Fue presidente de las Sociedades Bíblicas Unidas, además de catedrático en prestigiosas instituciones evangélicas de América y Europa. Samuel Escobar tiene una extensa obra teológica de merecido prestigio. Baste recordar su monografía
Cómo comprender la Misión, para actualizar nuestros respetos a su trabajo por la obra del Señor.
Acaba de publicar un libro sobre la epístola de Santiago, conjuntamente con Eduardo Delás, razón suficiente para esta nueva entrevista.
Pregunta.- Pienso que contadas plumas se han atrevido a aplicar la epístola de Santiago como columna-guía para nuestra vida individual y comunitaria. ¿Qué ha podido mover a dos personas como vosotros, que tenéis como se dice “una vida resuelta”, reconocimientos, tranquilidad… a entrar en arenas movedizas? Por lo que sé, esta epístola ha sido denostada desde tiempos remotos. Hoy pienso que el panorama no ha cambiado mucho.
Respuesta.-Hacia fines de la década de 1960, mis amigos Pedro Gelabert y Ramón Vega escribieron un libro sobre Santiago con el título de “Nada Nuevo”. Fue un libro bien escrito y audaz en algunos aspectos. En el caso de nuestro libro más reciente con Eduardo Delás decidimos predicar una serie de mensajes sobre esta epístola, y de ello salió este libro. Conforme avanzábamos en la preparación nos sorprendíamos de la riqueza de la carta. Hay que reconocer que a más de un evangélico esta carta le resulta, digamos, antipática.
P.- ¿Podemos decir que esta epístola es un tratado sobre la Misión Integral? Dos mil años después algunos teólogos evangélicos nos lo están recordando…
R.- Esa es una buena manera de describir la epístola, por eso subtitulamos el libro “La fe viva que impulsa a la misión”.
P.- ¿Por qué se dice que la epístola de Santiago es la más pragmática?
R.-Si se observa la estructura literaria de la epístola se ve que se parece al libro de Proverbios y al Sermón del Monte, es decir es del género sapiencial. Y una característica de este género es que se refiere de manera explícita a la práctica de la fe. Hay evangélicos que se dedican a cuidar mucho de la ortodoxia y se olvidan de la ortopraxis.
P.- Dice Santiago: “¡No afrentéis al pobre ignorándolo ante los poderes fácticos de los ricos! ¡Defended justicia y derecho para él! Porque está indefenso, sólo se tiene a sí mismo reclamando sus legítimos intereses”. Su realidad no es diferente a la nuestra; tenemos los mismos problemas, predomina la injusticia y la opresión contra los más débiles e indefensos. ¿Estamos actuando mejor que los religiosos de su tiempo a los que él hace una “llamada de atención”?
R.-Me gusta su paráfrasis porque refleja bien el espíritu del texto. Y es verdad que hoy en día con la crisis económica que se vive se ven las profundas injusticias de los sistemas económicos dentro de los cuales nos toca vivir, aun en esta Europa del bienestar. Me parece que Santiago no entra a analizar el sistema sino que nos aconseja qué hacer en lo que está al alcance de nuestros medios. Pero para algunos cristianos el llamado puede ser a analizar el sistema y trabajar por su corrección. Generalmente nos toca ayudar a las víctimas de la injusticia y la pobreza, pero a algunos les toca entender las causas y luchar contra ellas.
P.- Leyendo el capítulo 7, vamos redescubriendo el poder inmenso de la lengua tanto para construir como para demoler. He visto que la murmuración y el juzgar de forma despiadada actúan como una depuradora muy utilizada para deshacernos de los miembros que no son tan perfectos y puros como nosotros.
R.-En esto Santiago es claro y muy aplicable, porque todos sin excepción tenemos en la lengua un instrumento que puede ser de bendición o de maldición. En las conversaciones que se escuchan a veces en las iglesias se puede detectar la manera sutil en que envenenamos nuestros juicios y opiniones sobre los demás.
P.- Hoy los cristianos nos asustamos cuando se nos insta a ser voces proféticas que clamen por la justicia y la verdad. Nos escudamos en que Cristo calló y soportó cuando lo vituperaban y azotaban. ¿Aceptará nuestros argumentos cuando le veamos cara a cara?
R.-Con este asunto de los indignados hay quien nos ha recordado en estos días que Jesús se indignó ante la injusticia y la hipocresía de la gente religiosa de su tiempo. Y lo dijo sin pelos en la lengua. Los “ayes” de Mateo 23 son un ejemplo.
P.- ¿Dónde se conoce de verdad a los cristianos? ¿En la iglesia o fuera de ella?
