1.-A mis amigos impíos.
2.- A mis amigos que un día lo fueron y hoy no son.
3.- A mis amigos creyentes.
Tengo buenos amigos en las tres categorías. Y tengo más de una razón para dirigirles esta carta abierta. Tengo cargo de conciencia por no haberlo hecho antes. Y tengo aún tiempo para corregir mi error.
Esta mañana, miércoles 31 de agosto, he encontrado en mi buzón el siguiente correo:
Mi querido Euge... ha pasado largo tiempo desde que me contacté contigo con el corazón... hoy necesito escribirte.(1)
Ya sabes que a tu amigo le apareció metástasis en los dos pulmones. Euge, estoy con un extraño dolor en el pecho que no se me quita... me siento rara, como perdida...
No sé qué proyectar... además (…) está sin ánimo y por cierto que eso me duele mucho, egoístamente, claro está... pero son sentimientos y éstos nada tienen que ver con la razón.
Bueno... gracias por leerme... creo que en este momento sólo soy... nada... perdona.
Te quiero mucho, ojalá estuvieran aquí.
Metástasis. No hay que divagar mucho para entender lo que esta palabra significa.
Fue esta nota, escrita por la esposa de un gran amigo que lo ha sido por más de 45 años el susurro que mi espíritu necesitaba para que me decidiera a hacer lo que hasta ahora venía posponiendo:
Decirles a ellos y a todos mis amigos que
el ajuste de cuentas con Dios puede y debe hacerse ahora, sin intereses ni multas; pero que si no se hace ahora, en esta vida, no habrá una segunda oportunidad una vez que hayamos traspasado los umbrales de la eternidad; y entonces, el pago será perdición eterna con ninguna posibilidad de arreglo ni condonación.
CARTA Nº 1: A MIS AMIGOS IMPÍOS
Queridos amigos míos: Debido a que el término impío que usa Reina Valera me pareció un poco fuerte, intenté reemplazarlo por algo «más suave». En el mundo secularizado de hoy, cuando todos tratamos de pasar por «niños buenos», que alguien nos diga impío suena a ofensa. Y peor aún si se trata de amigos. Busqué, entonces, en diversas versiones de la Biblia y no encontré nada menos brusco. Lo más suave fue malvado y tampoco me gustó. Así es que me fui al DRAE y leyendo el significado que se le da allí, opté por usar impío: Falto de piedad. Falto de religión. «No está tan mal» me dije, así es que con impío nos quedamos. Espero que ninguno de mis amigos que caigan en esta categoría se ofenda. Lejos de mí querer hacerlo.
Con muchos de ustedes hemos mantenido una relación de amistad que se ha prolongado por años. Hemos sido delicados en respetarnos y, haya habido o no una identificación religiosa (catolicismo, protestantismo, ateísmo, pensamiento libre, nominalismo o simplemente falta de interés por las cosas de la religión) nunca hemos usado ni por asomo de la más mínima violencia verbal o mental para hacer que cambien de pensamiento; menos de religión.
Cambiar de religión o hacerse religioso no soluciona nada. Cuando nos han querido oír les hemos hablado de nuestra fe; cuando nos lo han permitido hemos orado con y por ustedes y seguimos haciéndolo, aun desde la distancia. No hemos dicho nada al ver en algunos ciertas prácticas religiosas que no solo son tan inocuas como eso de cambiar de religión sino que hasta podrían calificarse de supersticiosas. (Nosotros también, a veces, por tratar de ser «tan espirituales», caemos en el mismo error solo que a las supersticiones nuestras les buscamos una justificación que por lo menos aparente ser pía y a las de ustedes, no.)
La forma de expresarles nuestro aprecio y cariño ha sido siempre respetar sus creencias sin confrontarlos con la realidad; pero hoy ha llegado el momento de hacerlo.Como verán, líneas más adelante, se trata no solo de protegerles a ustedes sino también de protegernos nosotros a nosotros mismos.
Un amigo muy querido me escribió lo siguiente, que entresaco de una carta bastante más larga:
Hace unos días, y también esta mañana, vino un zorzal a cantar a mi patio. Hacía años que no veía uno. Han desaparecido, también las loicas, las torcazas, los choroyes. Y no es que los estén cazando tanto, sino que simplemente han desaparecido. Algo está pasando en este ambiente de fin de mundo que ha provocado eso.
Bueno, por ahí, entre naturaleza, amor por los animales, arroyuelos, montañas, flores, pájaros y pumas, encuentro a Dios, esa presencia inmensa, esa omnipresencia que nadie ha visto jamás, pero que está ahí, a veces un tanto alejada de nosotros, otras veces más cerca, pero está. Es posible que mi fe no sea tan fuerte como la tuya, pero confío en que el Caballero no me abandonará así como así. Y si lo hace, alguna razón tendrá.
