Uno de los debates “sumergidos” que se está dando en los Estados Unidos es entre la libertad religiosa y la libertad de culto.
En muchos países de habla hispana estos conceptos se utilizan prácticamente como sinónimos. Pero
en los Estados Unidos freedom of worship y religious freedom no son sinónimos. El primero representa una libertad mucho más limitada que el segundo.
La manera que se está desarrollando la secularización en este país significa que cada día se quiere excluir más la religión del discurso público. Según esta perspectiva está bien que las personas adoren como acto privado.
El gobierno debe defender la libertad de culto para que la gente busque los recursos “espirituales” que les sean de ayuda. Pero al mismo tiempo se están tomando pasos para limitar la práctica religiosa como acto público.
En esta interpretación la separación entre la iglesia y el Estado significa que la iglesia no debe influir en las acciones del Estado o de la sociedad.
Históricamente esta postura ha significado que el Estado no debe imponer una religión, ni darle preferencia a ninguna. Pero ya hace muchos años que se está interpretando para decir que las iglesias no deben tener un papel protagonista en asuntos políticos y sociales. Pueden ofrecer “bienes espirituales” y proveer ayuda social, pero no deben cuestionar las posturas del gobierno ni practicar los principios de su fe cuando estos van en contra de las posturas legales o populares.
Este cambio se está viendo a muchos niveles, tanto en lo político, como en lo educativo y social. A nivel educativo varias universidades están clausurando a organizaciones universitarias cristianas si requieren que los miembros y la directiva sean cristianos. La “lógica” es que toda entidad universitaria debe estar abierta a todo estudiante. Ya se han cerrado clubes cristianos en varias universidades y otros están bajo la mira de las autoridades universitarias.
Varias agencias de gobierno han estado presionando a organizaciones católicas de servicio social a que provean servicios que van contrarios a su postura cristiana. Ya se han cerrado varias agencias de acogida temporal para niños porque dichas agencias rehúsan asignar a niños a hogares que tienen dos padres del mismo género.
Por otro lado, el gobierno federal ha dicho que bajo la nueva ley de cuidado de salud todo hospital católico tendrá que ofrecer seguro médico a sus empleados que incluya cobertura por abortos.
En otras palabras, los gobiernos quieren la ayuda de organizaciones cristianas, siempre y cuando no apliquen sus principios a la manera en que proveen dicho apoyo.
En el año 2009 muchos líderes cristianos de varias tradiciones firmaron la Declaración de Manhattan en la cual proclamaron que practicarían la desobediencia civil si se les trata de obligar a estar a favor del aborto y el matrimonio entre personas del mismo género. Aunque yo hubiera querido que también confrontaran asuntos de injusticia social, la realidad es que los cristianos tenemos el mandato de obedecer a Dios antes que a los humanos.
La reacción de las voces secularistas fue inmediatamente negativa. Según su interpretación la iglesia no tienen el derecho de cuestionar las posturas del gobierno. Las iglesias se deben quedar al margen de los cambios sociales que ellos están tratando de imponer sobre la sociedad estadounidense.
La realidad es que
tanto los gobiernos conservadores como liberales han tratado de limitar el papel protagonista de las iglesias cuando han tomado posturas contrarias a sus intereses políticos. También es verdad que muchas iglesias se han hecho partidistas en sus intervenciones políticas. Pero no cambia el hecho de que
nuestra primera lealtad siempre debe de ser con el reino de Dios. Eso significa que en ocasiones nos encontraremos en desacuerdo con las autoridades.
Es un hecho claro que las voces más seculares quieren sistemas sociales y políticos donde la religión no tenga ninguna voz. Utilizan ejemplos de extremistas religiosos para “justificar” su postura. Pero también es verdad que sigue creciendo la influencia de la religión alrededor del mundo, a pesar de los pronósticos de que la religión iba a perder su lugar en la sociedad. Eso significa que
la iglesia y el Estado tienen que encontrar una manera de convivir que reconozca que las iglesias y otras expresiones religiosas tendrán un papel importante en la sociedad civil.
La libertad religiosa nos da más oportunidad para expresar nuestra fe que la libertad de culto. También nos da más espacio para participar como agentes de transformación social.
Pero de la misma forma es cierto que
trabajar a favor de la libertad religiosa significa permitirle espacio a todas las expresiones religiosas, incluyendo las que no me gustan, y aún a los agnósticos y ateos.
Así que seguiré luchando por la libertad religiosa. Por un lado significa que tendré que confrontar a las fuerzas secularistas. Pero por otro, también tendré que confrontar a los que sólo quieren que haya libertad para ciertas expresiones religiosas.
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