R.-Buena su pregunta porque el domingo en la iglesia todos somos amables y simpáticos, pero a veces fuera los vecinos, compañeros de trabajo o parientes llegan a conocer nuestra otra faceta. Hay que esforzarse por ser de una pieza.
P.- En la sociedad que nos ha tocado vivir, valemos por lo que poseemos. Todo se decanta por favorecer a los que detentan el poder y la riqueza. Y en medio de todo este panorama, Santiago nos llama a ser pacientes y a esperar la llegada de un mundo nuevo. ¿Cómo debemos entender esto?
R.-Aquí nos ayuda entender que en la medida en que tenemos un comportamiento distinto, mostramos que el Reino de Dios ya ha llegado y que estamos empezando a vivir en la tierra como si ya estuviéramos en el cielo. Por ejemplo, cuando en una iglesia se trata a los inmigrantes como a hermanos en Cristo, sin hacer distinciones ni discriminaciones, el Reino ha llegado, estamos demostrando que es posible vivir de manera distinta. Y la esperanza de la plenitud del Reino que vendrá con el Señor nos sostiene en el presente.
P.- Según vuestra opinión, ¿la iglesia se ha hecho responsable del mensaje dejado por Jesús de Nazaret?
R.-Esto es un desafío constante. Es posible cantar de Jesús, hablar de Jesús, predicar de Jesús y no seguir en sus pasos en la vida diaria, en las cosas de todos los días. La gente está cansada de discursos piadosos que no van acompañados de conducta distinta. Por ejemplo, he observado que casi siempre que los obispos de este país se expresan en público es para defender sus intereses y pedir más privilegios. ¿Cómo la gente les va creer los discursos piadosos y éticos? Cuidado con que a los evangélicos nos pase lo mismo.
P.- Creo que después de leer vuestro libro, muchos releerán esta epístola, y redescubrirán; y serán abiertos sus ojos a una nueva manera de vivir el evangelio. El de verdad. ¿Tiene usted similar parecer?
R.-Si conseguimos eso, que los lectores relean la epístola y se sientan conmovidos por ella, y cambien en algo su conducta, sentiremos que ha valido la pena nuestro esfuerzo docente y literario.
P.- ¿A qué acción nos está llamando el Espíritu de Dios por medio de esta epístola?
R.-A la imitación de Cristo posible por el poder transformador del Espíritu que nos puede hacer semejantes a Él.
P.- Cuando dice Santiago: “¿De dónde vienen las guerras y pleitos entre vosotros?... ¿A qué iglesia se refiere? ¿A la de la ciudad vecina?
R.-Me gusta la ironía de su pregunta. Siempre hay que preguntarse si el texto se está refiriendo a nosotros mismos.
P.- Santiago nos hace una radiografía de la iglesia a la que va dirigida la epístola, y a través de ella muestra una comunidad acuciada por la persecución, las estrecheces económicas, las riquezas en manos de unos pocos. Una comunidad que ante la adversidad tiende a replegarse, a protegerse a sí misma. Y para colmo, los pleitos, la codicia, las envidias, la actitud altiva de los ricos, el despojo de los pobres minan su salud interna. ¿Por qué todo esto nos resulta tan familiar?
R.-Porque las iglesias son humanas, las de hoy como las del primer siglo. Hasta donde son sensibles al Espíritu y atentos a la Palabra de Dios también tienen un elemento divino. Pero su humanidad se refleja en las imperfecciones que esta epístola trata de corregir.
P.- En el libro sacáis a la luz el hecho de que todos somos sacerdotes, llamados a una vida de solidaridad y cuidado mutuo. Y también recordáis ese llamado a confesar nuestras ofensas los unos a los otros. Pero de pronto te enfrentas con las experiencias de los demás que te hablan de una realidad de falta de discreción entre nosotros, de utilización de la información como medida de ajuste de cuentas, etc.
R.-En este aspecto es donde percibo mayor inmadurez de nuestra parte. Tenemos un largo camino que recorrer. La confesión mutua y el perdón son posibles, pero hay que crecer hacia ello, no viene automáticamente con la conversión.
P.- ¿Qué pasa si los cristianos instalados perfectamente en el status quo se les ocurre leer la epístola de Santiago justamente en los temas contenidos en los capítulos 4 y 5?
R.-Pues que nos sentiremos como frente a un espejo que nos revela nuestras flaquezas y nuestro feo aspecto. Ahora bien, como dice el propio Santiago, podemos por un momento decir: “¡Qué mal estoy!” y luego nos olvidamos del asunto. O podemos apropiarnos del mensaje y emprender con humildad y fe el camino de la corrección. No hay nada peor que la instalación pasiva y acomodada. ¡Dios nos libre de ella!
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