Tiene toda la razón mi amigo, salvo en una cosa: el Caballero nunca lo ha abandonado ni lo abandonará.(
2) Y prueba de ello es que tomó forma humana en lo que hemos llegado a identificar para mejor entender el milagro como el Hijo, Cristo Jesús, quien vino a la tierra y murió crucificado para que, al creer en el valor insustituible de su sacrificio, el Caballero pudiera reencontrarse con nosotros ―o nosotros con Él― para no volvernos a separar.
Es bueno creer en Dios. Y reconocer que, como dice Juan 1.3, «sin Él, nada de lo creado habría existido». Dios siempre está cerca. Tan cerca como tú quieras. Es cuestión de que mires al cielo y leas en las nubes, en la lluvia, en el viento, en el sol, en la luna y en las estrellas lo que escribió el poeta: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos». Pero creer en Dios es solo la mitad del camino. La otra mitad es creer en que Jesucristo murió por ti y que debes reconocerlo como tu Señor, Salvador y Rey. Si te quedas solo con la mitad, no llegarás al punto al cual Dios quiere que llegues. O llegarás al cual Dios no quiere que llegues.
Y aquí estamos entrando en terreno álgido porque ¿cuál es el punto al cual Dios quiere llevarte?
Los cristianos no tenemos otra regla de fe y conducta sino la Biblia, la Palabra de Dios. Es suficiente. Y más que suficiente, si queremos llevar el concepto al extremo. Creemos en ella como el medio fundamental por el que Dios se comunica con nosotros los humanos. Hay otros, pero éste es el básico. Si queremos conocer su pensamiento, debemos buscarlo en la Biblia; si queremos saber lo que habrá de ocurrir en el futuro cercano o lejano, lo sabremos hurgando en sus páginas; si queremos saber lo que a los humanos nos espera más allá de la muerte, en la Biblia tenemos el dato. No hay que buscar en otra parte. Allí está todo, de la misma manera que para llegar a Dios no hay que buscar un intermediario, por muy digno que pudiera ser. Basta con Jesucristo.(
3)
Ahora bien. Tú puedes creer o no creer. Es una decisión exclusivamente tuya. Si crees, podrás llegar al punto al cual Dios quiere que llegues. Si no crees, te habrás quedado a medio camino; o, peor aún, como digo más arriba, habrás llegado al punto al cual Dios no quiere que llegues.
Nosotros creemos en lo que dice la Biblia. Y partiendo de esta posición es que te estamos enviando este mensaje. La Biblia nos dice que hay en el mundo una ciudadanía que corre paralela a la que todos adquirimos cuando nacimos. Es la ciudadanía del Reino de los Cielos. Hay que tener cuidado, sin embargo, con una cosa: el Reino de los Cielos no es algo que pertenezca al mañana. Es cierto que se vivirá plena y eternamente en un futuro que cada vez se siente más cercano pero el Reino de los Cielos está aquí y ahora y son ciudadanos de él todos los que han estado dispuestos a hacer la segunda parte del camino. Y la segunda parte del camino es lo que ya apuntamos: reconocer y aceptar a Jesucristo como Salvador y Señor y vivir en una relación estrecha con Él.
Es posible que lo que te voy a decir a continuación ―si es que has llegado leyendo hasta aquí― te ponga furioso. Aunque deseo que tu reacción sea otra, lo que decidas será de tu exclusiva responsabilidad. Porque la nuestra la habremos salvado al ponerte sobre aviso con esta carta. En un contexto inmediato aunque alejado en el tiempo y en el espacio pero en un contexto general cercano y vigente, Dios habla para decir:(
4)
Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán a memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma (Libro del profeta Ezequiel, cap. 3, vers. 16-21).
Según lo que dice el pasaje bíblico citado, yo estoy obligado a amonestarte. Y es lo que estoy haciendo con esta carta.
¿Qué pasa si ves el punto que te estoy tratando de señalar y buscas el perdón de Dios?(5) Habrás dado el paso que se requiere para recibir la ciudadanía en el Reino de los Cielos. ¿Y qué pasa si ignoras la amonestación y sigues con tu vida como hasta ahora? Tu destino eterno es el infierno tenga éste la forma que tenga.
Así como el náufrago no necesita tomar lecciones de salvataje para agarrar el salvavidas que se le lanza, así la persona que quiere tener un coloquio de dimensiones eternas con Jesús tampoco necesita preparación previa.(
6) Entra a tu cuarto y confiésate con Él. En cuanto a mí, en lo que pueda servirte, estoy a tus órdenes.
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(
1) Ver mi artículo «¡Cuidado con la depresión!» del 6 de julio de 2008.
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2) «Esfuérzate y cobra ánimo; no temas ni tengas miedo, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará» (paráfrasis de Deuteronomio 31.6).
(
3) «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos» (1 Timoteo 2.5-6).
(
4) Para entender correctamente el mensaje bíblico hay que tener en cuenta el contexto inmediato; es decir, las circunstancias, el tiempo, el espacio y los protagonistas en torno a tal o cual afirmación; y el contexto general, que es el valor eterno de la Escritura.
(
5) «Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55.7).
(
6) «Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público» (Mateo 6.6).
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