciones” sobre la fe cristiana, con frecuencia elaborada de una forma anti-católica. Pero, en términos generales, comparten con los católicos una visión moral similar. “Tenemos que empezar a conocerlos y a hablar con ellos”, concluyó Koch.
Hasta ahora, los evangélicos son un apéndice de los propósitos de la ICR en el panorama ecuménico. De todas formas, están en el radar y son sujetos que generan curiosidad y desconcierto en la ICR: una mezcla de perplejidad e intriga.
Traducción: Rosa Gubianas
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